03
| Million dollar man- Lana del rey |
¿Por qué encubría lo que era a un asesino? ¿Cuántas veces habrá matado? ¿Llevará la cuenta? A veces siento que tengo demasiadas preguntas y pocas respuestas, o prácticamente no tengo respuestas. Me levanté del césped, donde me encontraba.
— Regresa aquí, Christine. — susurró con un tono demandante.
Lo escuchaba, pero no entendía que decía, su voz estaba muy lejos. — Me tengo que ir. — dije acomodando las cuerdas de la jardinera que caían por mis hombros. — Mejor me voy. — Repetí una y otra vez mientras caminaba sin rumbo por las calles.
Él no iría a buscarme, mis pasos eran cortos y débiles ¿Sería capaz de soportar eso? Me sentía tan insignificante en el mundo, mejor dicho, en el universo. Eran como las cinco de la tarde, no tenía un rumbo fijo y solo caminaba.
La gente era diferente aquí, supongo que ya me había alejado mucho de mi casa, no me importaba si podía volver o no. Quizás es lo mejor. Era un pequeño trozo de materia recorriendo el mundo.
— Chrissy, querida. — Habló Dimitri mientras me sujetaba el brazo — ¿Por qué estás a la afuera del pueblo?
Yo no sabía que responder ¿Tanto había caminado? No quise preguntar cuanto había sido porque sinceramente no me importaba, sentía que quería llorar y salir corriendo de mi propia desgracia. Sostuvo mi brazo con más fuerza para que lo mirara, ahí lo notó.
— ¿Por qué estabas llorando, cariño? — preguntó posando sus manos sobre mi cara, limpiando las lágrimas.
— Papá me gritó y dijo cosas feas. — Una mentira es mejor que decir la verdad, una horrenda verdad de la cual él no estaría preparado y yo no estaría preparada para decir.
— Tú sabes que Anthony es rudo, pero él te quiere. — Soltó mi brazo para poder caminar de nuevo al auto y abrir la puerta. — ¿Vamos por un helado?
Asentí mientras me subía a su auto, él cerró la puerta y se dirigió a su lugar para cerrar la puerta y encender el motor. ¿Él será de confiar? Esperemos que sí.
No hablamos de nada durante el viaje, pero por lo que noto venía del trabajo. Anthony también trabaja, como profesor de universidad. No me di cuenta cuando Dimitri me había abierto la puerta para bajarse, hice lo mismo.
— ¿Dónde es? — dije dudosa.
Él solo sonrió mientras apuntaba a una heladería que estaba a varias cuadras de nuestras casas.
Caminamos directo a la grande puerta de vidrio, hay pocas personas en el lugar, pero la mayoría eran adolescentes disfrutando un momento juntos.
— Supuse que te gustaría esta heladería. — carcajeó mientras nos sentábamos en una mesa.
— Dimitri, es la única tienda de helados del pueblo. — dije obvia.
— Es verdad, se me había olvidado por completo. — comentó incrédulo.
Llegó un señor a pedir las ordenes, él y Dimitri se habían reconocido.
— Oh, ¿Ella es tu adorable hija? — preguntó animado el señor mientras me veía el rostro, supongo que se sorprendió al no encontrar similitudes.
— Es hija de un amigo cercano, la traje aquí por su cumpleaños.
El señor se sorprendió y brincó de alegría diciendo que hubiese partido por ahí, que la familia de Dimitri era suya también. Nos obsequió cualquier helado que quisiéramos, escogí un tazón de vainilla y él de chocolate. Nos comentó que ya estaban por cerrar por ende no podíamos comer en el local, pero que todo era un regalo de parte de la casa, así qué no nos teníamos que preocupar por entregarlos después.
— ¿Por qué mentiste? — pregunté mientras reclinaba el asiento del auto hacia atrás. — ¿Por qué no simplemente decir la verdad?
— Helados gratis Chrissy, helados gratis.
Levantó el recipiente de vidrio en el aire y me miró para que hiciera lo mismo. Hicimos un brindis de helado, metí mi cuchara en su helado, robándole un poco.
— Pequeña ladrona. —dijo mientras metía su cuchara en mi helado de vainilla, manchándolo de color chocolate.
Nos reímos por varios minutos mientras nos acabábamos de comer los restos de helado, sonreí hasta no poder más, me había llenado.
— Espero que tengas hambre para la cena, o nos van a matar por comer dulce antes de ella. —dijo casi en un susurro, colocando sus manos en el volante del auto.
Matar, se me había olvidado por completo que esa palabra estaba en mi mente. Él lo notó y me miró extrañado.
— Él no te hará daño por esto, créeme que no.
Ahí es cuando por fin lo miré después de la pelea amistosa que habíamos tenido.
Respiré hondo al sentir el contacto de sus dedos fríos en mi cara, pero tenía la palma caliente.
— Creo que te ensuciaste con helado. — con su mano libre pasó su pulgar por su boca para llenarlo un poco con saliva, así poder quitarme el helado ya pegado en las comisuras de mis labios. — no te muevas. — ordenó.
Pasó lentamente sus dedos por el inicio de mis labios hasta el otro extremo. — No sé si alguien te ha dicho que comes muy mal el helado. — Comentó mientras quitaba el contacto con mi cara, volviendo al volante.
— Tú, eres el primero que ha juzgado mi manera de comer helado. — volví el asiento a la normalidad, él también.
Carcajeó al escuchar que era el primero, prendió el motor y comenzamos a movernos directo hacia nuestro nuevo destino; Mi casa. El azúcar se me había subido, me sentía enérgica, sentía que podía hacer cualquier cosa. Era indestructible.
Al estar a cuadras de mi casa pude notar como había estaban cuatro patrullas de policías en la casa, miré a Dimitri y ni él se lo podía creer. ¿Lo habían visto salir con el cuchillo y la cabeza de la chica? ¿Qué sería de mí? No me podía quedar sin papá, no otra vez.
Dimitri se estacionó en su casa, y como si el diablo estuviera detrás de mi me bajé corriendo del auto para ir directo a la casa de donde me había ido hace horas esperando jamás regresar, ahora estoy yendo como si ese fuera mi único lugar amado.
Anthony estaba hablando con los policías, describiendo el cabello de alguien, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, esos ojos cafés verdosos eran de color negro puro.
Un policía me agarró del hombro mientras me decía algo, sentía que estaba cayendo en un hueco sin final ya que no escuchaba nada, solo asentía.
— ¡La encontré! — gritó el señor mientras me llevaba a la puerta de mi casa.
Sus ojos me buscaban con desesperación ¿Será de Anthony sufre de trastorno de personalidad? Sí, es así.
Estiró los brazos para poder agarrarme, soltando el agarre del policía. Me agarraba en sus brazos mientras metía su cabeza en mis hombros, sus sollozos eran enormes. No entendía por qué todos estaban buscándome, ¿Por qué tantas patrullas? Hay casos más importantes que una chica vagando por ahí.
Anthony se limpió la cara y se levantó, estaba como nuevo, sin rastros de lágrimas. Se fue con el general, había traído al maldito jefe de policías a la casa. ¿Se caerían de culo si les digo que hay chicas muertas el sótano?
Me quedé mirando fijamente al oficial de policía, hablaba con tanta naturalidad. Decidí acercarme.
Caminé firmemente hacia él, con los nudillos blancos, no notaron mi presencia.
— Me gustaría decir algo. — comenté captando la atención de todos, mi tono había sido más fuerte de lo que esperaba.
— Puedes decirme. — le dio la espalda a mi padre, para tomarme atención a mí.
— Hay chicas muertas en el sótano. —dije sin pensarlo.
— ¿Disculpa? — fue muy fuerte para la primera vez, no lo pudo procesar.
— Lo que escuchó, hay chicas muertas en el sótano, podrá encontrar a una chica desnuda en una mesa con el mismo tono de cabello que el mío.
El oficial comenzó a reírse mientras mi padre aparecía detrás de él, riendo al unisonó.
— Chiquilla, creo que estás mareada. — tocó mi cabeza.
Me negaba a que no se lo creyeran, corrí hacia el sótano y abrí la puerta, bajé los escalones corriendo para encender la luz. — ¡Me tienen que creer! —grité con las ultimas energías que me quedaban. Volví a mirar hacia arriba, encontrando a mi padre apuntándole con el arma a la cabeza al jefe de policías.
Bajaron las escaleras juntos, hasta llegar a mí.
El oficial vio como muchas cabezas colgaban dentro de grandes freezers, eso no era todo; Cuerpos, brazos, muslos, ojos. De todo un poco.
Anthony lanzó al oficial hacia el suelo, disparándole en la cabeza sin remordimiento. Tiró el arma a cualquier lado de la sala, el lugar era demasiado frio.
— Dios mío Christine, ¿Por qué lo hiciste? — preguntó entre dientes. Su cuerpo me cubría, sus manos subían por mi cuello hasta mi mandíbula — Tendré que matarte, no quería hacerlo, pero Jesucristo, me obligaste. — apretó tan fuerte que sentía que los ojos se me iban a salir del cuerpo, que me iba a desnucar en sus manos.
Como pude metí el pie entre los dos y lo empujé, caí en un gancho carnicero. Ese era mi fin, en el frio y con un gancho en mi vientre.
Un oficial bajó y vio la escena aterrorizado, las emociones le ganaron y le voló el hombro en ese mismo momento, haciendo que su enorme cuerpo cayera sin piedad al suelo. Gritándole mientras subía por más refuerzos.
Anthony se arrastró hacía mí, con los ojos llenos de sangre por la presión. — Yo te amo tanto, que daré la vida por ti, nos veremos en el infierno. — se levantó como pudo, quedando tres cabezas arriba de mí, se recargó en mis hombros haciendo que mi cuerpo se rompiera en ese mismo momento, no sentí absolutamente nada.
Mi cuerpo roto a la mitad cayó en el suelo, mi vida se apagaba lentamente, veía todo, pero me sentía muerta. Los refuerzos llegaron, le volaron la cabeza tal como él lo había hecho al jefe de oficiales. El señor estaba horrorizado al ver mi cuerpo roto a la mitad.
Pero en medio de todo soltó una carcajada, sacó un espejo de su bolsillo y me mostró; Mis ojos color celeste, un iris blanco, sin vida. No podía gritar por más asustada que estuviese.
...
— ¡Christine! — gritó Anthony en mi cara — ¿En qué piensas?
Lo miré reaccionando, había caído en la realidad, todo lo anterior fue una alucinación. Los ojos me dolían por no pestañear, los oficiales se habían ido.
— Eras como un robot, solo caminabas, no hablabas. ¿Te encuentras bien, cariño? — preguntó mientras levantaba el vaso de la mesa de centro
Asentí lentamente, recibiendo el vaso con agua. — Creo que tuve un sueño lucido. — dije en un suspiro.
— ¿Quieres hablar de eso?
Me negué, lo miré a los ojos y sonrió de medio lado. — ¿Algún día seré como una de ellas? — pregunté.
— Si no obedeces, me veré en la obligación de hacerlo. Pero Jesucristo, no quiero, no puedo. — suspiró — No puedo tocarte ni un cabello.
— ¿Cómo hiciste para que no te descubrieran? — dejé el vaso en la mesa.
— Esa será una historia para otro día, ¿Qué estabas pensando cuando te fuiste? — subió el tono mientras me acariciaba el cabello
— Me asustaste.
El silencio rondó la sala, ladeó la cabeza con cara de pregunta. — ¿Qué es esto? — tocó un mechón de mi cabello que estaba bañado con helado de vainilla, se lo metió a la boca, soltando el sabor dulce. Lo dejó en mi hombro.
— ¿A dónde fuiste realmente? No quiero mentiras, estoy hasta la mierda de ellas. — respiró hondo, peinándose los cabellos sueltos que le caían por la cara.
No había nada que ocultar, no había hecho nada malo, pero ¿Por qué sentía que sí lo había hecho?
— Dimitri me encontró vagando por el borde del pueblo, regresaba de trabajar, Fue casualidad. —comencé a decirle—, yo no me di cuenta en donde estaba hasta que me dijo, me ofreció subirme a su auto para llevarme a casa. Paramos por un helado y creo que me manché el cabello con vainilla. — evité la parte en donde peleamos, me limpió la boca con sus dedos y hablamos.
— Ten cuidado con él. —dijo sin pensar, con los ojos cerrados.
— Vivo contigo, ¿Qué podría ser peor? —solté.
Como si fuera un impulso, colocó sus manos en mi cuello, apretando. No estaba apretando fuerte, pero me ahogaba. — Se con qué fue cortado ese tronco, lo conozco muy bien. Si te digo que te cuides, te cuidadas. — apretó más — Además, no me compares con él. Vivir conmigo es un maldito regalo, con él sería el infierno en la tierra. Mejor ve a poner la mesa, vamos a cenar.
— No tengo hambre. — dije en susurro, como pude.
— ¿Acaso comiste con él? — apretó aún más.
Yo negué, —Solamente no quiero comer, he pasado por muchas emociones en un día, quiero dormir.
Sonrió de medio lado y soltó su agarre, levantándose de golpe. — Suponía que me dirías eso, te hice la receta especial. — estiró su enorme mano en mi cara.
Acepté su ayuda y sostuve la mano. Me levantó del sillón y me condujo por el pasillo hasta las escaleras, me sentía segura en mi hogar. Su agarre se soltó en mi cuarto, abrió la puerta y entramos. — Te dejé tu premio en la mesa de noche, cariño. Papi se disculpa por lo que pasó hoy, pero espero que puedas dormir con lo que te dejé, — besó mi cabeza y se fue.
Caminé hacia la mesa de noche y ahí estaban las pastillas, las malditas pastillas.
Oxicodona, la maldita droga a la cual era adicta mamá. Pero maldición, yo también.
Él sabía que solo me gustaban para dormir, pero las tenía prohibidas por ella. Ahora, me las da como un premio.
No voy a caer.
Agarré una caja que tenía escondida y metí la pastilla de oxi en la bolsa plástica de analgésicos. Eran muchas pastillas, por meses me estaba haciendo lo mismo, jamás las consumía, me prometí a mi misma luchar contra mi adicción.
«Cambias una adicción por otra» La había cambiado por golpes, me golpeaba en zonas estratégicas para que estos golpes no se vieran, hay hematomas enormes debajo de mi entrepierna.
Cerré la caja y la escondí otra vez, comencé a golpearme. Una vez calmada me levanté y caminé hacia el baño, me lavé la cara, me coloqué el pijama y apagué todas las luces, lista para dormir.
No estaba sola, estaba con mis demonios, estos habían salido.
Respiré hondo y me acosté. A la mierda con eso, pensé.
...
¿Vieron la nueva portada? ¿Qué les pareció? A mi me encantó, porque si son observadoras notarán un detalle.
La diseñó MadameArdent 🖤
...
Recuerden que la novela tiene playlist, ahí pueden encontrar muchas canciones de las cuales me he inspirado para todo esto.
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