Capítulo 17. Las cartas
HANNAH
Charlotte me dio la dirección de ese tipo,al parecer no mantenían contacto personal, solo de trabajo.
Él no vive en la cuidad. Sino, en un pueblo un poco cercano, queda a unos veinte minutos de aquí, no me quitara mucho tiempo. Podré llegar temprano a casa antes de que Chelsea se vaya.
Conduzco sin nervios y con plena tranquilidad. Preparándome mentalmente para encontrarme con la persona con la que juraba nunca volver a cruzar palabra en mi vida.
Enrique Montes, el ex-mejor amigo de Christopher cuando éramos jóvenes. Él responsable de mi mayor pelea con mi novio. El responsable de intentar joder nuestra relación a como diera costo. El responsable de joderle la vida y futuro a un tercero.
Aparco frente a una casa color blanco, está un poco desgastada y tiene puertas de madera. Subo los tres escalones del porche para llegar a la puerta. Doy un suspiro largo y bajo la mirada para revisar que mi vestimenta está bien, que mi placa esté en su lugar, mi maquillaje no esté corrido y que de mi cabello no sobre salgan los mechones rebeldes que siempre tengo.... ¿Desde cuándo me preocupaba eso?
Llamo al timbre, tengo la mirada en mis pies. Espero durante unos segundos, pero no sé oye nada. Tal vez no se encuentre y este en el trabajo, o haciendo cualquier cosa que un hombre adulto e irresponsable haga cuando no está en casa. Estoy a punto de dar media vuelta y volver más tarde o mañana, pero me detengo al escuchar un ruido dentro y pasos acercándose.
La puerta principal se abre y da paso al hombre al cuál me arrepiento de conocer en mi vida. Un escalofrío recorre toda mi espina dorsal, haciendo que me ponga nerviosa solo con su simple presencia.
Hace casi diez años que no lo he visto. La última vez que lo vi fue en el funeral de Christopher.
Cabello rojizo, ojos claros, piel blanca, sigue teniendo la misma altura, alto y de hombros anchos... Lo único en lo que ha cambiado a sido la barba que se dejó crecer. Los años le han sentado bien, lo tengo que reconocer.
Nos quemados mirando el uno al otro por unos momentos, él me repasa con la mirada de arriba abajo, como si no pudiera creer que yo estuviera aquí, frente a él, después de haber dicho que jamás lo vendría a buscar, que jamás me iba a volver a ver. Sus ojos se detienen por un momento en mi cinturón, donde se encuentra mi placa y se abren un poco más al notar que llevo un arma conmigo así que regresa su vista a mi cara.
Entreabre los labios para decir algo, pero las palabras no salen de su boca y se queda en completo silencio.
— Hola, Enrique — dije, en un murmuro casi imperceptible.
Él emite un sonido de sorpresa y sacude la cabeza.
— ¿Hannah? — me dice, pasmado.
— Agente Hannah, para usted — digo fríamente.
Él me mira confundido por esa orden, pero no parece sorprenderle en lo absoluto. Su expresión corporal se ablanda.
— ¿Puedo pasar? Tengo que hablar con usted.
No dice nada, solo abre un poco más la puerta y se hace a un lado permitiéndome la entrada.
Entro cautelosamente a la sala principal, esperaba encontrarme un desastre absoluto en ella. Pero está mucho más ordenada que mi casa... En su mesa de centro tiene tres cuadros de fotos. Una de él y su hermana. Otra de él y una chica — que quiero suponer es su novia — y por último una de Christopher y él cuando se graduaron de la preparatoria.
Me quedo unos momentos observándolas. Una sonrisa de nostalgia se dibuja en mi rostro al ver esos momentos, donde inconsciente éramos felices y están aquí. Plasmados en fotografías, que es el único recuerdo que nos queda de un momento que nos llena de paz y tranquiladad. Y al recordarlo, volvamos a sentir esas emociones.
— Cuando dijiste que le pensabas hacer justicia a Christopher, pensé que era broma. Pero al parecer te lo tomaste muy enserio — me dice, posicionandose a mi lado — toma asiento donde gustes.
Él se dirige a la cocina unos segundos y sale de ella con dos cervezas. Se sienta en el sofá que está frente a la mesa central. Yo me siento en el individual que tiene a un lado.
— ¿Qué te trae por aquí Hannah? — me extiende una cerveza, la cual tomo pero no la abro.
— Primero: No te di permiso de tutearme — le indicó — Segundo: Si estoy aquí es por trabajo, no por que haya querido venir a verlo.
— Usted a mí sí puede tutaerme. Tenemos casi la edad, no veo la necesidad de tanta formalidad — le da un trago a su bebida — ¿Qué ha pasado? ¿Algo nuevo respecto a Christopher?
— No es sobre él, pero si tiene algo que ver.
— Si me lo pudiera explicar, se lo agradecería mucho.
— A los integrantes de la familia les han llegado amenazas. Dos de ellos han sido atacados. Pensamos por las investigaciones que alguien está cobrando venganza a las personas que le hicieron daño a Christopher.
— ¿Y yo que tengo que ver? — frunce el ceño, confundido.
— Hoy atacaron a Charlotte, y ella en su testimonio te menciono a ti. Dice que lo último que vio fue el tatuaje de una estrella, y justamente tú tienes una tatuada en la muñeca — enciendo mi teléfono, extendiendoselo para mostrarle la fotografía de la ventana.
Enrique no lo toma, simplemente lee lo que le he mostrado.
— Eso no es prueba suficiente que indique que yo lo haya hecho — réplica a la defensiva.
— También dijo que tú eres la única persona que sabe lo que pasó y cuentas con el poder de aterrarla. Tal vez sea buen momento para vengarte, aprovechandote de la situación que pasa la familia.
Le da un trago largo a su cerveza, mientras asiente con la cabeza. Remoja sus labios al tragar el líquido mientras se queda mirándome. Intenta ponerme nerviosa, lo sé, siempre hacia esa acción cuando hablábamos para evitar un tema de conversación.
— No le tengo ningún tipo de rencor a Charlotte — contesta por fin — tampoco soy tan inmaduro para cobrar venganza de algo que pasó hace años.
— ¿No cobrarías venganza a la asesina de tu hermana? — él niega tranquilamente y me cruzo de brazos, enarcando una ceja— Entonces explícame por qué ella te señala a ti como responsable del ataque.
Él se encoge de hombros y una sonrisa maliciosa sale de su rostro.
— No lo sé. Que Christopher en su momento no la haya perdonado no es mi problema — da un fuerte golpe a la mesa con la botella, dejándola ahí — y que lo haga después de su muerte debe ser aterrador — dice, con una sonrisa burlona.
Ruedo lo ojos y como respuesta obtengo una risa de él. La inmadurez de su parte no iba a cambiar nunca, de eso estoy segura. Si piensa que esto es un juego está muy equivocado, se trata del bienestar de una familia y él tomándoselo en broma.
— ¿Puedes dejar de tomar esto como un juego y contestar bien a las preguntas que te hago? — espetó de mala gana.
Levanto las manos en señal de rendición y se removió en su asiento, con semblante serio.
— Bueno, cuéntame ¿Por qué nunca denunciaste a Charlotte por el homicidio de tu hermana? — dije sacando mi libreta y un bolígrafo para anotar lo que dijera.
— Eso no es de su incumbencia — dice, yo lo fulminó con la mirada y sonríe de lado — Chris se hecho toda la culpa, sabía que no era verdad que él lo había hecho, pero hice que creyera eso para ver hasta donde era capaz de llegar. No iba a meter a la cárcel a alguien inocente.
— Y si estabas seguro de que ella lo hizo, ¿Por qué no denunciar a ella y presentar pruebas? — pregunté seriamente.
— Si no la denuncie fue por qué se lo prometí a él. Jamás la iba a denunciar por qué Charlotte no es una asesina, tomo malas desiciones que fueron provocadas por mi culpa y actuó bajo la venganza y el rencor de una simple jovencita de quince años que mantuvo una relación de lo más tóxica conmigo.
— Sea cual sea la razón por la que cometió el crimen, no lo justifica. A eso se le conoce como homicidio doloso y se paga con hasta quince años de cárcel. ¿Sabías eso? — le explico y él asiente — Volviendo al tema, ¿Sabes por qué Christopher y ella pelearon al grado de ya no volverse a hablar?
— ¿Qué no es obvio? — ironiza — Él entre las personas de la cuidad ya tenía muy mala reputación, al grado de que cualquiera lo quería muerto. Él al echarse la culpa solo incremento el odio que le tenían. No iba a poder vivir en paz después de esto — dice utilizando una amargura en su voz — todo gracias a las estupideces de Charlotte.
— ¿Pero él en algún momento te menciono si quería perdonarla? — pregunté, seria.
— Una semana antes de su muerte nos reunimos para hablar. En ese momento me dijo que hablaría con ella para arreglar todo. Creo que fui al único que se lo dijo. Era una sorpresa para ella.
— ¿Me estás diciendo que solo tú sabías que Christopher tenía planeado perdonarla? — pregunté, enarcando una ceja.
Enrique asiente seguro de si mismo. Tarda unos segundos en captar lo que me había dicho y una sonrisa triunfal sale de mi boca al ver su reacción de susto.
Tardo unos segundos en responder, estaba como... Nervioso.
— No es lo que piensas — Me advierte.
— ¿Entonces que es exactamente lo que quieres que piense? — entrecierro los ojos, ladeando la cabeza.
— No lo sé, pero te juro que yo no...
— ¿Qué hiciste hoy por la mañana? ¿Dónde estuviste? — le pregunto bruscamente, interrumpiéndolo.
Él da un largo suspiro, cruzándose de brazos.
— Estuve en el trabajo toda la mañana.
— ¿Hay alguien que pueda corroborar eso?
— ¿Es enserio Hannah?
Enrique parece desconcertado por un momento. No dejo que su mirada me afecte. Le enarco una ceja, esperando su respuesta, él se rinde y me responde.
— Mi esposa, los trabajadores del local y las cámaras de seguridad, todos te dirán que estuve allí, trabajando.
— ¿Se puede saber a qué te dedicas? — pregunto ahora más seria.
— Soy dueño de dos restaurantes de la zona.
— Ah — asiento con la cabeza — ¿Y eso requiere que tengas las uñas con pintura roja?
Él en ese momento se quedó petrificado. Me quedo mirándolo un momento, con expresión neutra. Cuando parece no dar señales de vida, en ese preciso momento, mi celular comienza a sonar, señalando que es un mensaje.
Lo tomo de la mesita para apagarlo, pero el mensaje en la pantalla llama mi atención:
« Revisa en la parte trasera de su patio. Bajo el árbol, enterrado, está la evidencia que buscas. »
Frunzó el ceño, ¿Es que debería de hacer caso a un mensaje de algún desconocido? Al venir no se que buscaba exactamente, y tampoco se que debo encontrar.
Lo observo por encima de la pantalla del teléfono, tiene escondidas sus manos atrás de la espalda.
— ¿Puedes mostrarme tu patio? — le señaló con la cabeza a la dirección indicada.
Enrique la miró como si no lo entendiera.
— ¿Es necesario?
— Si no lo fuera no te lo estaría pidiendo.
Se incorpora y me dirige al lugar. Se detiene unos instantes antes de abrir la puerta. La deja abierta para mí.
— Pasa tu primero, campeón — sonrió falsamente.
Salimos al patio y me pongo a inspeccionar con la vista cada rincón de este, para no ser tan obvio al ir directo al objetivo.
Me acerco al árbol que está en una esquina del patio y efectivamente, en el tronco estaba apoyada una pala y había un bulto de tierra, la parte superior estaba húmeda.
Le doy una mirada por encima del hombro a Enrique que está apoyado en la pared de su casa. Le hago una seña para que se acerque a dónde estoy yo.
— ¿Podrías escarbar en esa parte?
Él se niega rotundamente, pero no le queda otro remedio al decirle que llamaría para pedir una orden para revisar su casa entera, si no lo hacía. A duras penas toma la pala y comenzó a escarbar la tierra.
Me posicionó a su lado de brazos cruzados. Duramos ahí unos tres minutos hasta que, entre la tierra, se hace visible una bolsa negra. Me agachó a deshacer el nudo que tiene. En su interior se encuentran los bocetos de los diseños de Charlotte, un montón de papeles, que entre ellos, venía uno que resguardaba muy bien, el diario de Christopher. Junto a todo esto había un montón de dinero y boletos de avión, para un viaje fuera del país. Todo esto se encontraba en la caja fuerte, y también se encontraba el aerosol que supongo, uso para escribir en el ventanal.
Lo miro y él logra decifrar lo que pienso. Alza las manos en señal de rendición. Saco de la parte de atrás del cinturón unas esposas y me hacerce a él.
— ¿No opondrás resistencia? — le pregunto, mostrandole las esposas.
— ¿Para que hacerlo? Mejor hagamos las cosas fáciles. Solo diré que todo esto lo puedo explicar — me dice, con una voz tan neutral que parece no afectarle está situación.
— Ya tendrás tiempo de hacerlo.
Le tomo ambos brazos, que siguen en el aire y los colocó detrás de su espalda.
— Enrique Montes — exclamo — quedas arrestado por acto de vandalismo y acoso. Tienes derecho aguardar silencio. Todo lo que digas será utilizado en tu contra. Tienes derecho a un abogado, si no puedes pagar uno, el estado estado te otorgará uno de oficio. ¿Entiendes tus derechos?.
Él asiente. Lo tomó de un brazo para llevarlo y meterlo al auto. Al hacerlo, regreso al patio, por las pertenencias de Charlotte. Al recogerlas, hay una nota en ellas:
« Querida hermana: Lamento tanto no haber podido aceptar tus disculpas cuando pude. Fuí un tonto al no hacerlo, te amo y siempre lo haré, hasta los últimos días de mi vida. De ahora en adelante, está lucha la tendrás que vivir sola, no estaré más para hacerlo. Recuerda, eres más fuerte e inteligente de lo que crees, podrás salir de esta vida como tanto has querido. Vive como tú quieras, siempre y cuando sea para bien.
05 — Septiembre — 2012 »
Esta carta fue escrita por él, días antes de su muerte. Por está razón Charlotte atesoraba tanto su diario. Él sabía que iba a morir ¿Por qué no me dijo algo al respecto?, ¿Por qué no hizo nada para evitar? Como protegerse o resguardarse.
¿Por qué dejo que sucediera todo esto?
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ASHER
El día que estuve con Chelsea en el hospital, me comentó que su madre salía con el doctor Marcelo González. Pero las fechas en las que supongo sucedió eso, no coinciden con las de la supuesta muerte del doctor.
Según un informe que robe del despacho de mi padre, ese doctor se había suicidado dos meses después de la muerte de mi hermano. Pero según Chelsea, salió con su madre durante cinco meses.
Si fingió su muerte, ¿Qué lo llevo a hacerlo?, ¿Por qué se arrepintió de último momento a testificar?
Mi padre tenía documentos falsos de su muerte, más el archivo no estaba completo cuando lo revise. Si él no tiene los verdaderos archivos, quien probablemente los ha de tener realmente es mi abuelo.
Entrar a su despacho es lo más difícil que puede haber en este mundo. ¿Si ubican como se pone una persona cuando guarda su gansito en el refrigerador? Que lo está cuidando cada rato en qué no se lo coman.
Así es mi abuelo con su despacho, no deja que nadie entre a el, a menos de que él haga acto de presencia. Solo así se puede lograr. Pero por obvias razones no puedo entrar cuando él se encuentre. Tengo que revisar de todo para dar con los papeles que necesito, así que será difícil más no imposible.
Bajo al primer piso de la casa, en el pasillo, al fondo se encuentra su despacho, junto al de mi padre.
Bueno Asher es momento de pensar, ¿Cómo lo sacas de ahí sin que se enoje por qué lo interrúmpes?
Tocó a su puerta y a su indicación entro al salón. Al ver qué soy yo, junta los papeles que están regados en su escritorio y frunce el ceño al verme.
— ¿Qué pasa Asher? — me pregunta, con voz ronca.
Piensa, chico, piensa.
— Yo... Bueno... — dí cualquier tontería, seguro te creerá — Vi alguien afuera, en la calle. No vi exactamente como era pero... No sé, se ve de su edad y creo que es un amigo suyo. Pero se me hace muy sospechoso que no llame a la puerta.
Repasa con su vista cada movimiento que hago. Trato de no verme nervioso y mucho menos sospechoso. Prefiero hacerle creer que estoy desconfiado.
— ¿Y por qué no vas y le preguntas que hace aquí? — dice serio.
Trago saliva antes de contestar. Si algo saque de estos increíbles genes, es lo pesada que puede llegar a ser nuestra mirada cuando estamos serios o enojados. Es a tal punto, que incluso al más fuerte de carácter lo ponemos nervioso solo con una simple mirada de pocos segundos. Ahora entiendo el estrés que sienten al estar en estos casos.
— Por que me has dicho que cuando son amigos suyos no tengo por qué hablarles o dirigirles la palabra — bajo la mirada — no quería arriesgarme a un reclamo suyo.
Sigue mirándome, lo puedo sentir. Escucho como arrastra la silla para atrás y decido levantar un poco la vista.
Toma todos sus papeles y se dirije a la caja fuerte, con su cuerpo robusto tapa el lugar donde se sitúa el teclado digital que tiene. No logro ver la combinación, pero escucho la melodía que transmite al presionar cada tecla.
Super Mario Bros no me gusta tanto, pero a mi abuelo se que le encanta ese juego. Y más la musiquita del juego. Qué podría reconocer en cualquier parte.
« MI SOL LA FA SOL MI DO RE si. »
Esas son las notas musicales que se crean con la combinación, solo tengo que recordarlas y cuando salga volver a poner el código. No creo que sea tan difícil.
— Bien, veamos quien es — pasa mi abuelo por un lado mío, esperando a que lo siga.
Doy media vuelta y lo observo para a un lado de la puerta, con las manos metidas en los bolsillos. Bueno, creo que hoy no será el día que revise eso, pero si es mi única oportunidad y tengo que buscar una excusa para que él salga y me deje solo aunque sea unos instantes.
Voy a dar el primer paso hacia él, cuando suena mi celular. Lo saco de la parte trasera de mi pantalón, es un mensaje de Chelsea.
Chelsea: « Tardaré un poco, Hannah no ha llegado y tiene que verme antes de irme. No demoró en llegar. »
Gracias preciosa por salvarme.
— Tengo que contestar un mensaje, ¿Puedo? — le digo a mi abuelo.
Mi abuelo solo me mira, sin comprender nada, le doy una sonrisa más falsa que la amistad de Panini a Karla Luna.
Pone los ojos en blanco, mientras niega con la cabeza.
— Haz lo que quieras — con su mano hace una seña, restándole importancia — ya regreso. No toques nada — me advierte.
Mi mente: que toques todo dice.
¿Y quién soy yo para desobedecer a mi conciencia?
Solo asiento y finjo escribir algo en el móvil. Cuando escucho la puerta cerrarse, me apresuro a ejecutar mi plan. Voy directo a la caja fuerte que está a un lado de un cuadro de tigre gigante. Observo con atención el teclado, son números y cada que tocas uno hace un ruido. Estoy apunto de presionar uno para decifrar cuál emite cada nota cuando me doy cuenta de algo. El teclado cuánta con un sistema de sensor de huellas dactilares, estoy casi seguro que si presiono un número y detecta que es una huella diferente a las de mi abuelo, podría sonar una alarma.
Ni en la mansión de los Avengers se cargan con tanta tecnología y seguridad, de eso estoy seguro.
Maldigo en voz baja, la única manera de poder abrir esta cosa es conectando otro teclado electrónico a la caja, eso me tomaría horas hacerlo y más cuando mi abuelo no está en casa, para entrar se necesita lo mi mismo que la caja. Tengo que buscar otro momento para configurar esto, pero tengo que planearlo muy bien.
Voy al escritorio, este solo tiene dos cajones en los costados, pero seguro guarda algo aquí. Al abrir el primero no hay gran cosa, bolígrafos, hojas blancas, carpetas vacías, grapas, una grapadora. Nada que necesite.
Abro el segundo, esperando encontrar las mismas cosas, pero... Hay varias hojas pequeñas, parecen que han sido arrancadas de un cuaderno. Tomo una, que tiene una fecha de 10 - Agosto - 2012.
« No sé cuánto tiempo más podré soportar esto. Cada día están más cerca de descubrirme, me siento como en un laberinto, por más que busco una salida a esto no la encuentro. Sabía desde un principio que al entrar a este mundo, difícilmente lograría salir de el. Pero de una cosa estoy más que seguro, prefiero morir en cualquier lugar, donde puedan encontrar mi cuerpo y dónde sea más fácil encontrar las evidencias, que morir en la cárcel, donde todos trabajan con todos y se hace hasta lo imposible por ocultar cualquier rastro si alguien te manda la orden de matar. Siempre pensé que mi familia me ayudaría en algo así o que tuvieran piedad de mi, pero en este negocio no hay familia, y menos cuando son de bandos contrarios, si se trata de saldar cuentas la familia está en segundo plano. Amo a mi padre, amo a mi abuelo pero así como les tengo ese afecto, también les tengo miedo, a lo que puedan hacerme cuando se enteren que a quien buscan, es a mí. »
Es la letra de Christopher, esto tal vez pueda ser una carta o algo. Así como este, hay muchos más papeles, saco mi móvil y comienzo a tomar fotos a los que puedo.
Mamá una vez me contó que Christopher estaba metido en algo muy grave, nunca me dijo en qué era, pero por lo que acabo de leer puedo darme una idea.
¿Mi abuelo por qué guardaría esto? Si se lo entrego a la policía podrían darse una idea de quién asesino a mi hermano. No puedo creer que mi padre y mi abuelo puedan ser los culpables, pero como dice Christopher, en ese mundo la familia no existe...
Estoy tan concentrado acomodando todos los papeles en su lugar, cuando siento una mirada sobre mí. Mi respiración se detiene al igual que mi corazón, me quedo quieto.
— ¿Se puede saber que estás haciendo?...
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