Capítulo 4
Capítulo 4
—Tienes que estar de broma, Mel. ¡Es una oportunidad increíble!
John estaba muy insistente esos días con todo lo referente al viaje a España. Mel entendía que estaba emocionado, ¿cómo no estarlo? Para su amigo, eso eran unas vacaciones pagadas a la par que un ascenso, no había nada en esa situación que no fuera ventajoso para él. Para ellos, en realidad.
—Es solo que...
Mel se mordió los labios y no terminó la frase.
Se encontraban en una amplia oficina repleta de escritorios en los que una docena de diseñadores y artistas dibujaban, cortaban telas, las medían y comparaban distintos tejidos. Eso era C.O. de verdad: pasión, trabajo duro y trabajo en equipo.
—¿Es por lo del chico de las revistas?
La pregunta no la pilló tan desprevenida como le habría gustado. Quizás porque siempre tenía ese asunto aparcado en algún lugar en su mente, dispuesto a salir. Una revista del corazón la había fotografiado junto a Julen, resultando en un artículo que había hecho pública su... ¿relación? No. Lo que quiera que ellos hubieran tenido no había sido una relación.
Mel lanzó una mirada a su alrededor. Todo el mundo parecía trabajar tranquilamente, sin escuchar su conversación. Aun así, no se fiaba. Su vida no se había caracterizado, precisamente, por tener mucha privacidad. Le hizo un gesto a John para que la siguiera fuera de ese taller de trabajo. Una vez se encontraron cruzando los amplios pasillos se encontraron con una gran cantidad de empleados que iban de un lado a otro dentro del edificio.
—¿Tomamos un café? —preguntó John.
—De acuerdo. Pero fuera.
No quería hablar de esos asuntos en la cafetería de la empresa. Quería hacerlo fuera, en un lugar donde nadie fuera a escuchar lo que tenía que decir.
Encontraron un pequeño café a solo un par de calles de donde se encontraban las oficinas centrales de C.O. en Londres. John y Mel caminaron por las pintorescas calles de Shoreditch.
—Me da vergüenza contártelo —admitió Mel—. Es humillante.
John enarcó una ceja.
—No puedes hablar en serio. Tú sabes todo lo que me ha sucedido con Veronika, no hay nada más humillante que eso.
Veronika era la ex novia de John, y, en la opinión de Mel, una auténtica víbora. John era una buena persona, emocionalmente inestable (especialmente después de su ruptura), pero era trabajador, inteligente e increíblemente divertido. Veronika lo había echado de su propia casa de la noche a la mañana y, en palabras del propio John, tenía secuestrado a su gato desde hacía seis meses.
Tras un instante de duda, Mel apretó los labios un momento y tomó aire. Después habló.
—Se llama Julen. Es el director ejecutivo en la oficina de Medinabella.
John, para su sorpresa, actuó con gran calma. Tan solo asintió con la cabeza y le dio un trago a su café. A veces, cuando se trataba de un asunto importante, actuaba de forma madura. El resto del tiempo era completamente caótico.
—Me suena su nombre. ¿Urit, verdad?
—Sí. Tenemos una historia un poco... farragosa, por decirlo de algún modo. Su padre y mi padre eran grandes amigos, prácticamente estuvieron juntos desde el principio cuando se fundó C.O. Su madre también trabaja en la empresa... y su prometida también. O al menos era su prometida en ese momento, quizás ahora ya están casados.
John se llevó una mano a los labios de forma teatral.
—¿Te gustaba un hombre comprometido? Eso suena duro.
—No, no. Ese es el problema. Yo no sabía que estaba comprometido. Lo supe al final, cuando su novia y su madre vinieron a la oficina a acusarme de arruinar su futuro matrimonio. —La piel de Mel se erizaba cada vez que recordaba esa escena, casi sentía ganas de vomitar al rememorarlo. Cerró los ojos, casi volviendo a ese lugar, a ese momento—. No puedes imaginarte la humillación que sentí, fue tan ridículo... su madre me odia, creo que lo ha hecho siempre. Una vez me hizo comer piña en mitad de una cena de empresa.
—¡Pero si te da alergia! ¡Qué desgraciada!
Su tono de voz, tan teatral y exagerado, le arrancó a Mel una carcajada. Se sintió ligeramente reconfortada al compartir esa situación con John. Quizás porque solamente Jessica y Diana conocían todo lo que había sucedido.
—¿Y él? Porque suena como un cabrón engreído.
Por más que le gustara esa elección de palabras para describir a Julen Urit, tenía que reconocer que no se ajustaban por completo a todo lo que ella había conocido de él.
—Él... —Tomó aire después de pronunciar esa palabra, se había quedado en blanco—. Él... no lo sé. No lo sé. Fue muy duro al principio, toda la situación era ridícula. Después me dijo que estaba enamorado de mí, que siempre lo había estado. Y yo le odiaba, no sabes cuánto. Me había hecho la vida imposible cuando éramos niños.
—No falla. Si te insulta y te tira del pelo con diez años, se quiere casar contigo a los treinta.
Mel soltó una carcajada.
—¿Lo dices en serio?
—Te lo juro. Los hombres somos muy simples. A mí me gustaba una niña de mi clase en el colegio y le robaba la merienda todos los días —narró John—. La última vez que intenté retomar el contacto, me había bloqueado en Facebook.
¿Por qué los hombres eran así? ¿Y por qué Mel era la última persona en enterarse de esas extrañas tácticas de seducción?
—Me hizo mucho daño, si te soy sincera. Por eso regresé a Londres.
John se controló para no abrir la boca, sorprendido. Conocía a Mel, sabía cuán difícil era para ella confesarle una debilidad como esa.
—Bueno, pero tu padre ha dicho que tú vivirás y trabajarás en Madrid. No tienes que volver a Medinabella, así que todo está bien, ¿no?
El tono de voz de John parecía esperanzado.
—Si voy a Madrid, me tocará trabajar con Cristina, la novia de Julen. ¿No te parece peor?
John se cubrió la boca con la mano. Después asintió solemnemente.
—Peor, sin duda. Peor.
Mel suspiró. Ya casi habían regresado a las oficinas centrales de C.O. La joven bebió un último trago de su café y tiró el vaso de papel a un cubo de basura. Cuando se giró de nuevo hacia John, su expresión había cambiado. Mel sonreía, como si ya se hubiera olvidado de todo lo que acababa de contarle a su amigo. Como si quisiera dejarlo de lado por completo.
—¿Y por qué no le dices que no a tu padre?
—Tú mismo lo has dicho, es una oportunidad increíble. —Mel se encogió de hombros—. John, ya no soy la misma Mel que llegó a Medinabella y a la que le tomaron el pelo como a una tonta. He cambiado, he cambiado mucho. Y me temo que la única forma de demostrárselo a mi padre, a Julen y a todo el mundo, es volver si eso es lo que tengo que hacer.
John lanzó su vaso de café por los aires al tiempo que saltaba. Comenzó a aplaudir y a vitorear.
—¡Claro que sí! ¡Bien dicho! —exclamó—. Que le jodan a Julen y a tu pa... No, ¡NO! A tu padre no. Solo a Julen.
Mel comenzó a reírse y John se apresuró a recoger el vaso de papel del suelo. Ambos entraron de nuevo a las oficinas.
Le gustara a Mel o no, sabía que tenía que enfrentarse a esa situación. Y lo iba a hacer, demonios que si lo iba a hacer.
Gracias por leerme, os quiero ♡
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