Capítulo 23
Oliver fue a despertarme más temprano que de costumbre, me dijo que tenía que ir a la universidad antes y aunque la idea de obligar a mi cerebro a reaccionar media hora más temprano, cuando tuve una extensa noche con química y mis pensamientos sobre Oliver yendo al psicólogo, en realidad no ayudaba a mi humor mañanero. Pero decidí no quejarme, después de todo quería mantener calmado a Oliver, porque un Oliver enfadado, no cuenta sus motivos para ir al psicólogo.
—Es para ti —dijo la mamá pasándome un sobre—. Lo manda Edmundo.
—¿Qué es? —pregunté mientras bebía mi café, estábamos solas en la cocina.
—Una carta —respondió limpiándose la boca con cuidado para no dañar su maquillaje, el labial rojo le queda bellísimo—, y dinero.
—¿Mi hermano me mandó dinero? Espera, lo más sorprendente es la carta.
—Algunos familiares suelen hacerlo, no es contra las reglas mandar dinero, pero depende de la familia albergue entregarlo o no y por supuesto que nosotros no nos oponemos cariño —se levantó yendo hasta la puerta—. Y sobre la carta, léela cuando estés lista, nadie te presionará.
Me despedí con una media sonrisa, pero no fui capaz de despegar los ojos del sobre.
Nunca estaré lista para algo así. Abrí el sobre con torpeza, lo primero que vi fueron los billetes, es más de lo que Edmundo me daba cuando vivíamos juntos. Incluso es más de lo que yo le pedía. Saqué el pedazo de papel, que estaba doblado en tres partes, las manos me temblaban y empezaba a sentir calor.
Anahí:
Sé por medio de Oliver que estás muy bien y aunque no lo creas eso me pone feliz, me ha dicho que te has comportado increíblemente bien y que incluso estás haciendo amistades. Ésta es la primera vez que estamos en contacto desde que te fuiste, pensé en escribirte antes pero no sabía cómo reaccionarías, no sé cómo te sientes en este momento, yo me siento solo. He hablando largo y tendido con Oliver y no sabes la cantidad de cosas que me ha dicho, entre esas resaltan; "fuiste un pésimo hermano mayor" "la dejaste cuando ella te necesitaba" "ese buen concepto en el que te tenía desapareció" "ella tiene razones suficientes para querer sacarte de su vida" "ya no pienso defenderte ni una sola vez". ¿Y sabes algo Anahí? Es verdad.
Doblé la carta y la apreté con el puño, no me importó arrugarla. Los ojos se me llenaron de lágrimas, quería llorar, necesitaba hacerlo. Guardé el sobre en mi mochila, Oliver entró a la cocina en ese momento, sentía como me examinaba con la mirada, se colocó a mi lado con una taza de café en las manos.
—¿Quieres hablar de algo?
—No —susurré mientras escribía un mensaje de texto—. Ahora no.
»¿Puedes ir al colegio antes? Yo estoy en camino»
»Apenas me entraré a bañar pero me apresuro, ¿pasa algo, Ana?«
«Pasan muchas cosas, Jacobo»
Miranda, Richard y Florencia no estuvieron a tiempo, Oliver dijo que ya no podía esperarlos, así que ellos irían al colegio con el papá. Cuando estábamos a mitad de camino, recibí un mensaje de Jacobo diciendo que ya estaba yendo, él vive más cerca del colegio o creo que mencionó eso cuando hacíamos las tareas, así que llegaremos al mismo tiempo, prácticamente.
—Ana, si quieres decirme algo...
—Edmundo me mandó una carta y lo sabes, también sabes que me mandó dinero, lo que yo no sabía era que ustedes hablaban todos los días.
—No hablamos todos los días, día de por medio, diría yo.
—¡Oliver!
—¿Qué? Sé que fue un pésimo hermano para ti, sé que lo detestas y que no quieres verlo pero yo no puedo evadir sus llamadas, no es educado.
—Pudiste decirme —colgué mi mochila en mi hombro cuando estaba estacionando frente al edificio—. Pero no lo hiciste.
—Tú sabías que hablaba con él, lo imaginabas como mínimo, ¿por qué te molestas?
—Porque... olvídalo —abrí la puerta del auto y aunque él trató de atajarme ésta vez no lo permití.
Cuando di la vuelta, Jacobo ya estaba en la puerta del edificio, tenía el cabello mojado y por lo que veo ni siquiera se pasó un peine, corrí hasta él porque en verdad me sentía mejor al verlo, hay pocos estudiantes porque aún faltan treinta minutos para que suene la campana. Llegamos al salón de clases y él se sentó a mi lado. Se veía igual de cansado que yo, pero aún decidió venir temprano.
—Espero que sea bueno —dijo dejando su mochila a un lado—. No pude secarme el cabello y cuando no lo hago, me enfermo.
De mi mochila saqué la carta arrugada y se la pasé.
—Quiero que me digas qué dice.
Al principio se veía confundido. No sé qué esté pasando por su mente, él no sabe nada de mí, yo no sé más que su nombre, que fue novio de Candelaria y que su padre es ciego. No sé si tiene hermanos, no sé qué quiere estudiar, tampoco sé si quiere mudarse a otro lugar o si prefiere el chocolate blanco en vez del chocolate negro. No lo conozco y aún así estoy aquí junto a él, en una mañana de viernes muy temprano, con sueño y a punto de mostrarle algo privado, intimo, algo que en otro momento de mi vida no le hubiera mostrado a nadie, pero ni quiero volver a ser quien era antes, ni quiero alejar a las personas. Ya no quiero hacerlo.
—Bueno... —carraspeó mientras sujetaba la carta con ambas manos—. Anahí:...
—¡No! —interrumpí de prisa—. No quiero que me la leas, quiero que me des un resumen.
—Un resumen —dijo incrédulo—. ¿Quieres que te dé el resumen de una carta?
—Sí, un resumen.
Guardó silencio de nuevo, mientras estudiaba mis reacciones, podía sentir sus ojos confundidos sobre mí, tenía muchas preguntas que seguro podría responderlas leyendo esa carta, aunque también estoy segura que la misma carta generará más preguntas. Y de eso no podré escapar. Tendrá que ir leyendo y dando el resumen sobre la marcha. Es Jacobo. Es listo. Él puede hacerlo, yo no.
—Bueno, él dice que ha hablado con Oliver y que prácticamente éste le odia, dice que es un pésimo hermano mayor, dice que lamenta haberse ido a Disney y... ¿fue a Disney después de la muerte de tus padres? —yo asentí con la cabeza—. ¿Dónde tiene el corazón? ¿En las bolas?
Eso me hizo reír, aunque con amargura.
—Luego dice algo de una vecina alcohólica con muchos hijos, habla de las pesadillas y las noches en las que gritabas diciendo ver sangre y cuerpos mutilados y... cuando te emborrachaste en un estacionamiento cuanto tenías... once años —su voz se iba apagando cada vez más, hasta que simplemente dejó de hablar.
Apoyé mi cabeza sobre el pupitre, estaba frio y eso causó un contraste con mi mejilla porque yo la sentía caliente y roja. Sentí escalofrío, Jacobo dobló la carta y la guardó en mi mochila, juntó su pupitre con el mío e hizo lo mismo que yo, así que estábamos frente a frente, con las mejillas aplastadas. Tiene preguntas y no le culpo, pero en sus ojos veo comprensión, algo que no suelo ver muy seguido cuando la gente me mira y entonces yo comprendo que él tampoco me culpa por no poder responder a sus preguntas ahora.
—Fue un buen resumen —susurré esforzándome por no llorar, pero no lo conseguí—. Gracias.
Permanecimos en silencio, mirándonos. De vez en cuando él me limpiaba la cara con su pañuelo y secaba el pupitre para que yo lo pueda volver a mojar, pero nunca dejó de mirarme. Comprensivo, cálido, amigo.
La campana para entrar a clases sonó. Me acomodé en el pupitre y me sequé la cara con el pañuelo de Jacobo, él se acomodó en el pupitre de atrás, ese era su lugar. El salón no tardó en llenarse, Candelaria, Aarón y Samuel llegaron juntos, Meredith entró corriendo después, tal vez porque tenía miedo de quedarse fuera por llegar tarde. Como cada mañana, ellos me saludan con una sonrisa, eso se siente bien. Cada vez que parecía perdida durante una clase, Jacobo me daba un golpecito en la espalda, esa era su forma de hacerme volver a la realidad, pero ésta vez no funcionó.
—Señorita Abellán —era la primera vez que me llamaban la atención en clase desde que llegué—. ¿Quiere volver con nosotros?
Unos cuántos se rieron, yo me encogí, me sentí pequeña como una niñita que trataba de esconderse en sí misma para no escuchar más que su propia respiración. Esto no me ocurría antes. Mi yo malhumorada, altanera y contestona hubiera mirado mal a los que se reían y hubiera ignorado al profesor. ¿Qué me está haciendo éste lugar? Quería decir algo, pero no podía siquiera levantar la vista.
—¿Les resulta gracioso? —le escuché decir a Jacobo—. Dejen de reírse, bola de imbéciles.
Y aunque el profesor lo regañó, las risas si se acabaron. Cuando la campana del recreo sonó, Jacobo y yo nos levantamos al mismo tiempo y salimos del salón, me pareció que Candelaria me llamó, pero no volteé para confirmarlo, solo seguí caminando. Estuve todo el tiempo con él, algunas veces hablábamos, otras veces estábamos en silencio, pero eso no me molestaba, ver su esponjoso cabello rubio era entretenido, me gustaba apretarlo de tanto en tanto, cuando él no lo espera.
—¿A qué demonio le entregaste tu alma para tener un cabello tan bonito?
—Al demonio de las cinco de la mañana —se rio—. Me gusta cuidar cómo me veo.
Jacobo en verdad fue mi salvavidas ese día. Fue capaz de hacerme pesar en otras cosas, me obligaba a tomar apuntes durante clases, porque si veía que no lo hacía, me jalaba el cabello, odio su técnica, pero lo agradezco, sirvió de mucho. A la salida Candelaria volvió a acercarse a mí, estaba sonriendo como siempre y podía percibir su buen humor a cinco kilómetros de distancia.
—¿Estás bien? —preguntó mientras me veía guardar mis cosas—. Jacobo tuvo que defenderte hoy y yo no creí que lo necesitaras para eso, de hecho no creí que tú necesitaras de alguien para defenderte.
—Jacobo no me defendió —respondí poniéndome de pie—. Él estaba siendo un amigo, un buen amigo y yo lo agradezco.
—¿Ahora él es tu amigo? Pensé que nosotras...
—Cande, me agradas mucho —sonreí—. Aarón, Meredith y Samuel también y si aún me dejan asistir a esa reunión de mañana yo iré encantada, pero no voy a elegir un bando porque no estamos en séptimo grado y porque Jacobo es genial, es divertido y es una buena persona, lo ha sido conmigo.
—No lo conoces, no sabes si es buena persona o no.
—Tampoco los conozco a ustedes ¿y tengo que confiar en que sí son buenas personas? No me hagas escoger, por favor.
—Porque lo escogerías a él —dijo ladeando la cabeza.
—¿Lista? —Jacobo apareció detrás de mí, no sé si escuchó nuestra conversación—. Hola Cande.
Candelaria nos sonrió a ambos y luego se marchó. Es la primera vez que ella no se despide de mí, de Jacobo lo entiendo, pero ella es alguien que vive dominada por el buen comportamiento, la alegría y la educación y que ahora no haya sido así me causa algo de conflicto. Creo que ella se siente igual, cuando llegó con sus amigos, por primera vez desde que la conozco, no tenía una sonrisa.
—¿Crees que Candelaria es capaz de arrojarme frente a un camión? —le pregunté mientras caminábamos por el pasillo—. Porque creo que se enfadó conmigo.
—Candelaria no se enfada —aseguró—. Y si lo hace, lo hace conmigo, no con los demás.
Cuando vi a Oliver recostado por la puerta del auto mirando en mi dirección, no contuve las ganas de voltear a ver a Jacobo.
—¿Es guapo, no?
—¿Te gusta Oliver?
—Por supuesto que no —respondí unos segundos tarde, lo acepto—. Se supone que tengo algo con Tony.
—¿Souto? —sonaba incrédulo—. Nadie tiene »algo« con Tony Souto, él no tiene novias, él no tiene citas, él es buen colega, es buen amigo y podría decir que hasta es simpático, pero él no tiene parejas, no tiene »algo», no tiene nada, con nadie.
—Vaya, que específico —respondí frunciendo el ceño—. ¿Por qué lo dices?
—Porque vivo en éste lugar desde hace diecisiete años y porque todos conocemos el círculo vicioso de Tony.
—De nuevo ese estúpido círculo —solté rodando los ojos—. ¿Quieres decirme de qué se trata?
—Lo haría si Oliver no se estuviera acercando con expresión de querer ahorcarme —susurró.
Cuando volteé en esa dirección, Oliver ya estaba a unos pasos de nosotros. Se sacó el lente de sol y le extendió la mano a Jacobo, él la aceptó con una media sonrisa. Miré a ambos, polos opuestos si hablamos de físico, sin duda. Oliver de cabello y ojos oscuros, Jacobo en cambio parecía un solecito, estoy segura que si lo estuviera buscando en un mar de gente, lo reconocería por su cabello.
—Pensé que no me habías visto —dijo sonriéndome.
—Oh, si te vi —aseguré asintiendo con la cabeza—. Hablaba con mi amigo.
—Tu amigo —repitió él.
—Su amigo —aclaró Jacobo.
—Mi amigo —volví a aclarar, volteé para mirar a Jacobo—. En fin, quiero que me lo digas, por favor.
—Por supuesto, yo te escribo
Me despedí de Jacobo y caminé al lado de Oliver hasta llegar al auto, cuando entramos y él puso el auto en marcha, volteó para verme. Su expresión era neutral, su rostro no decía absolutamente nada. Ni parecía feliz porque tuviera un amigo ni parecía molesto porque ese amigo era Jacobo. Él mismo dijo que Jacobo era un buen chico, pero dados los últimos acontecimientos con Tony, no creo que pueda darle mucho valor a las opiniones de Oliver sobre otras personas, ya que él fue el de la idea de que me veía bien con Tony y aparentemente soy una situación climática para él, él hace comentarios "sólo porque sí, sólo lo dice". ¿Quién me asegura que no pase lo mismo con Jacobo?
—Tu amigo.
Rodé los ojos y no le respondí. No dije mucho durante el camino, no porque no quiera hablar con Oliver, sino porque no me siento de maravilla en éste momento. La carta sigue oculta en un rincón de mi mochila y aunque el resumen de Jacobo fue suficiente, sé que tengo que leerla por mí misma. Llegamos a la casa y cada uno se puso a cumplir con su lista de tareas, a Oliver le tocaba una cantidad de cosas, pero fuera de la casa. Mi lista en cambio era muy corta, sólo tenía que sacar la basura, planchar la ropa y alimentar a los animales. No me molesta planchar, lo hacía con mi propia ropa, ya que mis abuelos nunca hacían nada por mí, yo me encargaba de esas tareas para mí misma, planchaba mi propio uniforme cuando tenía siete años, pero lo que nunca había planchado son camisas y pantalones de hombre, con mucha discreción me metí a internet para buscar un tutorial, después de todo uno encuentra lo que quiera en la red. Una vez que encontré uno confiable, lo intenté con las camisas y pantalones de Oliver, supongo que él se molestará menos que el papá si llegara a quemar una prenda. Gracias al cielo no tendré que averiguarlo, porque todas y cada una de las camisas y pantalones sobrevivieron a mi trabajo.
Estaba estudiando inglés cuando la mamá de Oliver subió corriendo las escaleras, hablaba por teléfono mientras se quitaba los tacones, me acerqué con cautela para ver si podía ayudarle con algo, cuando me vio cubrió la parte del micrófono del celular.
—¡Ana, linda! —se escuchaba agitada—. Gracias al cielo que vienes, necesito que me ayudes a vestirme, la comida llegó tarde y eso hizo que yo salga tarde y el cumpleaños empieza en media hora y yo estoy perdiendo la cabeza.
Asentí con la cabeza mientras corría a su armario. Ella daba indicaciones sobre un pastel a alguien por teléfono y a mí desde el baño diciendo qué iba a ponerse, cómo iba a maquillarse y amenazando de nuevo a ese alguien con despedirlo si mezclaba los bombones azules con los verdes. ¿Así se verán todas las mamás neuróticas? Cuando salió del baño la seguí por toda su habitación mientras le secaba el cabello, giré para no ver cuando se ponía la ropa interior, ella podía estar muy ocupada hablando de sándwiches en forma de estrella como para darle importancia a que una extraña la estaba ayudando a vestir, pero yo no quería tener el cuerpo desnudo de la mamá de Oliver en mi cabeza. Le ayudé a ponerse el vestido y sujeté el celular en su oreja mientras ella se maquillaba.
—¡Gracias cielo, puedes salir, comer chocolate o dormir tarde, te quiero! —gritaba mientras bajaba las escaleras corriendo.
—También la quiero —susurré para mí misma.
Esas dos palabras me hicieron sentir bien. Cuando la mamá dio un portazo de despedida, mi celular empezó a vibrar en mi trasero.
Tony.
—¡Hola! —saludé tratado de sonar animada, no quería hablar de la carta con él, no quería que notara siquiera que podía ocurrirme algo—. ¿Cómo estás?
—Pues estoy libre —podía ver su sonrisa aunque no estuviera frente a mí—. ¿Te apetece cenar conmigo?
—Suena bien, pero ¿acaso los fines de semana no hay más traumas y accidentes?
—Así es, pero mañana temprano salgo a la ciudad para mi conferencia, así que me dieron la noche libre para descansar.
—¿Y tú la aceptaste? —exageré mi incredulidad.
—Buena técnica para verte ¿no crees?
—Estaré lista en media hora.
No estaba segura de querer ver a Tony, pero me preparé de todos modos. Cuando terminé de arreglarme el cabello alguien golpeó a mi puerta y sin esperar mi repuesta entró. Oliver, nadie más dentro de ésta casa haría eso.
—¿Piensas salir?
—Las palabras de tu madre fueron: »¡Gracias cielo, puedes salir, comer chocolate o dormir tarde, te quiero!« —cité respetando incluso la velocidad con la que habló—. Así que sí, saldré con Tony.
Su expresión cambió de ser normal, a mala. ¡Me estaba haciendo mala cara!
—No hagas eso —pedí girando para verlo completamente de frente—. Oliver, no lo hagas, Tony me agrada y yo no espero nada de él, no espero que renuncie a sus sueños, ni espero que seamos novios, ni que me ame, yo no espero nada.
—¿Eso quiere decir que son amigos?
—Tal vez un poco más.
—Más que amigos pero menos que novios —su tono era de completa desaprobación—. Ana no puedes hacer eso.
—¿Qué dices?
—Que no puedes hacer eso —repitió—. No saldrás, te quedarás a estudiar o a hacer tarea o lo que sea, no estás aquí de vacaciones, ni para hacer lo que se te antoje, no estás aquí para andar bajo tus propias reglas y mientras mis padres no estén, yo me quedo a cargo, así que hoy no sales con Tony, ni con nadie.
—¡Oliver!
El timbre sonó en ese mismo instante. Nos miramos y como si lo hubiéramos pensado, ambos bajamos corriendo las escaleras, nuestros cuerpos se chocaban para ver quien llegaba más rápido, al final él abrió la puerta, pero yo me metí debajo de su brazo para quedar frente a él. Tony levantó la ceja mientras miraba más a Oliver que a mí. Esto no puede estar pasando, Oliver no habla en serio.
—¿Debo preguntar? —dijo señalándonos con el dedo.
—Sí, debes preguntarme cuando vas a salir con ella —Oliver le hablaba a Tony como si fuera un extraño—. Anahí no saldrá.
—¿Es un chiste? —preguntó Tony casi riendo.
—Sí, lo es y uno de pésimo gusto —respondí empujando a Oliver con el codo—. Estoy lista.
—No irás, Anahí.
Miré a Oliver buscando sus ojos, pero estaba muy concentrado mirando a su amigo, entonces volteé para verlo a él, pero era el mismo resultado. Ambos estaban tan concentrados mirándose fijamente a los ojos que parecieron olvidar mi presencia.
—Vete a tu cuarto —soltó Oliver, aún sin verme. Yo no me moví—. Anahí, vete a tu cuarto.
Ésta vez sí me miró, él no estaba jugando. Miré a Tony y éste negó con la cabeza. ¿Qué hago? Permanecí allí en medio de los dos, cada vez que Oliver decía que me fuera, Tony le contradecía.
—Lo diré solo una última vez —Oliver dio un paso hacia adelante—. Vete a tu cuarto., ahora.
Sin mirar de nuevo a Tony subí las escaleras corriendo, pero no entré a mi habitación. Oliver no iba a decirme lo que ocurría y Tony tampoco, así que la única forma de comprender, era espiar. Nunca me han gustado los chismes, se inventaban muchos de ellos sobre mí, la mayoría eran verdades distorsionadas. El punto es que no me gustan los chismes, no me gusta espiar, ni meterme en la vida privada o en los problemas de los demás. Pero eran Oliver y Tony. Necesitaba saberlo.
—¿Por qué haces esto? —el primero en hablar fue Oliver—. Nunca te he juzgado, nunca me he entrometido, ni te he preguntado porque tomas las decisiones que tomas y no lo hago sólo porque soy tu amigo, tú mejor amigo, lo hago porque sé la razón aunque la niegues todo el tiempo, pero ésta vez no lo permitiré, Tony.
—¿Cuál es tu problema?
—¿Mi problema? —exclamó con fuerza—. Tú tienes problemas, jamás has podido tener una relación seria y lo sabes, crees que puedes pero siempre terminar botando a la chica en el momento menos oportuno, tienes una fama de rompecorazones en el pueblo ¿y esperas que le permita salir contigo? Me estoy esforzando por reconstruirla, me esfuerzo por sanarla y luego llegas tú con todas las intenciones de hacer lo que siempre haces, la vas a lastimar y no me quedaré de brazos cruzados viendo cómo lo haces.
—Salir o no conmigo depende de ella, no puedes encerrarla en un cajón, no es tuya Oliver, aunque quieras.
No escuché una respuesta de parte de Oliver. Me acerqué con cautela al barandal para poder ver la escena. Tony ya no estaba y Oliver miraba a la nada, con la puerta abierta que daba al patio delantero, quise bajar hasta él y gritarle que era un idiota. Pero no lo hice. Fui a mi habitación como él me dijo. Mi celular no tardó en sonar, vi que era Tony y no contesté, tampoco quería hablar con él. No sé cuál es el problema de Oliver, pero hay algo que me molestó aún más: el tono de Tony y sus palabras.
Revisé mis mensajes y vi uno muy diferente e inesperado.
«Candelaria te ha eliminado del grupo»
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¡Pues éste fue el capítulo! Lo hubiera subido antes pero Wattpad no me lo permitía, subiré el capítulo 24 lo antes posible (mañana o pasado a más tardar)
Espero que les haya gustado. No olviden comentar, votar y agregar a sus bibliotecas, eso me hace muy feliz ♥
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