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Capítulo 15

Estábamos desayunando solos. Miranda fue a la casa de una amiga, Richard seguía durmiendo, Florencia también y los padres no estaban. Me sentía cómoda con Oliver cerca, es como si lo conociera desde hace tiempo y ni siquiera ha pasado una semana exactamente. No puedo creer que sea el mismo chico al que le arrojé una piedra a la cabeza, pero así era. Le ayudé a lavar lo cubiertos que habíamos usado, él me miraba por momentos y parecía que quería decirme algo, pero se arrepentía en el último segundo.

-Sé que tal vez no estés de buen humor para esto, pero hoy es la fiesta y si aún quieres ir... -dijo una vez que terminamos con las tazas.

-Oliver, nada me va a despejar más que una fiesta contigo.

El celular de Oliver sonó y eso me recordó que aún no tengo el mío. Era Lucca, se recostó por la mesada y contestó la llamada, le hice un gesto de que iría a la sala, tal vez haya algo que recoger, porque siempre lo hay, ya sean colchas, zapatos o vasos. Cuando llegué, vi a Florencia bajando las escaleras, subí corriendo hasta llegar junto a ella y le tomé de las manos, ella sonrió apenas, creo que sigue casi dormida. Por miedo a que vuelva a caer decidí cargarla y bajarla por mi propia cuenta, me dijo que tenía hambre. La dejé en la sala recostada en el sofá, le puse la televisión y ella misma buscó un canal que le guste, dijo que quería cereal con leche. Cuando volví a la cocina Oliver no estaba, pensé que tal vez había salido al patio para hablar. Le preparé a Florencia el tazón con cereal y leche y volví junto a ella. Me senté a su lado y ella decidió que sentarse en mis piernas para comer resultaba más cómodo, así que mientras ella comía y miraba a unos osos parlanchines, yo le hice dos trenzas. Cuando la niña se acabó su desayuno se acomodó aún más, colocando su cabeza sobre mis piernas y el resto de su cuerpecito estirado en el sofá, me preocupaba su herida en la cabeza, el vendaje se veía bien y quiero pensar que si le duele, va a decírmelo, no tardó mucho en quedarse dormida, yo también estaba cómoda, apague la televisión porque los osos empezaban a molestarme y porque no había otra cosa que ver. Si me movía, ella iba a despertar, así que prefería removerme en el sofá hasta quedar semi-acostada, tampoco me demoré mucho en quedarme dormida.

Sentí que algo se acomodaba a mi lado, era suave y caliente, abrí los ojos y vi a Manchas, al parecer también buscaba donde dormir cómodamente. Miré el reloj de pared y ahogué un grito, nos habíamos dormido por lo menos dos horas. Miré a la niña que seguía en la misma posición. Levanté la cabeza y vi a Oliver apoyado por el barandal de la escalera, estaba sonriéndome, no sé cuánto tiempo lleva ahí, le devolví la sonrisa y él bajó junto a nosotras. Cargó a Florencia en sus brazos, ella pareció quejarse, pero con unos simples sonidos a su oído Oliver consiguió que siguiera durmiendo, como si la voz de su hermano mayor fuera lo más relajante que podía escuchar. Y tal vez sí lo era.

Oliver llevó a su hermana menor y yo me puse de pie para estirar mi cuerpo, aunque pude dormir ahora la espalda me duele, no escogí la mejor posición. Escuché un ruido fuera de la casa, era el rugir de una motocicleta, un sonido verdaderamente familiar para mí, pero algo que nunca había escuchado cerca de la casa de Oliver. Abrí la puerta solo para curiosear un poco, encontré a Miranda abrazada a un muchacho, se estaban besando y riendo como si no fueran las diez de la mañana y como si no tuviera vecinos. Y es que los vecinos no estaban precisamente cerca, pero cualquiera que saliera al patio para regar las platas podía verlos. Ella volteó al escuchar el sonido de la puerta y de inmediato se alejó del muchacho, éste no perdió tiempo en colocarse el casco e irse del lugar dejándola allí parada sin saber cómo defenderse.

-Ana... -me habló juntando sus manos-. No se lo digas a nadie, por favor, por favor.

-Miranda yo... -esto era justo lo que no necesitaba, dramas ajenos, con los míos tengo suficiente-. ¿Quién es él?

-Sebastián -respondió-. Es un... amigo.

-¿Amigo? -pregunté casi riendo-. Oye, perdona pero nadie besa así a sus amigos.

-Bueno... estamos saliendo hace un par de meses, pero no lo he comentado.

-Deberías decírselo a tus padres.

-No me dejarán estar con un chico de universidad, lo sé.

-¿Por qué no?

-Porque así son ellos, por favor Ana, no se lo digas a nadie, mucho menos a Oliver, él lo asesinaría, lo colgaría, lo reviviría sólo para matarlo de nuevo.

-No exageres Miranda, seguro él va a entender, no es un chico sin sentimientos.

-No, no va a entender, no le importaran mis sentimientos, créeme.

Suspiré y lo pensé un momento. Si esto se llegara a descubrir y Oliver se entera que yo lo sabía se va a molestar conmigo sin duda alguna y si abro la boca, Miranda me va a detestar el resto de su vida, algo que tampoco quería, pero parecía menos grave.

-No lo sé... -pero ella siguió suplicando casi sin parar y eso me estaba poniendo nerviosa-. Está bien, sólo si me prometes que en unos días se lo dirás a Oliver, por lo menos a él.

-Lo intentaré -no parecía segura, pero preferí creerle-. Eres genial.

Me abrazó tan fuerte que entrecerré los ojos, ella entró a la casa dejándome sola en el umbral de la puerta. ¿Hago bien en ocultarlo? Miranda no es una niña, es casi adulta, no comprendo porque teme tanto que sus padres sepan que tiene novio. Me refiero a que ¿en realidad sus padres podrían creer que ella en verdad solo vive para estudiar? No pueden ser tan ilusos.

-Te dije que debías estar en la casa a las 10:00, se suponía que ibas a quedarte con Florencia, yo tenía planes -le dijo Oliver.

Estaban en la cocina y el tono de voz de Oliver sin duda alguna estaba en uno de esos niveles de enfado, tiene varios, aún me los estoy aprendiendo.

-¡Perdón! -dijo ella rodando los ojos-. La conversación con mis amigas estaba muy buena, tranquilízate, ya estoy aquí ¿no? Ya puedes irte y hacer tus estúpidos planes.

No puedo creer lo que estoy descubriendo, Miranda no es la jovencita honesta que su familia cree. ¿Cuántas veces les habrá mentido? Me recosté por la pared para seguir escuchando. Que irónica es la vida, ésta familia recibe chicos que mienten y crean problemas. ¿Y quién se asegura que sus hijos no hagan lo mismo? Negué con la cabeza pensando en las miles de veces que Miranda pudo haber mentido, incluso en las miles de veces que Oliver y Richard lo hicieron.

-¿Pero con quién demonios crees que estás hablando? -el tono de Oliver era cada vez más fuerte-. Vete a tu habitación, ahora Miranda.

Miranda volteó y entonces me vio, pude notar pena y hasta vergüenza en sus ojos, tal vez porque yo sé lo que ella tanto quiere ocultar. Sé que no estuvo con sus amigas y sé que hay un chico en medio de todo esto. Escuché como subía las escaleras, un poco más y hacía agujeros en cada escalón, Oliver se sentó en un taburete y se cubrió la cara con las manos, no creo que le guste pelear con su hermana.

-Oye, iremos a una fiesta esta noche, no te enfades.

Su expresión de enojo no cambió, pero hizo un esfuerzo para disimular frente a sus padres. El resto de la tarde fue algo así: Richard viendo una película con Adriana que según lo que yo vi también siente cosas por él, Miranda encerrada en su habitación, los padres descansando con Florencia. Oliver muy ocupado haciendo no sé qué en su habitación, y yo pues... yo aproveché para hacer tarea, una pila inmensa de tarea. Oliver fue a mi habitación para decirme que la fiesta sería a las 22:30, aún tenía mucho tiempo para pensar en qué iba a ponerme, así que me concentré en los textos de historia que no lograba comprender ni aunque los leyera quince veces.

Alguien golpeó mi puerta y yo solté el libro que tenía, miré la hora y solté un suspiro de alivio, pensé que podía ser Oliver, pero afortunadamente aún faltan dos horas para la fiesta. Me puse de pie para abrir la puerta, la mamá de Oliver fue a mi habitación unas cuentas veces a ofrecerme comida, podría ser ella de nuevo. Para mi sorpresa, no era la mamá, era Adriana, tenía las manos sobre su vientre y parecía incómoda.

-Hola -sonreí, no quería que notara mi sorpresa, jamás he tratado con ella y que esté golpeando a mi puerta en verdad me parecía extraño-. ¿Cómo estás?

-¿Puedo pasar?

Abrí la boca con intención de decir algo, pero no sabía qué exactamente, me hice a un lado para que ella pasara y cerré la puerta intentando actuar lo más natural posible, me estaba costando, la actuación no es lo mío, se me da fatal. Se sentó en mi cama antes de que yo se lo ofreciera, así que me senté a su lado. No tenía la más retoma idea de qué hacía allí y el no saber algo me pone nerviosa.

-Richard te adora -soltó luego de casi un minuto en silencio-. En verdad te adora, no para de hablar de ti, lo hace conmigo y con todo el mundo, como si fueras su hermana mayor y él estuviera orgullosísimo de eso.

No sabía que responderle. Enterarme que Richard siente eso por mí me ponía feliz, no podía negarlo, también lo quiero, en verdad lo quiero porque es un chico adorable. ¿Cómo no podrías querer a Richard? ¡Es Richard! Sonreí y ella me miró también con una sonrisa a medias.

-Necesito que me ayudes -continuó-. Richard me gusta y creo que yo le gusto, pero él es tan tímido y yo igual que creo que seremos mejores amigos por el resto de nuestras vidas.

Se tumbó en mi cama y eso me hizo reír. No esperaba escuchar eso, me acosté al lado de ella, ¿qué tengo que decirle ahora? ¿cómo ligar? Yo no soy una experta en eso.

-Le gustas -confirmé y ella pareció desinflarse del alivio-. Es más sencillo cuando sabes que le gustas, me refiero a que todos lo sabemos -dije rodando los ojos-. Creo que las cosas simplemente sucederán entre ustedes, no necesitas ninguna ayuda.

-¿Y si jamás pasa? -volvió a sentarse en la cama y me miró-. Richard es tímido, pero es guapísimo, es de los chicos buenos ¿sabes? Sé que otras compañeras sienten lo mismo que yo, tengo miedo que él decida salir con alguien más.

-Adriana, tú estás aquí ahora, él no invitó a otra chica a su casa para ver una película y no sale al recreo con otras compañeras, no me habla de otra chica, me habla de ti, créeme, él no se interesará en alguien más.

Eso pareció reconfortarle, sonrió de nuevo. Nos quedamos platicando un rato más, le conté que saldría con Oliver y ella se ofreció a ayudarme con el peinado y esos detalles de niñas que yo normalmente no suelo tener en cuenta. Escogimos uno de los vestidos que la familia me compro, es color negro, simple, me llegaba justo a las rodillas, no podía pedirle más a ésta familia. Mientras Adriana me alisaba el cabello, yo me maquillaba. Nada extraordinario, base, rímel, delineador y lápiz labial. Richard vino a vernos un par de veces, hasta que la última le dije que se quedara, quería una opinión masculina antes de que Oliver me viera.

-¿Cómo me veo? -di una vuelta entera para mi público de dos.

-¡Te ves hermosa! -dijo Adriana abrazándome-. ¡Guapísima! A Oliver le encantará.

-¿Qué piensas Richard?

-Más vale que Oliver vaya atento, más de uno querrá bailar contigo.

-¡Qué lindo! -le di un beso en la cabeza y alguien golpeó la puerta-. Justo a tiempo

Adriana la abrió y se hizo a un lado para que Oliver pasara.

-Hola Adri, pensé que ya ibas a estar en tu casa...

Me miró de arriba abajo y luego de abajo hacia arriba, yo no pude evitar reír, él también se veía espectacular, tenía una camisa celeste remangada hasta los codos y el pantalón negro. Sólo él puede lucir tan bien con algo tan simple.

-¡Vaya! -dijo al fin-. Pero qué guapa.

-Pues gracias, tuve ayuda -respondí mirando a los tortolitos-. Te ves increíble.

Oliver se ofreció a llevar a Adriana a su casa, ella se despidió de Richard con un beso en la mejilla, él se sonrojó, pero tampoco le dio tiempo de responder, Adriana bajó las escaleras de prisa y nosotros detrás. Definitivamente quiero volver a hablar con ésta niña. Dejamos a Adriana en su casa y esperamos a que entrara, cuando nos aseguramos de que su mamá la recibió nos fuimos. Oliver tenía una de sus manos en el volante y la otra estaba sobre su pierna.

-¿Segura que quieres ir a esa fiesta tan aburrida?

-¿Tienes algo más interesante que hacer?

-¿Por qué no vamos a cenar a otro lugar?

-Pues tú eres quién conduce.

Sonrió. La verdad es que ya no importa mucho si vamos o no a esa fiesta, desde que le conté lo que pasó con mis padres y mis hermanos siento que no es un extraño, yo no soy una extraña, que me conoce, que sabe quién soy, o al menos una parte significativa de mí. Ahora me gustaría saber sobre él, su historia, porque todos tenemos una, sin importar que tan perfecta parezca la vida de alguien, nunca puede ser todo maravilloso. Llegamos a un restaurante, no me fijé en el nombre porque de seguro se me iba a olvidar, no era cinco estrellas, pero al menos siento que mi vestido no queda ni tan glamuroso, ni tan poca cosa. Oliver pidió una mesa y nos dieron la última pegada a un rincón contra el ventanal, veíamos a la gente pasar, parejas de la mano, niños corriendo o gente hablando por teléfono.

Oliver pidió canelones de carne, evité hacer algún comentario, como el día que pidió pizza sin aceitunas ¿a quién demonios no le gustan las aceitunas? Yo me entretuve más tiempo mirando la variedad de comidas, pero al final solo pedí un puré de zanahorias con pollo.

-¿Comida de bebé? -preguntó una vez que el mesero se marchó.

-El puré de zanahorias es delicioso -aseguré inclinándome sobre la mesa para mirarlo con detalle-. Y aún más con pollo.

Eso le hizo reír, así que yo reí igual. Para tomar Oliver pidió jugos, claro, él estaba dispuesto a llevarme a una fiesta con bebidas, pero como ya no hay fiesta, tampoco hay bebidas con alcohol, no voy a quejarme.

-Debe ser un pueblo tranquilo -sonreí mirando la calle.

-Lo es -respondió él-La mayoría de las veces.

Iba a seguir hablando pero se interrumpió él mismo, su sonrisa desapareció como si nunca hubiera estado ahí, giré la cabeza para ver lo que le bloqueó de repente, pero no vi nada extraño. Cuando volví a girar la cabeza para verlo, él ya estaba de pie aún mirando lo que estuviera mirando.

-Oliver...

-Espérame aquí y no te muevas.

Se puso de pie y a la mitad del camino se encontró con un muchacho más o menos de su edad, alto, corpulento y mucho, mucho cabello negro, me atrevería a decir que no se lo recorta al menos hace dos años. Cruzaron un par de palabras y vi como se agarraban mutuamente de la camisa, en ese momento yo ya estaba parada, salieron del restaurante casi pisándose los talones, cuando llegué junto a ellos ya se estaban gritando.

-¿Dejaste a Dulce por ésta? ¡Por favor Oliver! Dulce es una mujer, ésta ni siquiera puedo distinguir qué demonios es, después de la paliza que le dio a mi primo me hace dudar ¿sabes? Parece más niño que otra cosa.

-A tu primo lo golpea cualquiera -dije metiéndome en la conversación, en ese momento Oliver se dio cuenta que yo estaba allí-. Incluso una niña.

No tengo mucha información de la familia Gutiérrez, pero al decir "mi primo" y ver la reacción de Oliver cuando se encontraron solo puedo pensar que éste es el famosísimo Marcelo Gutiérrez. ¡Por favor! ¿Qué mujer desesperada haría un video con semejante monstruo? Solo pensar en eso me daba asco.

-Vaya, tú eres la chiquilla que golpeó a Rubén, no puedo creerlo.

Avanzó unos pasos y Oliver lo detuvo poniendo su palma sobre su pecho.

-Acércate un paso más y será tu peor error -Marcelo retrocedió lo suficiente-. Y lo que haya pasado o no con Dulce no tiene porque importarte.

-Tienes razón, no me importa, pero solo quería saludar a la mujer maravilla que dejó como bosta a mi primo, claramente él no la golpeó porque es una niña.

-¿Perdón? -me crucé de brazos poniéndome en la misma dirección que Oliver-. Tu primo no es más que un arrogante inútil como estoy segura que eres tú, cree que puede enfrentarse al mundo entero con solo poner el pecho, pues lamento decepcionarte gorila, pero viven en una burbuja rosa.

-Ana... -dijo Oliver, pero no, no me iba a callar.

-Evidentemente eres una estúpida que no sabe lo que está diciendo.

-¿Eres alérgico a la verdad? ¿Nunca te han dicho lo idiota que eres?

-Ana... -Oliver me tomó del brazo, pero no logró moverme ni un centímetro-. No lo vale, créeme.

-No te tengo miedo, Marcelo.

Apartó a Oliver con solo empujarlo, cuando pensé que me iba a dar un golpe en la cara, alguien lo estiró de la camisa y lo arrojó al suelo, Oliver estaba frente a mí, hasta me parecía más alto y más grande. Marcelo se puso de pie casi de inmediato, no era capaz de ver su guerra de miradas, pero estoy segura que existía una.

-Gutiérrez, Carreira ¿todo en orden? -un policía se acercó a nosotros pasándole la mano a Oliver y a Marcelo-. ¿Los puedo ayudar?

-Oficial Michael, todo está bien -respondió Oliver-. Nosotros ya nos vamos.

Oliver sacó unos billetes de su bolsillo y se los pasó a uno de los mozos que estaba en el umbral de la puerta mirando lo que pasaba. ¡Qué curiosa y metiche es la gente! Me tomó de la mano y me llevó hasta el auto, lo único que podía esperar era que me regañara, pero los primeros dos minutos no dijo nada.

-¿Te parece si nos vamos a lo alto?

-Claro.

No sabía si estaba molesto o le daba igual. Su cara no decía mucho y tampoco sacaba tema de conversación. Cuando llegamos al lugar ya tan tradicional, él sacó la sábana y la extendió, de luz solo teníamos un farol que alumbraba apenas, así que puso la luz baja del vehículo para darnos algo más de claridad.

-Así que ese es el famosísimo Marcelo.

Él asintió con la cabeza.

-No querías ir a esa fiesta porque no querías verlo ¿No es así?

-Si, al parecer no funcionó.

-Bueno, ya olvidémonos de eso -quería cambiar de tema pero no encontraba ninguno apropiado, así que solo guardé silencio esperando a que él salvara la salida, pasaban los minutos y él no despega los ojos del cielo-. ¿Te pasa algo?

-Ver a Marcelo siempre me molesta.

-Entonces no debes soportar ir a la Universidad.

-Todo un calvario.

No estaba nada conversador y yo me estaba quedando sin diálogos. No puedo creer que le diera tanta importancia a un tipo, al parecer esa relación podrida que tienen no es cualquier cosa, no son simples diferencias de colegio que pensé que serían.

-¿Quieres que nos vayamos a la casa? -volví a hablar, el silencio empezaba a ponerme nerviosa.

-No es bueno que vayas por la vida desafiando a la gente, Ana.

-Lo sé -murmuré apenada-. Trabajo en mi ira, discúlpame -él me pasó una mano por el cabello, parecía estar más relajado-. Creo que lo he visto en algún lugar.

-No me extraña, lo único que hace es andar por la calle, pudiste haberlo visto de paso.

-Tal vez

-¿Aún no has hablado con tu hermano?

Aquello me pilló completamente desprevenida, de un polo acaba de saltar al otro en menos de un segundo. No le respondí, él sabe que no lo he hecho, solo espero que no nos pongamos a hablar de él. Volvió a guardar silencio mientras pasaba los dedos por el césped, pensé que iba a cambiar el tema, pero no lo hizo:

-Me llamó en la tarde... -en el tono de su voz pude notar que no estaba seguro de decírmelo o no-. Le pregunté si quería hablar contigo y me dijo que es mejor que aún no hablen.

-Por supuesto, él sabe lo que es mejor para mí.

-Vaya, ese sarcasmo casi tiene vida propia -me apartó un mechón de cabello y lo puso detrás de mi oreja para luego seguir hablando-. Yo lo escuchaba muy interesado Ana.

-Escucha Oliver, hasta ahora eso de "es mejor que aún no hablemos", me parece lo más inteligente que ha dicho en su vida, yo no quiero escucharlo y estoy casi segura que él tampoco quiere.

Como si se tratara de brujería o algo parecido, el celular de Oliver comenzó a sonar, cuando vio de quien se trataba me mostró la pantalla "Edmundo Abellán", esto no podía ser cierto, al cuarto timbrazo contestó. Gesticulé con todo mi cuerpo para que no le dijera que estaba con él, no quería por nada del mundo hablar con mi hermano.

-Edmundo, hola.

-¿Dónde tienes a mi novia?

Esa voz gélida y rozando lo amenazante salió del teléfono y se me puso la piel de gallina.

Ninguno de los dos dijo nada, Oliver me miraba a mí y yo miraba el teléfono que estaba sobre la sábana, de acuerdo; esa voz definitivamente no es de mi hermano, es de Gustavo, ahora mi verdadera pregunta es ¿Qué demonios hace Gustavo con el celular de Edmundo?

-¡Te exijo que me digas dónde tienes a mí novia!

-¿Gustavo? -dije tomando el teléfono y acercándolo a mí, Oliver seguía sin decir nada-. ¿Por qué tienes el celular de Edmundo?

-¡Anahí, mi amor! -durante todo el tiempo que estuvimos juntos, jamás me había llamado así-. ¿Dónde estás? Iré a buscarte.

-¿Por qué tienes el celular de mi hermano? -volví a preguntar ignorando todo lo anterior.

-Responde mi pregunta Anahí, dime dónde estás para ir a buscarte.

-¡Dime porque tienes el celular de mi hermano! -grité poniéndome de pie de un salto, lo único que estaba consiguiendo era ponerme como loca.

-Se lo quité eso es todo, él no quiso darme el número de donde estabas por las buenas así que...

-¡Qué! Gustavo, así que, qué -no podía ser nada bueno-. ¡Dime!

-Tranquilízate, solo se lo quité, no le hice nada, está aquí parado frente a mí con la misma cara de idiota de siempre. ¿Qué te pasa? Pensé que te importaba una mierda lo que le sucedía a tu hermano.

-Quiero que le devuelvas el celular y lo dejes en paz y también que me dejes en paz a mí.

-Escucha Anahí, no pienso soportar tus desplantes histéricos, dime dónde estás o sino...

-¿O sino qué? -hubo un silencio del otro lado-. Devuélvele el celular a mi hermano y no vuelvas a llamarme.

-Ya veo que esta familia solo necesitó una semana para lavarte el cerebro, siempre supe que eras una niña estúpida.

-Ese no es asunto tuyo, nunca lo fue, nunca me importaste, nunca te quise y eso siempre ha sido mutuo, no te sorprendas ahora.

-¿Puedo saber por qué de pronto me odias tanto?

-Porque tuve tiempo de ver las cosas desde otro ángulo, ustedes nunca me ayudaron, solo terminaron de hundirme, solo me arruinaron más la vida, te aprovechaste de una estúpida niñita huérfana, ingenua y sola, que no tenía más que un hermano que la ignoraba y un par de ancianos idiotas, te has aprovechado de mí desde el primer día, me utilizaste para conseguirte droga, me hacías robar por ti, me hacías deber dinero por ti, porque siempre me hiciste creer que no iba a conseguir nada más en mi vida.

-Te juntaste con nosotros porque tú lo quisiste, nosotros no te obligamos, tuviste miles de oportunidades para largarte y ser la niñita rica que eras hace diez años.

-Y créeme que me queda toda una vida para arrepentirme.

-Eres patética, Anahí.

-No más que tú, Gustavo.

La llamada terminó.

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Antes que nada ¡FELICES FIESTAS! Ahora sí, me disculpo por no haber subido los capítulos que prometí, pensé que iba a poder con Navidad encima y la verdad es que... no. Lo siento, pero desde hoy las publicaciones continúan como antes.

Lunes, miércoles, viernes.

¡Gracias por leer, votar y comentar! Espero que lo estén disfrutando

Próximo capítulo:

Viernes, 29 dic. 17

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