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Capitulo 8. Correr con suerte

CHELSEA

Mi respiración está agitada, mis piernas dolían a cada trote que daba, el sudor caía de mi frente hacia mi cuello. Los rayos del sol se impregnaban en mi piel a cada segundo. - ¡Vamos chicas una vuelta más y terminamos! ¡Una vuelta más y terminamos! - grita el entrenador aplaudiendo.

Damos una vuelta a la cancha a toda velocidad. Terminamos el entrenamiento y nos dirigimos a los vestidores.

- ¿Quién fue la graciosa que tomo mi barra energética de mi casillero? - Gaby, la chica de las dos colitas de caballo, con mirada furiosa examina toda la habitación, esperando una respuesta - Olvídenlo, pronto lo sabré.

- ¿Por qué no intentas poner una barra envenena? - me coloco a un lado de ella, abriendo mi casilla - Así descubres quien te la ha robado y te deshaces de ella. Matas dos pájaros de un tiro- dije en sarcasmo, guiñándole un ojo.

La chica me mira con una mueca de horror, como si lo que acabará de decir fuera lo que quería.

Y la verdad si, entre menos chicas, menos competencia.

- Sabes a veces me das miedo - se gira arrojando su toalla dentro de su taquilla.

- Tu eres la que das miedo, y ahora me dices que yo soy la que te doy miedo, que ironía.

Gaby me mira alagada por mi comentario. Y es que la verdad es la más fuerte de todas. Muchas al principio, por su contextura, imaginábamos que sería se las chicas que al primer contacto salían disparadas al suelo por una caída. Pero en realidad tenía una fuerza bastante sorpréndete, nadie era capaz de moverla un solo centímetro. Por algo era buena defensa.

Yo soy una se las más rápidas, y con mayor movilidad y agilidad con el balón. No me considero la mejor, pero si me han alagado en la manera en la que mi trabajo de repartir el balón es excelente.

Alguien llama a la puerta de los vestidores y todas decimos en coro - Adelante-. Esta se abra y es la enfermera del equipo con una nota en la mano.

- Señoritas, ¿Quién es Chelsea Cervantes? - todas como cual robots, posan sus miradas sobre mí. Veo como todas intentan no reírse por la manera en la que la señorita dijo mi nombre, tal y como se escribe.

Camino un poco apenada a ella para recoger la pequeña nota, está me la extiende. - Es de tu hermana, dijo que siguieras al pie de la letra lo que dice, antes de que te vayas pasas a mi consultorio para darte tu ropa - dice dándome la espalda para salir del lugar.

Examinó el papel y regreso a mi taquilla.

- Parece que tu hermanita ni se inmuta en venir por ti, ¿Verdad Chelsea? - comenta Zoe imitando la forma en la que la enfermera dijo mi nombre.

Zoe es una de las chicas con las cuales no me llevo, eso desde el primer día. Es de esas chicas que a leguas se nota su pesada aura. Dejo pasar por alto el comentario, leo la pequeña nota que tiene una caligrafía preciosa:

"Chelsea, yo no podré ir por ti. Mandé una unidad para que te recojan. Sus placas son RMJ-753-S y el conductor se llama Camilo. Es un hombre de edad avanzada. La enfermera te va a dar tu ropa. Te quedarás con papá en el hospital en lo que da mi hora de salida. Pórtate bien y no des problemas.

Atte. La hermana más guapa Hannah".

Me decepciona un poco que mi hermana no confíe en que puedo cuidarme sola, no tengo que estar acompañada todo el tiempo por alguien. Se que al ser la hermana pequeña de una de las Sargentos más prestigiosa -y odiada- de la cuidad puede correr un riesgo, al ser un poco más vulnerable, pero no necesito que a todas horas me cuiden. Quiero algo de privacidad.

Guardo algunas cosas de la taquilla y saco mi toalla. Me dirijo a la enfermería para recoger la ropa y después darme un baño rápido en las duchas de la institución.

Tocó a la puerta y la enfermera me recibe amablemente, me da la mochila negra que contiene mi ropa y al revisar más a fondo, está mi celular. Salgo de aquí y camino un tramo un poco largo para llegar a las duchas.

Al entrar escucho distingo las voces que cada día fastidian mi cabeza. Más una voz en particular.

- Si, pero sabemos que ella no está aquí por medito propio - menciona Zoe

- ¿Crees que su hermana tuvo algo que ver? - pregunta una de sus achichincles.

- Ob.via.men.te su hermana tiene muchas influencias y además...

- ¿Además qué? - interrumpo su conversación, posicionándome unos metros delante de ella - ¿Qué no juego bien? Creo que el entrenador piensa lo contrario. Pero no te sientas mal también eres buena, si no, no estarías aquí ¿No crees?

- Yo sé que soy buena - da un paso hacia mi - pero yo me esforcé por ganarme un lugar aquí. En cambio, tú -me señala- solo tuviste que decirle a tu hermana que hiciera una llamada y ¡puf! Te aceptan de última hora.

Pongo la toalla sobre mi estómago, apretándola con todas mis fuerzas. Le sostengo la mirada, mientras siento como se tensan mis músculos.

Trago saliva.

-Yo también gane un lugar aquí - digo en apenas un susurró notorio.

Zoe recorre con sus ojos cada expresión que tengo. Ladeó la cabeza y con una expresión vacilante pasa por un lado mío, para salir al pasillo, escucha como se abren y cierran las puertas y dejó salir todo el aire que contenía.

Golpeó con fuerza la pared, con la palma de mi mano, que me comienza a hormiguear y a tornarse de un tono rojizo.

-No la escuches - dice una voz al fondo de las regaderas.

Me giro y solo alcanzó a ver una melena rojiza por encima de la pared que separa cada cubículo. Abre la puerta y toma la toalla que está colgada fuera de está, tarda unos segundos y cuando sale veo a Gaby secándose el cabello con otra tolla más pequeña.

-Simplemente creen que tú hermana tuvo algo que ver con que te aceptarán - se encoge de hombros

- ¿Por qué lo creen? - pregunto con curiosidad.

Se acerca a mí, para tomar una maleta pequeña de color chillón que estaba cerca de mí.

- Porque entraste tiempo después de las fechas de clausura - suspira - al principio no decían nada por qué pasó lo mismo con Crysta y Flor - se gira a verme- pero cuando supieron quiénes eran tu padre y tu hermana cambiaron de parecer.

Me sonríe y me da una palmada en el hombro. Para meterse al vestidor y comentarse a cambiar.

Si era cierto, cuando nos dieron el tour a todas, varias chicas me veían indiferente, prácticamente ya todas se conocían. Por lo que me habían comentado, entrenaron y jugaron varias veces para que las escogieran. Cuando llegamos Crysta, Flor y yo, los grupitos de chicas ya estaban formados y no nos dejaban de interrogar de cómo nos habían aceptado si en ningún momento nos habían visto.

Crysta fue sincera y dijo que su padre había pagado para que la aceptarán y le dieran una oportunidad, con la condición de que ella no bajara su nivel, pues al cruzar las puertas de la institución, mantenerse y ganarse un lugar dependía de ella.

Flor el año anterior había hecho visorias, pero no fue aceptada, sin embargo, la tenían en la mira seguían cada uno de sus procesos en el equipo amateur que estaba, incluso salió en el periódico de la cuidad catalogando la como "una estrella en ascenso" en las pequeñas ligas de futbol del barrio donde ella vivía.

Yo fui reclutada mientras jugaba la final en la liga estudiantil de mi cuidad. Termine el juego y me dieron un trofeo como mejor goleadora. Al salir mi profesora me abrazo y me dijo que una persona muy importante había preguntado por mí y quería hablar conmigo y con mamá. Resultó ser nada más y nada menos que Emilio Jauregui uno de los visores del equipo de Monterrey.

Una entro por sobornos, otra por una segunda oportunidad y lo mío fue solo suerte... O eso quiero creer. Que fue la suerte.

[...]

Salgo al estacionamiento y me dirijo al carro indicado por mi hermana. Me recibe un chófer de edad avanzada, con bigote, calvo y en traje.

El chófer resultó ser muy agradable, mi hermana había optado por mejor mandar un carro decente por mí en lugar de una patrulla. Lo cual lo pensó muy bien, no me iba a exponer demasiado.

Enciendo mi móvil, seguramente tengo que tener demasiadas llamadas y mensajes de Rosa o de mi madre. Y efectivamente los tengo. Rosa preguntándome por papá, si necesitaba algo, que si ella podía visitar a mi papá.

Al igual tengo mensajes de mi madre, de cómo me había ido en la salida, que cuando tuviera tiempo la llamada. Y tenía otra más reciente de ella donde se había enterado de lo que le pasó a papá. No creo que Hannah le haya dicho, primero por qué no se dirigen la palabra. Segundo, ella no tenía su número.

En ese momento decido llamar a mi madre, debe de estar angustiada. Y la cual, me contesta en seguida.

- Hola mamá - la saludé tranquilamente

- Hola rayito, ¿Cómo estás? ¿Cómo está Ulises? ¿Qué ha pasado? - dijo con voz preocupante.

- Estoy bien. Y papá está un poco mal, tiene una contusión, pero nos dijeron que no es muy grave, solo necesita reposar.

- Bueno lo importante es que no está muy mal - me aseguro - Chell, cariño, sabes que respeto tu decisión de no utilizar el teléfono, pero...

- Trata de traerlo encendido y afrontar tus miedos - finalice - si mamá, Hannah me lo dice mucho, les prometo que así será.

- Espero que así sea por qué me tenías preocupada. Rosa me dijo lo que había pasado. Esperaba que tú lo hicieras.

- Lo siento mamá.

- Está bien cariño. Mejor cuéntame ¿Cómo te fue en la cita? - pregunto entusiasmada.

- No fue una cita como tal, mamá. Le ayude a Rosa a qué saliera con su novia. Ella no quería que su amigo estuviera solo y estuve con él.

- ¿Todavía no se lo dice a Lourdes? Dios mío -dice sorprendida- bueno cuando esté lista se lo dirá.

Clavo mi vista en la ventana y veo que estamos a punto de llegar al hospital. Pero en la entrada hay una aglomeración de personas, al parecer son reporteros. ¿Qué diablos habrá pasado?

- Mamá me tengo que ir, estoy llegando al hospital, vine a visitar a papá.

- Mándale un saludo y dale un abrazo de mi parte.

- Si mamá, ¿También a Hannah? - pregunté un poco dudosa.

Mamá se quedó en silencio del otro lado de la línea y eso era un gran y significativo no. Negué con la cabeza y suspiré.

- Está bien, entiendo, hablamos luego. Te amo, cuídate.

- Tu igual cariño.

Camilo, estaciona el coche delante de la entrada del hospital. Al bajar yo de este, todas las personas que estaban se abalanzan sobre mí, acorralándome contra la puerta del auto...

-¡Es ella! - grito un reportero- ¡Es la hija del doctor Cervantes!

Busco a Camilo que lo perdí de vista entra tantas personas. Los voy apartando de mi camino con empujones, lo cual parece no dar mucho resultado.

- Señorita Cervantes, ¿Cómo se siente ante el accidente de su padre? - pregunta uno.

- ¿Cree que fue accidente o intencionalmente? - pregunta otra, ahora una mujer.

Y así, me llovían un montón de preguntas. Tenía muchos micrófonos en la cara, cámaras, flashes, personas. Odio a las personas y más cuando cuestionan muchas cosas.

No sabía el por qué estaban los reporteros aquí, si, papá es uno de los Doctores más importantes, pero la prensa nunca se había interesado tanto en él. Siento que me jalan del brazo, pero antes de protestar, distinguí la voz de Katia.

Vi la luz, gracias Dios.

- Camina rápido - me susurra con voz ronca.

Katia me va empujando con una mano en la espalda y con la otra haciendo a un lado a los reporteros, que no dejan de perseguir nos y tomarnos fotografías.

-Auch- susurro sintiendo un pequeño piquete en el brazo, pero con tantas personas al mi alrededor, no puedo saber quien fue.

Todos están muy pegados a mí que puedo sentir sus manos sobre mi cuerpo. Las puertas del hospital se abren y Katia prácticamente me empuja para poder entrar.

No escucho con claridad lo que ella le dijo a la prensa, pero por lo poco que la conocía, probablemente les decía palabrotas.

Entra eufórica, pidiendo a los guardias que nos escoltaran hasta la habitación donde mi padre se encontraba.

-¿Se puede saber por qué está toda esta gente aquí? - pregunté siguiéndole el paso.

- ¿No te ha contado nada Hannah?

Cómo resultado niego, algo dudosa de lo que estaba pasando.

- Escúchame - dice mientras presiona los botones del elevador - tienes que tomar estas cosas con calma, no te asustes demasiado, tu padre tendrá un buen abogado te lo aseguro.

Entramos al elevador, me empiezo a sentir algo mareada, pero nada fuera de lo común, la miro algo confusa, sin comprender del todo lo que pasa.

Ella al darse cuenta cambia su semblante a uno más serio y su tono de voz, que antes era duro y demandante. Se vuelve más formal y calmada.

Respira hondo y voltea a verme.

- Tu padre en el interrogatorio que le hicimos confesó ser cómplice del asesinato. No solo eso, también modifico muchas pruebas durante la investigación pasada. Ya sabes las pruebas de si Christopher había consumido alcohol, drogas. Las pruebas de sangre de sus padres. La autopsia.

Abro los ojos de par en par, mi respiración comienza a agitarse, siento como mi garganta empieza arder por contener las ganas de llorar que sentía.

Papá no pudo hacer eso, alguien lo tuvo que haber obligado. Simplemente él no pudo ser.

Las puertas del elevador se abren y yo estoy estática en mi lugar, en shock. ¿Enserio quería estar aquí? Para ver a mi padre con policías en su puerta, con una parte de culpabilidad que había hecho y por eso mi familia se fue disolviendo.

Una chillona voz se va aproximando a mí, la cual no había necesidad de dudar quien era.

- Vine lo más rápido que pude cuando vi las noticias - Rosa se acerca a mí y me abraza - de verdad siento mucho todo esto que estás pasando.

Solo le dedico a asentir y darle las gracias por estar aquí, aunque mis agradecimientos no se escucharon mucho que los dije casi en un susurró imperceptible.

- ¿Y Hannah? - pregunté buscándola con la mirada.

- Ella no está aquí - responde la pelinegra - está en la comisaría. No pudo hacerle el interrogatorio por qué es familiar directo y eso está prohibido, ya es suficiente con que esté involucrada en el caso.

Rosa me rodea los hombros con su brazo y me pega a ella, todavía no podía ver a papá. Al ser menor de edad, no podía estar con él, ya que es cómplice de un crimen. Tenía que esperar a que Hannah volviera para entrar con ella.

Empiezo a ver todo borroso y a marearme, si no estuviera aferrada a mi amiga ya estuviera en el suelo.

De pronto, se escucha un crujido proveniente de la habitación de papá. Las tres fruncimos el ceño, y un grito chillón de Rosa y mío sale con toda fuerza al oír un disparo, me aferró más a mi amiga, apretándola con fuerza que creo que la estoy lastimando. Uno de los guardias intenta abrir la puerta que al parecer está trabada. Comienza darle golpes con el hombro para intentar abrirla de esa manera, con algo de brusquedad, pero no da resultado.

Se escucha otro disparo y Katia maldice en voz alta ayudando a abrir la puerta. Suelto un grito ahogado al escuchar a mi papá gritando, pidiendo ayuda. Tenía el corazón en la garganta, angustiada de que el disparo que probablemente había recibido sea grave.

No tenía muchas fuerzas, cada vez me sentía más mal, mi vista empeoraba y mi respiración de volvía cada vez más pesada.

Con mucho esfuerzo, finalmente abren la puerta, Katia entra apuntando con su pistola por si había alguien dentro.

- Quédate aquí - menciona Katia entrando a toda velocidad al cuarto acompañada de un guardia.

Pero Rosa y yo hicimos caso omiso y a duras penas me llevo a rastras dentro de la habitación, lo primero que intente ver fue a mi padre, que, a pesar de mi mal vista, podía saber que está bien. Sigue acostado en la cama, pero está amarrado a esta. A su lado está otro guardia, tirado en el piso, quien fue el que recibió el disparo, ya que estaba arriba de un charco de sangre que cada vez se hacía más grande.

Katia por su radio pide refuerzos y otro de los guardias va por el doctor, recorremos la habitación y miramos a la pared, hay un mensaje escrito, al parecer con aerosol.

"¿Quién es el siguiente?

Prepárense, todos caerán igual que un juego de domino."

Hago un ademán de querer acercarme a papá, pero al dar un paso al frente tropiezo, siento mi cuerpo muy débil, Rosa me detiene para evitar que caiga.

- ¿Chelsea estás bien? - pregunta ella asustada.

Yo niego, comienza a faltarme el aire. Rosa me lleva al sofá para recostarme y siento los párpados pesados. Veo el rostro de Katia, que está diciéndome que no cierre los ojos.

Escucho a lo lejos a las enfermeras y al doctor, todo a mi alrededor ahora es imperceptible para mí, mis fuerzas se han ido, mi respiración cada vez me hace más falta, mi vista se oscureció. No podía sentir ni moverme en lo absoluto. Mi cabeza dolía.

- Vas a estar bien... -dice la voz entrecortada de Rosa.

Entonces, cerré los ojos.

******************************

Para los que tienen dudas de la edad de Hannah y Chelsea.

Hannah tiene 29 años y Chelsea 17. Cuando paso lo de Christopher, Hannah tenia 19 y Chelsea 7.

¡Hola chicxs! Espero estén muy bien, primero que nada, pido perdón por hacer un poco largo el capitulo. Prometo hacerlos más cortos.

2) A partir del capitulo 10 actualizaré solo los martes y jueves. Los domingos dejare de hacerlo.

Los veo en el siguiente capitulo, muchas gracias por seguir leyendo. Recuerden tomar mucha agua. ✨❤️

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