Capítulo 5
Unos golpes a mi puerta me despertaron, los párpados me pesaban y sentía que llevaba dormida solo quince minutos. sin muchas ganas salí de la cama y caminé hasta la puerta bostezando, cuando la abrí me encontré con Oliver, había mucha luz por todas partes ¿ya había amanecido? Me sentí aún más cansada, no me sentía emocionalmente preparada para enfrentar otro día a ésta familia.
—Buenos días —dijo sonriendo, hace años, y no exagero, que alguien no me da los buenos días—. El desayuno está listo y cámbiate de ropa, yo te llevaré a la peluquería.
Apreté los labios, estaba aún tan casada que no quise discutir, él volteó para irse y entonces quise decir algo:
—Oliver —llamé y él volteó de nuevo para verme—. Buenos días.
Me sonrió y bajó las escaleras con un trote lento, es extraño volver a decir algo como eso en las mañanas. Cerré la puerta y me estiré, muchos de mis huesos sonaron y vaya que eso me relajó bastante. Miré la hora: 6:15, debe ser un chiste. Arrojé la cabeza hacia atrás deseando estar tan dormida para no ver que ni siquiera son las siete de la mañana, pero en verdad no amanecí con ganas de discutir. Me bañé y me vestí sin perder mucho tiempo, volví a mirar la hora, 6:25, en mi defensa puedo tardarme mucho más. En mi mesita de noche estaba mi celular sin batería, ayer fue un día tan extraño en el que hice cosas que hace tiempo no hacía, así que preocuparme por buscar un cargador no estaba en mi lista de prioridades, además ¿Quién iba a escribirme? No quería hablar con nadie y estoy muy segura que Gustavo tenía muchas cosas para decirme y entre todas las personas con las que no quiero hablar, Gustavo y Edmundo encabezaban mi lista.
Cuando bajé las escaleras vi al papá, estaba desayunando al lado de su esposa, vestía con camisa y pantalón, traía unas gafas que supongo, son para la lectura, ya que ayer no las tenía.
—Buenos días —dijeron.
—Buenos días —respondí.
—Oliver te llevará a la peluquería, puedes hacerte algo en el cabello siempre y cuando no sea tinte.
Traté de responder de la manera más respetuosa, pero todas las oraciones en mi cabeza sonaban mal, así que solo di una media sonrisa y asentí con la cabeza, me recordé a mí misma que no estaba con ganas de pelear con absolutamente nadie, mucho menos con ellos dos, me estaba preparando algo para desayunar mientras los tres seguían con su conversación, noté que ninguno de los otros hijos estaba en la cocina, eso me pareció injusto, pero nuevamente me mordí la lengua. Paúl se despidió de su esposa con un beso y de su hijo con un golpecito en la espalda, de mí solo se despidió agitando la mano y yo lo agradezco.
—¿Te gusta la fruta con yogurt? —preguntó Oliver al ver que piqué una mitad de manzana y unas cuantas frutillas y las mezclé en la taza con yogurt de durazno.
—Sí, mucho.
No dijo nada más, al sentarme para desayunar miré su tazón, tenía exactamente lo mismo que el mío, manzanas, frutillas y yogurt. Bueno, no hay nada con eso, era obvio que no podía ser la única que disfrutaba de la fruta con yogurt en las mañanas. Estaba muy callado y claro que yo tampoco tenía mucho que decir, la mitad de mi cerebro aún estaba dormido. La mamá se despidió dándonos un par de indicaciones, Oliver respondía como todo un soldado entrenado mientras yo pensaba en qué bonitas quedarían los vasos que estaban en la repisa si estuvieran ordenados por tamaños. Miré a Oliver, él tenía un libro sobre la mesa y no se trataba del mismo libro que ayer estaba leyendo y el silencio ya empezaba a molestare.
—¿Qué lees? —pregunté.
—Es algo referente a mi carrera —contestó sin apartar los ojos del libro.
—¿Y qué carrera sigues?
—Licenciatura en Letras.
—¿Escribes?
Por fin levantó la cabeza y dejó el libro para mirarme.
—Eso depende.
—¿De qué?
—Si no vas a pedirme que te muestre lo que escribo; si escribo. Si vas a molestarme para que te muestre lo que escribo; no escribo.
—¡Por favor! Como si en realidad me importara leer lo que escribes, de seguro son estupideces.
De nuevo bajo la mirada a su libro y continuó leyendo. Terminé con mi desayuno y apenas me levanté para llevar mi tazón al lavadero él se puso de pie cerrando el libro y diciéndome que me espera en la sala para llevarme a la peluquería. Vaya, por lo visto no está muy de buenas en las mañanas, empiezo a creer que es peor que yo.
Llegué a la sala y lo vi esperando, parado con las manos en los bolsillos y con una cara de; apresúrate, quiero irme. Tenía puesta una sudadera al menos dos veces su talla y unos jeans, no se veía mal, lucía como despeinado con intención. Cuando estuvimos en el auto me dijo que me colocara el cinturón, lo hice por el simple hecho de que no quería ni pensar como se pondría si me negaba en reverenda tontería. A lo que supuse que era apenas la mitad del camino decidí hablar, ya que el silencio suele ponerme nerviosa.
—¿No te gustan las mañanas o así eres siempre? —pregunté,
—¿A qué te refieres?
—No lo sé, ayer al menos parecías más... suelto.
—Supongo que a nadie le emociona despertarse tan temprano un lunes.
Bueno, si es así no le voy a hablar hasta las diez de la mañana porque siendo sincera no sé como estoy soportando su cara de haber lamido un limón. Él no dijo nada, entonces yo también guardé silencio a pesar de que mi picaba la lengua solo por tararear algo, los próximos quince minutos lo único que escuché fue el ruido de la llanta al pasar sobre las piedritas. Llegamos a algo a lo que voy a calificar como un pueblo de esos que se ven en las películas, gente feliz caminando por la calle, puestos de frutas y verduras, uno que otro departamento promedio, algunos puestos de ropa, pequeños cafés y en una esquina una peluquería, supongo que es la única en muchos, muchos kilómetros más.
—Llegamos.
Los dos bajamos, él caminaba frente a mí y yo bueno, solo miraba para todos lados, hay que admitirlo, ese pueblecillo tenía lo suyo, cuando entré al local Oliver ya estaba hablando con una señora que por poco lo abrazaba. Al parecer se entienden. Apareció una muchacha, no sé de qué puerta salió pero al ver a Oliver se tiró a sus brazos, él la recibió encantado y luego de unos segundos de abrazarse se dieron un beso en la boca. Por supuesto, iba a ser muy extraño si alguien como él no tuviera novia. Cuando terminaron sus mimos y al parecer él recordó que estaba allí por mí, se acercó con la chica. Era unos cinco centímetros más alta que yo, es de las clásicas rubias despampanantes, buenas curvas, ojos celestes, cabello brillante de un dorado obviamente artificial, un cutis perfecto, algo así como un prototipo de chica perfecta.
—Anahí, ella es Dulce, mi novia, Dulce, ella es Anahí, la...
—¡Por supuesto! —me agarró las mejillas y me plantó dos besos—. ¿Cómo estás cariño?
Fruncí los labios y me aparté de ella, ella no paró de sonreír, sus dientes estaban tan blancos y alineados que daban miedo. Oliver se aclaró la garganta y me hizo un gesto para que le saludara. Erguí mi espalda y traté de sonreír.
—Dulce... estoy bien, gracias.
—Bueno, yo voy a sentarme a esperar allá y ustedes platiquen y... hagan cosas de chicas.
—Si claro —murmuré, ella no dijo nada.
—Anahí, ella es mi madre, es la que te quitará el tinte y yo puedo sugerirte algún corte, ya sabes, arreglar la... basura que traes en el cabello —soltó arrugando los labios en total desaprobación.
Apreté los puños, estaba por abrir la boca, pero Oliver me hizo señas con las manos, parecía aterrorizado de que le respondiera a su novia. Giré con tanta brusquedad que le golpee el rostro tan cargado de maquillaje con mi cabello multicolor, ella dio solo un respingo, pero no volvió a decir nada. Me acerqué a la señora que ya me esperaba con una silla frente al espejo, no tenía mala cara, pero solo basta con mirarla para saber que tampoco le gustaba mi cabello. Oí que Oliver le dijo algo a su novia, pero no alcancé a comprender que fue exactamente, claro que no me esperaba halagos ni nada mínimamente bueno.
—¿Solo quieres quitarte el tinte? —preguntó la señora.
—La verdad es que yo no quiero, su familia me obliga —contesté.
La señora torció los labios y empezó a hacer quién sabe qué cosa, ella me dijo que me relajara y vaya que lo hice al pie de la letra, me quedé dormida, esos masajes que me daba en la cabeza sumándole que es lunes y que amo dormir la verdad no me costó mucho. Olvidé por completo que Oliver y su novia estaban por ahí.
—Anahí —Oliver me tocó el hombro y yo abrí los ojos de golpe golpeándolo accidentalmente en la cara—. ¡Au! —gritó tocándose el ojo.
—Nunca me toques cuando me despiertes, nunca —le dije mirándolo.
Me miré al espejo, tenía el cabello ondulado y castaño claro. ¡Qué verdadero asco! De inmediato aparté la vista y la clavé en el piso donde encontré unos pocos mechones de mi cabello. No quería volver a mirarme en el espejo jamás, volteé la silla de forma a quedar de espaldas a mi reflejo.
—¿Quién iba a decir que debajo de tanto cabello de colores chillones y horrendos iba a haber un cabello tan bonito? —dijo la tal Dulce aplaudiendo—. Sabía que no todo estaba perdido con tu cara y tu aspecto tan salvaje.
—¡Dulce! —dijo con un tono molesto.
—¿Tienes sentimientos? —le pregunté.
—Si, por supuesto —torció las cejas sin comprender—. ¿Por qué?
—¡Pues quién iba a decir que debajo de tanto plástico podían quedar sentimientos! —dije aplaudiendo exactamente como ella.
Me quité la toalla que tenía en el hombro y se la arrojé a la cara, obviamente salí de allí para subir a la camioneta la cuál desgraciadamente estaba llaveada. Oí que la pareja se acercaba discutiendo, así que decidí sentarme en el suelo del lado del piloto, para que no me vean, solo quería escuchar un poco de su conversación ¿no es un delito, verdad?
—¡Genial! —gritó Oliver mirando a su novia—. Ahora no sé a dónde se fue, ni siquiera conoce el lugar.
—¡Cariño, fue ella la que me dijo...
—Tú le hiciste una broma bastante pesada, siempre es lo mismo, nunca puedes callarte cuando debes.
—¡No me trates así y menos por una completa desconocida Oliver!
—¿No lo entiendes Dulce? No puedes tratarla como tratas a los demás, ella no es cualquier chica, tiene problemas por algo está en el programa, te dije como era su perfil, te dije que le rabia cualquier cosa porque de seguro hay algo que no está pudiendo superar, te pedí que moderes tu lengua con ella porque no quería que la molestes o la lastimes como acaba de pasar.
—¿Por qué te importa tanto?
—Porque va a estar en mi casa por quién sabe cuánto tiempo y porque es un ser humano Dulce, está lastimada —pasó su mano sobre su cabello—. Mejor dejémoslo aquí porque no quiero empezar a pensar que tiene razón en lo que te dijo.
Me tapé la boca con la mano para evitar decir alguna tontería, Dulce entró nuevamente a la peluquería, si fuera una caricatura estaría echando humo por las orejas mientras que Oliver venía en dirección a la camioneta supongo que para subirse e ir a "buscarme". No tuve tiempo de ir a otro lugar, estaba a unos pasos de la camioneta cuando me vio.
—¡Anahí! —dijo apretando los dientes—. Súbete.
Desbloqueó las puertas, rodee la camioneta y me subí del lado del acompañante. No sabía si darle las gracias por haberme defendido frente a su novia o decirle que era un completo tonto por haber hablado así a su novia por alguien que no conoce. Estuvimos en silencio por unos minutos, no sabía cómo plantear un tema de conversación.
—No debiste decirle lo que le dijiste—empecé—. Yo sé defenderme y no necesito que andes de defensor por ahí.
—No te defendí o al menos no quise hacerlo, son... asuntos entre nosotros —asentí con la cabeza lentamente tratando de creerle—. Te queda muy bien, tienes un cabello precioso.
—Gracias —susurré.
—¿Por qué lo tenías pintado?
—Porque me gustan los colores.
—De seguro hay un motivo más fuerte.
Hubo un silencio de nuevo. ¿Qué tan malo podía ser decirle el verdadero motivo?
—Con el cabello así me parezco mucho a mi mamá —susurré mirando por la ventanilla—. Y no quiero eso.
—¿Por qué no? —preguntó—. ¿Te llevas mal con ella?
Aquello fue como un puñal que batía todo mi interior. ¿Yo llevarme mal con mi mamá? Era la persona a quien más amaba en la tierra. ¿Acaso esta familia no sabe nada de mí? No entiendo como reciben chicos sin siquiera saber una mínima parte de su historia, me refiero a algo esencial, como que mis padres y dos de mis hermanos murieron en un accidente hace diez años.
—Por supuesto que no.
—¿Entonces?
—¿De verdad no lo sabes?
—¿El qué?
Guardé silencio de nuevo. Este puede ser el programa más estúpido del mundo y más estúpida la familia por recibirme sin siquiera ver mi historial. No tengo padres, vivía con mi hermano mayor y mis abuelos. ¿Cómo es que eso no lo saben? ¡Es lo básico!
—¿Cómo es que reciben en su casa a una persona de la cual no saben nada?
—El programa quiere que los adolescentes nos cuenten qué es lo que pasa con ellos, lo único que sabemos de ti con exactitud es que tienes un hermano mayor y que vives con tus abuelos, los familiares no suelen dar detalles de los jóvenes, dejan que la familia lo vaya descubriendo, ha sido así siempre, solo sabemos que Edmundo te ama.
Solté la carcajada más amarga que pude, simplemente dejé de reír por culpa del nudo que se me formó en la garganta. ¿Un hermano que me ama? ¡Por favor! Edmundo solo se ama a él mismo y mis abuelos solo lo aman a él, pero de seguro él se encargó de pintarse como el mejor hermano del mundo y dejarme a mi parada como la peor persona en la historia.
—¿Mi hermano te dijo algo de mí?
—Pues sí, que eres caprichosa, difícil de tratar, explosiva, directa, entre otras cosas —hizo un silencio para volver a hablar enseguida—, Pero también dijo que eres muy simpática y que tienes salidas muy listas y espontáneas, por lo que pude oír hasta ahora veo que sabes qué responder a la marcha, también dijo que sabes cocinar muy bien y eso es cierto, que eres buena amiga y que sabes escuchar a las personas cuando tienen problemas.
¿Edmundo dijo eso? Es algo imposible de creer. No respondí, preferí quedarme callada antes que ponerme a hablar de mi hermano con éste que es evidente, apenas sabe mi apellido. Llegamos a la casa por fin, el viaje fue en completo silencio de nuevo, lo miré de reojo un par de veces, quería preguntarle cosas sobre el programa y los chicos que habían recibido antes, pero no lo hice, creo que no hay que forzar las cosas y honestamente llevarme bien con ésta familia parece ser algo complicado, me tranquilicé a mí misma pensando que había tiempo. Después de todo son mínimamente seis meses ¿no es así?
Afortunadamente cuando entré a la casa no me pidieron que hiciera algo, no le di tiempo a nadie de halagar mi nuevo aspecto, subí a mi habitación, la cama seguía justo como la dejé, la toalla estaba hecho una bola mojada a los pies y mi ropa sucia estaba esparcida por el suelo, a los pies de la cama también estaban las bolsas de ropa que la mamá me entregó ayer, ni siquiera las había mirado, me tumbé en la cama para dormir hasta que alguien viniera a despertarme de nuevo.
Y no pasó mucho tiempo. O al menos así lo volví a sentir.
De nuevo oí golpes a mi puerta, supuse que era Oliver y también supuse que era para decirme que el almuerzo ya estaba listo. Abrí la puerta intentando poner mi mejor cara y allí estaba él.
—El almuerzo está listo, mamá ya se fue a trabajar y yo estoy con un dolor de cabeza de mil demonios, quiero pedirte de favor que no crees muchos problemas hoy.
Rodé los ojos y lo seguí cuando bajó las escaleras. Al llegar al comedor me di cuenta que Miranda y Richard no estaban allí, solo Florencia jugando con su cuchara.
—¿Y los demás? —pregunté.
—Miranda fue a la casa de su amiga a almorzar y Richard no se siente bien.
Me guardé los comentarios y almorcé en silencio. Oliver tenía al lado suyo a su hermana, le ayudaba a comer y le decía cómo debía agarrar los cubiertos, mi hermano nunca hizo eso conmigo, de hecho nadie nunca hizo nada por mí desde que mis padres murieron, tal vez por eso soy tan independiente y detesto que las personas quieran ayudarme o se ofrezcan para hacer algo por mí, perdí a mis papás cuando apenas me estaba aprendiendo a bañar completamente sola, así que...
Solo se escuchaban las risas y los comentarios de Florencia y Oliver, yo no dije una sola palabra en los quince minutos que duró el almuerzo. Cuando ya no había nada en mi plato me puse de pie y lo llevé al lavadero, lo enjuagué y lo dejé secar. Cuando estaba por irme Oliver llegó con sus cubiertos y los de su hermana.
—Hay jugo en el refrigerador —dijo sin mirarme.
—Gracias pero no acostumbro beber después de la comida —respondí, es algo que mis padres nunca me dejaron hacer.
—De acuerdo, seguirá ahí para cuando quieras —dijo lavando los cubiertos.
Comencé a caminar alrededor de la mesada donde habíamos desayunado, pasaba los dedos sobre el mármol pensando en cómo preguntarle lo que quería preguntarle. Él no parecía interesado en mi presencia, no tenía mucho que lavar, así que cuando vi que ya se estaba secando las manos, lo solté:
—¿Puedo salir? —pregunté, no perdía nada con intentarlo.
—¿A dónde?
—No sé, a conocer el lugar.
—No hay mucho que ver alrededor, si quieres puedo llevarte al centro.
—No es necesario que sea al centro, solo quiero caminar un poco.
Lo pensó unos segundos y al final dijo algo que pensé que nunca iba a escuchar:
—De acuerdo —¡victoria!—. Pero no te metas en problemas, ni visites lugares con los que supongo estás familiarizada en especial bares, porque seguro tienes un radar para esos lugares, si te doy ese permiso es porque confío en ti, Anahí.
—Bien, solo caminaré un par de cuadras y volveré.
Asintió con la cabeza y se despidió con la mano. ¡Perfecto! No puedo creerlo, en verdad es un tonto ingenuo. Salí de la casa dispuesta a encontrar todo lo que él no quería que encontrase, me desanimé completamente a las quince cuadras, no había más que casas, unos restaurantes, locales de venta, parques y tal vez uno que otro edificio de departamentos. No puede ser que no haya un solo lugar para comprar un cigarrillo decente. Aunque quería fumarme un cigarrillo me alegra no necesitarlo como otros. Luego de unas veinte cuadras, llegué por fin a algo que parecía un bar, no creo que no tengan un cigarrillo. Cuando entré pasé desapercibida, pero eso no duró mucho.
—Miren nada más, una pequeña.
Gritó un hombre de barba, mucha barba, estaba borracho justo detrás de mí. De pronto todas las miradas estaban sobre los dos, o al menos así se sentía. Siempre que iba a los bares, estaba acompañada, es la primera vez que entraba a un lugar así sola, no pensaba busca problemas, pero normalmente los problemas me buscan a mí.
—¿Qué haces aquí, te perdiste de tu mami?
Aquello me enfureció, apreté los puños y con todas mis fuerzas se lo encajé en la mejilla derecha, casi hicieron volar el techo con sus silbidos y sus gritos de "Una mujer te ha pegado", ahora que lo podía ver bien no pasaba de los veinticinco años. Éste no tardó en reponerse, me tomó de la muñeca y la apretó, intentó intimidarme, no se lo iba a permitir.
—No soy una pequeña, imbécil —dije soltándome—. Y no vuelvas a tocarme.
—Mira niña —un hombre casi de la misma edad, tal vez mayor se puso de pie apretando su lata de cerveza—. Mejor vete si no quieres que te arrojemos por la ventana.
—Uy, que rudo —desafié cruzándome de brazos—. ¿Y quién va a sacarme de aquí? Porque no creo que puedas hacerlo tú con esos brazos tan menudos.
De nuevo silbaron y de nuevo intentaron tocarme. No hay nada que me dé más asco que me toquen, en verdad lo detesto y vaya que me enfurece. Me he metido en peleas muchas veces, de hecho me han detenido por eso, las personas con las que me juntaba no eran de las que creían que no había que pegarle a una mujer. En bares con Gustavo más de una vez me he comido unos puñetazos, así que también aprendí a darlos.
—¡Te dije que no me toques! —grité golpeándolo esta vez en el estómago.
—Muy bien, vamos a divertirnos.
Varios de ellos se quitaron la camisa y se desabrocharon el cinturón, bien, algo es ponerme frente a dos o tres, pero en este lugar hay más de quince y todas las mujeres que estaban aquí se cruzaban de piernas mientras se fumaban un cigarrillo. Cigarrillo, el motivo por el cual vine a meterme en un lugar como éste, lugar que tenía todas las características que Oliver muy claramente me pidió que evitara. De acuerdo, ahora probablemente sí estaba en aprietos. Uno de ellos me golpeó en la cara, de inmediato caí al suelo, no pasaron muchos segundos hasta que otros dos me sujetaron los brazos y otro par las piernas.
—Te vamos a enseñar lo que pasa con las niñas que vienen hasta aquí creyéndose muy valientes.
Sentí varios puños en la cara y algo tibio que salía de mi nariz, pasaba por mis labios y bajaba por mi cuello. No es la primera vez que sentía eso. Varias manos estaban sobre mí tocándome, primero sentí asco, aunque pateaba con todas mis fuerzas ellos conseguían sujetarme, movía los brazos y hasta la cabeza tratando de soltarme, pero ellos eran más. Poco después del asco, sentí algo que no siento hace mucho tiempo; miedo.
Tenía los ojos cerrados y no dejaba de luchar, pero era en vano, no escuchaba nada y en lo único que podía pensar era "¿Por qué demonios no le hice caso a Oliver? ¿Por qué?" hasta que las manos se alejaron, aún estaba temblando que ni siquiera me animé a abrir los ojos, de pronto me sentí completamente sola, ya no estaba rodeada por nadie. Abrí los ojos apenas. Me pareció ver a Oliver y otros dos muchachos que no conozco peleando y gritando unas cosas que yo no entendía, unos salieron corriendo y otros se mantenían a distancia. Yo estaba quieta, dura, no podía ni siquiera parpadear. Uno de los muchachos que estaba con Oliver me alzó en brazos y me sacó de allí metiéndome en una camioneta, me hablaba pero yo no comprendía lo que me estaba diciendo. Intentaba captar mi atención pero yo no alejaba la vista de la entrada del bar hasta que vi salir a Oliver, tenía sangre por toda la cara y en la ropa, su amigo también estaba golpeado, ambos subieron al auto y solo ahí me di cuenta que había un tercer muchacho que tampoco conocía y que estaba detrás del volante.
Oliver estaba sentado a mí lado, veía como movía su boca pero en verdad no escuchaba nada. Me sujetó el rostro con ambas manos y me obligó a mirarlo. Tenía las mejillas rojas, sangre en sus labios, sangre en la nariz, sangre en las cejas, sangre por todos lados, sentí ganas de vomitar, aún así él no se apartó, tenía los ojos muy abiertos. La impresión no me dejaba, hasta que por fin después de no sé cuántos segundos reaccioné.
—¡Anahí! —volvió a decir.
Lo abracé con fuerza, con todas mis fuerzas, como no abrazo a alguien en años, de hecho no recuerdo haber abrazado a alguien que no sean mis padres y hace diez años de eso. De nuevo no sé qué pasó, llegamos a la casa, Oliver me llevó hasta mi habitación, casi en brazos, sus tres amigos lo seguían, uno de ellos le iba pidiendo cosas a Oliver como; algodón, alcohol, curitas y no sé cuántas cosas más. Estaba en la cama acostada, el que pidió el algodón se sentó a mi lado y comenzó a limpiarme la cara, sentía que me ardía pero ni siquiera podía articular palabra. O tal vez sí podía pero no quería intentarlo.
________________________________________________________________
¡Y éste fue el capítulo 5! Espero que les éste gustando ♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro