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Capítulo 35

¡Hola, amores! ❤️


Capítulo 35


Julen supo que todo se había acabado en el mismo momento en el que se despertó y vio a Melissa dormida a su lado. Se dio cuenta de que estaba en su habitación y su mente recordó inmediatamente lo que había sucedido la noche anterior... Una sonrisa comenzó a extenderse por su rostro trémulamente al recordar el modo en el que Melissa le había permitido acercarse a ella la noche anterior, mucho más de lo que jamás habría podido imaginar, tanto física como emocionalmente.

Pero de nuevo recordó la noticia que había aparecido en ese estúpido blog, junto a esas malditas fotos en las que su cara se veía completamente clara. No pudo evitar llevarse las manos a la cabeza, ¿qué había hecho? ¿Qué demonios seguía haciendo aún?

Supo que era hora de salir de allí y que ese iba a ser un día duro, así que simplemente abandonó la habitación de Mel y se dirigió a la suya, observando a través de los enormes ventanales del pasillo del hotel que aún era de noche. Sebía de ser uno de los primeros en despertarse ese lunes.

Una hora después salió de su habitación, trajeado y con el cabello oscuro y húmedo aún. Ofrecía una imagen realmente impresionante, aunque él no lo supiera, y llevaba la americana colgando de su brazo. En la puerta de su habitación, no pudo evitar detenerse un momento y dirigir la mirada hacia la puerta cerrada de Melissa. Se imaginó que ella aún seguiría durmiendo, con el cabello rubio y brillante sobre la almohada y un mohín infantil en sus labios. Agitó la cabeza, quitándose esa imagen de la mente y siguió andando hacia la salida del hotel. No pensaba desayunar esa mañana, su estómago estaba cerrado.

Por el camino hacia las oficinas de C.O. se cruzó con algunos trabajadores que lo miraron con interés, algunos incluso parecían estar a punto de acercarse para hablar con él, pero Julen decidió sacar su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón y fingir que no se imaginaba cómo todos habían hojeado la prensa ya en el restaurante del hotel o simplemente habían leído aquel estúpido artículo en internet. Se imaginó lo que estaban pensando; «¿Julen Urit? ¿Con la hija del jefe?». Odió esa sensación de exposición tan desagradable y se sintió aún peor al contemplar que tenía más de treinta llamadas perdidas en su teléfono por parte de distintas personas.

—Mierda... —murmuró, guardando de nuevo el teléfono en su bolsillo.

Al llegar a las oficinas, todo fue exactamente igual. Todos lo miraban y lo saludaban, dubitativos, sin rastro del énfasis que normalmente los caracterizaba cuando lo encontraban en los pasillos. Todos lo sabían y él se sentía miserable.

Pero la verdadera parte mala de la historia tuvo lugar en el momento en el que, al tomar el ascensor y subir hasta la planta de su despacho, las puertas de éste se abrieron y lo primero que Julen vio, a través de la pared de cristal de su oficina privada, fue a su madre sentada en su propia silla.

Alexia lo esperaba en la sala, con el cabello recogido en un moño alto y severo, casi tanto como la mirada que le dirigía en esos momentos a Julen, mientras con sus dedos tamborileaba en la mesa.

—Buenos días —le dijo este al entrar.

Y pese a lo que se intentó decir a sí mismo, en el fondo Julen no se extrañaba en absoluto de encontrar allí a su madre. De hecho, casi lo esperaba.

—No has contestado al teléfono desde hace dos días, Julen —lo reprendió Alexia, poniéndose en pie—. ¿Tienes idea de lo preocupados que hemos estado todos?

—No era necesario, ya estoy aquí.

Su madre se acercó a él, rodeando el enorme escritorio de Julen y éste pudo ver cómo en su mano sujetaba una revista. Un segundo después, la alzó, mostrándole la portada.

—¿Qué diablos es esto? —preguntó, con un tono de voz que reflejaba furia contenida, pero aun así parecía estar controlándola de un modo verdaderamente estoico.

Julen tragó saliva, contemplando tres enormes fotografías en las que Melissa aparecía llevando su chaqueta; en una de ellas se encontraban caminando juntos por la calle, en la siguiente ambos hablaban, muy cerca el uno del otro y en la última de las fotografías, Melissa se hallaba con la cabeza gacha y, aunque no se percibía claramente en la fotografía, se podía adivinar que estaba vomitando por la inscripción «¿demasiados gintonics, Mel?» a su lado.

—No necesito un sermón, mamá...

—¡Por supuesto que lo necesitas! —Alexia lo interrumpió, dejando la revista sobre la mesa—. Te lo he advertido, Julen, y aun así has sido tan estúpido como para no escucharme. Te lo permití hace diez años; te dejé recorrer Medinabella detrás de esa niña como si fueras un auténtico perrito faldero... pero ahora... —Se llevó las manos a la cabeza—. ¿Qué se supone que tengo que decirles a los Martínez?

Julen suspiró, sin apartar la mirada de su madre.

—Nada; no tienes que decirles nada. Ya no tengo nada que ver con ellos, se ha acabado.

Durante un momento Alexia pareció a punto de estallar. Sus ojos estaban muy abiertos y la mujer se alzaba en sus altos tacones con aire amenazante, como si su hijo no tuviera veinticuatro años, sino doce.

—¿El qué se ha acabado, Julen? —preguntó, gritando—. ¿Todo aquello por lo que hemos luchado durante años?

—Estás haciendo un auténtico drama, mamá. Tranquilízate —le pidió Julen a su madre, aunque esto pareció enfurecerla aún más.

—¿No lo entiendes? ¡Nos has dejado en ridículo! —exclamó—. Ve y dile a tu prometida que tres años de noviazgo no han significado nada y que lo que quieres es anular todos los planes de boda para correr detrás de una niña caprichosa que va a tardar dos semanas en olvidarse de ti de nuevo, como ha hecho todos estos años.

Julen sintió su corazón pararse ante las acusaciones de su madre, pero el verdadero momento que lo hizo querer desaparecer de allí llegó cuando la puerta de su oficina se abrió y una joven entró en el despacho; era alta y hermosa, con el cabello pelirrojo y un elegante rostro ligeramente pecoso. Sus ojos oscuros estaban enrojecidos por el llanto, detalle de ningún modo involuntario.

Y Julen supo que, definitivamente, ese día iba a ser peor de lo que nunca hubiera podido imaginar. Pero, al fin y al cabo, todo era su culpa. Por mucho que él siguiera enamorado de Mel, no podía ignorar que durante los últimos tres años su única prometida había sido esa joven pelirroja que había aparecido ante él: Cristina Martínez.


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¿Alguien había pedido actualización?
Muchísimas gracias por esperar tanto, de verdad. Soy consciente de cuánto me he demorado, pero espero que entendáis por qué había pausado la historia justo aquí, ¡ha salido el bombazo! Alguna/os ya imaginabais que Julen escondía algo, ¿pero algo tan grave?

¿Cómo creéis que reaccionará Mel si se entera?

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