Capítulo 8
En multimedia una foto de Iker <3
Capítulo 8
«No, Jessica. Ni una sola discoteca. ¿Te lo puedes creer?»
Melissa se encontraba apoyada en su escritorio, hablando por el teléfono de la oficina con su mejor amiga.
Aunque llevaba allí todo el día, aún no había visto a Julen, y no supo si alegrarse o no después de lo que había sucedido el día anterior.
«No te preocupes, seguro que hay alguna forma de divertirte allí», intentó animarla Jessica.
«Seguro...» murmuró Mel, completamente desalentada.
En ese preciso momento se abrió la puerta del ascensor y, como una ilusión, Julen llegó andando a paso ligero a unos metros de ella. Finalmente se detuvo junto a la joven.
«Espera un momento, Jessica. El pesado de mi jefe está aquí... a ver qué quiere ahora», dijo en inglés por teléfono.
Jessica rió, al otro lado de la línea y Melissa le hizo una seña a Julen, como si estuviera manteniendo una conversación realmente importante. Mientras tanto siguió hablando en inglés para que él no la entendiera, aunque sí podía oírla.
«¿Vas a pasarme esa foto que me prometiste el otro día?» insistió Jess
Julen la estaba esperando mientras la miraba, ceñudo. Melissa seguía sin tomarse en serio su trabajo y era él quien tenía que cargar con las consecuencias de eso.
«Olvida lo que te dije que de que estaba bueno» dijo Melissa, alargando a propósito su conversación con Jess y mirándole de reojo. «Ahora mismo, cada vez que lo miro, me enfado aún más. Es un idiota.»
Julen alzó una ceja, pero intentó no ser demasiado obvio con sus expresiones.
Melissa creía que él no estaba entendiendo nada de su conversación telefónica; por lo que no tenía ni idea de los dos años que él había pasado viviendo en Chicago mientras estaba en la universidad. Tampoco parecía al tanto de que Julen era el responsable en las comunicaciones de C.O. en Medinabella y Madrid con las oficinas internacionales. ¡Prácticamente la mitad de su trabajo se desarrollaba en inglés! Si ni siquiera después de estar trabajando allí, con él, ella se había dado cuenta, eso parecía una señal inequívoca de que Mel no había organizado ni uno solo de sus compromisos para la próxima semana.
Después de unos segundos más, por fin ella colgó el teléfono y se quedó mirándole.
—Era una llamada urgente de Londres. Unos compradores interesados. Te mandarán un correo con todos los detalles —dijo ella, sonriendo.
Julen decidió pasar por alto lo que había oído. Ya se ocuparía de pensar en eso en otro momento, puesto que ahora tenía muchas cosas que hacer y poco tiempo para ello.
—Claro —dijo en tono irónico—. Tengo que ocuparme de unos informes ahora, así que no dejes que nadie me interrumpa hasta que llegue mi hermano, ¿de acuerdo, Melissa?
—Mel —dijo ella, rechinando los dientes, y después pensó en sus palabras, analizándolas—. ¿Tu hermano? ¿Iker va a venir?
¿A qué venía esa emoción?
Según la memoria de Julen, Iker y Melissa siempre habían congeniado de un modo que él jamás había logrado con ella, pero no había creído que ella se acordara de esa relación de amistad tan lejana. ¿O sí lo hacía?
—Sí —dijo escuetamente—. Ponte a trabajar.
Después caminó los cinco metros que separaban su despacho de la pequeña oficina de Melissa. A su espalda,Mel hizo una mueca estúpida, imitando a su antipático jefe. Después, por primera vez en ese día, se puso a trabajar.
***
Julen suspiró.
—Menuda mierda —dijo en voz baja.
Todo le estaba saliendo mal ese día. Otra vez.
Había revisado las cuentas tres veces y cada vez había obtenido un resultado distinto.
La presencia de Mel, a tan solo unos metros de él, hacía que no pudiera trabajar tranquilamente concentrado.
Se llevó el bolígrafo a la boca y agarró su iPhone para mirar el reloj. Vaya, llevaba más de hora y media perdiendo el tiempo.
Por curiosidad entró a WhatsApp y... ¡Sorpresa! Melissa estaba «en línea» en esos momentos.
Julen sonrió tenuemente, menuda secretaria de pacotilla estaba hecha. En cierto modo entendía su comportamiento, puesto que ella estaba cualificada para un cargo superior en la empresa de su propio padre, pero también tenía que reconocer que esa chica merecía saber que el éxito en la vida no se regalaba ni venía gratis con el pack de tener un padre rico, solucionando todos los problemas.
Abrió la foto de perfil de Melissa y, al instante, la imagen se expandió por toda la pantalla: era una fotografía profesional, hecha por un fotógrafo, pero aun así ella salía haciendo una mueca infantil y sacando pícaramente la lengua.
Volvió a suspirar. Joder, ¿por qué había vuelto?
La puerta de su despacho se abrió de repente y Julen apagó rápidamente la pantalla de su móvil, temiendo que fuera Mel quien entrara y lo cazara mirando su fotografía... pero por suerte no fue la muchacha delgada y rubia quien apareció, sino su hermano pequeño: alto, moreno y fuerte.
Iker cerró la puerta, acercándose hasta él tranquilamente.
—¡Julen! ¿Desde cuándo tienes una secretaria tan preciosa? —preguntó su hermano, riéndose con suavidad. Su voz era tranquila, agradable, exactamente igual que Iker.
—¿No la has reconocido?
Su hermano frunció el ceño un segundo. ¿Reconocerla? ¿Acaso debería?
—¿Por qué lo dices? —preguntó Iker, girándose para volver a mirarla de nuevo—. No me digas que...
Julen rio cuando su hermano se quedó completamente quieto unos segundos, con la boca abierta.
—¿Mel? —dijo, atónito—. ¿Es Mel de verdad?
—La misma.
Julen se levantó de su silla y caminó hasta situarse junto a su hermano. El despacho era enorme, con un sofá de cuero negro y una gran ventana que daba al bosque.
—¿Cómo lo has conseguido? Pensé que no había vuelto a España desde hacía años. Bueno, el otro día subió una foto en Ibiza pero... al menos no ha vuelto a visitarnos en muchísmo tiempo.
—Su padre la ha obligado —le explicó—. No sé los detalles, pero creo que la razón por la que ha regresado es porque no se comporta en absoluto como una señorita. Francisco dice que está desatada desde hace mucho tiempo.
Iker rió y miró seriamente a su hermano, de pronto.
—¿Como una señorita?
Julen chasqueó la lengua, relajándose en su silla.
—Ya sabes a lo que me refiero. Francisco está harto de verla salir en las revistas de cotilleo.
—¿Y te la han traído justamente a ti para que la reeduques? ¡Qué irónico!
—¿Cómo que «irónico»? Yo he aprendido a comportarme, ya no tengo diecisiete años, precisamente.
Iker alzó las manos, como si fuera obvio.
—Pero era tú quien se comportaba mal cuando éramos niños. La tratabas fatal porque estabas coladito por ella, ¿te acuerdas?
Julen se quedó estático, sorprendido.
—Cállate —dijo bruscamente—. Yo no estaba colado por nadie.
Para su desgracia, Iker comenzó a reír más fuerte.
—Y tanto que lo estabas. Cada vez que se iba, al final del verano, te deprimías durante dos semanas. No había ni quién se acercara a ti.
A Julen no le gustaba nada la forma que su hermano tenía de hablar de ese tema. Él no sabía nada. Nada.
—Cierra la puta boca, Iker —dijo, esta vez sin ningún cuidado—. Lo digo en serio.
Iker se quedó serio, no esperaba esa reacción por parte de él. Julen siempre era cercano con él, y ambos solían bromear con el otro, no era normal que le hablara así. De pronto pensó que, quizás, eso era un recuerdo doloroso para Julen. Su hermano mayor era bastante reservado con esa clase de asuntos. Al menos eso tenían en común.
—Tranquilo... Sólo he dicho que te gustaba, no que aún siga haciéndolo...
Julen frunció el ceño más profundamente. No quería hablar de eso y mucho menos con su hermano pequeño.
Ellos dos eran grandes amigos, pero el tema de Melissa era algo que Julen había dejado detenido en el tiempo hacía años... y no quería volver a retomarlo ahora.
—Déjalo, Iker. No tengo tiempo para tonterías.
El joven asintió con la cabez. Por nada del mundo quería enfadar a su hermano, que ya parecía bastante irritado.
—¿Aún tienes que trabajar?
—Sí, me queda al menos una hora más de papeleo...
Iker se quejó en voz alta. No pensaba pasarse una hora allí esperándolo, ahora que por fin acababa de salir un par de días del bufete de abogados en el que trabajaba en Madrid.
—Me temo que no voy a quedarme aquí tanto tiempo, entonces, ¿te veo en el hotel dentro de una hora?
Julen volvió a tomar asiento en su silla de oficina y sacó un puñado de archivos de cuentas. Fingió centrarse repentinamente en ellos y movió la mano, como asintiendo.
Su hermano formó una sonrisa ladina de pronto.
—¿Puedo robarte a tu secretaria un rato? —preguntó—. Ya sabes, para ponernos al día.
Fue difícil, pero Julen logró controlar la rigidez repentina de su mandíbula y trató de no sonar excesivamente serio al responder a su hermano, mientras aún seguía centrado en sus archivos.
—Es mi secretaria, Iker. Está en su horario de trabajo.
—¿Y no tiene derecho a descansar?
Julen no pudo evitar reírse de la situación.
—Me temo que no hace otra cosa en todo el día. Su turno entero son ocho horas de descanso y relax.
—¡Estupendo! —exclamó Iker—. Entonces no la echarás de menos.
Y antes de que Julen pudiera gritarle un par de palabrotas a su hermano menor, este cerró la puerta. Lo vio salir a través de la pared de cristal y distinguió su figura acercándose al escritorio frente al que Mel se limaba las uñas al tiempo que parecía hablar por teléfono.
Julen tuvo la horrible sensación de que viejos fantasmas iban a aparecer muy pronto.
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Besos y Julens para todas :)
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