Capítulo 7
Alex
Las fiestas son cada vez más escasas, los exámenes finales estás arrasando con todos. Ninguno de mis amigos ni yo hemos podido reunirnos ni siquiera para tomar un café.
Sorprendentemente no he sabido nada de Char desde el día que le di la llave de casa. Un breve mensaje me dijo que esta tan llena de proyectos que no ha tenido tiempo de comer bien.
El cielo está tan oscuro que decepciona que no se pueda ver ni las estrellas.
—¿Por qué no nos vamos a tu casa?—un susurro me hace cosquilleos en la oreja.
Mi helada cerveza que tengo en la mano esta casi vacía, la rubia chica delante de mí me sonríe sensualmente. Sus ojos parecen vidriosos, pero sé bien que no ha bebido tanto.
—Claro.—digo, antes de unir mis labios con los suyos.
Aunque mi cuerpo haya estado muerto, necesitaba salir a tomar algo. Mosi pensaba lo mismo, así que nos fuimos por unas cervezas antes de juntarnos con un grupo de chicas.
Las manos de la chica buscan levantar mi camiseta cuando su cuerpo se pega en la puerta de entrada de casa.
Mis manos tratan de abrir la puerta con la leve, pero es difícil cuando su lengua está dentro de mi boca.
Me separo como puedo, abriendo mientras la boca de la chica empieza a besar mi cuello.
Abro la puerta, la tomo de la cintura mientras uno nuestros labios nuevamente antes de hacer que ambos entremos.
Nos quedamos unos minutos ahí, frente la puerta, jugueteando el uno con el otro cuando un ruido arriba me hace detenerme.
—¿Qué sucede?—la chica busca mis labios y yo sonrío nervioso.
—Nada, ¿por qué no te refrescas un poco en el baño? Subiré a buscar un parlante para poner algo de música.—le digo y la chica sonríe.
Besa mis labios y muerde un poco el inferior antes de alejarse de mí.
La veo entrar al baño, le sonrío antes que cierre la puerta y salgo corriendo escaleras arriba.
Camino por el pasillo, pero me detengo frente a la puerta de mi cuarto.
Palmeo mis bolsos, sintiéndome estúpido al no agarrar nada para poder defenderme.
¿Qué si es un ladrón?
Abro la puerta de un golpe, tratando de tener el factor sorpresa a mi favor.
Un grito de chica me hace sobresaltarse.
Cierro la puerta detrás de mí y me acerco ella, tapándole la boca.
Nos quedamos quietos, ella sorprendida y yo tratando de escuchar ruido abajo, esperando con toda mi alma que la chica de abajo no haya escuchado nada.
Como no se escucha nada le quito la mano de su boca y la miro.
—¿Qué haces aquí?—Char abre la boca, pero no dice nada, se remueve incómoda y es cuando noto que está con una toalla.
Una toalla y nada más.
Me doy la vuelta poniendo una mano sobre mis ojos. Suspiro, contando hasta tres.
—Char... ¿puedes explicarme que haces aquí?—escucho ruido atrás de mí. Es hasta que siento que toca mi hombro que me doy la vuelta.
Trago tratando de respirar, porque la vista que tengo enfrente no es mejor que la imagen de ella en toalla.
Imagen que estoy seguro, no se irá en un tiempo de mi cerebro.
Sus largas piernas se dejan ver, una de mis camisas formales blancas es lo que cubre su cuerpo. Su mojado cabello hace que algunos lados se trasparenten.
Toda mi fuerza esta concentrada en mantener mis ojos fijos en sus ojos, no en sus pechos, casi a la vista ante la falta de brasier.
—Char...—mi voz suena más ronca y el rubor de sus mejillas me da a entender que ella puede saber por qué.
—Estaba cerca, en casa de una compañera haciendo un proyecto y manché mi ropa, no quería que la mancha quedara porque...—su voz baja un poco.—Es el único uniforme que tengo de momento, si esperaba hasta llegar a casa no saldría por eso...—miro sus descalzos pies.
Suspire y asentí.
—Está bien. Está bien, está bien.—digo, Char está nerviosa, viendo todos los movimientos de mi cuerpo tratando de ver si estoy enojado.
Pero enojado no sería la palabra que usaría en este momento. No con ella viéndose como se ve. Frente a mí. No cuando mi cuerpo está sensible por la... Estimulación previa.
Mierda, necesito salir de aquí.
—Me iré, creo que mi ropa ya esta lista.—dice, caminando hacia la puerta, pero tomo su brazo.
—Espera.—sus ojos me ven confundidos. Aparto mi mano, de hecho, aparto todo mi cuerpo de ella.— Tengo... Visitas.—Char levanta una ceja, pero por mi silencio, entiende que tipo de visita tengo.
—Oh.—sus únicas palabras.
Y me siento como la mierda.
¿Por que me avergüenza que esta chiquilla sepa quien entra a mi casa?
—Puedo entrar a la lavandería y salir por la puerta de atrás.
Asiento, analizando sus palabras y no su pequeño cuerpo, que se ha acercado a mí, sabiendo que hay alguien abajo, susurrando cada palabra.
—Buena idea.—mi voz sale ronca de nuevo, y la chica se aparta.—Voy a... Distraerla, tú, no hagas ruido.—digo y ella solo levanta un pulgar.
Salgo del cuarto y suspiro.
Parpadeo tratando, con todas mis fuerzas, que la imagen desaparezca.
Dios.
Bajo las gradas, encuentro a la chica mirando un cuadro.
Me acerco y ella me sonríe, antes de lanzarse a mis brazos. Su boca busca la mia, pero cuando escucho pasos bajando las escaleras me separo de ella lo suficiente como para que nuestros labios queden a centímetros.
—¿Quieres tomar algo?—pregunto y ella asiente.
Pongo mi mano en su espalda baja y la guía hasta el salón, esquina opuesta a la cocina, donde la pared ocultará a Char hasta que salga.
La chica rubia se acerca al bar, mira la cantidad de alcohol y escoge ella sola lo que quiere beber, le sonrío y agarro los vasos.
Por el rabillo de mi ojo puedo ver el pequeño cuerpo de Char, corriendo descalza hasta la cocina.
La chica rubia levanta la vista y yo le sonrío, sirviéndonos un trago.
Charlamos un rato, bebemos y nos reímos.
Es el sonido del microondas que me hace quedarme congelado.
La chica rubia levanta una ceja.
—¿Estás cocinando algo?—dice, su cuerpo queriendo dirigirse al sonido.
Tomo su brazo y la giro hacia mi, agarro su cadera y la beso.
La chica no se resiste.
—Quédate aquí, te lo traeré aquí.—digo y antes que proteste la beso de nuevo.
Empujo sus caderas hasta el sofá, le acerco su bebida y la beso una vez antes de correr a la cocina.
Mi boca se abre cuando entro a la cocina.
Los ojos llenos de pánico de Char voltean a verme. Suspira aliviada cuando me ve.
Char esta sobre la encimera, sus piernas lo suficientemente abiertas como para tener que apartar la mirada urgentemente.
—¿Qué haces?—digo acercándome a ella, para impedir que mis ojos bajen más allá de su cuello.
—Olvidé que deje comida aquí.—me mira sonriente, entre burlona y apenada por la situación.—Solo la saco y me voy.
Char se acomoda en la encimera, estira su mano para apretar el botón del microondas que está en una repisa bastante alta. Char, desde donde esta trata de sacar el plato pero este se desbalancea.
Acorto por completo la distancia entre nosotros. Me posiciono entre sus piernas y levanto mi brazo con la suficiente rapidez para que el plato se estabilice y no caiga haciéndose añicos.
Siento su pequeña risa sobre mi pelo, dejo caer mi frente en su hombro, sintiendo cada movimiento de su risa.
—Vas a matarme.—digo, cuando la risa de la chica empieza a ser un poco más fuerte.
Mi mano libre se pone sobre la encimera, justo al lado de su cadera y mi cuerpo se tensa.
Char lo nota, es consiente de la posición en la que estamos, de la cercanía de nuestros cuerpos y de mi respiración un poco más agitada de lo normal.
La suya se vuelve irregular, pero no es precisamente por la risa.
Trago saliva y suspiro despacio.
Bajo lentamente la mano, dejando el plato al lado de ella.
Mi otra mano libre se pone a su lado, aun con mi frente en su hombro me permito respirar un poco su olor. Olor que esta mezclado con un poco de colonia de mi camiseta.
Y ahí es cuando recuerdo.
Char solo está con mi camiseta.
Levanto mi vista lentamente, los ojos de Char me miran, sus mejillas rojas, sus ojos oscuros y sus labios un poco abiertos.
—Char.—mi ronca voz hace que cierre los ojos.
—¿Alex?—mis manos toman a Char de la cintura, la levanto de la encimera, sin evitar notar que la camiseta se levanta un poco, poniéndola sobre el suelo. Le entrego el plato y la empujo un suavemente hacia la lavandería.
Antes de cerrar la puerta la chica me regala una sonrisa burlona, mientras muerde un pedazo de pizza que estaba sobre el plato, le sonrío de regreso.
—¿Por qué tardas tanto?—la chica rubia aparece y me da tanto miedo mirar a mi alrededor, para ver si Char dejó algo por error.
—Lo siento, ven.—digo, estirando una mano para que la chica se acerque a mí.
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