02
| Hit me with your best shot- ADONA |
Los miré a los dos ojos de cachorro, pero no funcionó. Anthony se levantó de la mesa y se fue al baño.
En la mesa quedamos él y yo. Sus ojos eran tan azules como el cielo, pero en este mismo momento estaban negros como la noche.
— Ahora puedes beber, no está aquí para regañarte. dijo en medio de un susurro, agarrando el vino y sirviendo más en mi copa. — Si no le dices, yo no le digo. — guiñó el ojo derecho.
Levanté la copa una vez terminó de servir el líquido rojo en él. — Salud. — imité su susurro, guiñándole un ojo.
Anthony no regresaba del baño, pero algo en mí sabía que no debía ir por él.
— No te preocupes, solo fue a ordenar unas cosas. — comentó mirándome fijamente, como si me leyera la mente.
— No es eso, es que ya comimos y no me ha dicho para buscar el postre. — me levanté de la silla, apoyando mis manos en la mesa — Además, en el postre de acción de gracias nos gusta agradecer por algo.
— ¿Por quién o por qué cosa darás gracias este día, Chrissy? — juntó sus manos en la mesa, pegándolas a su perfecta mandíbula.
No le iba a decir mis razones reales, creo que estas deben quedar sepultadas en mi interior de por vida.
— Por mí, por ustedes y por nosotros. — desvié la vista a la ventana. — Estos años han sido difíciles para mi padre, creo que necesita algo bueno. — suspiré.
— Todos. — dijo firmemente Anthony, haciéndose presente en el umbral de la puerta. — ¿Vamos a sacar el postre, cielo? — extendió su mano.
Asentí y caminé hacia él, recibiendo su mano con la mía.
Caminamos juntos a la cocina, la cual estaba prácticamente al lado.
Sacamos una torta de yogurt del congelador, él sirvió la crema de leche que había hecho horas antes.
Mientras servía todo daba cortos besos en mis manos, la puerta del comedor daba directo a la cocina, Dimitri nos veía.
— Estoy feliz de que estés conmigo en este momento. — dijo sin mirarme, mientras decoraba la torta.
No dije nada, pero le respondí el comentario apoyándome en su brazo mientras hacía todos esos movimientos con la manga pastelera.
— Colócalo en la mesa — puso el pastel en mis manos — Yo iré por los platos, una vez que lo pongas en la mesa, recoge los platos de comida.
Asentí. Pero no fue necesario que hiciera dos vueltas, Dimitri había llegado con los platos y los cubiertos utilizados en la cena.
Arrebató la torta de mis manos y la llevó a la mesa, Anthony dejó con fuerza la manga pastelera a un lado, mirándome amenazante.
— Acompáñame al patio trasero. — expresó con furia en sus palabras, agarrándome del brazo. — ¿Me puedes explicar que pasa entre Dimitri y tú? Carajo... ¿A caso lo prefieres a él? — susurró exaltado buscando las respuestas en mis ojos.
Me quedé mirándolo, el frío me calaba los huesos, pero la rabia que se sentía en el ambiente no era normal .
— No es eso, no sé que le sucede a tu amigo. Tú lo conoces... — dije entre ademanes para poder tranquilizarlo, parecía que la vena de su cuello iba a reventarse y llenarme de sangre.
— Perdón, no puedo compartirte. — dijo sujetando mi nuca, enredándose algunos cabellos en sus dedos. — No puedo... — juntó mi frente con la suya, la besó.
En cada beso que daba repetía las mismas palabras "No puedo."
Se despegó de mí y me empujó desde la espalda baja, haciendo que retomara camino adentro de la casa. Cerrando la enorme puerta de vidrio detrás de sí.
Estiró la mano y sujetó mi cabellera entre sus dedos, solamente por unos momentos antes que esta cayera de nuevo en mis hombros.
Nos reubicamos en la mesa en un silencio enorme, las velas del centro seguían prendidas, algunos vecinos disfrutaban de la pirotecnia en la calle.
— Quería empezar yo, si no es molestia. — dijo Dimitri, levantándose de la silla,quedando en el mismo lugar. — Creo que necesito decir esto, y dar las enormes gracias al universo porque este lugar me parece maravilloso y una de las razones por las cuales viajé a Vermont fue para mudarme, estaré a la vuelta de la manzana. — elevó su copa al aire.
Anthony se tragó sus ganas de cortar su vientre en ese mismo momento. Agarrarlo de la cabeza y estamparla en la mesa, luego agarrar el cuchillo con el que cortamos la carne y rebanarle la cara, los dedos y mutilarlo. ¿En dónde quedaría su cuerpo? Quedaría en nuestros estómagos, ¿Los huesos? Volverán a la tierra.
Miraba a Dimitri serio, pero era toda una farsa, esa mierda no la iban a creer.
— Me alegro mucho con eso Dimitri, me hace feliz saber que tengo a un amigo cerca de mí. — sonrió de medio lado.
O puedes tener al mismo demonio en tu villa, pero lo malo de tener dos demonios en un mismo lugar por una misma presa es que... ¿Quién se queda con ella?
Los miré a los dos, mi cabeza no dejaba de darle vueltas a las diferentes situaciones desagradables en las que me vería envuelta. Esto me llevaría a una muerte anunciada, una muerte que se avecina en este mismo momento.
Pero no haré nada, si este auto sin freno se estrella, moriré.
— A mi me alegra saber que hay una familia a donde acudir, y una niña a quién consentir. — sonrió aún con la copa en alto, bajando la vista a través de su brazo hasta mis ojos.
Luego de eso bajó la copa y se sentó en la silla nuevamente, no bebería hasta que todos demos nuestras gracias.
Anthony se paró con su copa en la mano y nos miró a ambos. — Espero que te vaya muy bien en lo que sea que hagas en este hermoso pueblo de Vermont. Woodstock está feliz de tenerte. — elevó más la copa en el aire, mantuvimos contacto visual — Quería decir otras palabras, pero no sé como empezar. Gracias a las personas que me dejaron conservar a esta bella dama de aquí, Christine Bloom, mi hija. — sonrió — mi tesoro, mi alma, mi vida y lo más valioso que tengo en este mundo tan cruel, la única luz de paz que hay. Lo único puro.
No sabía que decir, lo miraba con expresión seria mientras tomaba asiento dejando su copa de lado. ¿Esperaban que dijera esas mierdas cursis? No puedo, jodanse.
— Es tu turno, Chrissy. — dijo en susurro Dimitri, sirviéndome una copa de vino nueva. — Debes dar las gracias por algo o por alguien.
Respiré hondo, mi ansiedad incrementaba cada vez que sentía como mi peso se elevaba, como sentía que me levantaba. El proceso de levantarme y levantar la copa en el aire lo sentía en cámara lenta, cada palabra que pasaba por mi mente era analizada, descartada y ocupada por alguna más.
Simplemente no sabía que decir, me quedé estática mirando mi reflejo en el espejo que teníamos en la misma dirección en donde me encontraba parada. Sentía que estaba atorada en mi mente, quizás pasaron veinte minutos, pero no.
Solo fueron segundos entre que me paré, levanté la copa y comencé a hablar.
— El gracias es algo muy vago, pero sumamente impórtate. — tomé una bocanada de aire ante el discurso que iba a soltar. — Agradezco a mi padre, Anthony. Señor, a usted no lo conozco, pero le deseo lo mejor, y espero que viva feliz en esa casa. Gracias a papá también por traer esta comida, este postre y todo lo que siempre hace por esta familia. Solo tú y yo. — elevé más la copa en el aire, cerrando el discurso como ellos lo habían hecho.
Pero no me dio tiempo de sentarme en la silla cuando ellos ya estaban levantándose y levantando sus copas en el aire.
— Gracias. — dijeron Anthony y Dimitri al unisonó.
— Gracias. — repetí.
Los tres elevamos nuestras copas en el air, para así llevárnosla a nuestra boca. El líquido bajaba por nuestras gargantas.
— Espero que disfruten el postre, lo hice con mucha dedicación. — comentó Anthony.
...
Estábamos los tres en la sala, yo miraba por escribía algo en mi diario y ellos hablaban de diversos temas los cuales no estaba prestando atención.
Dimitri llamó mi atención levantándose del sofá, dirigiéndose a la entrada donde estaba colgado su chaqueta. Lo seguía con la mirada, buscaba algo adentro de su bolsillo del pecho, ahí lo sacó.
Un regalo perfectamente envuelto, un listón dorado con una caja negra. Se veía tan delicado.
Este con paso firme se dirigía a mi lugar, cerré el diario y lo miré fijamente.
— Creo que un pajarito me contó que este libro puede interesarte, me contaron que te gusta la lectura.
Abrí el empaque con delicadeza, este empaque finamente envuelto lo hacía tan característico, la inquietud de saber cuál era su contenido me comía por dentro.
— El perfume... — lo miré con los ojos brillosos.
— Escuché que se publicó hace algunos meses, no he tenido el placer de leerlo. — comentó mientras se sentaba al lado mío. — si quieres podemos hacer una lectura conjunta, así ambos avanzamos y lo leemos.
Mantuve silencio ante esa propuesta, pero miré a mi padre, este debería decir algo.
— No me parece mala idea, pero por unos amigos que si la leyeron dicen que no es algo que una niña deba leer...— rascó su cabeza, sentándose mejor en el sillón.
— Lo entiendo, pero no soy una niña. — sujeté el libro con fuerza — Tengo diecisiete años, y creo que esa es una edad perfecta.
— Está bien, pero debes avisarme antes y decirme la hora en la que irás. Te mantendré vigilada. — se acercó a la cara para besarme la frente, tomó el libro entre sus manos y lo empezó a inspeccionar. Miraba a Dimitri con recelo.
Creo mi cabeza no sería capaz de imaginar las diferentes escenas del crimen, cada una más sangrienta que la siguiente. Una garganta cortada de par en par, un tendón mantiene el cuello de Dimitri sostenido a su cuerpo. En mi mente estoy llena de sangre, no me puedo mover o hablar, simplemente soy una espectadora en una escena sangrienta.
¿Pero qué tan lejos estaba esa imaginación de la jodida y rota realidad?
Creo que solo un paso, de su cordura y la sociopatía.
— Espero que disfruten su lectura, ya sabes las condiciones para que esto pase. — me entregó el libro en las manos.
...
Las vacaciones de verano habían comenzado en Vermont, y eso significaba que podía salir con mis amigas y conocer más sitios. El verano no es de mi agrado por el calor insoportable que hacía, pero siempre era manejable.
Me hice una coleta alta y acomodé mis jardineros, tenía que comenzar a cultivar ciertas cosas en el patio. La florería era mi distracción de este mundo tan gris.
Anthony estaba llevando y trayendo cosas desde su auto al sótano, eran cajas enormes, perfectamente empacadas. Enterré las tijeras de jardín en la tierra, me levanté dispuesta a averiguar qué es lo que él ocultaba ahí. Nunca me había dejado bajar más allá.
Recargando mis manos en la pared, buscando un interruptor de luz, se me hacía raro que en pleno día este lugar esté en las penumbras.
— ¿Qué es lo que buscas con tanta insistencia, Christine? — dijo suavemente, parado en el primer escalón del sótano. — Hay puertas que merecen estar cerradas, por ejemplo, esta. — suspiró — Me gustaría que te dieras media vuelta y te fueras con tus plantas, esto es algo de adultos, tu mente no lo soportaría.
— Te la pasas más tiempo aquí que conmigo, a veces quisiera que pasáramos más tiempo juntos. — saqué las manos de la pared, dejándolas caer en mi cuerpo.
El aire que salía del sótano hasta la puerta en donde estaba parada era frío, como una noche de invierno en Vermont.
— Deberías irte Christine, la curiosidad mató al gato — subió un escalón. —, Yo no quiero que eso te suceda a ti.
Me mantuve en total silencio, ¿Por qué no quería estar conmigo?
— Al menos el gato murió sabiendo. — me mantuve firme en la puerta del sótano.
— Odio esa respuesta, si bien el gato murió sabiendo, ¿Qué te garantiza que no sufrió al morir? Al final, nadie sabe de qué murió ese gato, ni lo que vio antes.
Comenzó a dar pasos largos en la escalera, mientras más se acercaba más me alejaba de él. La luz del día me cegó, haciendo que cayera de culo al césped, mi mirada un poco borrosa seguía ya en la puerta del sótano totalmente negra por el contraste de la luz.
Froté mis ojos y miré bien.
Anthony haciéndose visible en la oscuridad, tenía un traje negro con guantes de cuero, en su mano derecha un cuchillo de cocina y en el otro con la mano envuelta en su cabello color café, una cabeza de una chica, no podía ver su cara ya que esta miraba para las escaleras.
Al ver toda la escena mis ojos comenzaron a lagrimear, él lanzó la cabeza hacia la oscuridad detrás de él, como si la cabeza de la chica fuera una pelota insignificante, clavó el cuchillo en el suelo, caminando con esos zapatos de color negro de punta fina, sentía que podía ver mi alma reflejada en ellos. Me levantó de un brazo, me estaba hablando ¿Por qué no podía escucharlo? Posaba su enorme y fría mano en mi cara, como buscando alguna respuesta, lo miraba, pero no sentía que estuviese ahí.
Mi cuerpo estaba con él, pero mi mente estaba pensando en como la cabeza rodaba escalón por escalón.
Creo que en algún momento de nuestras vidas sabemos que tan jodidos estamos, pero lo ignoramos.
¿Esto se puede ignorar? Yo lo haría por él, lo amo mucho como para permitir que se vaya de mi lado otra vez.
...
Les vengo a comentar que ya tengo una cuenta como escritora, la cual es: Booksofty
Ahí pueden encontrar novedades y saber cuando voy a actualizar.
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