—Hola... —musité mientras veía como él se equilibraba en el borde del puente.

—Hola otra vez. —respondió despreocupado.

—Hoy... han ido con una orden de desalojo. —agregué y se quedó quieto. Saltó sobre la baranda para quedar en mi lado y guardó silencio, supongo que esperando a que siguiera hablando. —es una buena razón, ¿no? —sonreí con desgana y las lágrimas cayeron por mis mejillas sin piedad.

—Realmente no creo que ese sea un motivo válido. —suspiró y sonrió como acostumbraba.

Otra vez esa sonrisa. ¿Por qué siempre sonreía?, ¿por qué no demostraba nunca su congoja?, ¿por qué nunca podía ver que tan mal estaba? Me pregunto si realmente tiene un motivo válido para querer saltar como yo.

—Es como si le pusieras precio a tu vida. —me rodeó y comenzó a silbar alejándose de mi. —¿tú vida vale una casa? A eso me refiero.

Analicé su pregunta de manera fugaz en cada segundo que él daba un paso escapando de mi presencia.

—¿Cuál es el motivo por el que quieres saltar? —paró de silbar, al mismo tiempo que su andar y miró el suelo de costado.

—No creo que pueda responder eso... —su expresión cambió drásticamente a una de completa tristeza.

—Yo puedo contarte todos mis motivos. —di un paso adelante. —puedo decirte...

—No hace falta. Es mejor ser desconocidos. —me interrumpió. —somos humanos... —agregó y se giró por completo. Su mirada se volvió fría, a pesar de lo cálida que se veía normalmente. —si me dices tu nombre y me cuentas tu historia, no haré más que sentir empatía por ti, y créeme que lo que menos quiero es encariñarme con una 'amiga suicida' y estoy seguro que lo que menos deseas es encariñarte conmigo, mucho menos para sentir constantemente el temor y la duda de que al siguiente día ya no me encuentres en este puente.

—Pero...

—Es mejor así, Marinette. —respondió con esa sonrisa, pero lejos de yo hacer lo mismo, abrí mis ojos ampliamente al oír mi nombre salir de sus labios.

—Dijiste... —fruncí el ceño. —¿cómo sabes mi nombre?