Capítulo 47
Me miré de perfil en el espejo, entrecerré los ojos para intentar captar la hinchazón, pero no notaba la diferencia. Mi vientre seguía exactamente igual, Oliver entró a la habitación y sonrió al verme parada allí como todas las mañanas. Caminó hasta mí y me rodeó la cintura con sus brazos, sus palmas estaban frías así que me estremecí ante su tacto, acababa de cepillarse los dientes y olía a menta.
—Que ya se notará en un par de semanas cariño —susurró besando mi cuello—. No te preocupes.
Hacía dos semanas que me hice una prueba de embarazo porque tenía un retraso de cinco días, algo que no me había ocurrido nunca. No sabía cómo contárselo a Oliver, él acababa de publicar su tercer libro y tenía muchas actividades encima, así que preparé una cena especial y le di la noticia, él me abrazó y me repitió más de cincuenta veces que estaba feliz, incluso soltó un par de lágrimas, no lo había visto así de conmovido nunca, ni siquiera cuando publicó su primer libro. Yo seguía haciendo postres para eventos cada vez más importantes, continuaba en la empresa de Martha como jefa del banquete en general, estaba cómoda en ese trabajo, siempre ocurrían cosas inesperadas y en cada evento aprendía un montón. Con veinticinco años había planeado más de ciento cincuenta eventos sin ayuda de nadie, para mí, eso era un orgullo.
De hecho quise encargarme de la mesa de postres y del pastel para nuestra boda, pero nadie me lo permitió, Dalila se hizo cargo de absolutamente todos los detalles de la parte de comida y Martha se encargó de asegurarse que hasta los pétalos de las rosas estuvieran en su lugar. Oliver y yo no queríamos un evento ostentoso, pero al parecer el nivel de lujo no estaba en discusión si se trataba de la boda del primogénito de Martha y Paul Carreira, así que terminamos cediendo en todo lo que ella nos ofreció, pero honestamente debía reconocer, que no cambiaría nada de esa noche. El vestido lo escogí con ayuda de Jacobo, Sam y Richard, algo que normalmente se hacía entre amigas, pero Miranda estaba indispuesta en ese entonces, su embarazo era de alto riesgo y para ser el segundo, ella estaba aterrada. Afortunadamente todo salió de maravilla, tuvo un varón precioso y sano que ya tenía tres años. Y aunque ella y Jeff estaban muy ocupados para pensar en una boda, se encontraban más comprometidos que cualquiera. Laia era una hermana mayor asombrosa, estaba pendiente de William como si fuera lo más importante en su casa, cuando él dormía ella caminaba en puntas de pie, si alguien hacía ruido de más, ella se encargaba de mirarlo con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido. Con odio casi.
Richard era quien más había cambiado, partiendo de lo físico y siguiendo con lo emocional. En los últimos cinco años había madurado enormemente y no es que él haya sido un chiquillo inmaduro antes, porque siempre había sido más centrado que los chicos de su edad, solo que a esas alturas, a punto de terminar su carrera universitaria y prácticamente haciéndose cargo del negocio de su padre, su vida había cambiado, él había cambiado. Mantuvo sus notas perfectas incluso en la universidad y llegó a festejar dos aniversarios con Joshua, pero desafortunadamente aquello tampoco funcionó. El chico se mudó de país y a Richard no le interesaba tener una relación a distancia, así que cortaron por lo sano. Y cuando él apenas se estaba recuperando, apareció alguien más, me repitió mil veces que no ocurriría nada, pero al final, hace un par de meses, cumplieron un año de noviazgo. Cuando Felipe volvió a la vida de Richard yo no estaba segura que fuera lo correcto, después de todo él fue quien partió su corazón en un montón de pedazos hace varios años. Fui testigo de la resistencia que puso Richard, de cuánto se tuvo que esforzar Felipe para que él aceptara ir a tomar un café. Al final, después de casi un año insistiendo, Richard cedió del todo. Los dos eran más maduros, Felipe no había dejado de nadar, de hecho, era lo que hacía para vivir y aunque viajaba constantemente, que en definitiva era algo con lo que Richard no estaba dispuesto a lidiar antes, por Felipe era capaz de hacer lo que fuera, incluso pisotear sus propias palabras.
Florencia, esa niña era la viva imagen del refrán: »Persevera y vencerás«. Con catorce años consiguió una beca en un instituto de artes escénicas, el problema fue que sus padres cedieran. Las clases eran de tiempo completo, de nueve de la mañana a cinco de la tarde. Martha y Paul estaban completamente negados a esa idea porque eso implicaba dejar el colegio a apenas en segundo de secundaria. Oliver y yo buscamos todas las soluciones posibles y abogamos por ella durante semanas, tampoco queríamos que dejara el colegio, su hermano mayor habló con la directora del colegio, esperando encontrar la mejor manera de equilibrar ambas actividades, pero nada era factible y mucho menos sin el consentimiento de sus padres. Al final, cuando ya nos estábamos dando por vencidos y estábamos aceptando la idea de que negarle esa beca a Florencia significaba causarle un gran dolor, Oliver encontró la solución. Un colegio con la modalidad de estudio en casa, ella debía presentarse a exámenes al menos un vez cada dos meses y podía rendir la cantidad de exámenes para los que se sintiera preparada. Era la solución perfecta, Martha fue quien más tardó en acceder pero lo terminó haciendo, creemos que fue porque ya la estábamos cansando, más que por otra cosa.
—¿Qué harás hoy? —le pregunté a Oliver bajando la remera de mi pijama para cubrir mi vientre de nuevo—. ¿Has avanzado?
Oliver llevaba trabajando en una historia por más de seis meses, de una forma intensa, comprometida y hasta obsesiva diría yo. No habíamos tenido mucho tiempo juntos, pero las noches sin duda alguna eran mi parte favorita del día, ese momento en el que él dejaba sus carpetas y el ordenador a un lado y yo me apartaba de los libros de receta y la batidora, el momento en el que nos tumbábamos uno al lado del otro y pensábamos en cómo cambiarían nuestras vidas en unos meses, o cómo nos organizaríamos para tener tiempo disponible. O simplemente decidíamos acurrucarnos y permitir que los besos desembocaran en algo más.
Iba a responder a mi pregunta cuando mi celular empezó a sonar, miré de quien se trataba y el nombre de Tony apareció en la pantalla acompaño de la foto que escogí para personalizar el contacto. Oliver me dio un beso en la frente y dijo que iría a preparar el desayuno. Me senté en el borde de la cama y pensé cuando fue la última vez que hablé con él. ¿Dos semanas? ¿Un mes? Probablemente un mes. Si Tony antes era un chico ocupado, en ese momento era un treintañero sin tiempo para vivir. Por fin había logrado meterse de lleno en el área de cirugía pediátrica, pero como se trataba de Tony y él siempre quería más, le estaba coqueteando a la idea de la cirugía fetal, Más de una vez Jacobo le había dicho que era un inconforme y como si se tratara de un halago, él respondía asintiendo sin pestañear. Su última relación acabó el año pasado, Paulina había cumplido los treinta y él no había pronunciado jamás la palabra matrimonio. Tuvieron una pelea histórica por eso, ella no dudó en decirle que desperdició casi tres años de su vida y que él no los supo valorar. Aquellas palabras me sorprendieron, Tony desde un principio fue claro con ella: No matrimonio, no hijos. Pero creo que las personas comenten el error de creer que todos los seres humanos en algún momento desean formar una familia, que podían cambiar de opinión si encontraban a la persona correcta o simplemente madurarían. Pero no se trataba de madurez, se trataba de desearlo o no. Y si nunca se deseaba algo como el matrimonio o los hijos, era completamente valido. Algunas personas podrían querer compartir su vida con alguien, pero eso no los obligaba a casarse o a procrear, podían disfrutar de la compañía, y eso estaba bien. Al final, todo lo que dijeron de Tony cuando estuvimos juntos era cierto, él no deseaba esas cosas y no porque le hayan roto el corazón antes, sino porque no las deseaba y punto.
—¡Vaya! —exclamé al contestar la llamada—. ¡Miren quien salió del quirófano! ¿O es que me estás llamando desde ahí?
—Aunque no lo creas... —dio un par de indicaciones que no entendí porque no fueron en español—, acabo de salir y me he dado cuenta que llevamos un tiempo sin hablar.
—No me digas —murmuré rodando los ojos—. ¿Cómo has estado?
—Bien, atareado como me gusta. ¿Y tú?
—Me parece que Oliver ya te lo dijo —mi mano se posó sobre mi vientre y no pude evitar sonreír—. Me ha dejado sin sorpresa.
—Estoy muy feliz por ustedes, guapa —hubo un silencio de segundos, nos solía pasar muy seguido—. Iré para Navidad, te veré en las últimas.
—Si todo sale bien...
—No tiene porque salir mal —cada vez que hablaba con él podía escuchar murmullos, como si estuviera rodeado de gente todo el tiempo, pero en ese momento no escuchaba nada, el silencio era absoluto—. Los tres estarán bien.
Tony cumplió su promesa y se mantuvo en contacto con todos en los últimos cinco años, algunas veces pasaba un mes o incluso dos sin que nosotros habláramos, pero con Oliver, Beatriz, Lucca y Jeff hablaba cada semana sin falta, así que siempre tenía noticias frescas de él, eso me hacía sentirlo cerca, porque yo nunca dejé de extrañarlo.
Hablamos unos minutos más, hasta que escuché como alguien irrumpió en la habitación dando lugar a un montón de murmullos en otro idioma. Tony se despidió diciéndome que estaba ansioso por conocer a su sobrino y que apenas tuviera tiempo, me llamaría de nuevo. No alcancé a decirle que lo quería, que lo echaba de menos, que extraña el olor a gel desinfectante que siempre tenía encima. Pero las conversaciones con Tony la mayoría de las veces acababan así, así que dentro de todo, estaba acostumbrada.
Bajé a desayunar luego de terminar de arreglarme. Oliver se encargaba de los desayunos y yo de las cenas, normalmente no podíamos almorzar juntos, así que tratábamos de mantener lo más privadas posibles esas dos comidas del día. Él tenía que almorzar con su editor y yo había quedado en almorzar con Jacobo, él también tenía poco tiempo últimamente, entre el trabajo y planear su boda con Liza apenas podíamos reunirnos en plan de ocio junto con Sam, que también viajaba constantemente. En uno de esos viaje conoció a su novia; Julia. Jamás había conocido a alguien que me recordara tanto a mí. Tenía el cabello teñido en color verde agua y su delineado era perfecto siempre, desde su hombro derecho, hasta la muñeca lo tenía tatuado. Cuando la conocí, las ganas de volver a pintarme el cabello me abrumaron, incluso se lo dije a Oliver, él dijo que podía hacerlo si quería, después de todo eso de quitarme el tinte era cosa del programa, no de los Carreira en sí.
Al final no lo hice. Llevaba tantos años con el color natural de mi cabello que me daba mucha pena cambiarlo, sobre los tatuajes, me encantaban en los demás, pero no tanto en mí. Oliver había amenazado varias veces con hacerse alguno, pero quedaba solo en eso, amenazas, tampoco era su estilo. El que sí se había tatuado la fecha de nacimiento de sus hijos era Jeff, los tenía en la espalda en números romanos. Se veían fabulosos.
Oliver y yo terminamos de desayunar mientras él me contaba de sus avances sin revelar demasiado. Antes de irme, me contó que se haría cargo durante la tarde de Jonathan y Aurora, los hijos de Lucca y Beatriz, porque ellos debían ir al médico, no querían más hijos, así que querían saber las opciones permanentes que tenían. Fui la primera en salir de la casa, debía ir a visitar a una pareja que quería que yo les preparase la mesa de postres para el bautismo de su hija. Las horas pasaban muy rápido cuando hacía este tipo de visitas, porque muchas veces las personas no tenían claro lo que querían, entonces me tocaba empezar a darles ideas y luego desarrollarlas, eso llevaba más tiempo, pero debía reconocer que las personas que sabían con lujo de detalles todo lo que querían, hacían que sintiera que mi trabajo era aburrido.
Me encontré a la hora pactada y en el restaurante acordado con Jacobo. Era yo quien estaba organizando el banquete de su boda, pero esa no era una cita de trabajo, simplemente nos extrañábamos y debíamos planear la llegada de Sam y Julia, habían estado viajando mucho porque tenían el mismo trabajo, ella empezó siendo su ayudante y por supuesto que sabíamos cómo acabaron las noches en otras ciudades, posiblemente en el mismo hotel, posiblemente en la misma habitación, posiblemente en la misma cama... Esa vez se quedaban por un tiempo más prolongado, nos aseguraron que no tenían planes de viajar en un tiempo y Jacobo y yo creíamos que era porque él tenía pensado proponerle matrimonio.
—¿Y cómo llevas el embarazo? —preguntó bebiendo su jugo de pera—. ¿Ya dejaste de mirarte en el espejo?
—No dejaré de mirarme en el espejo, estoy muy emocionada.
—Pues desde que nos diste la noticia, Liza no para de mirar cosas de bebés. Creo que quiere uno.
—¿Pero lo han hablado? Digo... tú quieres tener hijos.
—Si, claro que quiero, solo que no inmediatamente después de casarnos. Quiero disfrutar un par de años solo con ella, así como Oliver y tú. Ella lo sabe, lo hemos hablado y está de acuerdo, solo que me parece que está cambiando de opinión.
La relación de Jacobo con Liza era envidiable de verdad. Lucca le decía que era porque él era psicólogo, eso siempre provocaba que Jacobo pusiera los ojos en blanco. Era un chico exitoso en su trabajo y la pasión que sentía por el mismo se notaba cada vez que hablaba de ello. La conversación continuó hasta que llegamos al tema de los hermanos, Anne estaba muy bien, cursando su último año de bachillerato con la clarísima idea de que seguiría periodismo. Katherine era famosa en el mundo de la arquitectura, había hecho trabajos importantes y sin duda se estaba haciendo de nombre en su área.
—¿Cómo está Edmundo? —preguntó dejando el plato vacío con pocos restos a un lado—. ¿Su hijo ya nació?
—Aún no —respondí bebiendo un poco de jugo—. Hablé con él ayer en la noche y me dijo que Jacqueline ha estado muy bien, pero no tardará en llegar.
—Aún no puedo creer que no haya venido a tu boda.
—Supéralo Jacobo —me reí dándole un golpecito en el brazo—. Desde el nacimiento de Eric hemos hablado más, yo agradezco que tres años después nos sigamos comunicando. Tengo pensado ir a verlos. ¿Qué opinas? No se lo he planteado a Oliver, él tiene tantas cosas encima, pero quiero hacerlo antes de que sea tu boda, antes de que mi embarazo avance y antes de que Eric se olvide de mi cara.
Edmundo estaba esperando a su segundo hijo. Cuando nació Eric, lo primero que hizo al salir del quirófano fue hablarme, estaba llorando, se oía emocionado y feliz. Eso me conmovió tanto que decidí poner de mi parte. Llevábamos un poco más de dos años en contacto regular, una vez a la semana, dos veces al mes, como mínimo. Cuando me casé, Edmundo dijo que prefería no venir, yo lo acepté. Hacía ya casi siete años que nos despedimos en la puerta de la casa de los Carreira, ese fue el trato, darnos tiempo, respetar los tiempos individuales, respetar las decisiones del otro. Él no se había casado con Jacqueline, vivían felices en la casa que en un pasado muy triste también fue mía. La conocí cuando Eric nació porque Oliver y yo fuimos a visitarlos después de nuestra luna de miel. Era la primera vez que volvía a ese lugar y no desaproveché esa visita, fui al cementerio los quince días que estuve allí y cada vez que salía de ese lugar sentía paz, tranquilidad, como si en esos días me hubiera sanado por completo. Ya no lloraba al recordarlos, al contrario, sonreía, disfrutaba fantasear con como hubieran sido nuestras vidas. Salir de esa burbuja ya no era terrible como antes, porque mi realidad era mejor que cualquier otra que pudiera imaginar.
Estábamos pagando la cuenta cuando alguien se acercó a nosotros. Era alta, delgada y lucía un vestido floreado al cuerpo que le marcaba la figura de una manera increíble. Sonreí al verla. Candelaria no era la misma chiquilla que fue en el bachillerato. Era diseñadora de modas y tenía su propia boutique con diseños exclusivos. De hecho, el vestido que usé el día de mi boda civil fue diseñado por ella. No éramos amigas y llegué a la conclusión de que nunca lo seríamos. Pero definitivamente las ganas de ahorcarla que tenía hacía unos cuantos años atrás, ya no estaban. Ella era una voz positiva en el mundo de la moda, en su tienda se encontraban tantas tallas de ropa como las que existían en el mundo. En más de una entrevista había dicho que estaba soltera y que tener una pareja a corto o a largo plazo era lo último en su lista. Pensé mucho en invitarla o no a la boda, porque al salir del colegio solo la había visto ocasionalmente en algún café. Al final, Oliver terminó enviando la invitación, dijo que si lo pensaba tanto, era porque quería invitarla. Tenía razón.
—¡Hola! —saludó eufórica—. ¿Cómo han estado?
Se inició un corto tema de conversación. Nos contó que Meredith ya estaba trabajando más de cerca con su padre, es decir que terminó optando por la política. Aarón por su parte, decidió probar suerte en el mundo de la música. No lo esperaba, pero sin duda compraría su primer disco. Jacobo y yo nos despedimos de ella y salimos del local, caminamos un par de cuadras mientras nos terminábamos de despedir, acordamos que la próxima semana nos reuniríamos, esa vez con su futura esposa, para terminar los detalles de ese gran día. Me sentía tan feliz por él, había sido mi mejor amigo por muchos años, me había visto en mis peores y mejores momentos y nunca se había ido. Incluso con los años, con las responsabilidades... siempre se mantuvo firme a mi lado. Vi como doblaba en una esquina, entonces retomé mi camino, debía volver al local, la boda de un cliente muy exigente estaba a un paso y tenía que asegurarme que todo estuviera saliendo a la perfección. Cuando estaba por cruzar la calle para entrar al edificio, me pareció ver un rostro familiar. Me detuve en seco en medio de la calle, el chillido de unas ruedas contra el pavimento mi hicieron voltear la mirada. La nariz de un vehículo negro estaba a centímetros de mí.
—¡Pero qué le pasa! —gritó el hombre detrás del volante—. ¡Quítese, la van a matar!
Caminando con torpeza, terminé de cruzar la calle mientras murmuraba disculpas incomprensibles. Busqué ese rostro de nuevo, pero no lo vi por ninguna parte, entonces pensé que lo había imaginado, que era una tontería... Pero fue tan real. El corazón me latía con prisa, las manos me sudaban y un cosquilleo incómodo empezó a bajarme por el cuello. Sacudí la cabeza apartando la idea de mi mente. No era posible, entre todos los lugares del universo, él no podía estar en ese pueblo.
—Vaya, vaya... —su voz me detuvo en la puerta de mi trabajo, apreté el picaporte con fuerza, pensando en qué debía hacer—. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Siete, ocho años?
Volteé. Sabiendo que nada malo podía pasar, estaba en la puerta de mi local, había dos guardias a un paso de distancia y bastaba solo un movimiento de manos para que ellos echaran a Gustavo de ahí. Así que, nada malo podía pasar.
—Sí, más o menos —dije asintiendo con la cabeza, cuando estuve frente a él—. Pensé que no volvería a verte.
—Pensé lo mismo —se encogió de hombros y su sonrisa se ensanchó—. Has cambiado.
Él también se veía diferente. Tenía el cabello corto, la barba seguía ahí, pero más arreglada y limpia. No percibía olor a humo o a alcohol. Y las bolsas negras que tenía debajo de los ojos, ya no estaban. Me arriesgaba a decir que lucía más sano, más gente. Cuando viaje a mi ciudad para conocer a Eric, me aseguré que él no se enterara, no quería verlo ni por casualidad. Pero al parecer, las cosas que no se revuelven cuando se deben resolver, te siguen hasta que les pongas un punto final.
—¿Qué haces aquí? —pregunté soltando el picaporte por fin—. Este no es un lugar típico para ti.
—Para ti tampoco lo era, pero ya ves —soltó un suspiro que me sirvió para confirmar que no olía al Gustavo que yo recordaba—. Soy entrenador de artes marciales, seré interventor en unos exámenes y daré un par de becas para mi academia.
—Vaya... —me crucé de brazos intentando reprimir la sonrisa—. Hasta que volviste a las artes marciales.
Gustavo practicó artes marciales desde niño, pero en su adolescencia se perdió en las drogas y el alcohol, terminó tirando todo su esfuerzo por la borda. Al parecer, no solo mi entorno más próximo había avanzado. Todos lo habíamos hecho con nuestras vidas, saliendo de nuestros agujeros personales.
—Así que te casaste con Oliver —dijo señalando mi anillo—. Menuda piedrita tienes —sonreí a medias, sintiéndome orgullosa del anillo, de mi esposo, de mi vida matrimonial y de mi futura vida maternal—. ¿Sabes? He pensando mucho en ti últimamente, debió ser porque te iba a ver. Cuéntame, ¿qué haces además de ser la esposa de un escritor riquillo?
—¿De verdad te interesa? —me reí.
—Honestamente no —se encogió de hombros y me pareció ver al mismo Gustavo de hace siete años atrás, podía lucir más sano, pero seguía siendo un imbécil—. Me tardé en encontrarte y ahora resulta que ya no me interesa, estás muy usada. Me gustabas más virgen.
—Me alegra que sea así —sonreí entrando al local, uno de los guardas sujetó la puerta por mí y me saludó soltando un "Señora Abellán"—. Después de todo, me encuentro de maravilla y muy satisfecha con mi perfecto esposo escritor riquillo.
Di los últimos pasos para adentrarme completamente al local y dejé que Jack, el guardia, cerrara la puerta por mí. No volteé para verlo, no tenía nada que decirle hace siete años atrás, siete años después, mucho menos. No fue difícil sacarlo de mi cabeza, tenía mucho trabajo y me había llegado un mensaje de Oliver diciendo que tenía planeada una cena especial para esa noche. ¿Cómo pensar en alguien más, teniéndolo a él?
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¡Este fue el capítulo de hoy! ¿Les gustó? !Amigos... nos estamos acercando al final! No lo puedo creer de verdad, estoy muy feliz y emocionada ♥
Pero antes de que se vayan, quiero compartirles la siguiente noticia:
¡Hoy publico la sinopsis y el primer capítulo de una nueva historia! Se llama: "Tan inevitable como quererte", y la pueden encontrar en mi perfil.
La empezaré a subir regularmente cuando acabe esta, pero mientras tanto pueden ir a leer ese pedacito y esperar un poquito para los siguientes capítulos ♥
No olviden que esta historia tiene una playlist en Spotify y la pueden encontrar como "Lplp"
Tampoco olviden comentar, votar y agregar a sus bibliotecas para no perderse los capítulos finales ♥
(Que tampoco se acaba en dos semanas, tranquilos)
¡Espero leerlos en mi segunda historia!
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