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Epílogo

Estaba sentada en el borde de la cama, con ella entre mis piernas, peinando su cabello. Era lacio y negro, no quería cortárselo por nada del mundo. Tenía puesto un vestido amarillo y sus zapatitos eran negros charolados. Estaba inquieta, emocionada, alguien le había prometido un cono de helado y ella sabía que en esa casa, las promesas eran sagradas.

—¿Crees que a papá le guste? —preguntó dando unas cuantas vueltas para mí.

—A papá le encantará, Oliva.

La puerta de la habitación de la niña se abrió y ella no tardó en correr a los brazos del hombre. Tenía puesta una camisa blanca y un pantalón negro. Su cabello estaba perfectamente peinado de lado, las canas ya se podían notar en más cantidad y llevaba un par de semanas sin afeitarse, a Oliva le gustaba que se dejara la barba, decía que le hacía cosquillas en el cuello. Una vez, lloró por hora y media solo porque se había afeitado.

—¡Papi, mira mi vestido! —exclamó girando para él también—. ¿Te gusta papi?

—¡Te ves hermosa cariño! —Tony la cargó en sus brazos por un momento, la llenó de besos mientras ella se partía de la risa entre sus brazos—. Anda, tus hermanos te esperan abajo —la niña salió disparada de la habitación, así que él se anticipó—. ¡Pero sin correr en las escaleras Oliva!

La niña respondió con un grito de »Ya lo sé, papi«. Tony se sentó a mi lado y me dio un beso en la frente, le acomodé el cuello de la camisa que la pequeña había arrugado al momento de colgarse de él y le planté un beso en los labios. Es verdad que también me había acostumbrado a su barba, era capaz de hacer una manifestación en la puerta del baño junto con Oliva para que no se afeitara tan seguido, ni tan al ras.

—¿Estás lista? —preguntó entrelazando sus dedos con los míos.

Asentí con la cabeza y bajé las escaleras con la mano de Tony sobre mi cintura. Junior nos esperaba sentado en el sofá con un pequeño bulto entre sus brazos, Violeta estaba a su lado y no tardó en ponerse de pie para saludarnos. Miré al pequeño Oliver en brazos de mi hijo, era mi primer nieto, su cabecita estaba plagada de cabellitos rojos y sus mejillas rechonchas y rosadas me provocaban ganas de comerlo a besos. Al lado de Evelyn estaba Jackson, un chico asombroso que conoció cuando fue a visitar a Tony, Jackson era interno y aunque Tony le puso los ojos en blanco más de una vez, adoraba el hecho de verla feliz. Alexander sostenía de la mano a Bárbara, eran compañeros de la universidad, ambos estudiaban letras y aunque eran una pareja muy melosa y comprometida, mantenían su revancha por ser el mejor estudiante de la promoción. Iban empatados.

—¿Lo cargas, pá? —le preguntó Junior a Tony extendiéndole los brazos—. Quiero ir al baño.

Tony cargó al pequeño en sus brazos y sonrió de inmediato. Los niños seguían siendo su debilidad y aunque ya no hacía cirugías como antes, le gustaba estar rodeado de ellos todo el tiempo.

Retomamos lo nuestro un par de años después de que Oliver falleció. Tres años y un par de meses más, concretamente. Tuvimos una conversación extensa, clara, donde nos dijimos todo lo que deseábamos decirnos antes y nunca lo hicimos. Esa noche me confesó que la beca nunca existió, que se había largado a su suerte porque yo le había roto el corazón. Hice más que gritar esa noche, lloriqueé y le reclamé aquello.

—¿Qué querías qué hiciera? —me preguntó poniendo los brazos en jarra—. ¡Hice todo lo que podía hacer! Pero ni aunque te hubiera regalado un pedazo de la luna hubieras estado conmigo, porque amabas a Oliver, Ana.

—¡Pero él ya no está! —grité histérica, con las lágrimas colgando de mis pestañas—. ¡No está hace más de tres años!

—¡Y yo seguiré ahí, Anahí! —soltó, sin una pizca de rabia, al contrario, con calma, con serenidad, con amor—. Y seguiré ahí todos los días, para ti, para tus hijos... yo seguiré ahí esperándote.

Para ese entonces, él ya se había mudado a la casa, más por mayoría de votos que por otra cosa. Nos besamos en la sala, era la primera vez que besaba a alguien desde Oliver. Era la primera vez que alguien me tocaba desde Oliver. Los recuerdos de los besos que nos dimos cuando éramos jóvenes se habían opacado con el tiempo, pero bastó solo uno para recordármelos. Él era más intenso, más pasional, Tony era un contraste perfecto a todo lo que había tenido hasta ese momento. Era el primer orgasmo que tenía desde... y no me sentí culpable.

Nosotros éramos conscientes de que debíamos afrontar un montón de cuestionamientos desde el momento en el que les dijéramos a todos que estábamos juntos. Lo primero fue hacerlo en casa. Junior fue quien más tardó en asimilarlo, Evelyn no se sorprendió en lo absoluto y decía que estaba feliz por nosotros. Alexander lo tomó bien, lo que no le gustaba era que Oliva le dijera papá a Tony, la niña no lo entendía y más de una vez peleamos por eso.

—Tío te amo —exclamó mirando a Tony—. Tú sabes que te amo, que no quiero que te alejes nunca, amo que estés con mamá, que sean felices. Y siempre estaré agradecido contigo por todo lo que has hecho por nosotros, especialmente por ella, le devolviste la sonrisa y eso es suficiente para amarte. Pero no eres el papá de Oliva, no quiero que ella crezca sin saber de mi papá.

—Nadie quiere suplantar a nadie, Alex —le dijo Tony con calma—. Pero...

—Pero así como Oliva tiene derecho a saber quién es su padre biológico, también tiene derecho a sentir que tiene uno ahora, que la acompaña y la lleva al jardín de niños —le dije tomando a Tony del brazo—. No le quites esa ilusión a tu hermana, ella crecerá y lo entenderá con los años. Jamás le ocultaremos quien fue tu padre. Todos le hablamos de él, incluso Tony. Y cuando sea más grande le contaremos más historias, ella sabrá a la perfección quien fue Oliver Carreira, sabrá porque lleva el apellido que lleva, pero mientras tanto... deja que lo disfrute, Alex.

Y Alex lo permitió. A los cuatro años Oliva entendía lo siguiente: Tenía un padre biolologo que la cuidaba desde el cielo y un padre de colatón que la hacía dormir en sus brazos y la llevaba a pasear. La idea fue tomando forma en su cabeza con el tiempo, tal como le prometimos a Alex, Oliva ya conocía miles de historias sobre Oliver, sabía quién era, lo reconocía en las fotos y pedía que se le relataran más historias antes de dormir. Tony tenía un montón de anécdotas de cuando eran niños, así ese era su momento favorito del día.

Con los meses a Junior y a Evelyn se les escapó más de una vez el término »Pá«, para referirse a Tony. Nunca papá, nunca papi, nunca padre. Solo pá. Y lejos de molestarse, Alexander sin quererlo, adoptó ese hábito también.

Unos meses después mientras nos preparábamos para dormir, le pregunté si extrañaba la ciudad, habíamos ido de visita un par de veces para ver a Nelly y a sus otros amigos, Gerald ya era el jefe de aquel lugar que tan feliz lo había hecho por muchos años. Ese lugar que fue su refugio, donde pudo curar las heridas que yo le había causado. Pensar en eso me hacía sentir culpable, hasta que él me envolvía en sus brazos y me deseaba buenas noches. Tenía esa idea rondándome en la cabeza y quería saber qué le parecía. Él me dijo que lo extrañaba algunas veces, pero que de todos modos era feliz con su puesto de jefe de cirugía fetal en el hospital que lo vio crecer.

—¿Y si nos mudamos? —pregunté apoyando mis manos sobre su torso desnudo—. Quiero decir... Junior y Evy podrían ir a la universidad allí y Alexander y Oliva el colegio y la escuela respectivamente. Antes no parabas de decir los grandiosos planes de estudio que tenían allí.

—Los tienen cariño sin duda, pero no creo que...

—¡Amor piénsalo! ¿No dijiste que Gerald quería dejar el cargo?

—¿Estás sugiriendo que vuelva después de casi cuatro años a pedirle a Gerald que me devuelva un puesto que yo mismo le ofrecí en bandeja? Cielo te amo, pero no lo haré. ¿Qué hay de tu local? No puedes dejarlo y ya.

—Hace años que no organizo un evento yo sola, podría controlarlo desde allá, tal vez poner una sucursal. ¿No sería loco?

—Loquísimo —respondió riendo—. Ana...

—¡Por favor, piénsalo!

Lo pensó. Y es que había muy pocas cosas que Tony no hacía por mí con un par de besos en el cuello y caricias...

Mis tres hijos mayores aceptaron de una, no necesitaron que les endulzáramos el oído. La idea de estudiar fuera del pueblo se les hacía aventurera, increíble. El primer año de Junior fue complicado, extrañaba a Violeta, finalmente ella fue a visitarnos durante las vacaciones... terminó quedándose. Efectivamente Gerald quería retirarse del escritorio y volver a los quirófanos tiempo completo, así que devolverle el puesto a Tony fue todo un placer. Luego de una junta de directivos y unos cuántos contratos de por medio, él volvió a recuperar la oficina donde yo había llorado desconsoladamente un par de años atrás. El lugar lucía diferente y debía admitir que los ojos con los que miraba al hombre detrás del escritorio eran completamente distintos a cuando estuvimos allí la última vez. Él había conseguido enamorarme, él había conseguido que yo estuviera loca de amor por él, que deseara con ansias que llegara por la noche para abrazarlo y escucharlo hablar o para contarle sobre mis planes para el local que apenas iba andando. Él había logrado meterse bajo mi piel, esta vez en serio... esta vez de verdad. Ya no tenía diecisiete años, pero él me hacía sentir como una colegiala enamorada de nuevo. No se trata de comparaciones, ni de qué amor era más fuerte. Eran amores distintos, en tiempos distintos, circunstancias distintas, Oliver siempre sería Oliver. Y Tony, siempre sería Tony. Eran distintos, me hacían sentir amada de formas distintas, deseaba de formas distintas. Era una vida distinta, con una felicidad distinta, pero nunca olvidando.

Llevábamos viviendo en la ciudad un poco más de seis años. La sucursal de mi local iba de maravilla y tenía un apoyo invaluable; Junior. Él se metió de lleno en el mundo de la comida y su pasión por los platos salados era un balance perfecto con mi pasión por los dulces.

—¡Qué bueno serías que regreses del baño antes de que termine el año! —le gritó Evy a su hermano, eso me sacó de la burbuja de recuerdos en la que me había sumergido sin darme cuenta—. Ay por fin...

—¿Sabes lo que cuesta que se duerma? —preguntó Junior cargando a su hijo de nuevo—. ¡No grites!

Debíamos ir al cementerio por los diez años de fallecimiento de Oliver.

Y luego teníamos un almuerzo en casa de Paul y Martha. Hace un par de años decidimos que dejaríamos de recordar esa fecha con dolor. Que eso Oliver lo hubiera odiado, así que nos reuníamos a comer y a ponernos al tanto sobre la vida de los demás. Ahora que Tony, mis hijos y yo, vivíamos fuera del pueblo, esos encuentros se volvieron intocables.

Esperamos a que todos salieran. Me quedé parada en el umbral de la puerta, pensando en todo lo que había vivido desde que coincidí en la vida con los Carreira. Fue un terrible pero afortunado destino, el mejor de todos. Sentí los brazos de Tony rodearme la cintura, sus labios recorrieron mi cuello hasta acabaron sobre los míos.

Rodeé su cuello con mis brazos y lo besé. Lo besé con toda la intensidad que pude, demostrándole lo feliz que era a pesar de todo lo que había pasado, habíamos pasado. Sonreí al inhalar su aroma, olía a algodón y pastillas... Justo como cuando éramos jóvenes.

—Te amo —le dije acariciando su mejilla y pasando los dedos por su barba—. Te amo cariño.

—Y tú sabes que yo te amo a ti.

Salimos de la casa tomados de la mano. Lo habíamos hecho todo bien, con calma... como se debía. Las palabras escritas de Oliver diciéndome que yo tenía la última palabra de elegir estar con alguien o quedarme en compañía de mis hijos solamente se reproducían en mi mente con su voz. Y lo escogí a él, a Tony, su compañía, a su amor a prueba del tiempo y las dificultades. Lo escogí a él porque quería hacerlo, porque merecía hacerlo. Y porque le prometí a Oliver en su tumba, que sería feliz.

Y lo estaba cumpliendo.


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¡Es oficial amigos! Esta es la última pequeña dosis de estos personajes. 

Tengo un par de ideas más, claro que no se trata de agregarle algo a la historia, sino de contarles algunas curiosidades, cosas que cambiaron desde que imaginé a los personajes, hasta que se los presenté. Así que si algo de eso les interesa, lo iré subiendo con el tiempo, por ahora, quiero cerrar esta historia ♥

¡Miles de millones de gracias!  

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