Capítulo 11
El silencio se hizo presente en el salón de clases al escuchar el chillido de la puerta abrirse y unos tacones resonar con la fina cerámica del suelo.
—Buenos días —saludó la profesora Choi al entrar al aula, recibiendo una respuesta colectiva de parte del salón—. Bien, continuando con el trabajo que expliqué en la clase pasada, ¿está todo claro o hay alguna duda?
Shin Yuna, una estudiante que se sentaba en la primera fila, levantó la mano, enseguida la maestra le dio la palabra.
—¿Nos podría dar una fecha exacta para la entrega? O por lo menos una fecha tentativa, es para tener en claro de cuánto tiempo disponemos para el trabajo.
Algo que caracterizaba a Shin Yuna era lo aplicaba y responsable que solía ser, algunos dirían que era una castrosa de mierda por siempre preguntar, porque ella siempre era quien preguntaba en todas las clases, pero la verdad es que ella preferiría preguntar a quedarse con la duda y también porque detestaba dejar todo para último momento.
—Originalmente iba a ser presentado en el último mes de clases que es diciembre, pero teniendo en cuenta las fechas de ese mes y los exámenes de las demás materias no alcanzaría el tiempo para revisar todos los trabajos, ya que son muchos estudiantes y varios cursos. Por eso será presentado a partir de fines de septiembre, la revisión será en orden de curso y algo paulatina, es decir, se presentarán las parejas que lleguen a alcanzar en la hora de clase.
Yuna asintió como respuesta a la información emitida por la profesora. Algunos estudiantes estaban descontentos porque creían que tenían hasta diciembre para entregarlo, más no demostraron ese disgusto a la profesora.
Jeongin solamente soltó un suspiro, mientras reposaba su mejilla en una de sus manos.
Lo peor de todo era que el curso de Jeongin era el 3/1, eso significaba que era el primer grupo en presentar los trabajos y que tenían menos tiempo que los demás cursos. Tenían tan sólo tres meses y medio para culminar el mural, el escrito y prepararse para la exposición del trabajo.
Jeongin jamás lo diría en voz alta y estaba seguro de que nadie sospecharía de eso, pero en serio odiaba exponer. Detestaba tanto ese remolino en su estómago a causa de la ansiedad, las náuseas saludándole en su garganta, la presión en su pecho, sus manos sudadas y su cuerpo temblando, no le gustaba para nada sentirse así y agradecía tanto que fuera capaz de dominarlo porque si no, sería objeto de burlas para el grupo de Chan.
Suficiente tenía con el constante desprecio de Chan, no quería más burlas de su pandilla.
—Bien, si no hay más dudas, vayamos a mostrarle sus respectivos murales —anunció la maestra unos segundos después.
Entonces Jeongin se puso de pie y tomó los materiales que había llevado ese día. Como Chan lo había pedido, Hyunjin fue su mensajero y por medio del pelirrojo ambos se pusieron de acuerdo en llevar los materiales ese día para ver si lograban avanzar con el mural.
Los estudiantes seguían a su maestra hacia las paredes en blanco frente al jardín delantero del colegio, estaba vacío porque lo demás alumnos aún continuaban en clases. Algunos estaban sorprendidos porque esa parte era muy importante para el colegio, donde no sólo los estudiantes y padres de familia apreciaban primero, sino también autoridades, y que ellos sean los responsables de pintarlo era asombrante.
Y también algo presionante, porque no podían evitar sentir la presión de hacerlo bien y no cometer equivocaciones.
La profesora Choi empezó a distribuir unos cuantos murales a ciertas parejas, seguramente era sólo para los que tenían más talento o presentían que harían un excelente trabajo. Al otro grupo se lo llevó hacia las paredes del pasillo y otras paredes de atrás, pero no las ocupada todas y eso se debía a que estaba dejando espacios libres para los estudiantes de otros cursos.
A Jeongin y Chan les tocaron en la parte principal, junto a tres parejas más.
—¿Y qué haremos? No quiero perder el tiempo, tengo cosas más importantes que hacer que estar con un friki —preguntó Chan toscamente y Jeongin no pudo evitar sentirse nervioso.
Y otra vez lastimado.
—Bueno —empezó a murmurar, temeroso. Sin embargo, tomó aire, mentalizándose que, si quería que su plan funcionara, debía dejar su miedo a un lado—, yo traje las pinturas, pero primero decidamos qué frase y dibujo haremos.
—Okey, ¿has pensado en algo?
—Sí —contestó enseguida—. "Muchas cosas no son bonitas hasta que pensamos en lo bonitas que son" —dijo con una sonrisa, pues en su mente pasaba lo contento que se sentiría al realizar el escrito explicando el porqué de esa frase.
Chan asintió, no iba a aceptarlo frente a Jeongin, pero la frase era linda.
Muchas cosas no son bonitas hasta que pensamos...
La repitió en su mente y algo hizo clic al recordar en donde ya la había escuchado, al recordar quién se la había mencionado.
Rápidamente volteó a ver a Jeongin con su ceño fruncido.
—¿De dónde sacaste esa frase?
Jeongin lo miró sin comprender.
—De un libro, pero la miss dijo que sí podemos usar frases de libros, siempre y cuando pongamos el nombre del autor para no ser acusados de plagio.
—Eso ya lo sé, pero ¿la sacaste del libro "Las almas de Brandon"?
Jeongin sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Entonces recordó esa noche, en la discoteca cuando había llevado a Chan a las salas VIP y en su conversación le había mencionado que "Las almas de Brandon" era su libro favorito.
Tal vez fue un poco descuidado.
O quizás no.
—Sí, es de ese libro, es mi favorito —contestó, dudoso de confesarle aquello—. ¿Lo has leído? —preguntó con la intención de no ser él quien tuviera que contestar después.
—Lo estoy leyendo, una persona especial me lo recomendó.
Jeongin tuvo que bajar su cabeza para evitar mostrar esa sonrisita en su rostro.
—¿Y te gusta?
—Sí, me está gustando —confesó con sinceridad.
—Es magnífico —dijo Jeongin, esta vez mirando a Chan.
Sin embargo, no esperó que Chan también lo mirase, fijamente a los ojos y por varios instantes, se mantuvieron así en silencio y Jeongin empezaba a sentir ese remolino en su estómago, porque la mirada de Chan era tan profunda que sentía que lo estaban quemando vivo.
Chan apartó la mirada sin decir más y avanzó hasta agacharse hacia la pequeña bolsa en donde estaban los materiales para el mural, sacó su libreta y empezó a dibujar algo en silencio, en lo que Jeongin seguía con la incertidumbre en todo su cuerpo.
—Podemos dibujar esto junto a la frase —comentó Chan unos minutos después, mientras le extendía la libreta a Jeongin para que viese el dibujo.
—¿Eso qué es?
—Una oruga.
Jeongin frunció su ceño, porque no parecía una oruga, más bien parecía un gusano o quizás una serpiente, como sea.
—¿Por qué una...? —musitó.
—Porque muchos creen que las orugas son feas y horribles, cuando no es así, las orugas son muy lindas, sólo que su belleza está oculta y las personas no son capaces de ver esa belleza, no son capaces hasta que esas orugas se convierten en bonitas mariposas.
Palabras similares a las que dijo hace semanas. Jeongin sentía su corazón palpitar de emoción, porque Chan recordaba esos pequeños detalles sobre él y más que todo, porque recordaba el significado de su tatuaje.
Jeongin se mantuvo callado, demasiado conmocionado con sus emociones, Chan tampoco quiso agregar algo más, al menos por unos breves minutos.
—Y bien, ¿cómo iniciamos? —cuestionó con un tono de fastidio. Jeongin eligió ignorar aquello.
—Sólo hacer la frase, hay que elegir una letra bonita.
—Yo puedo dibujar a la oruga, pero no escribiré la frase —dijo Chan—. Mi letra es un asco en papel, no me la imagino en una pared.
—Yo escribo la frase —confirmó Jeongin.
—Bien, pues empecemos, ¿no? Todavía hay que hacer esa mierda de escrito y eso es lo más complicado.
—Sí...
Con timidez Jeongin se acercó al mural y dividió las partes en donde iba la frase y el dibujo. Luego empezó a crear la frase en su libreta, escribió la misma frase con distintas letras hasta lograr decidir cuál utilizar, Jeongin era muy bueno para hacer lettering. Mientras que Chan hacía lo mismo, pero con el dibujo de la oruga.
Y así pasaron los minutos hasta que se acabó la clase de la clase, no lograron culminar el mural, debido a que se tomaba más que una hora de tiempo para finalizarlo, sin embargo, al menos pudieron organizarse.
Así pasó la primera clase de artística de la semana y llegó el viernes, se volvieron a reunir porque ese día también tenían clase de esa materia. Como ya se habían organizado, esta vez ya pusieron en marcha el diseño del mural.
Chan no lo estaban tratando como la mierda y eso sorprendió a Jeongin, quien comenzó a tener ilusión en su corazón. Quizás Chan ya no se sentía disgustado con su presencia, quizás Chan...
Sin embargo, a veces Chan podía llegar a ser alguien demasiado... insoportable.
Cuando sin querer Jeongin bajaba del banquito, que había llevado para lograr pintar la parte de arriba del mural, ya que por su altura no llegaba hasta esa parte, tropezó y terminó por echarle la pintura que cargaba en su mano sobre la camisa de Chan, causando que dejara una mancha, entonces el pelinegro no se controló y terminó por estallar.
Su ropa costosa y de marca no se manchó porque se había puesto prendas viejas para pintar, esto a petición de la maestra, pero se molestó tanto porque igual le cayó pintura.
—¡¿Es que no fijes por donde vas, idiota?! —graznó, enojado—. ¡Mira cómo me dejaste!
—Yo... lo siento, de verdad lo siento, no fue... no fue...
—No fue tu intención. Eso ibas a decir, ¿no? Qué fastidio, no sé por qué me pusieron contigo. Hubiese preferido con cualquier persona menos contigo.
Otra vez...
Otra vez Chan comenzaba a soltar esas palabras que se clavaban como dolorosas dagas en la piel de Jeongin.
Chan se giró y sacó unos pañitos húmedos de la cajita que había llevado consigo, luego empezó a limpiarse la camisa, bajo la atenta mirada de Jeongin.
No obstante, Jeongin ya no lo miraba con temor, no, su mirada era de enojo, de frustración.
—¿Por qué? —preguntó, captando la atención de Chan—. ¿Por qué, Chan?
El mencionado frunció su ceño al no comprender lo que cuestionaba Yang.
—¿Por qué de qué? ¿De qué carajos hablas?
—¿Por qué me odias tanto, Chan? ¿Qué te hice para que me trates de esta manera? Dímelo, por favor, porque por más que lo pienso no logro encontrar la respuesta para tu mal trato —vociferó, con una expresión seria en su rostro.
—Aunque te lo dijera no lo comprenderías.
—Eso no lo sabes, así que dímelo.
Chan lo observó, aún con su ceño fruncido y con una mirada analítica. Finalmente, soltó un suspiro agotado para empezar a hablar.
—Porque me recuerdas a mí hace unos años —contestó y esta vez fue Jeongin quien frunció su ceño—. Y en serio lo detesto, odio tanto que me recuerdes a ese Chan que he querido enterrar.
—¿Te recuerdo a ti? ¿En qué sentido? No entiendo —Jeongin quiso saber.
—No te diré más —dijo, dándole la espalda sin intención de querer seguir hablando con él.
Jeongin iba a insistir, sin embargo, el timbre sonó anunciando que la clase había terminado, así que ya no pudo continuar preguntando.
Empezó a limpiar y recoger todos sus materiales. Cuando había terminado, se volteó a ver a Chan e iba a decir algo, más Chan sólo pasó a su lado, ignorándolo.
Soltó aire que tenía retenido y caminó al salón en busca de sus amigos, como era la última clase del día ya se podía ir, qué bueno que era viernes. Caminó al salón, cuyo estaba algo vacío, y se encontró con Hyunjin sentado en su pupitre y revisando su celular.
—Hola, Innie, ¿cómo te fue esta vez?
—Más o menos, supongo —dijo alzándose de hombros.
Hyunjin le miró con preocupación, pero no dijo nada más al respecto.
—¿Y Jisung? —preguntó Jeongin al percatarse de que no sólo la presencia de Jisung no estaba en el salón, sino también la mochila de su amigo.
—Se fue con Minho, al parecer tienen que hablar de no sé qué y tampoco quiero saber —respondió Hyunjin y aún se le notaba un tanto afectado, aunque tratase de ocultarlo—. Te estaba esperando para irnos.
—¿No tienes prácticas?
Hyunjin solía tener práctica de natación los viernes por la tarde, después de que se acabaran las clases se quedaba en el colegio unas horas más, aunque no siempre era así, a veces se suspendían o la piscina no estaba accesible para usarla.
—No, hoy no tengo. Además, me dijeron que debo concentrarme en el concurso y que por eso no tengo problema si falto —dijo con una mueca—. Yo ni sé qué pintaré.
—¿Ya sabes en qué consiste el concurso? —preguntó Jeongin y Hyunjin asintió.
—Sí, se supone que debemos pintar algo que nosotros consideremos lo más bonito ante nuestros ojos, es estilo libre, pero yo aún no encuentro qué pintar —contó—. ¿Qué se supone que deba ser "lo más bonito" ante mis ojos? No se me ocurre nada, demonios —soltó un suspiro frustrado al final.
—Tranquilo, el concurso es en noviembre, todavía tienes tiempo.
—Es a inicios de octubre —corrigió y Jeongin abrió sus ojos, porque él creía que era en noviembre y así Hyunjin tendría unas semanas más que ellos para prepararse.
—¿En serio?
—Sí, sólo tengo unos días más que ustedes.
—Dios, qué feo —dijo Jeongin y Hyunjin asintió con una mueca de resignación.
—En fin, ya vámonos que Seungmin está esperando —avisó el pelirrojo.
Jeongin asintió y ambos salieron del salón, conversando de otro tema y así llegar hasta el auto lujoso donde les esperaba Seungmin.
Al llegar se subieron en el auto, la verdad que Hyunjin no tenía por qué subirse, porque el chófer no le hacía expreso a él, sin embargo, el conductor hacía todo lo que Seungmin le ordenara y si él le pedía que llevara Hyunjin con ellos, lo haría, porque estaba para seguir las órdenes del joven Kim sin discutir.
Así los tres se fueron a comer a una pizzería antes de regresar a su casa, ya se había vuelto una costumbre ir a comer los viernes a la hora de salida.
Al principio Seungmin temía que sus padres, más que todo su mamá, le regañaran por llegar tarde a casa, pero cuando mencionó que salía con Jeongin y sus amigos, no se lo prohibieron, porque la verdad, sabían que su hijo no tenía muchos amigos o bueno, no tenía ninguno, así que preferían que él disfrutara, pero sin descuidar sus estudios.
Seungmin esperaba presentarles sus amigos a sus padres pronto, especialmente a Hyunjin.
(...)
Jisung caminaba con una sonrisa llena de felicidad hacia el jardín del colegio, Minho le había pedido por medio de un mensaje que, al terminar las clases, fuera allí. Así que el castaño fue al salón, tomó su mochila y la de Minho y se dirigió al jardín sin dejar de sonreír de oreja a oreja.
—Hola, Min —lo saludó cuando llegó, Minho alzó su mirada al escuchar su nombre y sin evitarlo sonrió, siempre que veía a Jisung sonreía.
Minho terminó de cerrar la bolsa donde yacían sus materiales, se puso de pie y se acercó a Jisung.
—Hola, Hanji —y su sonrisa se mantenía, sumándole ese palpitar en su pecho y el remolino en su estómago.
—Te traje tu mochila —avisó Han, dándole la mochila que cargaba en la parte delante de su cuerpo, pues su mochila la llevaba en la espalda.
—No debiste, está algo pesada para ti, yo pude ir a verla después —dijo, tomando su mochila y colocándola sobre su espalda, luego tomó la mochila de Jisung.
—No es un problema para mí, siempre me llevas la mochila, una vez que yo lleve la tuya no me hará daño. Además, no podía dejarla en el salón, ya es hora de salida y pronto cerrarían el salón.
—Gracias, Hanji —murmuró, depositando un beso en la frente de Jisung, quien cerró sus ojos al sentir el contacto de los labios de Min sobre su piel.
Y ahí estaban ambos en su burbuja de amor, mirándose embobados por quién sabe cuánto tiempo, pero para ellos les seguía pareciendo tan poco.
—Tengo que decirte algo importante, Hanji —empezó Minho con un tono serio, y sin quererlo, asustando a Jisung.
—¿Qué es? ¿Es algo malo? —preguntó con temor—. ¿Ya no tienes interés en mí?
—No, no, no es eso. No pienses eso, Hanji. Jamás —se apresuró en decir—. Ven, vamos a sentarnos en las bancas.
Minho tomó la bolsa del suelo y agarrando la mano se Jisung lo llevó hasta las bancas que se situaban en el jardín. Ambos se acomodaron y se mantuvieron en silencio por unos cortos minutos, Jisung esperando con ansias lo que Minho le diría y Minho preparándose para lo que iba a decir.
—Hanji, tú... Tú sabes lo mucho que me gustas —empezó a decir, tomando las manos de Jisung entre las suyas para dejar sutiles caricias—, y nos hemos estado conociendo primero como amigos para no apresurarnos, porque no quería que tú pensaras que esto era un simple juego para mí, porque en serio no lo es. A mí me gustas mucho y se sienta tan bonito estar contigo.
Jisung tenía sus mejillas coloradas por lo que las palabras de Minho les hacía sentir. Minho hizo una corta pausa para alzar su cabeza y enfocar su vista en Jisung, en ese lindo niño que lo tenía embobado.
—No quiero que te sigas sintiendo inseguro con respecto a mis sentimientos, por eso, Han Jisung, ¿te gustaría ser mi novio? —preguntó con timidez, con el nerviosismo en todo su ser.
Jisung sólo se lanzó y rodeó el cuello de Minho con sus brazos con una sonrisa resplandeciente de felicidad en su rostro, Minho no dudó en corresponder el acto, colocando sus manos en la espalda baja del menor.
—Sí, sí, sí. Sí quiero, Min —contestó Jisung cerca de oído de Minho y eso bastó para calmar todos los nervios de Lee.
Se mantuvieron abrazados por unos segundos más, aspirando el olor corporal del contrario, muy encantados con todo lo que les hacía sentir el otro. Después se separaron, se miraron y sonrieron como tontos. Y agarrados de las manos se marcharon del colegio, yendo a una heladería para tener una cita improvisada.
Se marcharon sin darse cuenta de que alguien los observaba desde lejos.
Unos ojos ciegos de soberbia y terquedad, incapaces de ver más allá de la apariencia, los observaba con negatividad, pensando en su próximo movimiento, en lo que haría para que esas dos almas no estuviesen juntas.
Porque no quería que Minho estuviese con el friki de Jisung.
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