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Capítulo 30


Capítulo 30


Melissa no había sabido cuán hambrienta estaba hasta que el camarero colocó un apetitoso plato de pasta frente a ella. Iker sonrió al ver la voracidad de la joven al comenzar a comer.

Educadamente, él no hizo ningún comentario, sino que esperó a que llegara su comida y sirvió dos copas de vino blanco.

—¿Cómo te va el trabajo? ¿Ha mejorado?

Mel se limpió los labios con una servilleta de tela, asintiendo con la cabeza.

—Un poco... o eso creo. La verdad es que no me siento bien siendo secretaria; es como una especie de castigo por parte de mi padre.

—¿Y lo has hablado con Julen?

Melissa tragó su comida, negando con la cabeza.

—No creo que esa sea una buena idea... él no tiene el mejor concepto de mí como trabajadora.

Una preciosa sonrisa asomó en los labios de Iker y sus ojos azules brillaron con cariño al hablar de su hermano.

—Julen es así, él no es el tipo de persona que dice cumplidos y mucho menos cuando está trabajando... Pero en realidad creo que está contento porque has vuelto, está más animado.

Melissa enrojeció mientras bebía un sorbo de vino. Su mente comenzó a recordar todas las imágenes de la noche anterior. Dormir entre los brazos de Julen había sido como un sueño, de hecho no terminaba de creérselo. ¿Podrían haber sido unos momentos más perfectos?

Un segundo después, la imagen de haberse despertado sola golpeó su mente con fuerza y una horrible sensación de vacío subió de nuevo por su pecho, como minutos atrás.

—Y... —Las manos de Mel pasearon por el tenedor, picoteando el plato de pasta con fingida indiferencia—. ¿Por qué se ha ido Julen esta mañana? Pensé que era un obseso del trabajo los siete días de la semana. —Trató de bromear.

Iker sabía que a Julen no le gustaba que nadie hablara de sus asuntos privados, y, realmente, tampoco él quería comentar nada al respecto. Bastantes cosas tenía ya en la cabeza...

—Julen siempre tiene cosas que hacer —comentó, evadiendo la pregunta.

Melissa gruñó en su interior. ¡Maldición!

Se notaba que Iker le guardaba lealtad a su hermano y por eso no le decía nada... o quizás, simplemente, no lo sabía.

¿Y si Julen estaba enfermo? ¿O tenía esposa y dos niños en Madrid? ¿O si había querido huir de lo que había hecho la noche anterior?

Quizás Julen se arrepentía de haber dormido junto a Mel, de todos los besos, de los problemas que eso le había acarreado con Alexia... A lo mejor, Julen no sabía cómo librarse de ella y por eso se había fugado a hurtadillas de madrugada.

—Entiendo —respondió, con aire desanimado. Después reparó en que quizás estaba siendo demasiado obvia, por lo que cambió de tema inmediatamente—. Y bueno, cuéntame. ¿Cómo estás?

Por fin un camarero apareció con un par de platos nuevos rellenos de comida y los colocó frente a los dos jóvenes de la mesa. El olor de la carne asada ayudó a disimular la tirantez en el pecho de Melissa, que se olvidó por un momento de lo ocurrido con Julen.

—Todo  va bien, como siempre. —Iker se pasó la mano por su cabello oscuro, alborotándolo de forma sexy. El joven sentía que necesitaba hablar con alguien, pero, seguramente, Melissa no podía ser la persona indicada—. Estoy algo estresado con el trabajo.

Eso no era del todo mentira, pero de todas formas, era todo el asunto de Cristina lo que lo estaba volviendo loco. ¿Podía confiar en Mel para hablarle de esa larga y complicada historia?

—Bueno, hoy vas a desestresarte, ¿no? —bromeó Melissa, riéndose con picardía.

Iker le lanzó una mirada sospechosa.

—¿Y eso?

—Vamos, Iker. ¡Tarde de cine con Diana!

El tono de voz de Mel no le daba confianza, estaba dando por sentado que él iba a hacer algo con Diana y eso no iba a suceder. Iker no era así; quería olvidar a Cristina y, realmente, Diana era alguien con quien había encajado perfectamente hablando durante esos días... pero de todas formas, no la arrastraría a ese complicado mundo que era su vida amorosa.

—No es como crees —dijo—. Yo... es un asunto complicado.

La muchacha rubia entornó los ojos, algo desilusionada.

—Uf... No me lo digas, ya hay alguien... —De pronto incluso recordó que Iker lo había mencionado el día que se habían reencontrado—. No he querido incomodarte.

Iker se mordió el labio inferior, algo cohibido.

—No te preocupes —la tranquilizó—. De hecho, es algo muy extraño... no es una relación fácil; es más, ni siquiera sé si es una relación.

Frente a él, Mel dejó de comer, observándolo mientras enarcaba una ceja.

—¿Tú la quieres?

Esa era la pregunta que Iker se hacía cada día, y no era capaz de concienciarse a sí mismo de que no debía querer a Cristina. Pasara lo que pasara, un solo pestañeo de esa mujer era capaz de provocar que Iker cayera de rodillas arrastrándose por ella. Para Mel no fue necesario que él respondiera a la pregunta. Sólo hacía falta ver sus ojos para saber que sí, estaba enamorado de la otra chica.

Eso iba a ser duro para Diana.

—Haz lo que te haga feliz a ti. En estas cosas hay que ser un poco egoísta... o al menos eso opino yo —le aconsejó la muchacha.

Iker negó con la cabeza, suspirando.

—No puedo hacer lo que me haga feliz si eso va a hacer desgraciada a otra persona.

Ante su sorpresa, Mel se rió suavemente con un sonido casi musical.

—Iker, hagas lo que hagas, no puedes tomar una decisión que no perjudique a nadie cuando se habla de sentimientos. —Mel se atusó un mechón de cabello claro—. Te lo dice una persona que casi cometió el mayor error de su vida por no hacer daño a otra persona... y al final acabó haciéndoselo igualmente.

—¿Hablamos del casi matrimonio? —La voz de Iker expresaba curiosidad, se notaba que Melissa no solía hablar de ese tema.

Ella asintió con la cabeza.

—Exactamente.

La perspectiva de hacerle caso pasó por la mente del joven, pero lo descartó al momento. Eso no podía ocurrir, prefería ser él quien sufriera... De todas formas, siempre había sido consciente de que lo suyo con Cristina iba a acabarse, y el momento había llegado, al fin y al cabo.

—Menudo par estamos hechos —dijo Iker finalmente, sonriendo.

Su sonrisa, blanca y fresca se contagió en el hermoso rostro de Mel.

—Las cosas siempre mejoran, tarde o temprano. —Melissa alzó su copa de vino e Iker la imitó, brindando—. O eso dicen.

Iker deseó que, ojalá, por una vez eso fuera verdad.


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Pronto subiré el siguiente.

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