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3

La casa estaba completamente vacía y lo único que me quedaba eran unos pocos ahorros que tenían mis padres para mi. Salía a la calle y todos mis vecinos me veían con pena. Odiaba que me vieran de ese modo.

No era la primera mujer a la que le ponían el cuerno y no era la primera a la que sus padres se morían en un accidente ese mismo día.

Lo de ser estafada por mi supuesto esposo y traicionada por mi mejor amiga es tema aparte. Sumándole la demanda en mi contra y despido definitivo de mi trabajo.

¿Me faltaba algo?

¡Claro!, el embargo de la casa que adquirí con todo el esfuerzo de mi trabajo.

No era la única... ¿cierto? No podía ser la única, de eso estoy segura.

Me sentía como en medio de una nube gris y dispuesta a lloverme sin piedad, mientras a otros les habría un hueco para que el sol los tocara, a mi me dejaba siempre en la oscuridad.

Estaba sola, llorando en la vacía y fría sala de mi casa, sin nadie que me tendiera la mano y peor aún, sin mi mascota... la única que estuvo en mis momentos más fúnebres.

Lo único que pude hacer por mi gata fue enterrarla en el jardín, junto con todos esos recuerdos felices, junto a todos esos sueños con quien creía el hombre de mi vida.

Por más que buscara, no encontraba una salida a todo lo que mi vida se había convertido.

Me quedaba poco combustible, pero lo suficiente para ir nuevamente a ese puente para acabar de una vez con mi pesar.

Mientras conducía, en lo único que pensaba era que las personas tendrían más oxígeno para vivir sin mi. Podría llegar a ser muy cruel conmigo misma, pero...

¡Y de nuevo estaba ahí!

Estacioné mi auto y bajé de este dando un portazo. Caminé hecha una furia hacia aquel sujeto que no hacía más que prolongar mi sufrimiento en este mundo.

—¡Tú! —lo apunté y ni siquiera se inmutó por mi presencia. —¡¿qué demonios haces aquí otra vez?! —noté como respiraba profundamente. Subió otro peldaño de la baranda sin sujetarse.

—Ya te lo dije. —abrió sus brazos hacia el cielo con los ojos cerrados.

—¡Pu-pues búscate tu puente para suicidarte! —su cuerpo se balanceaba entre el puente y el vacío. El viento soplaba con fuerza y mis nervios se hicieron presente cuando se hizo más hacia al frente, dispuesto a lo que fuera que el destino quisiera con él. —Te-ten cuidado. —hice la acción de querer sujetarlo.

—Que irónico. —sonrió y luego bajó como si nada, quedando frente a mi a una escasa distancia de mi rostro. Sus ojos me vieron con seriedad y luego diversión—quizás sea bueno que sepas que yo llegué primero a este puente.

Se irguió y comenzó a silbar la misma melodía de los otros días. Me rodeó.

—Cuidado con la tabla donde estás parada. —lo oí nuevamente y miré mis pies por inercia. —está suelta y no querrías caer justo en la copa de los árboles. Sería muy sangriento y los pájaros carroñeros te comerían, incluso, aún estando viva.

Tomé aire profundamente para calmar mi enojo con este tipo y me crucé de brazos viendo a mi costado. ¡¿Quién se cree que es?! ¡Como si no supiera lo que un "ave carroñera" significa!

Quedé petrificada cuando hice contacto con el horizonte y mis ojos comenzaron a cristalizarse al momento de ver como el sol se ocultaba lentamente. La mezcla de colores era algo casi imposible de explicar, pareciera que cada rayo del sol había abrazado a quien debía en ese momento tan fugaz.

—Esto es...

—Hermoso. —completó mi frase a mi lado. No lo veía, pero sabía que estaba conmigo, viendo por un instante algo que irónicamente te hace sentir vivo.

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