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Capítulo 22

Durante dos semanas, Noel volvió a chatear con Stefania y su hermano. Un día los dos italianos viajaron a Londres y se encontraron todos en Plaza de Trafalgar. Se saludaron.

—Hola, mi vida. ¿Me extrañaste? —saludó Stefania con una sonrisa a Shannelle, quien estaba parada al lado de su papá. Shanelle le sonrió, y Stefania la alzó. Noel se quedó mirando cómo mimaba a su hija. Le gustaba mucho esa escena. ¿Se estaba enamorando? Tal vez sí, pero todavía no quería ninguna relación. Todavía no superaba lo que había pasado con Josephine. Se van a dar una vuelta.

—Noel, al final te conectaste de nuevo y todos los días —comentó Attilio.

—Sí. Si le dije a Stefi que me iba a volver a conectar —confirmó Noel sonriendo un poco.

—Cumpliste con lo que dijiste —dijo Stefania sonriendo. Noel le sonrió también y luego miró para abajo.

En Nápoles, Sergio y Flavia estaban hablando en el patio.

—Espero que ella y Noel sigan siendo solamente amigos —deseó Flavia preocupada.

—Pero al menos ya no está decaída, no me gusta verla así —dijo Sergio aliviado.

—No, está bien, a mí tampoco —concordó—, y decí que esto no afectó a su estudio.

—Yo ya no sé qué hacer para convencerla de que deje de amarlo —dijo su marido resignado—. Pero ya es mayor de edad, no podemos seguir dandolé estos sermones ni tratar de convencerla.

—Ah, ¿para vos es normal que le guste un tipo de más de 30? —reclamó Flavia indignada.

—Pero si a Noel le llega a gustar también y son novios, no podemos hacer nada. ¿Qué vamos a hacer? ¿Seguir prohibiendolé cosas a una mujer de 18?

—Es una nena —insistió ella—. No sé, de todas formas Noel no quiere ningún noviazgo con ella ni con nadie. Creo que Stefi está teniendo falsas esperanzas.

En Londres, Noel y Stefania estaban sentados en unas escaleras de la plaza, mientras que Attilio y Richard jugaban con Shanelle.

—Deberían ir ustedes también a visitarnos de vez en cuando —le sugirió Stefania a Noel—. Hasta ahora fueron en julio nomás.

—Es que no se nos hace tan fácil como a ustedes. Vos por ejemplo si faltás una semana a clase, no te dicen nada. Richie y yo tenemos que pedir permiso en el trabajo y no nos lo dan siempre que queremos —explicó Noel.

—Eso es cierto —dijo Stefania riendo levemente—. Perdón, no lo tuve en cuenta.

—Está bien. —Stefania se le acercó más.

—Sé hacer masajes, ¿querés que te haga? —le ofreció ella sentandosé detrás de él y le empezó a masajear.

—Eeh....ya empezaste.

—¿Querés que pare? —preguntó sin detenerse.

—No...no. Seguí. Me...me gusta. —Ella sonrió. Luego los dos veían cómo Attilio y Richard jugaban con Shanelle.

—Qué nena tan linda que tenés. Los ojos celestes como los tuyos.

—Gracias. «Es una amiga, es una amiga nada más....No la veas como mujer», pensó con los ojos cerrados. Quedaron en silencio los dos por un momento.

—Noel. —Él abrió los ojos y giró un poco la cabeza para atrás.

—¿Mmm?

—¿Qué paso que te quedaste mudo? —peguntó riendosé un poco.

—No....nada. —Ella retiró las manos, y Noel se dio vuelta—. Vos también te quedaste callada si vamos al caso —dijo y luego bajó la cabeza.

—Noel, mirame. —Levantó la cabeza y la miró—. ¿Querés contarme lo que pasó con tu ex? –preguntó ofreciendolé su ayuda como amiga. Noel siguió callado unos segundos y volvió a mirar para abajo—. Podrías desahogarte un poco y de paso voy a saber qué problema tenés, por qué sos resentido.

—¿En serio querés saber? —preguntó mirandolá.

—Sí, podés confiar en mí, no se lo voy a contar a nadie —le prometió su amiga. Noel la miró por unos segundos y de alguna forma notó sinceridad en sus palabras.

—Si es posible quiero hablarlo con tu hermano también —pidió Noel—. Los dos fueron buenos conmigo y él me dijo que también quería saber lo que pasó.

—Sí, sí se puede. Nos juntamos los tres cuando vos quieras.

—Mañana voy a su hotel y les cuento —avisó.

—Ok, te doy la dirección. —Sacó una libreta de su cartera, anotó, arrancó la hoja y se la dio. Noel la guardó en su bolsillo. Shanelle vino corriendo de repente hacia él y lo abrazó.

—¡Hola, mi amor! ¿Jugaste mucho? —preguntó Noel con una sonrisa—. ¿Ustedes dos la cansaron? —bromeó.

—¿Vos la ves cansada? —preguntó Attilio entre risas. Él y Richard se sentaron a seguir charlando un poco más, y luego se fue cada uno por su lado. Richard acompañó a Noel. Este llevaba a upa a su hija dormida.

—Te quedaste solo con ella, eh. Estaban bastante cerca uno del otro —insinuó Richard.

—Basta con eso —pidió Noel harto y suspirando—. Me hizo unos masajes nada más, cualquiera los puede hacer.

—Supongo que sí. Pero creo que vas cediendo de a poco —notó Richard.

—Si vos decís. —Siguieron caminando. Unos metros más adelante, vieron que venía una pareja con un nene de unos 5 años. Este iba agarrado de la mano de su papá y de su mamá al mismo tiempo. Noel se detuvo y se les quedó viendo con tristeza mientras pasaban por su lado. Richard se dio cuenta de que su amigo no estaba caminando a su lado y se volvió. La pareja y el nene siguieron su camino, ni siquiera se percataron de que Noel los estaba mirando.

—¿Ves cómo tengo razón? —preguntó Richard seriamente.

—Solo estaba mirando —dijo tratando de no llorar. Se secó las lágrimas que le estaban brotando, y siguieron caminando.

—No lo querés aceptar, pero yo sé que querés una mamá para tu hija. Todavía querés formar una familia, tener mujer, más hijos.

—No prometo nada, ¿sí? —Llegaron a la esquina, se despidieron y se separaron.

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