Capítulo 20
—A lo mejor no es buena idea, pero podrías comprarle algo a Shanelle —sugirió Attilio—. Digo, como generosidad, como muestra de que te cae bien la nena. Le comprás una que otra cosa, sin abusar, claro.
—Bueno, pero espero que no le moleste —aceptó Stefania dudando un poco—. Me hubieras dicho y se lo preguntaba a Richie.
—No importa, vos comprá algo para la nena. No creo que Noel se enoje o te lo devuelva, parece educado. —Vino su papá desde el patio.
—¿De qué hablan ustedes? —preguntó Sergio.
—No, nada, es que hace varios días que Noel no se conecta —contestó Stefania.
—Bueno, entiendan que es padre también, no tiene mucho tiempo libre.
—Sí, pero siempre se conectaba aunque sea media hora y hasta había veces en que charlaba con nosotros dos a la vez —dijo Attilio.
—Pero no lo iba a hacer siempre. O sea, trabaja y aparte tiene una hija que cuidar. A lo mejor termina cansado y no quiere saber nada con prender la PC siquiera.
—Pero es la primera vez que hace esto, y hace como medio año que nos conocemos —dijo su hija.
—Bueno, pero no siempre es fácil repartir los tiempos. Ah y tu mamá y yo estamos tranquilos de saber que Noel insiste en verte como su amiga.
—Y ustedes saben que quiero que esté conmigo y si me llega a dejar de gustar, no va a ser de un día para el otro. —Su papá se le acercó y le tocó el hombro.
—No, pero tenés que entender que es muy grande y que no quiere nada con vos. Stefi, hay más hombres en el mundo y varios de tu edad o no tan grandes como Noel —intentó convencerla—. A todo esto, vive lejos, no sé si tuviste en cuenta ese detalle.
—Es otra cosa que tampoco me importa —insistió Stefania—. Uno de los dos puede viajar.
—No es tan fácil como vos pensás. —Su papá le sonrió un poco y luego se fue. Stefania y Attilio se fueron al patio.
Un día, Stefania andaba por el centro viendo vidrieras de negocios de ropa para niños. Vio un vestido que le gustó y entró. Pidió el vestido que había visto y las vendedoras se lo mostraron. Luego se lo envolvieron para regalo, y Stefania lo pagó y se lo llevó. Después se fue para el correo e hizo todos los trámites para mandar el paquete a Inglaterra. Se volvió a su casa. Su mamá estaba en el living.
—Hola, ¿recién te despertás? —preguntó Stefania.
—Sí, tu papá se fue con tu hermano al hipódromo —contestó Flavia—. Dejaste una nota en la que decías que te ibas al centro, ¿no compraste nada?
—No, iba a juntarme con unas amigas —mintió para evadir preguntas y siguió de largo.
—Stefania, esperá. —Su hija se detuvo y se dio vuelta.
—¿Qué pasa?
—Vos me estás ocultando algo, ¿qué fuiste a hacer? —sospechó.
—Te digo que a ver a unas amigas, ¿qué tiene de raro eso?
—¿Y por qué me evitás así?
—Oh, bueno. Fui a comprar un vestido para la hija de Noel. Quiero acercarme a ella también.
—Stefania, ¿no entendés que ese tipo no es para vos? Ya te dijo que solo te ve como amiga, no sigás insistiendo. Aparte, vive en otro país, ¿tenés idea de lo que vas a sufrir teniendoló lejos? Los noviazgos a distancia generalmente no funcionan.
—Vos tampoco me tirés mala onda, yo voy a seguir tratando de conquistarlo como sea. No me importa si vive lejos, uno de los dos puede mudarse de país.
—Tal vez, pero lo más importante es que es grande y vos nada más tenés 18. Tenés que fijarte en chicos de tu edad.
—A vos te importará la edad y la distancia, pero a mí no. Me voy a mi pieza, tengo que seguir estudiando. —Subió por la escalera. Unas horas después, en Inglaterra, Noel estaba en su casa. Peggy y Emily estaban de visita. Shanelle estaba en la falda de Emily. Estaban en el patio.
—¿Y Amanda y Bill? —preguntó Noel.
—Amanda tiene tarea para mañana, así que mi marido se quedó con ella —contestó Emily.
—Ok.
—¿Volviste a hablar con Stefania, Noel? —preguntó Peggy.
—No, sigo sin hablarle.
—Vos sabrás lo que hacés, pero Stefi te debe extrañar. Va a pensar que te enojaste con ella —le advirtió su prima.
—Que piense lo que quiera, yo necesitaba alejarme un tiempo de ella.
—¿Pero te siguió insistiendo en que fueran novios? —preguntó su mamá.
—No, pero me dijo que no podría dejar de pensar en mí de un día para el otro. Entonces se me ocurrió hacer esto. Yo también la extraño, como amiga obviamente, pero es mejor hacer esto así se va olvidando de mí —dijo encogiendosé de hombros.
—Noel, si te llegás a enamorar de nuevo, no te echés para atrás —le aconsejó Emily—. No podés cerrarte así.
—Es que ya lo decidí. No me voy a volver a enamorar nunca más. Stefi será adulta, yo sé que ya puedo andar con ella, pero es muy joven. No debería perder el tiempo pensando en mí o en cualquier otra persona que no la quiera.
—A ver, Noel, tenés que abrir la mente y ablandarte un poco —intentó convencerlo Peggy por enésima vez—. No podés ser tan cerrado y quedarte con una mala experiencia. Uno no puede decidir qué es lo que va a sentir. Te enamorás y ya está. —Noel decidió no decir más nada y se quedó pensando. Tocaron el timbre. Se levantó y fue a atender. Era un cartero con un paquete.
—Buenas tardes —saludó—. ¿Noel Gallagher?
—Sí, soy yo —contestó sin saber por qué este tenía un paquete.
—Este paquete es para usted —le informó y le dio una hoja—. Firme acá —dijo mientras le daba una lapicera. Noel vio que en el remitente decía "Stefania Gilardino", largó un suspiro con un poco de bronca y firmó—. Gracias. —Noel recibió el paquete.
—De nada. —El cartero se fue, y Noel cerró la puerta. Llevó el paquete al patio y lo puso sobre la mesa.
—¿Qué te mandaron? —preguntó Peggy.
—No sé, pero es de Stefi. —Lo abrió y vio que era un vestidito para su hija. Lo sacó.
—Ay qué lindo gesto —dijo Emily sonriendo—. Es para Shanelle. —La nena sonrió
—Sí, eso no lo niego —le dio la razón su primo mientras observaba el vestido—. Vení, mi amor, a ver cómo te queda. —Shanelle se bajó de la falda de su madrina, y Noel se la llevó adentro. Cerró la puerta, la cambió y volvieron al patio.
—¿Y? —preguntó la abuela de la nena.
—Le queda bien —contestó y luego hizo una pausa corta—. Está lindo —dijo sonriendo un poco.
—Me encanta —dijo Peggy sonriendo con más confianza.
—¿Viste lo generosa que es Stefania?
—Espero que le quede claro que recibí su regalo por educación nada más. Yo no pienso ablandarme; y si abusa con esto y resulta ser una obsesiva, la mando a ya saben dónde.
—Pensá en lo que te dijimos, ¿sí? —le aconsejó Peggy.
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