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Capítulo 4.

Os dejo en multimedia otra foto de Julen *O* Y le dedico este capítulo a alguien que SIEMPRE me lee y me anima un montón con sus comentarios:   curious_break

<33


Capítulo 4

Cualquier otro chico habría entendido el mensaje, ¿verdad?

NO-QUIERO-HABLAR-CONTIGO

¡Y por eso he salido corriendo!

Pero no, al parecer Julen no era demasiado listo y por eso se encontraba tocando la puerta en esos momentos.

—Melissa, te acabo de ver, ¡sé que estás aquí!

Mel se alejó de la puerta y miró a su alrededor. Era una habitación preciosa, con una cama de doble que tenía sábanas de color gris plateado y una hermosa chimenea en una de las paredes, ¿podría encenderla o sería solo un adorno? Sobre la chimenea había un televisor plano de gran tamaño. Olía bien, como si alguien acabara de perfumar la habitación para su llegada y, cuando Mel observó el resto de la habitación, encontró un ramo de rosas y lavanda sobre una mesita.

La muchacha dio un nuevo respingo cuando Julen volvió a aporrear la puerta, como si de pronto acabara de recordar que él estaba allí.

—¿Se puede saber qué pasa contigo? —preguntó desde fuera.

Mel seguía parada, estática. Él no, no podía estar ahí fuera, y muchísimo menos preguntándole que qué le pasaba para comportarse así. ¿Ese tío era idiota?

Se armó de valor unos segundos.

—¡Lárgate! —le gritó.

Julen se quedó perplejo, al otro lado de la puerta. ¿Qué demonios le pasaba a esa chica? Llevaban once años sin verse y ahora, de pronto, salía corriendo en cuanto oía su voz.

—¿Que me largue? —preguntó él, confuso—. No hagas el tonto, Melissa. Tenemos mil cosas de las que hablar y muy poco tiempo para hacerlo. No tengo todo el día.

—¡Yo no tengo nada que hablar contigo!

Julen se quedó callado y, durante unos instantes, Mel se relajó, pensando que se había ido... Hasta que, un segundo después, comenzó a oír la cerradura de la puerta.

Oh, Dios. ¡Ese cabrón tenía la llave de la habitación! ¿Por qué? Mel decidió que no servía de nada empujar la puerta para evitar que la abriera. Si Julen seguía siendo como recordaba, no tenía nada que hacer contra su fuerza. Seguramente, ahora sería una versión aún más aterradora del Julen de dieciséis años: pelo largo, piercings, tatuajes infernales, cadenas por doquier y barba de cuatro meses. La sola imagen ya la hacía estremecerse de terror. Julen significaba todo lo malo que ella podía recordar en alguien, su sola presencia la había puesto nerviosa siempre...

Pero lo que Mel vio un instante después, no fue en absoluto lo que esperaba, y eso la dejó aún más asustada. Si no iba a ser la versión de rockero agujereado que siempre había imaginado, al menos podría haber sido calvo, maloliente y gordo con sus ya veintisiete años, y, además, no tener dientes, como Bernardo...

Pero no, para su desgracia, no era así.

Lo primero que Mel vio fueron sus ojos; sus ojos eran tan azules y profundos que, por un segundo casi se asustó. Julen era alto y parecía bastante fuerte, con el cabello castaño muy oscuro y una ligera barba que perfilaba sus rasgos angulosos. Vestía bien: unos pantalones oscuros y ligeramente informales, una camisa blanca sin corbata y una americana negra y sencilla.

No, Julen no podía estar bueno, ¡no podía! Mel se negaba categoricamente a que lo estuviese.

Eso también debía de ser obra del Karma, no había otra explicación posible.

—¡No puedes tener la llave de mi habitación! ¡Invades mi privacidad!

Él intentó tranquilizarla.

—Me la ha dado Diana porque se supone que yo iba a ser quien te diera la bienvenida, pero has sido demasiado rápida. ¿Se puede saber qué está pasando?

El chico la observó, realmente atónito. Mel estaba alterada, su respiración era agitada y su cabello rubio estaba recogido en una coleta alta, con mechones dorados sueltos que enmarcaban su rostro. Sus ojos claros no dejaban de mirarlo con confusión dibujada en ellos.

—¿Sabes quién soy? —preguntó Julen, despacio, tratando de que la muchacha se relajara.

Él pensó que seguramente se trataba de eso; simplemente no lo había reconocido y por eso se había asustado, no tenía mayor importancia.

Pero ella lo desarmó en tan sólo un segundo.

—Por supuesto que sé quién eres, imbécil. ¿Te parece normal entrar en mi habitación cuando está claro que no quiero  que lo hagas? ¿Vas a hacerlo muy a menudo?

La fiereza y agresividad de Mel lo dejaron completamente a cuadros. ¿Estaba loca y por eso su padre la había mandado allí para que otros cuidaran de ella? Parecía una opción más que razonable si ella se comportaba así siempre, pero Francisco podía permitirse fácilmente encerrarla en una institución mental, no había necesidad de mandarla a España y mucho menos de meterla en C.O.

—Disculpa, pero es que no me abrías la puerta y...

—¡Quizás no te abría la puerta porque no quería que entraras! —De pronto volvía a gritar.

Julen dio un par de pasos hacia atrás. Definitivamente sí, estaba loca. Le había tocado la lotería si ahora tenía que ser él quien se ocupara de ella.

—¿Qué demonios te pasa? —dijo él, con voz conciliadora, pero firme y clara a la vez—. Sólo quería hablar contigo, no soy un completo desconocido.

Mel se mordió la lengua. No iba a seguir gritando como si fuera una verdulera, ya que así no llegarían a ninguna parte. Simplemente quería que se fuera de su habitación y, a poder ser, también del país mientras ella permaneciera en él.

—¿Cómo puedes tener la cara dura de preguntarme que qué me pasa?

En los ojos de Julen vio que, de veras, el joven no tenía ni la más remota pista que explicara el comportamiento de la muchacha... así que Mel comenzó a enrojecer, profundamente avergonzada y humillada.

—No te acuerdas.

Él negó con la cabeza, sin salir de su asombro.

—No. ¿De qué debería acordarme?

Y eso fue aún más humillante.

—Vete de aquí, Julen.

—¡Pero tenemos que hablar! Hay un millón de cosas que debemos organizar para todo el tiempo que te quedes aquí...

Mel suspiró, completamente harta de la turbadora presencia de ese chico allí.

—No es necesario. Soy la hija del jefe, ¿vale? Sabré apañármelas —señaló la puerta, con decisión—. Ahora vete, por favor.

Tras unos segundos mirándose por última vez, Julen, finalmente, asintió y se dio la vuelta para irse, pero antes de cruzarla se giró un momento.

—Mañana te espero en mi despacho a las ocho y media —anunció—, espero que seas lo suficientemente profesional como para aparecer.

Y, acto seguido, se fue.

¿Suficientemente profesional? ¿En serio?

Pero, ¿de qué demonios iba él? Eso no podía estar diciéndoselo un chico que, con once años, le había cortado una de las dos trencitas que su madre siempre le hacía cuando era niña y la había tirado al lavaplatos.

Mel había pasado una semana llorando cuando le habían tenido que cortar también el otro lado del pelo.

Nada parecía encajar en su mente, ese no era el muchacho al que una vez había conocido y odiado, no podía serlo. ¿Por qué diablos daba la impresión de estar al mando? ¿Por qué ahora ya no parecía ser él mismo?

¿Hasta qué punto habría cambiado Julen?


Espero que os guste <33


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