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5

—Ruégale—Alcé   la vista hasta Cass que me  observaba debajo de una pila de libros de medicina interna.

¿Cuánto tiempo llevaba observándome?

—¿Qué?

—Llevas 4 días  dando vueltas por la casa como perrito perdido, ya no soporto verte así Topal. Te he visto hacer más abdominales de las humanamente posibles para un cuerpo. Me duele verte. Ruégale que te acepte en su servicio.

Pensé en mis abdominales adoloridos por debajo de mi camiseta.

Sí,  tal vez me pasé los últimos días sobreentrenando, era eso o caer en una crisis de nervios porque había tenido la mala suerte de caer en las garras de un imbécil.

—Topal...—Insistió Cass viéndome con esa cara de "no seas niño".

Hum, eso no ayudaba, me crucé de brazos dejando que los músculos de  mis bíceps se marcaran.

—No voy a rogarle. Es lo que quiere.

—Exacto. Dáselo, ayúdate a ti mismo y no seas tan orgulloso. Hitler es Hitler, no va a cambiar y a él  le importa mierda si tu pierdes tu residencia.  De hecho todos saben que él QUIERE que uno de ustedes la pierda. No se lo pongas tan fácil.

Okey, sé que Cass tenía un punto ahí, solo que dios.

Era como que me pidiera que rogara por comer mierda.

No podía.

No iba a hacerlo.

Mis ancestros se revolverían en su tumba donde sea que estuvieran si me veían rogándole a un culo imbécil como ese.

Maldito Cass, sus palabras dieron vueltas en mi cabeza toda la noche.

No pude pegar ojo, vamos, cuando quería hasta sonaba como alguien coherente.

Sí, Hitler no perdía nada si yo perdía mi residencia y así fue como el lunes me presenté  con la cabeza gacha a rogar por comer mierda.

Literal.

Estuve en el hospital 30 minutos antes del pase de guardia y esperé disimulando todo lo que pude cuando algún doctor ponía sus ojos en mí hasta que vi su jodido culo arrogante enfundado en la bata de doctor.

Siempre usaba el ambo azul oscuro y la bata blanca,  e incluso a esas horas ya tenía el estetoscopio al cuello y la linterna en su bolsillo delantero.

Estaba en la mesa de enfermería rellenando una planilla cuando me acerqué, no tenía  idea de como empezar a rogar pero no hizo falta, porque Jones me oyó llegar antes incluso de que terminara de acercarme.

—¿Qué quieres, feto?—Me dijo con su aire burlón sin siquiera voltear a verme, aun seguía inclinado llenando la planilla—Te dije que no pisarías mi sala, ¿Dime que es exactamente lo que haces aquí?

—Por favor...—Pedí tragándome todo el orgullo,  Hitler se irguió y se volteo,  me observó de pies a cabeza y mordió su labio inferior, no pude evitar notar lo rosados que eran, carnosos y con esa maldita sonrisa burlona. Pensé en lo bonito que se verían si pudiera darle un puñetazo y formé una sonrisa, la más falsa de toda mi vida, por cierto—Haré lo que sea, necesito completar las horas, por favor dr. Jones. Deme una oportunidad.

Hitler  lo pensó un momento y se giró a la enfermera.

—Sandy ¿tienes algo para él?

—Podemos encontrarle algo, doctor.—Le dijo Sandy con una sonrisa.

¿Cómo demonios era posible que todos lo vieran y le sonrieran de aquella forma?

¿Qué no veían al monstruo horrible que era?

—Bien,  ahí tienes—Me dijo entregándole la planilla a la tal Sandy.

Agarró el vaso de café que la mujer le dejó sobre la mesada y me quedó observando con cara de pocos amigos—¿Qué esperas?

¿Qué esperaba? Jones apareció leer mi confusión y rodó los ojos.

—Vamos, dale las gracias a Sandy por hacerte de niñera, feto. —Me dijo. 

Como un autómata me volteé a ver a la enfermera de ambo rosa y lo hice.

Hilter volvió a rodar los ojos y se despidió de Sandy sin dedicarme una segunda mirada.

Maldito.

Me molestó que me ignorara, era tan malditamente pretencioso.

Bufé y eso solo me ganó  una mirada de reprobación de la enfermera.

No podía creerlo, 5 años en la escuela de medicina para terminar como subordinado de una enfermera.

Y vaya,  la mujer si que encontró una tarea que darme, me pasé 6 horas haciendo enemas para los que iban a ser preparados para cirugía.

¡Enemas!

6 horas revolviendo mierda, apenas cumplí con mis horas fui a que la mujer me firmara la planilla de asistencia y de ahí a las duchas en la sala de residentes.

Que no podía quitarme el olor a mierda de encima, se me había impregnado, maldije sobre la cabeza de Jones y la de su sádica cómplice Sandy, ni mi peor día en la escuela de medicina había sido tan malo como ese.

Era doctor, no se suponía que estudiara para eso.

Estaba decidido a buscar a Hitler y pedirle que me cambiara de tarea o renunciar y partirle la cara en el proceso.

Iba furioso, dispuesto a darle pelea, había creado varios argumentos de porqué no podía tenerme revolviendo mierda y si eso no lo convencía siempre podía derribarlo de un puñetazo y largarme, iba fantaseando con eso por el pasillo cuando me lo crucé saliendo de uno de los cuartos de insumos detrás de otro hombre que parecía ligeramente molesto.

Bueno, ligero era el eufemismo del año, que casi me choca cuando pasó a mi lado por el pasillo. Estaba a punto de mandarlo al diablo, que vamos, iba con un humor de perro, pero entonces el hombre me sonrió y se disculpó. Y bueno...ya no me apetecía pagarla con él.  Tenía acento, uno que claramente no era anglosajón y me encontré a mi mismo diciendo que no había sido nada.

El pelinegro pasaba los 30 bien conservados,  tenía esa clase de sonrisa contagiosa y era un par de centímetros más alto que yo, ojos azul oscuro, piel ligeramente bronceada y por la descripción que me había dado Cass supuse que era el prometido del Dr. Jones.

Que se hablaba mucho del Italiano entre los pasillos, parecía ser un tipo encantador con todos.

Apoyó sus manos sobre mis hombros y volvió a preguntar si estaba seguro de estar bien. Había  preocupación en su rostro, como si de verdad le importara incluso si no me conocía.

Le dije que sí, que no había dramas.

Suficiente tenía con estar enamorado de Hitler, y no pude evitar preguntarme qué demonios era lo que la gente veía en ese hombre que en poco menos de una semana se había transformado en mi persona menos grata de los últimos 20 años.

Que Hitler era detestable en todos los sentidos.

Unos momentos después,  el italiano pareció decidirse a qué no había sido para tanto y tras lanzarme una mirada evaluadora se despidió dejándome ligeramente desorientado.

Okey...

Entonces ví de nuevo a Hitler, iba avanzando apurado por el pasillo, de hecho, tuve que trotar a su lado para hablarle recordando a qué había ido allí en primer lugar.

—¿Qué quieres, feto? —Me preguntó a la segunda vez que lo llamé, pero hasta su manera de llamarme feto era distraída. Como si no estuviera realmente en ello.

—¿Podemos hablar?

—Habla—Me dijo siguiendo su camino.

Lo seguí. 

—Aprecio que me acepte de nuevo en su servicio.—Le dije intentando ordenar mis ideas.

—Uhum—Jones seguía sin escucharme y lo vi masajearse el antebrazo distraídamente mientras seguíamos avanzando.

—...Pero no creo que esté aprendiendo nada —Lo que quería decirle era que estaba mucho más capacitado que para limitarme a revolver mierda.

—Bien .  Lee  esto. Cuando termine la semana pasa a qué te firme las horas. Después  veremos.—Dijo y de verdad parecía tener la cabeza en otra cosa.

Que hasta se mostró amable cuando me dejó la pila historias clínicas   que llevaba en las manos.

Me quedé estupefacto, no esperaba que fuera tan fácil.

¿Dónde se había ido la persona horrible que conocía?

Mis pies lo siguieron como autómatas, al menos,  hasta la puerta de los jefes de residentes donde se detuvo y ahora sí me miró frunciendo el ceño.

Ese sí que se aparecía más a Hitler.

—Esfúmate, tu no puedes entrar aquí ¿Por qué siquiera sigues respirando de mi aire?—Me dijo y no necesité que me lo dijera dos veces.

Me largué de allí todo lo rápido que pude.

Eso había sido mucho  más fácil de lo que esperaba.

🖤
Fin del Cap. Nos vemos 🦊

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