Capítulo 3.
Mi cabeza arde, cada parte de ella duele como si me hubiesen dado azotes por horas, como si me hubiesen golpeado hasta el cansancio pero no es nada de ello.
Sólo me han quebrantado.
Sólo se han llevado mi esperanza.
Sólo me han quitado mi oportunidad.
No sé como he llegado a mi cama, pero me despierto allí. Lo primero que veo es el techo y recuerdo lo mucho que le odio por no dejarme ver las estrellas.
A penas me levanto un mareo me devuelve a la cama de un sopetón y siento como una mano cubre mi frente.
Al azar la vista le veo.
N°0021
Abro mi boca intentando balbucear pero él me hace un gesto de silencio, y me acerca una bandeja de comida, con agua y frutas.
Me acerca la charola a las piernas y me insiste para que coma, así que lo termino haciendo de manera lenta mirándole.
Me doy cuenta que he dejado la manzana a medio comer y la termino. Cuando acabo con todo, comienzo el interrogatorio.
Lo más importante.
—¿Qué haces aquí? Y ¿Por qué no me dejabas hablar?
Su mirada me examina y se encoge de hombros. Sólo responde la segunda.
—No quería oír tu voz chillona.
Le gruño, aunque no lo culpo, la he empezado a odiar.
—Entonces. Si no quieres oír mi voz ¿Qué haces aquí? —Estoy confundida, no entiendo. Si supuestamente estaba chiflada ¿Por qué se queda aquí conmig?
21 se deja caer en su silla.
—Supongo que me compadecí de ti.
—No era necesario. —rechazo. Hubiese preferido que me golpease la cabeza y que yo arruinase ese perfecto orden que hay allí. Tal vez ese sonido si hubiese sido espantoso.
—Si, si lo es —Cruza sus brazos y me ve—. Estás mal.
—No —niego—. De hecho, estoy perfecta.
—Estar perfecta no significa estar bien.
— ¿A dónde quieres llegar? —cuestiono.
—Que te están matando por dentro y no lo voy a permitir. —Su voz suena ronca y firme y ladeo mi cabeza.
—¿Por qué? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué no me dices chiflada y te vas? —disparo. Podría superarlo más rápido, no quiero que me haga creer cuando no hay esperanza.
—Sólo que tú me has dado una oportunidad —Saca algo brillante de su bolsillo y veo la llave. La oportunidad de deshacerte de los candados—. Y ahora soy tu esperanza.
—No lo quiero.
—Eso es lo mejor —Me sonríe torcidamente—. No me has pedido, y aquí estoy.
—¿Podrías irte? —Sus ojos se empañan y ladeo mi cabeza confusa.
—Sólo hasta devolverte la esperanza y hayas aprendido lo más importante.
—Y ¿Eso que es?
Sonríe y me señala el pecho.
—La respuesta está aquí.
—No lo entiendo —Vuelvo a repetir—. ¿Por qué me tienes que seguir como una garrapata? Ya no te quiero aquí —refunfuño y me detengo en uno de los pasillos, vigilando que no nos oigan a hablar.
—No es por mí, es por ti —responde de nuevo y niega con su cabeza al ver mi terquedad. No se ha separado de mí ni siquiera para ir al baño—. ¿Tienes miedo de que nos escuchen? —pregunta cuando ve que observo a los lados.
E inevitablemente asiento.
—No los quiero cerca. No quiero sus cadenas. —confieso en voz baja.
Él asiente.
—Bien, entonces corre —dice rápido y no entiendo hasta que comienza a gritar como un desquiciado—. ¡When you were before, Couldn't you in the eye!
Su voz resuena fuerte y oigo los pasos acercándose. Mi corazón tiembla y él entrelaza su mano con la mía rápidamente antes de echar a correr.
—¡Rétalos! Si te quitaron tu sueño, quítales su paciencia.
Corremos por las escaleras hasta llegar al primer piso, todos los cuartos están ocupados y cuando llegamos a los que están cerrados con llave.
Él abre el que dice "Amor" y entra con rapidez.
Ladeo mi cabeza confusa y meto la punta de pie sin estar segura.
—¿Tú sientes amor? —pregunto. Oigo los pasos acercándose y él parece nervioso, pero yo sólo puedo ver que él ha entrado y se supone que sentir está prohibido.
Me insta a entrar pero no lo voy a hacer que conteste mi pregunta.
—No lo sé... ¡Entra!
—¡Dime como has entrado!
—¡Pues porque siento! ¿Cómo mas?
—Pero yo no puedo, yo no siento. —Mi voz sale baja.
—Claro que si, ¿Cómo no vas a sentir, cariño?
—¿Cómo me has llamado? —Se escuchan los pasos a un piso. Esa palabra se me ha hecho conocida.
—No lo sé.
—¿Cómo me has llamado, 21? —repito seria.
—¡Qué no me acuerdo! —defiende.
—¡Que no te creo!
—¡Entra ya!
—¡Que no voy a entrar porque no...—Mi voz se ve interrumpida, cuando me jala hacia dentro, la puerta se cierra con rapidez y mi espalda pega contra ella.
Su frente se pega a la mía.
—Te he llamado cariño, terca.
—¿Por qué? —Ladeo mi cabeza confusa. No acabo de entender porque esa palabra se oye bonita.
—Porque me ha pegado la gana. —gruñe y yo gruño de vuelta.
—Pues no la uses así porque esa palabra sólo se utiliza cuando quieres mucho a alguien y pues tú no me quieres.
—Cómo digas, gruñona.
—Calla, metículoso.
—¿Cómo?
—Que todo debe encajar perfecto en tu mundo, e incluso yo lo hago.
—Tú puedes ser lo que quieras ser y no tienes que encajar en mi mundo si no quieres —susurra con seriedad y enfoca sus ojos en los míos—. No tienes porqué pertenecer aquí, testaruda.
—No tengo elección.
—Huiremos si es lo que quieres. —Lo veo enseriarse y su mirada se torna un poco menos fría cuando se cruza con la mía.
—¿Cómo sabes que no puedo... —No me deja terminar la frase. Entiende que no puedo salir sin él, y alza su pie, hay una cadena que se estira hasta conectar con la mía.
—Estamos encadenados.
—Tú...
—Si. Yo no puedo permanecer muy lejos de ti —Asiente con exagerada desilusión, le golpeo—. Y tú no puedes alejarte mucho de mí.
Tengo muchas dudas.
—La cadena es corta ¿Cómo haz hecho para estar cerca de mí? —pregunto.
—Duermo en tu puerta. Y tú aunque no lo quiera siempre estás cerca de mí, como dos imanes.
Ambos nos quedamos en silencio y le miro sin comprender todavía.
—¿Entonces me quieres?
—¿Te queda claro que no me puedo alejar de ti ni aunque quiera?
—Vale, eso es un sí.
—Pues sí. —Mira su reloj y su gesto se desencaja—. Ya no hay tiempo, cariño.
—¿Para qué?
—Para la última lección.
—Lo más importante... —digo, asiente.
—Lo más importante es dejar las cadenas atrás y seguir adelante.
Es tarde. Están detrás de la puerta, no tenemos oportunidad. 21 me ha dicho que tiene un plan, no me ha dicho de que se trata, sólo sé que es arriesgado y que las posibilidades son pocas.
Me repite que le siga la corriente, estamos ambos frente a frente mirándonos.
—Te quiero.
—Yo no te odio tanto. —susurro y él asiente y apoya su frente con la mía.
—Sé que me quieres.
—Sé que me odias.
—¿Me prometes que recordarás la lección?
—Dejar las cadenas atrás y seguir adelante. —repito y cierra sus ojos mientras da un pequeño beso en mis labios y mi corazón brinca.
—Te quiero, cariño.
E involuntariamente sale de mí.
—Yo también.
Asiente y me abraza rápidamente. Aprieta mi mano con fuerza y la amarra a la suya, susurra en mi oído.
—Cuando yo te diga corre, corres rápido hacía la puerta y no te detienes, ni flaqueas, no importa lo que oigas.
Asiento y dice:
—Muy bien. Vamos.
Apenas salimos, las personas se aglomeran contra nosotros, siento como alguien me empuja hacia adelante, y el tumulto se aglomera contra 21.
Mi mano se suelta de la de él y quiero llorar, no entiendo porqué.
Entonces oigo.
—¡Corre!
Pero no puedo correr. Estamos unidos ¿Cierto? Cuando veo la llave está en su mano y la cadena ya no nos une. Se ha convertido en flores.
—¡Corre!
Corro y las lagrimas fluyen por mis mejillas mientras le dejo atrás. Escucho sirenas de ambulancia, gritos y luces detrás.
Estoy cerca, estoy abriendo la puerta, cuando le escucho por última vez.
—Sigue Adelante, Hollie.
Las voces se aglomeran en mi cabeza y la luz me ciega.
—Señora Hollyens, Usted ha sido ingresada en la Academia de Salud Mental Brookthenberg. Ha entrado en un estado de shock al enterarse que su esposo murió. Necesito que siga mi voz...
Oigo como por debajo de la puerta se escucha Creep.
Y el pitido que indica que estoy viva.
Ya no estoy en un sueño.
Las cadenas ya no me amarran.
FIN.
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