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CAPÍTULO 7

Un silencio se había manifestado. Habíamos devorado nuestras hamburguesas, dejando las bandejas más que vacías. Alejandro sabía detener por momentos su mirada en el azul cielo de la noche, en los autos que avanzaban apurados por llegar a su casa y en los que llegaban y se sentaban afuera del local. Calculé que el no hablar durante la comida se debía a que estaba buscando las palabras correctas para dar su humilde opinión y no sabía cómo hacerlo.

—Tengo una duda, —Ale hizo una pausa para beber de su gaseosa y dijo—: ¿Cómo es que de odiarlo pasaste a amarlo? Digo, ¿qué te hizo cambiar de opinión? Afirmaste que lo detestabas, que era insoportable y ahora... no comprendo.

No sé por qué, pero sentí que las palabras de Lele eran como si me estuviera hablando mi madre y se lo hubiera confesado a ella, más que a mi propio amigo.

—No lo sé. Tengo estos sentimientos desde que lo vi en la feria.

—¿Y por qué esperaste hasta ahora para contármelo, Viqui? Y no te excuses sacando lo mío con Evelyn porque es muy diferente. Además, estamos hablando de Mauricio, un chico con mala reputación que podría perjudicarte.

—Es que no podía confirmarlo así como así; a mí no me gustan los chicos de la noche a la mañana. No es como enamorarse en un colectivo de alguien a quien probablemente no volverás a ver. No, esto es diferente. Además, hacía meses que no lo veía, de hecho, todo el año, y solo lo volví a ver en septiembre, en la feria y ahora cada bendito día. Y lo amo, Alejandro, no sé cómo ni por qué, pero lo amo. Aunque odie por dentro sentir esto por él, más sabiendo que mis padres jamás aceptarían esta relación ficticia...

—Okey, ¿Y qué es lo que te llama la atención de él? ¿Se puede saber?

—Su voz, de la forma en la que ríe y entrecierra los ojos, de sus rizos, de la manera en que me mira cada vez que me cruzo con él. Sus miradas, sus malditas miradas que condenan me llaman la atención y sus ojos. Sus ojos marrones que parecen decirme todas las palabras que no pueden salir de su boca.

—Vive en un cuento de fantasía... —comentó Mariana—. ¿Y vos, cómo sabes que eso no lo hace con todas?

—Y sí, seguro que lo hace con todas. —Me rasqué la muñeca sin que me estuviera dando picazón— Es más, sí, también vivo en un cuento de fantasía en donde la chica se queda con el chico imposible, inalcanzable. Tal vez como no lo puedo tener, por eso lo quiero.

—¿Vos lo sabías y no me lo contaste? —Protestó Lele, pasando por alto un poco lo que había dicho.

—Sí, pero eso no cambia las cosas y no me correspondía contártelo ni meterme en los asuntos de Victoria. Aparte, yo ya tuve una charla con ella sobre esto, ya le aclaré lo que pensaba.

—Con razón, yo ya había notado algo raro en los planes de esa juntada de la nada.

Dejé de rascar mi muñeca, que ya se había puesto colorada, y pasé mi mano por mi rostro debido al cansancio de la charla.

—Che, Viqui, —volvió aquel a retomar nuestro diálogo, luego de notar mi reacción, apoyando su mano en la mía— no rechazo eso de que te guste Mauricio. Que eso te quede claro. Es tu vida y vos haces lo que querés con ella, pero desde ya, no es la persona que vos pensás, no es la indicada. Pero bueno, eso también sería entrar en un tema y distintos criterios de la persona perfecta para el chico perfecto y la pareja perfecta y todas esas cosas y acá nadie es perfecto. En fin, él tiene una mala reputación como ya dije y no queremos, bueno yo, no quiero que te engañes y termines lastimada.

—Es que ya lo hecho, hecho está. Estoy viviendo un cuento de fantasía, Ale, como dijo Rulos. Me estoy engañando a mí misma pensando que él me va a aceptar, que se va a enamorar de mí, que vamos a terminar juntos, que me va a tomar de la mano cuando estemos con sus amigos, en todo eso. Y siendo realista, soy consciente de que no puede terminar bien, de que a lo mejor nunca pueda existir nada entre nosotros. Pero, al menos, habré... disfrutado un año emocionante persiguiendo a Mauricio por los pasillos de la escuela. ¿Hay que sacar provecho de la situación, no?

—Supongo. —Se tentó de la risa Mariana.

—Te queremos, Viqui. Y sin importar la decisión que tomes, te apoyaremos —concluyó Lele y nos dimos un abrazo entre los tres. Nos apartamos y planteó en broma para cambiar las caras—: ¿Vemos lo que dicen sus horóscopos para ver si son compatibles?

Mariana lo miró frunciendo el ceño y volvió a reír.

—Eso es lo que menos necesitamos, Alejandro.

Omitió lo que aquella dijo y puso en el buscador las posibles compatibilidades con mi signo, mientras nos pedíamos un postre.


Lo que restó del sábado me la pasé haciendo mis tareas y trabajos del instituto, encerrada en casa como de costumbre, escuchando música, bailando y otras veces dibujando. Mentalmente, estaba pensando todo el tiempo en mi amado, pero físicamente dibujando, sobre todo dibujando. Porque me hacía bien, me hacía bien dar pinceladas para descargarme, como terapia, pero también como un lugar seguro al que me gustaba recurrir cuando lo necesitaba.

Sin embargo, no sabía si cuando acabara el 6to año decidiría por seguir la carrera de artes visuales, no estaba segura. Sentía que como decoradora de interiores y para fiestas, también sería bastante buena. ¿Turismo? No, eso no tendría demasiados ingresos hasta que haya algún evento importante, las salidas por lo general se dan en los días festivos o feriados y llevaría mucho tiempo. ¿Biología? Amaba la naturaleza y detenerme a observar cada cosa que me rodeaba, cada detalle. Y luego se me había ocurrido paisajista, la cual era una mezcla de un poco de todo de lo que me gustaba.

¿Por qué estaba pensando en todo eso tan pronto? Bueno, tan pronto no, me quedaba un año y empezaba la universidad. Mamá quería que esté lista para cuando llegue el día y que haya podido definir lo que me gustaría seguir estudiando. Por mí, me hubiese decidido por tomar un año sabático, lo que significaría un autoconocimiento, un tiempo, un descanso de todo, del estrés y la ansiedad, y tal vez un poco de mí misma. Mi mente no solía tener descanso ni cuando me iba a dormir, pero también temía que se detuviera cuando más la necesitara, cuando volviera de ese supuesto descanso.

¿Qué es lo que a Mauricio le gustaría hacer? Me lo pregunté, pero casi no conocía si tenía ganas o quería hacer algo. Tal vez sí, tal vez sí tenía una idea de algo y tal vez no se lo había comentado a nadie. Capaz y quién decía y me terminaba sorprendiendo convirtiéndose en un profesor de educación física. Bueno, convengamos que todos elegían la misma carrera porque suponían que era fácil y solo tenían que participar en los deportes. Parecía un pensamiento muy cerrado decir que la mayoría de los que escogen la carrera son varones, pero terminaba resultando así.

Yo no me imaginaba a Mauricio como profesor, ni siquiera de educación física, más bien lo veía como barman, trabajando de seguridad, hasta como organizador de eventos parecido a mí. Dicho sea de paso, se rumoreaba que era bueno en esas cosas y yo sin dudas creía lo mismo.

Dejé a un lado el seguir pensando en mi amado y todo lo que él acarreaba y seguí con mis ejercicios de contabilidad que ahora eran importantes. A veces, escucho decir, "¿vale la pena romperse la cabeza y dedicarle tiempo a tus cosas?" Y sí, un poco sí lo vale. Las personas tienen propósitos y yo sin propósitos no soy nada y es por eso que al tener uno, me esfuerzo por cumplirlo, el cual equivale a terminar la secundaria sin materias pendientes.

Dentro de otras noticias, había encontrado un poema entre uno de los libros de lectura que me había traído a casa. Estaba muy ausente con la lectura, pero justo se me había dado pasar por la biblioteca. ¿Quién se encontraba cerca de la biblioteca? Mauricio. Él no iba a la biblioteca y creo que jamás había tocado un libro en su vida, pero su aula estaba pegada a aquella. Yo lo hacía como excusa para verlo. En fin, la cuestión es que sacando el libro de mi mochila porque buscaba mi calculadora, se cayó un poema anónimo. Y este decía:

Llegaste en primavera,

en pleno campo minado,

preparado y acechando,

a quién sería tu próxima presa.

Y aunque frío hacía, calor se sentía,

Y aunque amargo era, dulce sabía,

Y aunque miedo daba, confianza transmitía,

Y aunque lejos estaba, cerca lo quería.

La torpe oveja cayó en tu trampa,

le besaste el alma sin ni siquiera tocarla,

le susurraste al oído sin ni siquiera hablarla,

le robaste el corazón sin ni siquiera amarla.

Ella quería ser especial,

diferente a las demás,

pero ahora que era tu presa,

no le dejaste escape ni salida,

no le dejaste ganas ni esperanza.

Tú eras otro lobo,

feroz, hambriento,

salvaje y dañino,

astuto e inquieto.

Quién diría que sería esta una lucha,

lucha entre odiar y amar,

lucha entre probar y arriesgar,

entre deseo y tentación,

entre peligro e inseguridad.

Lobo y oveja son presas del mismo sentimiento.

Y corren en círculos, y se cansan,

y compiten, y ninguno gana,

y la vida se les va de las manos, y no lo atrapan,

y el tiempo vuela, y juntos no acaban.

Lobo y oveja amarse quieren,

pero aceptarlo no pueden.

Me sentía identificada, así que lo guardé en algún lugar de mi escritorio. Sentía que el lobo era mi amado y que la torpe oveja, la que quería ser especial, la que quería ser elegida, era yo. Y capaz sí, capaz que sí me iba a robar el corazón sin ni siquiera amarme o tocarme. Ya lo estaba haciendo...


El domingo se había ido tan pronto como había llegado. Había una tormenta, por lo que, llovió todo el día. Casi no salía demasiado de mi habitación, más que para comer, ir al baño y visitar un rato a mis abuelos. La mayor parte me la pasaba durmiendo. Cuando volvíamos, había llegado la noche y ya estaba por acostarme, pero justo había recibido un mensaje en mi celular.

Mensaje de Lele.

¿Lo viste?

¿Ver qué? —respondí y cuando quise dejar mi celular en la mesita para cambiarme de ropa, volvió a sonar.

El estado de Mauricio en Instagram.

No lo sigo y tampoco lo voy a hacer. —Envié el mensaje e inmediatamente agregué suspirando—: ¿Podés sacarle captura y enviármelo? Solo de esa manera voy a ver de qué se trata.

No. Mejor olvídalo —dice sabiendo que no me iba a conformar y que iba a rogarle para que lo haga. Pero no quise hacerlo, por más que me estaba torturando y me moría de curiosidad.

Se desconecta y cuando creí que ya no me iba a volver a hablar, vuelve a estar en línea. Me envía unos emoticones riendo. Sí, sí, todo muy gracioso. Lo siguiente que me mandó era una foto. Una foto que no paraba de cargar y mi paciencia al punto de colmarse. ¡Qué Wifi de mier...! Siempre se caía y andaba mal justo a esa hora, cuando en realidad debía suceder todo lo contrario, ya que todos se iban a dormir y nadie lo usaba. Activé el crédito para agilizar las cosas y finalmente ahí estaba, Mauricio, frente a un espejo con una camiseta negra y un pantalón chupín.

No lo observes mucho, te vas a quedar ciega —contesta Lele—. Buenas noches, Victoria, voy a rezar por vos para que no tengas pesadillas.

¡Ja, ja, qué chistosito! —Le escribí sarcástica—. Buenas noches. Gracias, Ale, por la foto.

Volví a abrir la imagen. Aquel se había sacado la fotografía en su habitación, estando algo desordenada en el fondo y aun así no me molestaba para nada. Su rostro apenas se podía apreciar en el espejo, ya que con una de sus manos lo tapaba, mientras revolvía su pelo y en la otra sostenía su teléfono. No me había dado cuenta antes, pero cuando hice zoom curioseando más, había una diminuta oración escondida:

"Un reto, todo un reto"

¿Qué? Esa frase no tenía ningún sentido. ¿Y un reto? Un reto iba a ser fingir que no lo amaba y que de alguna manera él tenía un cierto interés en mí. No me gustaban estos juegos. Pero que no me busque.

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