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19

Su suave cabello se deslizaba entre mis dedos cada vez que acariciaba su cabeza sobre mis piernas. El sofá de mi sala se estaba volviendo mi lugar favorito de toda la casa.

Su respiración era pausada y lenta, nadie pensaría que hace unos minutos atrás lloraba desconsolado en mi regazo.

Sus ojos se mantenían cerrados, aún con sus pestañas algo húmedas por las lágrimas que había derramado. Era como un niño pequeño que necesitaba un abrazo luego de caerse mientras jugaba.

—Duerme.—musité, pasando mis dedos por su mejilla. Tenía la sensación de queno había descansado en mucho tiempo. —ahora me toca cuidar de ti.

Estuve más de una hora viendo como él dormía plácidamente.

Los álbumes seguían en la mesita de centro frente a mi. No podía dejar de pensar en que pensarían mis padres sobre Adrien, lo conocieron cuando era niño, así que no creo que se llevaran muy mal.

¿Papá lo aceptaría como alguien "digno" de ser parte de mi vida?, ¿mamá le habría hecho una tarta de fresas al momento de presentárselo?, ¿estarían felices?

Se que la forma en la que nos conocimos fue muy extraña, pero ahora que lo pienso un poco mejor... ya no quiero dejar de vivir y eso es un gran paso. Quiero estar con él para hacerlo sonreír y agradecerle lo que hizo por mí a pesar de todo lo malo que ocurrió.

Quisiera por una vez ver la sonrisa genuina de Adrien, no aquella que me mostraba cada vez que nos veíamos en el puente. No esa sonrisa falsa, llena de dolor, culpa y sufrimiento. Si él fue mi puerta de salida, también quería ser la suya.

Sus ojos se abrieron lentamente y yo despejé su frente al instante. Sonreí.

Me miró fijamente, con miedo. Era como si aún buscara que yo lo culpara de todo. De repente tomó mi mano, la llevó a sus labios y, besándola suavemente,  pidió otra de sus lastimeras disculpas.

—Marinette... lo siento tanto...

Shh... —negué con la cabeza y me incliné para quedar frente suyo. —no hablemos de eso ahora. —volvió a mirarme y nos quedamos en silencio.

Su respiración se mezclaba con la mía y yo... yo sólo quería perderme en esos profundos bosques que tenía como ojos. Perderme ahí y no salir jamás, era un buen plan en mi cabeza.

—No me alcanzará la vida para pedirte perdón.

—Y a mí no me alcanzará la vida para... — un nudo se formó en mi garganta y sentí mis mejillas arder. —para... demostrarte todo lo que siento.

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