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Capítulo 40

Han pasado apenas unos segundos desde que le dije lo que pensaba a Tony, él estaba frente a mí, mirándome, tal vez intentando entender a qué me refería con "deberíamos dejarlo". Lo único que podía esperar ahora, era no arrepentirme. Tony soltó un suspiro, se desplomó en el sofá como si acabara de quitarse un peso de encima. Segundos después, mientras yo estaba sumergida en un mar de confusión él me sonrió y tomó mis manos entre las suyas.

—Me dieron la beca —dijo.

Solté un grito agudo y no pude evitar enrollar mis brazos en su cuello. Murmuraba un montón de felicitaciones que en mi cabeza tenían sentido, pero no estaba segura si estaba pronunciado al menos una oración coherente.

—Es el rompimiento más extraño que he tenido en toda mi vida —dijo asintiendo con la cabeza, mientras se reía—. Pero, iba a decirte lo mismo, me llamaron hace unos días para decir que volverían a revisar mi caso, ayer en la mañana me llegó el correo de confirmación.

—¡Tony eso es genial! —volví a abrazarlo—. Muchísimas felicidades, te lo mereces. ¿Quién más lo sabe?

—Nadie, no quiero decírselo a nadie antes de hablarlo contigo, entenderás que debo irme lo antes posible y... no quería que nosotros, ya sabes, que esto acabe mal.

—¿Entonces... estamos bien? —pregunté, quería asegurarme, una sonrisa se formó en su rostro y entonces la que soltó un suspiro de alivio fui yo—. ¡Tony!

—Estamos bien linda —me dio un beso en la mejilla—. No se lo digas a nadie, hay unos detalles que debo arreglar en el hospital, no quiero fiestas de despedida ni nada que se le parezca, soy pésimo para esas cosas.

Volví a abrazarlo. No quise hacerlo, pero no pude evitar las lágrimas. Él tiene la oportunidad de ir a hacer lo que le apasiona, de crecer como profesional, como hombre, como persona. Dio varios besos a mi cabeza, mientras son movíamos lentamente de un lado a otro. Sabía que decirle a Tony lo que le dije sería duro, pero él terminó sorprendiéndome más a mí. Él recibió una llamada del hospital, así que no tuvimos mucho tiempo para comer. Él se veía tranquilo, me dijo que la llamada era precisamente para arreglar unos documentos y cuando los tuviera, podría anunciarlo oficialmente.

—¿Te veré antes de que te vayas, verdad?

—Te lo prometo, linda.

Le di un último beso en los labios, uno corto, el último, noté que lo tomé desprevenido, pero no le pareció una sorpresa desagradable. Fui hasta la puerta de la casa de los Carreira y él esperó a que yo entrara para irse. La casa estaba en silencio, Miranda no estaba en el sofá viendo la televisión, algo que me pareció extraño. Hice los deberes que me correspondían, lavé los cubiertos, acomodar las vasijas, cargar el lavarropas y planchar un par de prendas. Lo de planchar aún no lo domino, pero creo que voy en buen camino, tal vez deba pedirle consejos a Richard, él lo hace muy bien.

Subí a mi cuarto para hacer deberes, en un par de semanas deben entregar el boletín de calificaciones y sabré como me fue en realidad. Algunos profesores me han dado más de dos trabajos extras, ya que entré a ese colegio con un bajo porcentaje de proceso, debo reconocer que han sido muy buenos conmigo en ese aspecto. Y en todos, honestamente.

A las 17:30 bajé a la cocina para comer, tenía ganas de un sándwich. Cuando llegué, vi a Richard apoyado por la mesada, con sus manos apretaba el borde, tenía la cabeza agachada, así que no me vio entrar. Me coloqué frente a él, exactamente en la misma posición, solo entonces levantó la cabeza y se sobresaltó.

—¿Dónde estabas? —pregunté abriendo el refrigerador para sacar tomate y lechuga—. No estabas cuando llegue.

—Salí —respondió encogiéndose de hombros—. ¿Me preparas uno?

Asentí con la cabeza mientras buscaba el pan, unté un poco de mayonesa, corté el tomate en rodajas y doblé las hojas de lechuga mientras él servía jugo de durazno en dos vasos. Ha estado muy callado y es que él es callado, pero no suele serlo conmigo.

—Fuiste a tu cita —dije—. ¿No es así? —asintió con la cabeza tomando todo el jugo que se había servido como si se tratara de alguna bebida alcohólica, eso me hizo sonreír—. ¿Y...?

No respondió de inmediato, lo respeto. Él puede tomarse su tiempo para decir y contar lo que quiera, le pasé su sándwich partido en dos triángulos y me senté a su lado, él me pasó un vaso de jugo de durazno y empezamos a comer en silencio. Estaba pensando en Tony y su beca cuando él dejó un trozo de sándwich en el plato y me miró como si fuera a decir algo.

—Me besó —soltó, el sándwich se quedó a mitad de camino de mi boca, volví a bajarlo y me limpié las manos con una servilleta de papel—. Felipe me besó y yo no sabía si permitirlo o detenerlo.

—¿Y qué hiciste al final? —pregunté con calma, porqué él se escuchaba alterado.

—Lo permití —susurró—. Y ahora no sé qué decirle.

—Le dirás cómo te sientes.

—No sé cómo me siento.

—Pues dile eso.

Esa respuesta no parecía convencerle del todo. Mientras comía mi sándwich para no incomodar a Richard con la mirada, me pregunté si este había sido su primer beso, no recuerdo haberlo visto besándose con Adriana. Él mismo cambió de tema, hablando de las olimpiadas y contándome que participaría como guardameta en el equipo de su salón.

—Felipe juega como delantero y... —se interrumpió en seco a él mismo, dio un golpe a la mesada y eso me sobresaltó—. Maldita sea... —masculló.

Llevó el plato y el vaso que había utilizado y los dejó a un costado para lavarlos, pero no lo hizo. Se retiró de la cocina dejándome en medio de la conversación. No iba a ir detrás de él, es evidente que debe asimilarlo solo, no necesita presiones, ni que alguien le esté haciendo preguntas que podrían resultarle incómodas. Pensé en él, en cómo es, su personalidad y los bonitos sentimientos que tiene, si hay alguien que merece que lo quieran bien, es Richard, no importa si es Adriana o Felipe, él lo merece, solo espero que él mismo sea capaz de verlo y sobre todo, aceptarlo.

El resto de la tarde y la noche la pasé en mi habitación, Tony me mandó unos mensajes diciendo que aún no había acabado con el asunto de sus papeles y citó otro sinfín de asuntos que resolver, supongo que esa era su forma de decirme que aún no podía abrir la boca. Y de hecho no lo haría. ¿A quién iba a decírselo? ¿A Oliver? Por favor, el mismo Tony no tardará en darle la noticia, eso, y que prefiero no hablar con él por unos días, es algo que me carcome por dentro, pero debo de aguantar, lo he hecho otras veces, ahora necesito aclarar las ideas. Miré por última vez mi respuesta al mensaje de Tony y vi que al lado de su nombre seguía el corazón que le había colocado cuando las cosas entre nosotros se pusieron más serias, pensé que lo correcto era borrarlo, pero no lo hice. Dejé el celular a un lado y me acosté a dormir, ignorando los mensajes de Oliver que preguntaban si seguía despierta, espero que mi silencio sea respuesta suficiente.

A la mañana siguiente el despertador sonó a la hora de siempre. Hice lo que tenía que hacer, asearme y prepararme para bajar a desayunar, me acomodaba el cuello de la camisa cuando entré a la cocina y vi a Oliver apoyado en la mesada con una taza entre las manos, desde donde estaba podía oler ese intenso aroma a café. Estaba solo en la cocina y decidí saludar con un seco »Hola«, su saludo fue más amigable que el mío, sin duda, además de que estuvo acompañado por un »Te ves muy bonita«. Sonreí a medias, no quería que viera que aquello me causó algo en el estómago. Richard no tardó en llegar a la cocina, pasó de los dos como si él fuera el único ser vivo de la tierra, se sirvió una taza de café y se sentó a beberlo en tragos largos, Oliver soltó un silbido, como de sorpresa al ver su rostro, se veía malísimo, cansado, sus ojos estaban rojos, el hermano mayor le pasó los dedos por el cabello para tratar de arreglarlo porque honestamente, se veía fatal.

—¿Qué pasó contigo? —preguntó Oliver ahora acomodándole el cuello de la camisa—. Mierda Richard, te ves terrible.

—Buenos días para ti también —murmuró, aunque pareció un gruñido.

—¿Buenos? —respondió con tono irónico—. No me parece que sean buenos.

—¿Quieres dejarme en paz? —escupió poniéndose de pie y bajando la taza de golpe en la mesada, esta se rompió derramando todo el café negro—. Mierda.

—¡Oye, oye, oye! —el tono de Oliver ya no era chistoso como al principio, le sujetó de los hombros y lo hizo sentar de nuevo—. ¿Qué te pasa? ¿Te están molestando de nuevo?

Fui a buscar un trapo y lo mojé para limpiar la mesada, Oliver apartó los pedazos de la taza para que yo secara esa zona, Richard permaneció en su sitio sin dar respuestas, me miró por un momento y Oliver pudo notarlo, ya que pasó de tener los ojos clavos en su hermanito, a tenerlos clavados en mí, sentí que su mirada me estaba diciendo »Dime qué ocurre en este preciso instante«, no necesité que la mirada de Richard me dijera algo, por supuesto que no iba a hablar de sus asuntos personales con nadie, así que me encogí de hombros y le mandé un mensaje a Jacobo preguntándole si podía pasar por mí, su respuesta no tardó en llegar, desde la sala podía escuchar cómo Oliver insistía con sus preguntas y cómo Richard se negaba a hablar, minutos después apareció Miranda con Florencia de la mano, fueron a la cocina a encontrarse con esa escena, para mi suerte, cinco minutos después Jacobo ya estaba cerca, me despedí con un grito y salí a esperarlo en la vereda, cuanto menos tiempo esté cerca de Oliver, muchísimo mejor sería.

Kath nos dejó en la entrada del colegio y acompañamos a Anne a su salón, ella no paraba de hablar y de decir lo emocionada que estaba por las olimpiadas, ella participaría en las competencias artísticas, bailando con sus amigas. Nosotros fuimos al salón que estaba casi vacío, ya nadie asiste tan temprano a clases, porque algunos deben prepararse para las competencias, otros son jueces, otros organizadores o simplemente se dejan llevar por ese espíritu. Solo tuvimos las primeras dos clases, el resto fueron competencias, griterío y más competencias.

—¿Piensas decirme lo que pasó con Tony? Ayer te borraste —dijo colgándose la mochila en el hombro—. ¿Vamos por un helado y me cuentas?

Accedí, Tony no ha respondido mis mensajes aún y lo entiendo, debe estar hasta el cuello con asuntos que atender. Le mandé un mensaje diciéndole al papá que iría a pasear con Jacobo y que no volvería tarde, su respuesta fue: »¡Que se diviertan linda!«. Me agrada e papá de Oliver, no me molestaría tenerlo cerca la mayor parte de mi vida, es exigente, no lo discuto, pero también es amoroso y se preocupa por su familia, incluso por mí, que no soy parte de ella. Le conté a Jacobo con lujo de detalles mientras comía mi helado en copa, él se había pedido uno en cucurucho porque le encanta. Medité unos segundos en contarle o no sobre la beca y al final lo hice, sé que juré que no lo hablaría con nadie, incluso me lo aseguré a mí misma, ¡Pero es Jacobo! Hay pocas cosas que no le cuento a Jacobo, es más, si tuviera que decir algo que no le he dicho, tendría que pensarlo mucho.

—¿Y tú qué piensas de la beca? Digo, ojalá todos tuviéramos un rompimiento que viniera con un mega viaje profesional para algo, pero... ¿Cómo te sientes con eso? —preguntó limpiándose los labios.

—Pienso que es genial —sonreí mirando mi copa casi vacía—. Amo a Tony, Jacobo, solo que no de esa forma romántica y especial. Él es un chico realmente increíble, un chico al que sé que sería capaz de adorar con todo mi corazón sin tan solo ya no adorara a alguien más —aquello lo dije con un hilo de voz, pero sé que me escuchó—. Aún no te he dicho qué pasó con Oliver...

Empecé a relatarle lo que ocurrió, me detuvo más de una vez para reclamarme que no se lo haya contado esa misma noche, no lo hacía de mala manera, hasta podría decir que había cierta emoción en su tono de voz, como si él hubiera llegado a la meta o algo parecido. Y sé qué le ocurre, él estaba en lo cierto, aunque los últimos días haya pensado que en verdad Oliver no sentía lo que sentía, ahora que le he contado sobre eso, se siente satisfecho, después de todo, estuvo en lo cierto.

—¿Qué crees que debo hacer? —pregunté dejando la copa vacía a un lado—. No tengo la menor idea.

—Ana, si estás enamorada de Oliver y Tony se irá a solo él sabe dónde... ¿Cuál es el problema?

—¡Son amigos, Jacobo!

—¡Y lo seguirán siendo! —apretó mis manos entre las suyas, intentando darme consuelo—. Sé que para ti es importante que no crean que rompiste una amistad —dijo agregando comillas a las últimas palabras—. Pero créeme, nadie jamás, bajo ningún motivo creería que la amistad de ellos dos está arruinada, éste pueblo los ha visto correr casi de la mano toda la vida, son como un ícono de la amistad o algo así —sacudió las manos agregando dramatismo—. Ana, Tony no es idiota, sabe lo que Oliver siente, sabe lo que tú sientes, si no se tratara de una beca en medicina, podría hasta decir que él se está haciendo a un lado por voluntad propia.

Antes de que den las cuatro de la tarde, ya estaba en casa de los Carreira, luego de tomar el helado fuimos a la casa de Jacobo donde vimos una película con su hermanita y aunque sin duda alguna es el triple de revoltosa que Florencia, es un amor, es cariñosa, se ríe a carcajadas y se nota desde lejos que en su familia le dan amor y confianza por montones, ella se tira a los brazos de Jacobo completamente segura que él jamás lo dejaría caer, en cierto modo, me siento así ahora, sé que podría lanzarme de espaldas y él estaría ahí, porque así es él y yo lo agradezco en verdad.

Richard entró a mi habitación cuando yo me estaba vistiendo, me había entrado a bañar y aún estaba en toalla con el cabello mojado, apenas me vio se dio la vuelta y puso los brazos en su cintura.

—¡Por qué no avisas! —gritó aún de espaldas.

—¿Perdona? —grité yo poniéndome un short y una camisilla a toda velocidad, ni siquiera me puse ropa interior—. Es verdad, se me olvidó colgar en la puerta de mi habitación el cartel que dice ¡Estoy desnuda! —siseé más avergonzada que molesta—. Ya puedes voltear.

Richard se sentó en el borde de la cama y yo me senté a su lado mientras peinaba mi cabello, él lucía igual de mal que en la mañana, incluso más cansado. Lo rodeé con el brazo y él se dejó abrazar, apoyó la cabeza por mi hombro y nos quedamos en esa posición por un largo rato, escuchamos voces en el pasillo, pero no nos movimos. También escuché que me llegó un mensaje, pero no quise dejar a Richard allí, así que asumiendo que se trataba de Jacobo aburrido, decidí ignorarlo.

—Puedes quedarte a dormir conmigo —dije acomodándole el cabello.

—¿Cómo lo hacía Oliver? —su pregunta me descolocó completamente y él lo notó—. Por favor, más de una vez fui a buscarlo a su cuarto y no estaba allí y con Miranda o Florencia no iba a estar.

—Nosotros no... es decir, algunas veces él...

—Ana, no me interesa si te has acostado con mi hermano.

—¡No lo he hecho! —crucé los brazos y él levantó las cejas incrédulo—. Sabes lo que tenía con Tony, así que...

—¿Tenías? —preguntó mirándome con asombro—. ¿Cómo que tenías?

Lo pensé un momento, si le cuento a Richard que Tony y yo lo hemos dejado... ¿Él se lo diría a su hermano? Es una posibilidad, aunque a estas alturas, me sorprende como es que Oliver aún no lo sabe.

—Lo hemos dejado —murmuré—. Tan solo desde ayer, así que...

—¿Oliver lo sabe? —me encogí de hombros y él parecía confundido—. Tiene que saberlo.

Richard iba a decir algo, pero la puerta se abrió de pronto, ambos nos sobresaltamos, Oliver estaba parado en el umbral de la puerta, aún tenía la mano en el picaporte, se veía confundido, incluso algo alterado, sus manos estaban en puños y aunque nos estuviera mirando, no parecía mirar nada en realidad.

—Perdona pero cuando llegué habían reglas en esta casa, pensé que golpear la puerta antes de entrar estaba implícito —dije poniéndome de pie y cruzando los brazos sobre el pecho.

—¿Lo sabías? —dijo sin moverse—. ¿Tú lo sabías, Ana?

—¿Saber qué, Oliver? Sé muchas cosas y otras más no. ¿Puedes ser más específico?

—¿Le dijiste a Tony lo que yo te dije a ti? —no entendía del todo sus preguntas—. ¿Le dijiste lo que ocurrió entre nosotros?

—¿Qué ocurrió? —interrumpió Richard mirándonos—. ¿Qué fue?

—¡Claro que no! Te dije que no se lo iba a decir, te pedí que no lo hicieras. ¿Se lo dijiste, Oliver?

—¿Sabías que se iba? —preguntó, su mano por fin soltó el picaporte, lucía pesada, como si le doliera—. ¿Sabías que Tony tenía pensado irse?

—¿Irse? —de nuevo Richard interrumpió—. ¿Irse a donde? ¿Qué ocurrió entre ustedes? ¿Por eso que ocurrió entre ustedes rompiste con Tony?

—¿Rompiste con Tony? —preguntó Oliver, incrédulo.

—Yo... sí, lo hice —dije—, ayer y sí, también sabía que se iba, me pidió que no dijera nada porque tenía cosas que arreglar antes de que sea oficial y...

—¡Oficial una mierda! —gritó—. Se fue, ésta mañana se fue y ni siquiera se despidió de sus padres. ¿Por qué no me lo dijiste?

Para entonces el tono de voz de Oliver era lo suficientemente alto, estaba enfadado, Miranda apareció en el umbral de la puerta preguntando qué ocurría. Sentí que las rodillas me temblaban, que el estómago se me revolvía y que el corazón me explotaría por latir tan rápido. Me senté en la orilla de la cama, escuchando las muchas preguntas que Oliver me estaba haciendo, pero en realidad no comprendía. Miranda le decía que se callara, Richard me hablaba más despacio con más calma, pero tampoco comprendía que me estaba diciendo, sus labios se movían y como si estuviera en una montaña rusa, sentí un sabor ácido en la boca.

—¡Va a vomitar! —gritó Miranda empujando a su hermano mayor para hacerlo a un lado y esturar el basurero que tenía en mi cuarto, lo colocó frente a mí justo a tiempo, entonces, por fin hubo silencio—. ¿Quieren dejar de mirar como imbéciles y traer una maldita toalla?

Richard fue a buscarla, Oliver permaneció en su sitio, Miranda se sentó a mi lado sosteniendo mi cabello, ya no tenía ganas de vomitar. El chico volvió con una toalla y un vaso con agua que usé para enjuagarme la boca. Florencia entró a la habitación y empezó a gritar incluso más que todos antes:

—¡Hay vómito, hay vómito, hay vómito, mamá! —cumplió con su objetivo a la perfección, ya que segundos después los padres de Oliver llegaron envueltos en sus batas de baño y mojados—. ¿Se estaban bañando juntos?

—¿Ana? —el primero en acercarse fue el papá—. Ana...

—¿Cómo lo sabes? —le pregunté a Oliver, que había permanecido al margen—. ¿Cómo lo sabes, Oliver?

—Sus cosas no están —murmuró—. Llamé a sus amigos del trabajo y me dijeron que desde ayer en la noche no saben de él, Becky se quedó a dormir en casa de una amiga y sus padres estaban de guardia, así que nadie lo vio salir.

Con todas las miradas sobre mí, busqué mi celular con torpeza, echando cualquier cosa que estuviera en mi camino, cuando lo desbloqué vi que tenía un mensaje, era de Tony.

»Sé que me odiarás por esto y créeme que lo entenderé, yo te odiaría si me hicieras lo mismo. Lo que te dije de las despedidas es cierto, las detesto, siempre he sido un llorón para esas cosas, si me lo preguntas. Logré arreglar la mayoría de mis documentos antes de tiempo y quería decírtelo, pero no pude, el corazón se me estrujaba con solo pensarlo. Y preferí comportarme como un chico de bachillerato que elige despedirse con un soso mensaje de texto. No estamos mal, Ana, de mi parte no es así. Es solo que entre quedarme a ver como tus sentimientos por Oliver se vuelven cada vez más fuertes o no volver a verte, prefiero no volver a verte. Estoy camino a tener lo que siempre quise; la medicina, la pura medicina. No soy un chico que tiene relaciones serias, no soy un chico que desee ser padre, no soy un chico capaz de decir que amará a una sola persona por el resto de su vida. O tal vez sí, supongo que lo sabré cuando me esté muriendo. O tal vez nunca lo sepa. Pero no importa, yo tengo el trabajo por el que me esforcé toda mi existencia, y Oliver y tú se tienen. Todos ganamos. Así que no quiero enterarme que no lo intentaron. Te quiero, Ana. Ahora te quiero con todo mi corazón, y espero que eso deje de ser así en algún momento. Pero mientras tanto, sé feliz con lo que tienes, que yo seré feliz con lo que tengo«.

Lo llamé una vez, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, diez... todas las veces me mandó a buzón. Apreté el celular contra mi pecho, sintiendo que algo me dolía, solo que no podía identificar qué era. Los ojos me picaban, sentía las mejillas calientes y por un momento pensé que iba a caer de rodillas al piso. Una mano apretó ligeramente mi hombro, no quise voltear porque sabía que era él, reconocía su tacto, reconocía su olor, su cercanía. Sus manos pasaron de estar en mis hombros a estar en mi cintura.

—Se fue —dije con un hilo de voz—, se estaba yendo frente a mis ojos y yo no lo vi.

—Ana él...

—Vete —pedí abrazándome a mí misma—. Vete, Oliver.

—¿Qué? —se escucha incrédulo—. Ana, no sé lo que Tony te haya dicho pero...

—¡Tenía que estar enamorada de él! —grité mirándolo con los ojos cristalizados—. ¡Tenía que amarlo a él, no a ti!

—¡Lo siento si no soy lo que esperabas, pero cuando te conocí tampoco busque amarte, perdóname, Anahí! —exclamó él, molesto, dolido.

—¿Alguien más siente que sobra? —preguntó Miranda dirigiéndose a los que seguían allí, me sentí avergonzada.

Volteé de nuevo dándoles la espalda, entendiendo lo que acabábamos de decir y frente a quienes. Me mordí los dedos, intentando morderme las uñas. Los padres de Oliver nos llamaron a ambos, pero ninguno respondió, creo que los dos sabíamos que estábamos en problemas, nos llamaron una vez más; silencio.

Salieron de la habitación dejándonos solos, sé que él se quedó allí porque aún podía oler su perfume, estaba en toda mi habitación, atropellando mis fosas nasales y llenando mis pulmones. Me senté en la silla que estaba frente a mi escritorio y él se sentó en la orilla de mi cama, permanecimos en silencio, pensando qué decirnos o más bien, qué decirle a sus padres.

—Creo que tus padres...

—Sí —interrumpió—. Será un problema.

—Como si nos hiciera falta alguno.

—Es la peor forma de decir los sentimientos a alguien —dijo poniendo las manos sobre sus rodillas—. Ana, ésta es sin duda la peor forma de aceptar lo que sentimos.

—Díselo a tus padres —dije irónica, jugando con un borrador.

—Ya no vivo aquí, técnicamente no es concubinato.

Aquello me causó gracia, él sonrió ante mi risa contenida y luego se puso de pie, caminó hasta mí y se colocó en cuclillas apoyando las manos en mis rodillas, estaban tibias, hizo pequeños círculos y apoyó el dedo índice en una cicatriz que tenía en el centro de la rodilla derecha, fue por caerme aprendiendo a andar en bicicleta sin rueditas de apoyo, no tenía alguien que me sostuviera, así que caí muchas veces.

—Creo que debemos hablar de nosotros —susurró—. Y no me digas que no hay un nosotros, te lo pido.

—No sé qué decirte, Oliver —respondí con un susurro jugueteando con sus dedos—. Te quiero, pero nosotros no hacemos más que pelear últimamente. ¿Te parece sano?

Él negó con la cabeza. Me llevó hasta la cama donde ambos nos sentamos con las manos entrelazadas, luego de unos minutos los dos ya estábamos más tranquilos, sentí que el temblor en mis rodillas ya no estaba y que aunque con solo pensar en Tony quería partirme del llanto, ya podía contenerme. Si ahora puedo estar con Oliver, si ya no hay nadie entre nosotros... ¿Por qué me duele tanto que él se haya ido? ¿Por qué siento un hueco en el estómago?

Miré mis manos entrelazadas con las de Oliver y luego lo miré a él, que también me estaba mirando. Es tan guapo, momentos que pasamos juntos atravesaron mi mente, buenos y malos. Como la primera vez que lo vi, vestía camisa y pantalón, como de costumbre y lucía igual de guapo, solo que yo no lo había notado. O la vez que pudo haber acusado por lanzarle la piedra, o cuando me defendió en el bar. O cuando me dijo "ya quisieras tener uno", haciendo referencia a que quería tener un papá. O las veces que nos quedamos dormidos juntos, abrazados, su cabello alborotado al despertar y su voz ronca. Sus carcajadas se repetían en mi cabeza como si las estuviera escuchando en este preciso momento a todo volumen. Cuando lo vi con Dulce, cuando casi nos besamos. Cuando fuimos por primera vez a lo alto, las tantas veces que deseé tocarlo.

Me incliné hacia él, aquello lo tomó por sorpresa, pero no se apartó. No sé en qué está pensando, moría por saberlo, pero en verdad espero que esté pensando en que quiere besarme tanto como yo. Con un movimiento él terminó con la distancia que había entre nosotros, al parecer, sí estaba pensando lo mismo. Sus manos subieron por mis brazos pasando por mi cuello hasta llegar a mis mejillas, las mías, en cambios, pasaron directamente a su cintura, para luego ir por su espalda. Besarlo era... diferente. No era como nada que haya hecho antes, no se sentía como nada que haya sentido antes. Lo amo, es verdad y me permití sentir todo ese amor sin buscarle peros. 

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¡Hola! Espero que les haya gustado el capítulo de hoy. 

La idea era subirlo ayer en la noche pero me quedé dormida amigos, perdón. 

La historia ya la tengo terminada, me faltan solo unos ajustes, así que actualizaré cada sábado (si no me quedo dormida...). 

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