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Capítulo 36

Jack e Irene estaban hablando con un asesino a sueldo que habían contratado. Irene le daba una foto de Noel y su hija que les había sacado a escondidas.

—Queremos que vuele a Nápoles, siga a este hombre y lo mate a él, a su hija y a su novia —le indicó Irene.

—No se preocupen, esos dos en pocos días van a dejar de existir —les aseguró el asesino.

El hombre tomó el avión a Italia, los buscó a Noel y a Shanelle y empezó a seguirlos durante unos días. Era de noche, ahora Noel estaba en el living y llamó a su mamá desde el celular.

—¿Hola? —atendió Peggy. Su hijo habló del otro lado de la línea—. ¡Noel! ¿Cómo andás? ¿Cómo te va en Italia?

—Bien, ya compramos algunas cosas. También para ustedes, mañana se las envío.

—No era necesario.

—Para Stefi y para mí sí —dijo riendo levemente—. Para las nenas compramos dos muñecas: una para Shanelle y otra para Amanda.

—Tu sobrina te extraña y bueno, yo y el resto también.

—Yo también a ella y a todos allá. Pero va a ser solo hasta enero que voy a estar acá.

—Va a ser la primera vez que no pasás las fiestas con nosotros.

—Sí, pero acordate que con Stefi hicimos un acuerdo. El año que viene ella la pasa con nosotros en Londres.

—¿Y tus suegros? ¿Cómo te fue con ellos?

—Bastante bien, dijeron que iban a hacerme sentir como en mi casa y lo están cumpliendo.

—Me alegro, espero que siga así. —Shanelle entra al living y se pone a seguir a su papá, quien caminaba un poco por la sala—. ¿Mi nieta está bien?

—Sí, acá está. Te paso con ella. —Se sacó el celular, se agachó y le agarró la mano a su hija. Le puso el celular en la oreja. La nena habló con su abuela un ratito y luego volvió a hablar Noel. Se despidió y cortó. Alzó a su hija y se la llevó a su pieza donde enchufó el celular para cargarlo. Al salir, se encuentra con su novia, con la que se va un rato al patio, donde también estaba Attilio. Shanelle se puso a jugar con la nieve tirandosé al piso y tirandolés algunas bolas de nieve a su papá y a los dos italianos. Attilio se levantó para jugar con ella. Ambos se perseguían mutuamente. Noel y su novia disfrutaban de la escena riendosé. Luego Stefania se levantó para irse.

—Me voy al almacén, así voy comprando la comida.

—Te acompaño —se ofreció Noel.

—No, está bien. Vuelvo rápido. —Stefania saludó a los tres, entró a avisar a sus padres y se fue. El almacén estaba a seis cuadras, así que fue caminando. El asesino la seguía sin que ella se diera cuenta. La detuvo un semáforo. El hombre se escondió por ahí, sacó una pistola con silenciador y le disparó por la espalda. Stefania se cayó y el otro se fue sin que nadie lo viera.

En la casa, en el living...

—¿Y Stefi? —preguntó Sergio.

—Se fue al almacén —contestó su hijo.

—Sí, a nosotros también nos dijo. Pero ya pasó como una hora —dijo Flavia.

—Yo la quise acompañar, en serio, pero me dijo que no hacía falta.

—Está bien, a lo mejor hay mucha gente. No es la primera vez que alguien se demora —dijo Sergio para calmar la situación, pero Noel ya no podía aguantar.

—Mejor voy a ver. Ya vengo, permiso. —Se estaba por ir, y justo sonó el teléfono. Flavia atendió.

—Hola —dijo al levantar el tubo. Del otro lado le hablaba una doctora y le decía que su hija había sido baleada. Flavia se puso a llorar. Los otros le pidieron a Noel que no se fuera, y este se dio la vuelta para ver a su suegra llorando. Tenía un mal presentimiento. Flavia pidió la dirección y la anotó—. Gracias, ya salimos para allá. —Colgó. Attilio se le acercó.

—¿Quién era, mamá? ¿Por qué llorás? —le preguntó ponienndolé el brazo sobre los hombros.

—Tu hermana está internada, le...le dispararon —contestó sollozando.

—¡¡Nooo!!

—¡¡Es mentira!! ¡¡No puede ser!! ¡¡No entiendo cómo pudo pasar esto!! —gritó Noel desesperado.

—¿¿Te dijo cómo estaba?? —preguntó su marido.

—No, pero me dio la dirección. —Salieron todos en el auto y llegaron al sanatorio. Estaban en la sala de espera. Noel tenía abrazando a su hija en la falda mientras lloraba.

—¿Se va a modid? —preguntó la nena con tristeza.

—No, claro que no —dijo su papá. Pasó media hora y siguieron esperando—. Tendría que haberla acompañado y defenderla —se culpó.

—No es tu culpa, nadie sabía que iba a pasar esto, va a salir todo bien. —lo consoló su cuñado.

—Perdonenmé, ¿sí? Es que...ella dijo que volvía rápido y.... —intentó explicar.

—No hace falta que pidás perdón, Noel. Stefi es así, a veces siente que quieren vigilarla y eso no le gusta —lo disculpó su suegro.

—Si vamos al caso, yo también tendría que haber ido con ella, pero ella insistió —agregó Attilio.

—Chicos, esto no es culpa de nadie, sino del que le disparó. Ay, esperemos que mi nena salga bien —rogó Flavia. Sergio la abrazó. Un rato después salió un doctor.

—Ya le sacamos las balas a su hija, está fuera de peligro —informó el cirujano. Noel y los otros se aliviaron.

—¿Podemos verla? —preguntó Attilio.

—Sí, acabamos de trasladarla a su habitación. —Los acompañó y entraron. Stefania seguía dormida—. En un rato despierta, los dejo con ella. —El doctor se fue. Noel se le acercó, puso a Shanelle en el suelo y abrazó a su novia. Luego se hizo a un lado y le dio lugar a su familia. Stefania se despertó.

—Mi amor, ¿cómo estás? —preguntó Noel mientras la tomaba de la mano.

—Noel...Ma...pa...Attilio —dijo con pocas fuerzas sonriendolé a cada uno.

—El médico dijo que ya estás bien. Vas a salir de acá rápido —dijo su papá.

—Qué bueno. ¿Y Shanelle?

—Acá está —contestó su hermano alzando a la nena para que la viera.

—Bonita, ¿te asustaste? —La nena asintió y extendió sus manitos. Attilio entendió que la nena quería que lo acercara, y accedió a la petición. Shanelle le tocó la cara a la novia de su papá, y esta le agarró

—Ya está todo bien, estás viva —sonrió su mamá. Noel le acarició la cabeza a Stefania y la volvió a abrazar mientras lloraba de nuevo.

—No llorés, mi amor. Ya pasó —lo consoló mientras lo acariciaba.

—¿De casualidad pudiste ver quién te disparó?, ¿cómo era? —preguntó Noel

—No, sentí los disparos por la espalda, pero no los escuché. Luego me caí y no pude ver a nadie.

—Ya estudiarán las balas que te sacaron —dijo Sergio, luego miró la cartera de su hija en una silla—. Y por lo visto no te robaron porque tu cartera está ahí.

—Entonces no sé por qué pasó. —Se quedaron un rato más con ella y luego se fueron.

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