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Día XXX (Aunque mejor le quedaba al anterior... o no)

Hola! Bueno, no sé si me tardé mucho o no, pero estaba metida en toda la movida de fin de año. Espero que todos hayan empezado muy bien el 2015 y de no ser así, recuerden que tienen más de trecientos días para ir mejorándolo. Les dejo un beso a todos, gracias por estar siempre del otro lado ^^

Capítulo XVII:

                                                             Día XXX

                                  (Aunque mejor le quedaba al anterior… o no)

En un día más nos marcharíamos de Puerto Rico, esto no me habría causado ningún tipo de ansiedad si tan sólo supiera hacia dónde iríamos. Pero no lo hacía.

Entonces, así estaban las cosas: luego de aquel fenomenal asalto contra la puerta (las cosas hay que llamarlas por su nombre), todo se tornó algo confuso para los dos. Por supuesto que no esperaba que él estuviese haciendo bromas o riendo con la situación que estaba viviendo, ni siquiera yo soy así de obtusa. Pero de ser posible, a mí parecer, Cameron se retrajo aún más en sus pensamientos. Nos fuimos esa noche a la cama en silencio y al amanecer él ya no estaba allí. El primer día se mantuvo pegado al teléfono tratando de obtener información de una reticente Grace, el segundo día apuntó sus cañones a Marc y no lo dejó en paz hasta que logró que viajara a la casa de su hermana, un día antes de lo previsto. Tanto Grace como Marc, le dijeron que la situación de su madre era estable y que no era necesario que regresara. Cameron parecía dividido entre la necesidad de correr y la de confiar en la palabra de dos personas muy importantes para él.

Tuve la oportunidad de cruzar unas palabras con Grace, ella me hizo prometer que lo obligaría a seguir adelante con su viaje. Estaba acongojada, sonaba como una niña dolida, pero de todos modos no quería recurrir a Cameron. La razón de que no lo hubiese llamado en el momento, era exactamente porque no quería fastidiar su viaje. Como ella había dicho: no seré la responsable de arruinar la primera cosa que hace por él mismo. Pero no es como si eso aplacara el heroísmo latente de Cameron, me daba la impresión que permaneciendo donde estábamos se sentía inútil. Aun cuando sería de poca utilidad para su madre de regreso en casa, es decir, él no era médico… ¿qué bien haría allí? Por supuesto que yo lo veía desde mi posición de hija no querida, lo cual tal vez no me proporcionaba una opinión muy imparcial; si alguien me telefoneaba diciendo que Paige había sufrido un paro cardíaco, muy probablemente comenzaría a hacer averiguaciones para las funerarias y quizá incluso tratando de desconectarla de lo que fuera estuviese manteniéndola en este mundo. Por cierto que aún le seguía buscando el botón de autodestrucción, porque sin duda Dios no la habría mandando a la tierra sin uno, ¿verdad?

Pero no, para mi desgracia y la de supongo muchas otras personas, por alguna razón totalmente inexplicable, los paros cardíacos, accidentes y apoplejías sólo le pasan a personas que no lo merecen. Y mientras yo me encontraba cruzando los dedos para que Paige muriera de forma repentina (si puede ser dolorosa, no me quejaré), no podía terminar de entender por qué Cameron quería correr a su casa a ver a su madre. Bueno, sí lo entendía pero al mismo tiempo una parte de mí decía “al demonio, hombre, te están diciendo que está bien”. Quería decírselo, quería tomarlo del rostro, forzar su mirada a enfrentar a la mía y que me escuchara decirle que no podía estar presente para todo el mundo todo el tiempo. A veces el mundo debe quedar en segundo plano, a veces tú tienes que ser el maldito mundo y el resto debe ser puesto en espera. ¿Por qué era tan difícil para él aceptar que lo demás seguiría su curso sin que lo supervisara?

                                                                 ***

Las cosas cambiaron tímidamente al tercer día luego de recibir la noticia, Cameron habló con su madre, y finalmente Ángela fue capaz de persuadirlo a seguir adelante. No tengo idea qué le dijo, pero él aceptó que ella estaba bien y que no lo necesitaba allí. Teniendo el permiso de su madre (porque así se sintió, créanme), se sumó a nosotros para una excursión y si bien participó en todo, intercambió palabras e incluso rió, en ningún momento se sintió como si realmente nos hubiese acompañado.  

Cuando llegamos al hotel a media tarde, no me sentía con ánimos de estar a su lado. No porque fuera una perra sin corazón, sólo que su humor me golpeaba y apagaba el mío, no me gustaba verlo triste, no me gustaba que ya no estuviese disfrutando de su aventura. No me gustaba que no recurriera a mí por consuelo o al menos para oírlo quejarse. Él no se quejaba, no lloraba, no gritaba, no se molestaba, él no hacía nada para exteriorizar su malestar y eso era una mierda.

Cameron el fuerte, Cameron el héroe, Cameron el que masticaba su rabia en silencio. Tenía ganas de patear su culo, hasta que fuera capaz de decirme cómo se sentía y qué podía hacer para ayudarlo, tan sólo eso.  

—Voy a ir a dar una vuelta —anuncié, cambiando mi traspirada ropa por un atuendo más fresco y liviano.

—Ok.

—¿Quieres que te traiga algo? —Él negó sin mirarme, manteniendo su atención en la cámara que estaba desarmando sobre la cama—. Los chicos dijeron que querían salir a tomar algo, ya que es nuestra última noche aquí… ¿aún vamos a ir?

Cameron pestañeó, sosteniendo el lente de su cámara un segundo en su mano para luego alzar la vista hacia mí.

—Sí, claro, si tú quieres ir. —En realidad me daba exactamente lo mismo, lo que quería era que él quisiera ir.

—Bueno, entonces volveré antes de las nueve. —No me respondió, se limitó a encogerse de hombros como si no me hubiese oído. Así habían sido los tres días anteriores, estaba tan desconectado de todo y de todos que me enrabiaba.

Si no salía de esa habitación era muy probable que estallara, le dijera alguna guarrada que lo despertara y lo sacara de ese absurdo letargo. ¡Lo comprendo! Estaba mal, no quería que a su mamá le pasara nada malo, pero ella se estaba recuperando perfectamente. Había sido un susto, la gente tiene paro cardíacos todo el tiempo, la gente aprende a lidiar con ellos y mejora su estilo de vida. Punto. Ángela no iba a morir, al parecer sólo Cameron pensaba lo contrario.

Caminé sin rumbo por largo rato, necesitando despejar mi cabeza y recordarme que el hecho de que yo odiara a mi madre, no me daba derecho a creer que el resto debía obrar a mi manera. Muchos menos Cameron de entre todos. Es decir, estamos hablando del hombre que se vendió por la seguridad de su familia, era obvio que él era capaz de llegar a los extremos. Y el que no pudiera sacrificarse por su madre en ese momento, lo estaba matando. No ayudarla era trasgredir sus propias normas de vida. Y yo sólo quería ayudarlo a él. Sabía que Mic estaba en lo cierto con todo el tema de evadir la realidad, Cam había estado evadiéndose antes y lo que necesitaba era hacerlo otra vez. Necesitaba recordar que estaba en ese viaje porque quería estarlo, necesitaba recordar que por primera vez no estaba siendo prisionero de la necesidad de otros. Pero cómo diablos lo hacía recordar eso. ¿Tienen algún plan?

Pues déjenme decirles algo, a veces los planes se presentan ante nosotros de la manera más inesperada. Si les soy sincera lo primero que noté fue el logo de un cartel, algo que parecía ser una lima (la fruta) con gorrito. Pero al ir acercándome más a la tienda, descubrí que lo que cubría la cabeza de la lima no era un gorrito. Bueno, no uno propiamente dicho. Era un condón. El logo era una lima con un condón que te mostraba su pulgar como diciendo: ven, no hago daño, todo está bien aquí.

Solté una pequeña risa entre dientes, insegura de si acercarme o no al local. Obviamente se trataba de una tienda de lencería erótica, o algo por el estilo. Nunca había entrado en una tienda de sexo, y pensaba que iba a terminar mi vida sin visitar un sitio así. Lo que menos esperaría era estar cruzando la puerta, para sumergirme en un ambiente colorido y a la vez adulto. «Extraño» No sabía qué era más gracioso, el logo con gorro de condón o el lema que decoraba una de las paredes: “Protegiendo el planeta”. ¿Cómo? Me pregunté en mi fuero interno, ¿educando a un pervertido sexual un condón a la vez? Todo era tan surrealista, ni siquiera sabía qué demonios estaba haciendo allí.

—¿Puedo ayudarla en algo? —Pero justo cuando estaba tomando la decisión de marcharme, una joven… quizá unos años menor que yo, se aproximó a mí con una cordial sonrisa.

La miré, y luego a todas las cosas colgadas en las paredes. Había látigos, esposas, películas picantes, penes de todos los tamaños conocidos (e incluso algunos jamás conocidos por mujer alguna), consoladores, disfraces… etc. Sacudí la cabeza en una negación. Nadie iba a decir que mi relación con Cameron pecara de ser corriente, es más, estoy dispuesta a admitir aquí y ahora que ambos estamos bastante chiflados. Hasta la fecha no habíamos tenido relaciones sexuales sin que uno de los dos, o los dos, estuviese interpretando un papel. Pero dudaba mucho que incluir algún artículo extra, hiciera que las cosas se pusieran más “normales”. Si me presentaba en la habitación con algún amigo a baterías, probablemente terminaría por sacudir lo último que quedaba de racionalidad entre los dos.

—No… —musité, echándole una superficial mirada a la chica. Ella no aflojó su sonrisa, sino que hizo un ademan con la mano como invitándome a saciar mi curiosidad.

Por supuesto, seguramente entraban personas constantemente a ver de qué se trataba todo ese mundo del “sexo asistido” y “amiguitos de goma”. ¡Oigan! No me miren así, no soy tan remilgada, alguna que otra vez he visto películas triple X y no creía que hubiese nada malo en ello. Sólo me costaba congeniar la idea de un látigo en la cama, yo no quería lastimar a Cameron, por mucho que me hubiese gustado sacarlo a golpes de su estado catatónico. Nosotros no necesitábamos esas cosas, lo que menos necesitábamos era hacer el sexo más extraño… necesitábamos un toque de realidad y no más juegos de rol… «¡Hooooola… tú!» ¿Qué diablos era eso? ¿Y dónde entraba en el cuerpo?

Rápidamente volví a colocar el monstruoso aparato en su lugar, mirándolo con ojos como platos. Santa madre de los consoladores, eso debía dejarte sin poder caminar una semana.

—Tal vez le gustaría empezar con algo más sutil. —La chica me estaba mirando a una prudente distancia, obviamente reconociendo en mis saltones ojos la cara de desconcierto de un neófito del tema.

—No estoy buscando consoladores —grazné, sintiéndome estúpida y más mojigata que nunca. ¿Acaso no podía decir la palabra “consolador” sin sentir que estaba blasfemando? «Consolador, consolador, consolador» Quizá si lo pensaba muchas veces, dejaría de sentir mis mejillas arder como las de una colegiala.

—¿Y qué está buscando?

Enarqué ambas cejas, dándole una nueva mirada al enorme objeto negro y sabiendo sin duda alguna, que esa no sería una solución.

—No lo sé…

La chica presionó los ojos brevemente, para luego pegarse la vuelta y hacerme un gesto para que la siguiera.

—¿Tiene esposo, novio…?

—Novio. —Más o menos, ella no tenía que saber todo el asunto. Además que dudaba que tuviera tiempo para contarle la historia.

—¿Y qué tal se llevan en la cama?

—¿Te refieres a la última vez que lo hicimos en una cama? —inquirí con cierto toque socarrón. La chica parpadeó, desconcertada.

—¿Ha pasado mucho tiempo?

—De que lo hicimos en una cama sí, últimamente hemos encontrado otros… sitios.

—Ah, entiendo. —¿Lo hacía? ¿Eso significaba que muchas personas cruzaban su puerta diciéndole eso? Vaya, bueno, era extrañamente reconfortante—. Así que están probando cosas nuevas.

—Algo así.

—Entonces creo saber lo que necesita. —Ella comenzó a alejarse a una parte más oscura del local y me apresuré a detenerla.

—No, verás, no creo que lo que haya aquí pueda ayudarnos. Él está pasando un mal momento… y yo sólo no sé… supuse que podía hacerlo sentir mejor —balbuceé, tratando de entenderme en el proceso. Una persona normal habría ido a un restaurante, para preparar una bonita cena romántica con velas y música… en cambio yo, entraba en una tienda de lencería y manoseaba consoladores.

¡Dios! ¿Cuándo me convertí en esto? ¿Y por qué me divertía tanto la idea de no ser normal?  

—Muchas personas creen que esto va de sadomasoquismo, dominación, o disfraces de ponis. Pero el sexo normal no tiene porque ser corriente, así como tampoco el sexo divertido tiene que ver con sólo ese tipo de cosas. —Ella palmeó mi mano con delicadeza y luego se volteó hacia una estantería—. Todo depende del grado de confianza que haya entre ustedes, puedes hacerlo sentir especial sin tener que llevar las cosas al extremo.

—Mm… ¿cómo? —Ella sonrió ante mi pequeña muestra de interés.

—La ropa ayuda bastante. —Sacó un pequeño negligé trasparente, que sólo tenía una rosa negra bordada en la parte de la entrepierna. «Jo-der» Tal vez eso era mucho—. Los hombres son muy visuales, él no pasará por alto un atuendo como este.

¡Por supuesto que no lo haría!, sería detectada por los radares de indecencia vestida con eso.

—No creo que vaya conmigo —musité, mortalmente avergonzada.

—¿Bromea? Tiene un cuerpo perfecto, le podrá sacar partido por completo. —No fui capaz de esconder una sonrisa ante sus palabras. Era muy probable que sólo estuviese intentando hacer una venta, pero un cumplido era un cumplido—. Pero tal vez tenga razón, si él está deprimido necesitará algo más que un atuendo.

Ok, ahora ella tenía totalmente mi atención.  

—¿Algo cómo que? —La chica sonrió nuevamente, agachándose para levantar una caja rectangular de un estante intermedio. Cuando removió la tapa, supe que el destino mismo me había guiado hasta esa tienda y había puesto a esa chica como mi vendedora—. Ya veo a lo que te refieres.

—En Puerto Rico tenemos ciertas reglas —canturreó, alzando las cejas en complicidad.

—Ok, me lo llevo. —En cuanto acepté sin pensarlo, ella metió una caja de CD dentro de la más grande para luego guiñarme un ojo.

—Esa va de parte de la casa. —Asentí en agradecimiento, sabiendo que si no lograba follarme a Cameron esa noche, volvería para follármela a ella.

¡Vamos! Sólo estoy bromeando, todo el mundo sabe que hay que dar un margen de tiempo para aumentar el deseo.

                                                                 ***

Ni bien llegué al hotel me metí a la habitación y de allí directo al baño, tratando de ocultar la caja de cualquier ojo chismoso. Cameron se había ido a la habitación de Oliver y Mic para discutir el itinerario de Venezuela, por lo que tenía tiempo a solas para arreglarme. Me di una ducha rápida, tratando por todos los medios de no pensar en lo que me esperaba dentro de la caja. Llevé a cabo mi rutina de belleza, para luego detenerme frente al espejo e infundirme coraje, así como también enfundarme en mi atuendo. Si esto no funcionaba… ¡no, qué va! Esto debía funcionar, porque la otra opción era matar a Cameron y la verdad era que no me apetecía el crimen. No tenía un buen sitio para esconder el cuerpo, estaba en el extranjero por Dios del cielo.

Abrí la puerta del cuarto de baño, buscando un sitio donde sentarme a esperarlo. Quería ser fácilmente detectable, pero mantener el misterio. Así que arrastré una silla al lado de la ventana que la luz de la calle apenas tocaba con un haz y luego coloqué mi laptop en la mesa, curiosa por saber qué diablos tenía el CD que me había regalado la chica del sexo. Puse el volumen lo bastante bajo como para no alterar mucho el ambiente y cuando las primeras frases susurradas comenzaron a escucharse, sonreí. Esa chica era lo máximo, me había dado la canción perfecta para terminar de decidirme a hacer esto.

Murmurando y chasqueando los dedos al ritmo de Sexual Healing, fui armando mi pequeño escenario para esa noche. En un momento oí el zumbido de mi móvil sobre la cama y me lancé hacia él sintiéndome más osada que de costumbre. Se los digo, es increíble lo que la ropa sexy y divertida hace por la confianza de una.

Voy a sacar la camioneta, te espero en la recepción.

Mordí mi labio, tratando de guardar una liberadora maldición. ¿Por qué infiernos no la sacaban Mic u Oliver? Este era un contratiempo que no había previsto, daba por hecho que Cam regresaría a la habitación y entonces mandaría al diablo la idea de salir con los chicos esa noche. «Mierda»

Marvin Gaye seguía sonando a mis espaldas, como si le estuviese murmurando frases a mi trasero: “levántate, levántate, levántate”. ¿Quién era yo para llevarle la contra? Me puse un pantalón corto con cintura elástica y por encima una de mis camisas a cuadros azules, todo sea por mantenerme dentro del personaje. Tal vez el plan A estuviera haciendo aguas, pero yo no me caracterizaba por hacer un solo plan de ataque.

Salí de la habitación y bajé las escaleras a la carrera, esperaba que ninguno estuviese con Cam en ese momento porque entonces sí tendría serios problemas. Al llegar a la recepción, noté que él estaba de pie junto a la camioneta descansando un codo en la ventanilla del conductor y perfilando su rostro hacia adelante. No vi a nadie más a su lado, así que cargándome de valor me acerqué demostrándome tan integra como suponía debería hacerlo. Él se giró cuando notó mi presencia, pero si vio algo distinto en mí, atinadamente no lo mencionó.

—¿La camioneta es suya? —le pregunté con seriedad, deteniéndome a dos pasos muy cortos de distancia. Cameron enarcó ambas cejas, bajando su vista hacia mi rostro y más allá. No respiré, ni tampoco modifiqué mi postura.

—Sí… —susurró medio en pregunta, colocando el rostro de lado para darme una mirada aún más profunda. Me preguntaba qué estaría pensando y si ya había descubierto que esta vez era yo la que quería jugar.

—Está bloqueando la salida —apunté, poniendo mis brazos en jarra. De haber tenido un cinturón, lo habría agarrado con ambas manos para demostrar superioridad. Al menos eso había visto hacer en la televisión.

—Estoy esperando a alguien.

—Eso no implica que pueda estacionar aquí porque le dé la gana. —Cameron frunció el ceño, claramente intentando determinar cuál era su papel en esta nueva interpretación. Esperé.

—Es el estacionamiento del hotel, soy huésped. —Infiernos, así que me haría trabajar más de la cuenta. Perfecto, yo podía con esto.

Golpeé mi pie contra el piso, dejando en claro que estaba agotando mi paciencia y luego lo observé directo a esos ojos tan escurridizos y deliciosos. «No lo mires a los ojos, Marín, lo joderás antes de tiempo» Sacudí la cabeza para aclararme.

—Claro, pero de ocho a nueve esta entrada no se puede bloquear —improvisé a la carrera, él pareció genuinamente sorprendido con mi replica—. Así que le pediré que mueva la camioneta.

—¿No puede ser en cinco minutos? Ya estamos por salir, en cuanto mis amigos…

—No —lo corté sin vacilar—. Ni cinco minutos, ni uno ni dos… ahora.

—Pero…

—Ahora. —Incluso ante la autoridad de mis palabras él no se movió—. ¿O quiere que le ponga una multa?

—No creo que sea necesario llevarlo tan lejos—sonrió, una de sus sonrisas de “soy sexy y lo sabes”—. Sólo son cinco minutos.

Metí la mano en el bolsillo de mi camisa, sacando un pequeño anotador que tenía un bolígrafo enganchado a una fina cadena plateada. Era un accesorio de mi disfraz, que sepan.

—Voy a ponerle una multa por obstruir el camino.

—¡Oh, vamos! —Se quejó, pasándose una mano por el cabello como si en verdad estuviese sorprendido—. ¿No podemos arreglarlo de alguna forma?

Alcé la vista de mi libreta automáticamente, dándole una mirada tan fría que por un instante me pregunté qué rayos estaba haciendo en el periodismo. Obviamente mi carrera era la actuación.

—¿Acaso acaba de insinuar lo que creo que acaba de insinuar? —pregunté mostrándome mortificada. Cameron se quedó en silencio un segundo, para luego negar de forma tenue.

—Yo…

—¿Quiere sobornar a un oficial de policía?

—¡No, claro que no! —Alzó ambas manos, dándose un toque de inocencia bastante creíble. Por un segundo casi me pierdo en su expresión, así que me costó un esfuerzo doble no sonreír, acercarme a él y darle un beso por ser como era.  

Simplemente no podía creer que tras pasar todo lo que estaba pasando, se prestara para jugar a los policías y ladrones conmigo. Cameron era la mezcla justa de inocencia y perversión dentro de un mismo hombre. Y, mierda, me encantaba. Me encantaba mi inocente pervertido.

—Dígame su nombre para la multa.

—¿Realmente esto es necesario?—insistió, dando un pequeño paso en mi dirección—. ¿Podemos discutirlo un poco al menos?

—¿Disculpe? —mascullé contrariada. Él deslizó su índice por mi mejilla en una caricia tan delicada, que puso a arder mi sistema nervioso. Repentinamente sostener el bolígrafo parecía una tarea titánica—. ¿Qué… está haciendo?

—Le rindo homenaje a nuestros héroes. —Se inclinó en busca de mis labios y justo cuando estaba a dos milímetros de mi boca, llevé mi mano hacia mi espalda para luego en un solo movimiento cerrar las esposas en una de sus muñecas. El sonido del clic, el deslizamiento del metal y el jalón lo tomaron completamente desprevenido. Cameron jadeó bajando la mirada hacia su mano cautiva y luego me observó entre curioso y molesto. Le sonreí con suficiencia.

—Espero que tenga ganas de rendirle homenaje a todo el departamento, está arrestado por faltarle el respeto a un oficial de la policía. —Mientras le decía esto, le hice un gesto para que me diera la otra mano y así tenerlo completamente esposado.

Él estaba tan confundido por lo que estaba ocurriendo que no protestó; me aseguré de cerrar de forma correcta las esposas y luego le dediqué mi más indulgente sonrisa.

—Oficial… —musitó mirándose las manos, contrariado—. Lo siento, pero ¿podría ver su identificación?  

—Por supuesto. —Jalé de la cintura elástica de mi short, hasta que la parte frontal de mis bragas quedaron expuestas—. Aquí está.

Él comenzó a toser al verme, o quizá sólo al ver la placa que tenía pintada sobre un pequeño triangulo negro de encaje.

—Jesús, Marín. —Abrió los ojos apreciativamente, así que supe que era hora de llevarlo a la delegación—. ¿Puedo verla otra vez? ¿Creo que no anoté el número?

Le di mi mejor rostro de indignación, tomándolo del brazo para jalarlo al interior del hotel. Estábamos llegando a las escaleras cuando vi que Oliver se acercaba con paso apresurado hacia nosotros. Me detuve delante de Cam, de modo que las esposas quedaran ocultas y miré al recién llegado.

—Lamento la demora, Mic se está duchando y Claudia está hablando por teléfono, pero vine para decirles que en cinco minutos más estaremos listos.

Sentí las manos de Cameron tironeando la parte trasera de mi pantalón y con cada jaloncito, me llevaba más y más cerca de su cuerpo.

—Oh… —Intenté darle un codazo para que se estuviera quieto, pero a él poco le importó pues continuó metiendo su mano, para luego enganchar las correítas que mantenían mi placa segura en su lugar—. Nosotros no vamos a ir, surgió algo.

Oli bajó la mirada, pero no demostró molestia.

—De acuerdo entonces, ¿Cam tienes las llaves de la camioneta? —La mano que había estado jalando mis bragas se detuvo y sentí como el calor de su tacto me abandonaba, cuando él se retiraba unos pasos hacia atrás.

—Dale las llaves, están en mi bolsillo. —Me giré para enfrentarlo y él me dio una sonrisa oscura, a tiempo que yo metía la mano en su bolsillo para rebuscar las llaves.

—No las encuentro —susurré mirándolo por un instante.

—Sigue buscando. —Hundí más la mano pero no fui capaz de encontrar nada—. Un poco más a la derecha. —Y entonces finalmente sentí algo duro.

—Eres un puerco —espeté indignada.

Él rompió en carcajadas, mientras yo le propinaba un pellizco a su muslo en represaría.

—¡Oh, te refieres a las llaves! Las dejé en la camioneta, amigo. —Oli se marchó riendo por lo bajo y yo tuve que contenerme para no rodarle los ojos. No había sido tan gracioso.

—Es bueno que rías. —Cameron se detuvo dándome una alegre miradita—. Ahora enfrentarás cargos de acoso, soborno y obstrucción de la justicia.

—¿Todos esos?

—Todos esos. —Lo jalé de las esposas con más fuerza de la necesaria y él gruñó una maldición por la presión que ejercían en sus muñecas. Obviamente las esposas eran para una persona más pequeña, pero eso había sido adrede. En esta ocasión, sería yo la que dictara las reglas—. Será una larga noche para ti.

—Cuento con eso.

Finalmente llegamos a la habitación y tras dejarlo sentado a los pies de la cama, me paré delante de él y me despojé de mis pantalones y camisa. Cameron volvió a ver mi juego de placas, las cuales se encontraban cubriendo puntos estratégicos de mi cuerpo. Luego repasó cada parte de piel que el disfraz no llegaba a tapar, la que era mucha por cierto. Y una vez que lo noté satisfecho con lo expuesto, le coloqué el bolígrafo en la barbilla para guiar su mirada hacia la mía.

—Antes de tomar cualquier decisión, me gustaría que respondiera algunas preguntas.

—¿Preguntas? —inquirió, aclarándose la garganta al instante.

—Preguntas de rutina —le aclaré, sin dejar de mirarlo a los ojos. Él pestañeó, mostrándose por primera vez algo receloso con el juego, pero tras un largo minuto de silencio, asintió.

—Pregunta lo que quieras, esta noche estoy bajo juramento.

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Bueno les dejo la canción en el multimedia y en twitter, si pueden escúchenla porque tiene una letra muy interesante. Y se entiende mejor por qué se lo da la chica. La imagen es el logo que ve Marín en el local, sepan que es real el lugar. Nada más, sólo que Cam quiere decir algo antes.

Cam: He estado observando a una lectora que hizo un trabajo maratónico para ponerse al corriente con la historia, y me alegro mucho que nos hayas dedicado tanto de tu tiempo. Así que, Circe este capítulos es para ti. Espero que lo hayas disfrutado, todos aquí agradecemos que nos acompañes en esta locura. Besos :D   

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