18
Hola mis amores, como están? un poco más de estos tóxicos, para las que dijeron que extrañaban enojarse jajajaa los amo.
-¿Quieres llevártelo a casa?-Pregunté con sarcasmo como unas 2 horas después cuando Romeo por fin se acercó de nuevo a mi. Yo a pesar de que mi estomago no estaba en las mejores condiciones no había medido mis tragos ni mis palabras, estaba molesto. Realmente lo estaba.
Para entonces el grupo de bailarines ya se había dispersado pero Romeo y el moreno de labios gruesos, quien por cierto se llamaba Jorge Luis, seguían tan prendidos el uno del otro como al principio. Romeo que parecía ligeramente tan tomado como yo, no se dio cuenta de mi sarcasmo o lo ignoró porque un par de horas después me encontré a mi mismo en el hotel nacional con mi esposo y el tipo de los labios gruesos.
Le lancé una mirada de cerca, el chico era joven, veinte y pocos, con la piel tostada naturalmente, labios oscuros y ojos chocolate. No había nada destacable en su rostro, incluso quisas su boca fuera demasiado abultada, pero su cuerpo, era otra historia, estaba bien claro que el muchacho se ejercitaba, lo tanteé un poco incomodo sobre la camisa. Me sentía un poco raro tocando el pecho de otro hombre mientras mi esposo me observaba con sus pupilas dilatadas de deseo desde la cama matrimonial.
Me volteé a ver a Romeo, sus ojos conectaron conmigo mientras nuestro "invitado" cortaba las distancias con besos húmedos por mi cuello. Lo sentí apretar sus labios en mi garganta, el tipo era caliente, yo lo admitía, olía un poco a sudor, a hombre, a humo y a sal.
Gruñí en cuanto sus dientes se clavaron en el tendón de mi cuello. Jorge Luis sorbió prometiéndome una buena marca para el día siguiente. Intenté apartarlo. Odiaba que me marcaran, no solo porque mi piel era extremadamente delicada, sino porque me incomodaban los tipos posesivos. Siempre había tenido la mala costumbre de rodearme de ellos, luego las cosas no acababan nada bien. No sé qué era lo que hacía para atraerlos, o tal vez fueran ellos quienes me atraían a mi como un acaro a la luz, como sea, era un imán para ellos. Con decir que en toda mi vida Romeo era el tipo menos celoso con el que había estado.
Estaba por mandar a Jorge Luis al diablo pero fue Romeo mucho más rápido. Un pestañeo me bastó para tenerlo sobre nosotros, los dientes del chico arañaron mi piel en cuanto Romeo lo empujó fuera de mi cuerpo.
Jadeé subiendo mi mano hasta el sitio en cuestión observando del tipo con complejo de vampiro a mi esposo. ¿Qué demonios?
-Sin marcas.-Le gruñó Romeo con la voz una octava más baja por la excitación.
El tipo alzó las manos en rendición ante la postura amenazante de Romeo que se volteó a verme, sus ojos se posaron en el arañón de mi cuello antes de acariciarlo con sus pulgares, deslizó su mano por la parte posterior de mi cuello y tiró de mi nuca acercándome a su cuerpo, pegó su boca a la mía en un beso profundo y castigador que transformó mis piernas en gelatina. Yo no sé si realmente amaba a mi esposo, pero la compatibilidad de cuerpos entre ambos era absoluta. Gemí como púber sin poder contenerme, podía sentir su erección en mi vientre mientras dejaba que me sujetara a la vez que su lengua recorría toda mi cavidad bucal borrando con su lengua el rastro del otro tipo.
Enredé mis manos en su cabello y tiré de él, sus manos bajaron hasta mi trasero y lo sobó con fuerza, apretandome a su cadera mientras nuestras erecciones se frotaban. Se sentía tan malditamente bien cada vez que nuestros cuerpos se tocaban, nuestras celulas parecían vibrar en reconocimiento. Romeo definitivamente era el polvo de mi vida.
Estaba pensado en eso cuando una mano en mi hombro me obligó a apartarme recordándome que no estábamos solos.
Cierto, trío.
Yo no quería un maldito trío, había algo molesto en mi estómago cuando veía al tipo tocando a Romeo.
Yo sé que había estado de acuerdo ¿saben? El problema era que me había arrepentido apenas pasaron un par de minutos, pero era demasiado orgulloso para admitir que me jodía.
Tal vez debí hacerlo, decirle que aquello no me gustaba, que en el fondo yo también era tan o más celoso que él y que me jodía, pero no lo hice. Dejé que Jorge Luis apretara su sudoroso cuerpo contra nosotros y compartí los labios de mi esposo con él en un beso triple que tenía algo de caliente, algo de molesto y mucho de morboso.
Jorge Luis no tardó en dejarse caer de rodillas en la alfombra y sus manos fueron con gula hasta nuestras braguetas para sacar nuestros penes. El tipo realmente sabía lo que hacía mientras nos masturbaba a la vez, para luego intercambiar su boca entre uno y otro, me puse malditamente duro por la situación. Ver el pene de Romeo desapareciendo entre aquellos labios oscuros tenía algo de excitante, su vientre comenzó a tensarse en espasmos y lo acaricié alrededor de su ombligo, su piel estaba ardiendo bajo mis yemas mientras nuestro colega me masturbaba con sus manos a la vez que lo chupaba, ahogándose un poco con su longitud. Para ese momento Romeo ya gemía sin pudor, conocía su cuerpo, la manera en la que su piel se había coloreado de rojo, sabía que iba a correrse.
Juraría que Jorge Luis ya podía sentirlo palpitando en su boca porque detuvo su trabajo manual en mi y se concentró por completo en abrazarse a las caderas de Romeo que lo aguantaba como un campeón.
-No te corras.-Le dije.
No en él .
Las palabras salieron de mi boca antes de que me diera cuenta. Romeo ni siquiera necesitó que le explicara, se apartó de nuestro invitado, enredó su mano en mi cabello y tiró de mi hacia abajo para que intercambiara pociones con Jorge Luis.
Lo hice, mis rodillas dolieron un poco, nunca me había gustado mucho eso de arrodillarme, pero a lo largo de los años habían elogiado lo suficiente mis mamadas para que joderme las rodillas valiera la pena.
Yo era muy bueno para las gargantas profunda, estaba seguro de eso, podía enloquecer a Romeo con mi boca, sabía donde tocar para hacer que se olvidara del jovencito que se había traído a la cama, podía hacer que rogara e hiciera lo que se me diera la gana porque mientras yo estuviera en el mismo cuarto, él me deseaba tanto como yo a él.
Respirando por la nariz me lo llevé al fondo de mi boca amoldándome a la sensible piel de mi hombre y gemí de gusto a su alrededor consiguiendo que captara por completo su atención. Sonreí para mis adentros y ahuecando mis mejillas me lo tragué por completo antes de dejarlo ir de nuevo casi hasta la punta, chupé alrededor de su cabeza y volví a tomarlo profundo.
Romeo no era pequeño, era lo que se decía una talla grande, pero modestia a parte, yo si sabía como chupar un pene sin ahogarme como principiante, yo sabía como seducirlo con la mirada y cuando gemir para complacerlo. Sabía que oírme era una de las cosas que a Romeo más le ponía y por eso lo complací dejándolo oír cuanto me gustaba su sabor en mi lengua por unos buenos minutos hasta que sentí sus muslos temblar. Las manos de Romeo se tensaron en mi cabello comenzando a marcar un ritmo más intenso y aflojé mi mandíbula dejando que fuera él quien me follara la garganta.
-Oh, Jed, Amore mio, carajo. -Gruñó empujándose dentro de mi hasta que mis labios tocaron su pubis y me mantuvo así mientras se descargaba a chorros en mi garganta.
Tocí cuando se retiró y supe que me dolería la garganta y el cuero cabelludo para el día siguiente pero no me importó, tenía sus ojos oscurecidos puestos en mi, le sonreí, su atención era mía, su pene era mío, su corrida era mía, su cuerpo era mío .No importaba que, habíamos firmado un contrato que decía que Romeo era malditamente mío. Nos pertenecíamos el uno al otro.
Sí, yo también era jodidamente posesivo.
-Necesito jodermelo ¿Puedo hacerlo? No puedo quedarme si no lo hago-Dijo de pronto nuestro acompañante atrapando mi atención.
Me giré a verlo, me había olvidado de él y por la expresión de Romeo creo que él también lo había olvidado.
Los ojos de Jorge Luis estaban fijos en mi con una desesperación mal disimulada pero no me estaba hablando a mi sino a Romeo. Quise protestar por eso pero mi garganta estaba un poco jodida en todos los sentidos.
Me puse de pie aun con los pantalones bajos y le lancé una mirada de advertencia a Romeo, sí, yo estaba caliente pero ese no era el trato. Se suponía que el único en joderme iba a ser Romeo, esta era su fantasía, no la mía.
Fruncí el ceño comenzando a negar pero antes de que diera una negativa Romeo me tomó de los hombros y me besó profundo consiguiendo que me perdiera por un momento hasta que sentí un cuerpo acoplándose a mi espalda.
El pene de Jorge Luis se aplastó en mi trasero mostrándome lo duro que estaba. me estremecí ,algo incómodo, algo excitado, el chico estaba bien equipado y yo era una reina de las tallas, eso lo admitía, el chico era mi tipo, fuerte, alto y bien dotado, Romeo había hecho una buena elección, pero no me gustaba acostarme con cualquiera, ya no más, al menos. yo había tenido mis años promiscuos saltando de cama en cama como todo el mundo alguna vez, pero eso había quedado atrás, no era muy fanático del sexo con desconocidos.
Romeo apretó nuestro beso empujándome hacia atrás con sus caderas de modo que quedé jodidamente apretado entre los cuerpos de mis dos acompañantes. -te lo daré todo guapo ¿Lo quieres?.-me susurró Jorge Luis afirmando sus manos en mis caderas para que no huyera. Me tensé.
-Ey, -Me llamó Romeo tomando mi rostro con sus manos para que lo viera a los ojos y puso esa cara, esa maldita cara de chico bueno italiano que me transformaba en mantequilla derretida en sus manos. - yo te cuido, amore.
Asentí y sentí sus labios sobre los mios una vez más en un beso dulce antes de separarse para besar a Jorge Luis sobre mi hombro.
Sí, de acuerdo, eso me molestó un poquito pero no tuve tiempo a reflexionar sobre eso, nos arrastramos hasta la cama arrancándonos la ropa por el camino. Me sentí un poco en desventaja al ser el único el único tumbado con las piernas abiertas exponiendo mis partes más intimas, no estaba ni lo suficientemente caliente, ni lo suficiente borracho y no solía dejar que otros me prepararan salvo que hubiera una confianza especial de por medio, lo sentía demasiado intimo, así que cuando fue Jorge Luis quien tomó el lubricante no pude evitar sentirme ligeramente incomodo. Estaba por decirle que ya lo hacía yo, pero para mi alivio fue Romeo quien sentenció que él iba a prepararme y toda la incomodidad quedó olvidada cuando su boca empezó a darme pequeños bocados suaves en los muslos, Me acarició y besó por un rato mientras sus dedos lubricados me dilataban despacio, estaba acostumbrado a prepararme con mucho cuidado y esmero, yo siempre estaba demasiado tenso y él era demasiado grande.
La única vez en la que nos ganó el calentón y lo hicimos sin la preparación adecuada, terminé con un pedido de ECO anal para valorar la integridad de mi esfínter porque el dolor había sido terrible por semanas. Desde entonces nos tomábamos mucho tiempo, no era que me molestara, Romeo era un hábil conocedor de mi anatomía, sus dedos largos sabían como acariciarme y donde para transformarme en un amasijo jadeante debajo de él.
Así estaba cuando sus dedos se retiraron de mi interior
-Listo, jodete a mi esposo. -Le dijo, y se tumbó a mi lado en la cama, con uno de sus codos hincado en ella, apoyaba su cabeza en la palma de su mano, elevándose ligeramente sobre mi para tener un primer plano de todo el asunto.
Jorge Luis que llevaba un rato masturbándose mientras nos veía, no necesitó que se lo repitiera dos veces, se apresuró a rodar un condón en su pene y se acomodó entre mis piernas.
¿Realmente estábamos haciendo eso? Me sentía un poco infiel por esto, incluso si había sido idea de Romeo en primer lugar.
-Bésame.-Le pedí y Romeo se inclinó sobre mi entreteniéndome con su boca mientras Jorge Luis se deslizaba en mi interior.
Jadeé bajito sobre su boca acostumbrándome a la sensación de sentirme lleno e inconscientemente me apreté alrededor de Jorge Luis arrancándole un jadeo que lo tuvo jurando en español.
-Es tan apretado.-Dijo con sorpresa viendo directamente a Romeo que sonreía socarrón como niño presumiendo su juguete.
-Lo sé es increíble ¿no?
Jorge Luis sacó su lengua para humedecer sus labios y se empujó el tramo que le faltaba para comenzar a moverse con sus manos aferradas a mis caderas mientras me repetía lo bueno que era estar adentro mío. Que no sabía lo bien que se sentía que estuviera tan caliente y apretado.
Yo realmente no lo sabía, No era un flojo en la cama, me gustaba tomar el control y llevar las riendas del asunto, pero simplemente tenía una próstata demasiado sensible y nunca me había llamado la atención eso de ser activo.
En cuanto Jorge Luis lo notó, aceleró sus envestidas golpeando directamente sobre mi próstata con estocadas cortas, lo que me hizo gritar y retorcerme debajo de él por el placer. Cerré los ojos aferrando las sabanas en puños y dejé que una retahíla de maldiciones escapara de mi boca. Mi pene pulsaba para ese momento dolorosamente erguido yo iba a correrme en breve, pero una mano se cerró en mi tronco sacándome un jadeo de dolor cuando contuvo mi orgasmo.
Abrí los ojos.
-Romeo...-le pedí yo estaba muy cerca, llevaba demasiado tiempo cerca, yo ya me sentía un poco sobrepasado por la situación y comenzaba a frustrarme. Quería correrme.
-Ya voy, amore.-Me dijo.
Jorge Luis volvió a golpear sobre mi próstata haciéndome gritar mientras Romeo retenía mi orgasmo apretando mi pene. Yo era bastante escandaloso, Romeo me había dicho un par de veces entre risas que era como esos muñecos a los que los aprietas y chillan, en el fondo sabía que le gustaba aquello, pero las paredes de la habitación del hotel no eran lo suficientemente gruesas, Romeo tuvo que besarme para callarme.
Intenté llevar mis manos a las de Romeo para liberarme de su presa consiguiendo que me soltara un momento para que volviera a retenerme sujetando mis dos manos con una de las suyas por encima de mi cabeza antes de volver a bloquear mi orgasmo.
-Se paciente.-me dijo divertido.
Quise fulminarlo con la mirada, él se estaba divirtiendo a mi costa. Intenté mandarlo al diablo pero mi respuesta envenenada se ahogó cuando nuestro acompañante cambió el ángulo saliendo casi por completo de mi para rehacer todo el camino hasta que sus bolas golpearon en mis nalgas. Sus manos clavándose en mi carne elevaron mis caderas poniéndome a la altura de su pelvis para asegurarse la profundidad de sus penetraciones.
Jadeé cerrando los ojos.
La expansión fue sorpresiva y dolorosa, estaba acostumbrado a las pollas grandes pero Romeo solía tener cuidado conmigo, yo no era fanático del dolor durante el sexo y esto se estaba volviendo demasiado doloroso para mis estándares. Lo que fuera que mi rostro hubiera reflejado en ese momento pareció encender una desenfrenada lujuria en nuestro acompañante a quien mi dolor pareció excitar porque pasó de joderme duro a taladrarme a la vez que me soltaba lo que supongo eran comentarios sucios en su lengua natal, mientras golpeaba violentamente dentro de mi.
Grité, fuerte, recibiendo un beso más apretado de mi esposo que parecía no enterarse de que el tipo que habia traído a nuestra cama estaba violando mi agujero y que yo ya no estaba nada feliz. Me dolía mucho. Miré a Romeo en busca de ayuda, esto ya no era lindo, me estaban haciendo daño. No fue hasta que lloriqueé contra su boca que Romeo abrió sus ojos para verme y supo leerme de inmediato.
Abandonó mis labios y se volteó a gruñirle un intimidante:
-Para.
Nuestro invitado pareció dudarlo y lo miró como si fuera broma.
-Salte de mi esposo.-Repitió Romeo.
-¿Qué?
-ahora.
-P-pero -preguntó claramente fastidiado lanzándome una mirada en busca de ayuda.
Negué con un gesto y el chico salió de mal humor de mi para comenzar a masturbarse.
-Puedes hacerlo sobre él. -Ofreció Romeo como una vara de olivo, claramente no quería que se fuera antes de que pudiera joderlo. Jorge Luis lo pensó un segundo antes de soltar un "casi igual de bueno".
Se quitó rápido el condón y comenzó a masturbarse furiosamente sobre mi abdomen. Me lo quedé viendo estimulando mi vista con su cuerpo torneado El chico era bruto en la cama pero malditamente guapo, parecía hecho de puro chocolate kínder.
-Jed, amore mio, mírame. -giré mi rostro en su dirección y gemí cuando romeo apretó su puño en mi eje con movimientos rápidos que me hicieron corcovear sobre la cama-Córrete hermoso, córrete para mi. Déja que nuestro amigo vea lo hermoso que eres. Lo mio que eres.
Cerré los ojos sintiéndome arder por sus palabras, si no hubiera estado ya por completo acalorado probablemente me hubiera sonrojado pero en ese momento yo era un desastre sudoroso y enrojecido por todos lados.
Apreté los puños en la sabana y dejé que toda la tensión se drenara haciéndole caso a mi esposo, porque sí, el único momento en el que yo me volvía dócil era en la cama, yo podía decirle lo que él quería oír, incluso que era suyo, porque en esos segundos donde el calor subía a mi cerebro y se perdía la conexión entre mis neuronas yo lo era.
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