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Capítulo 20.


Capítulo 20.

Eran las seis de la mañana cuando Mel salió corriendo de su habitación.

Por primera vez en años, iba vestida con un cómodo chándal gris y llevaba el cabello recogido cuidadosamente en una cola de caballo.

Estaba extrañamente ilusionada, ¡por fin iban a pintar su coche!

Después de un par de semanas reparándolo junto a Julen, Mel había comenzado a hacerse a la idea de que ese sería su coche a partir de entonces... y eso ya no la desagradaba, en absoluto.

Habían puesto mucho trabajo en arreglar a fondo ese trastito cada mañana antes de ir a trabajar, y Julen se estaba portando asombrosamente bien con ella. Había sido una muy agradable sorpresa. Cuando Mel llegó al aparcamiento sonrió ampliamente al ver que Julen la estaba esperando, apoyado en el capó del coche y mirando la pantalla de su móvil. Lo guardó enseguida en el bolsillo trasero de sus vaqueros al verla.

—Buenos días, Melissa.

Mel frunció el ceño imperceptiblemente. De verdad, ¿jamás iba a conseguir que dejara de llamarla así?

Automáticamente volvió a sonreír al recordar lo que iban a hacer ese día.

—¿Has traído la pintura rosa? —le preguntó, ilusionadamente.

Julen asintió, señalándole unos enormes botes que estaban a su lado.

—Pero primero vamos a cambiar el aceite al coche —le dijo Julen—. Así estará perfecto.

Mel saltó de alegría sobre sus deportivas blancas y Julen sonrió al verla.

Jamás habría creído que Melissa pudiera ilusionarse con su nuevo coche y mucho menos que lo ayudaría a ponerlo a punto, pero ella, simplemente, no dejaba de sorprenderlo.

—¿Y cómo se cambia?

—Ahora lo verás.

Sin preocuparse en absoluto por la seguridad cardiaca de Mel, Julen se quitó la camiseta con un par de movimientos, dejando a la vista su torso desnudo.

Ese cuerpo la estaba volviendo loca y, teniendo en cuenta que él se estaba portando excepcionalmente amable con ella... Melissa a veces llegaba a olvidar que era Julen. ¡Julen el terrible maltratador de niñas! Mientras él agarraba las herramientas, ella se quedó observándole y se mostró sorprendida cuando Julen se agachó y se colocó por debajo del coche. Había utilizado un pequeño gato de hierro que alzaba la parte delantera del coche varios centímetros por encima del suelo.

—Pásame el cubo.

Ella se lo acercó, admirando los abdominales del chico asomándose por debajo de su trastito, aún oxidado.

Era urgente, Melissa necesitaba un ligue inmediatamente para poder quitarse esos extraños y oscuros pensamientos con Julen de la cabeza.

Un instante después, Julen colocó el cubo bajo el coche y salió de debajo de este. En su mano había un enorme chorretón negro de aceite que había salido del coche.

—¡Ay, Dios! ¡Qué asco! —exclamó Mel, alejándose un par de pasos.

Julen no pudo evitar soltar una carcajada. Se colocó frente a ella.

—No puedes pretender arreglar bien un coche y no mancharte. Ni siquiera entiendo por qué te maquillas para venir aquí.

Melissa compuso una mueca. ¿Qué iba a hacer? Por supuesto que no iba a aparecer con su rostro mañanero delante de nadie. Mel Ortiz siempre estaba perfecta, sin importar la situación.

—El maquillaje es mi mejor amigo. Y el de todas las mujeres del mundo.

Julen volvió a reírse.

—No digas bobadas, apuesto a que estás igual de guapa sin maquillaje.

Ella lo miró, incrédula e ignorando completamente que Julen la había llamado «guapa».

—Eso mismo decís todos los hombres, así que se demuestra que no tenéis ni idea.

Julen se acercó lentamente a ella, sin dejar de sonreír tiernamente y la piel de Mel se puso de gallina, pero aun así no se movió.

¿Qué estaba haciendo? ¿Acaso no se daba cuenta de que no tenía camiseta?

Estuvo a punto de comenzar a hiperventilar al sentir el cuerpo del chico a apenas unos centímetros del suyo y no pudo evitar entreabrir los labios cuando él alzó su mano derecha y acarició su mejilla.

El cerebro de Mel reaccionó en ese momento.

¿Había acariciado su mejilla? ¿Con su mano?

¡Oh Dios!

Julen empezó a reírse al contemplar cómo había dejado dos rayas negras de aceite en la blanca e inmaculada piel de Melissa.

—¿Tú sabes lo malo que es esto para el cutis? —se quejó ella, gruñendo.

Melissa se apartó de él con rapidez, echando chispas por los ojos, sorprendida. Julen comenzó a reírse con más fuerza aún, agarrándose el estómago con la mano al volver a observar a la enfadada muchacha que se agachaba en ese momento y sumergía su mano completamente dentro del cubo de aceite. Julen abrió mucho los ojos e intentó alejarse, pero ella logró estampar cinco dedos en su brazo con una sonrisa triunfal.

Al instante, los dos estaban riendo mientras se manchaban de aceite el uno al otro.

—Ahora estás preciosa —le picó él, sabiendo que Mel tenía una enorme mancha negra en la frente y otra en la barbilla.

—A ti todavía te falta un último toque.

Con la respiración acelerada después de jugar durante varios minutos a mancharse el uno al otro, ella se acercó a él de nuevo y restregó su mano aceitosa por todo el pecho de Julen, bajando por su abdomen.

Las risas se apagaron lentamente cuando Julen vio que el roce de Melissa no acababa y ella seguía acariciando su piel desnuda con la punta de los dedos. Sus miradas se cruzaron; la de él extrañamente oscura y la de ella inocente, como si ni siquiera supiera qué estaba haciendo... hasta que, de pronto, lo hizo. 

Lo comprendió de forma repentina y se detuvo. Algo se estaba formando entre ellos, algo inesperado y difícil de comprender. Mel apartó la mano de golpe, pero él se la agarró de nuevo bruscamente y volvió a posarla en su pecho.

En menos de un segundo la atrajo hacia él, haciendo que quedara pegada a su cuerpo desnudo y observó el rostro de la chica, con manchas negras que no conseguían distraer su atención de sus labios ni de sus ojos.

Antes de poder pensarlo bien, Julen hizo caso a sus instintos más primarios por una vez y atrapó sus labios entre los suyos. Melissa gimió con el contacto, al principio sorprendida y algo asustada, pero los cálidos labios de Julen acariciaban los suyos de una manera que hacía que sus piernas temblaran. La mano de él subió hasta su cuello, sintiendo cómo su pulso palpitaba ferozmente mientras ella comenzaba a responderle el beso. En cuanto Melissa abrió un poco la boca y acarició ligeramente su lengua con la suya, Julen sintió que algo en su interior estallaba. Con un rugido, la tomó entre sus brazos y la apoyó contra el coche, presionando con fuerza el cuerpo de ella con el suyo.

Mel enredó sus piernas en las caderas de él y se dejó llevar por su aliento cálido y sus caricias. Julen alejó sus labios de los de ella para poder mirarla fijamente a los ojos. Sus respiraciones estaban tremendamente agitadas y los besos aún les quemaban en los labios.

Melissa sentía un bulto duro haciendo presión en los pantalones de Julen y no pudo evitar volver a gemir cuando él, por puro instinto, movió las caderas, apretándola aún más contra el coche. ¿Cuánto tiempo llevaban alargando el momento de ese beso? ¿Cuántas veces se habían encontrado en tensión, observándose el uno al otro, sin siquiera llegar a descifrar qué estaba sucediendo entre ellos? Demasiado. Mel atrapó los labios de Julen con los suyos de nuevo, mientras Julen volvía a rozar su erección contra los finos pantalones de ella.

De repente hacía calor, mucho calor y él enterró su cara en el cuello de Melissa, besándolo apasionadamente mientras ella entrecerraba los ojos, tratando de contenerse para no comenzar a desnudarlo —más estaba de lo que estaba— allí mismo.

Algo atrajo su atención. A apenas unos metros de ellos, un Mercedes color marfil acababa de entrar en el inmenso aparcamiento del recinto.

Mel soltó un pequeño grito al ver que se trataba del coche de Alexia. Inmediatamente desenredó sus piernas de las caderas de Julen y trató de apartarlo de ella con brusquedad.

—Tu madre, ¡tu madre!

Retrocedió rápidamente y se giró hacia Alexia, que bajaba del coche sin apartar la vista de ellos. Un intenso escalofrío recorrió a Mel, que se sintió intimidada por la fría mirada que Alexia les estaba dirigiendo al otro lado del enorme aparcamiento. Ambos la observaron hasta que la mujer se cansó de mirarlos, manteniendo su rostro pétreo, y siguió conduciendo hacia la oficina.

Julen se maldijo a sí mismo por su estupidez y temeridad al besar a Mel, se había comportado como un quinceañero hormonado. Ahora iba a tener problemas, muchos problemas...

—Mierda de Karma —musitó Mel.

Él la miró, tratando de apartar de su mente el hecho de que su madre los acababa de ver y que tendría que hablar con ella en algún momento para desmentirle lo que ella había visto, o al menos intentarlo.

—¿Karma? —no era la primera vez que la oía decir algo así.

Melissa bufó mientras se limpiaba el aceite de las manos y la cara con su camiseta vieja. Frustrada, bufó al comprender que lo estaba empeorando. Tardó unos segundos en dejar de intentar limpiarse,  de todas formas tendría que volver a ducharse de nuevo antes de ir a la oficina.

—Nada, no me hagas caso.

Julen alzó una ceja con interés.

—¿Crees en esas tonterías?

Melissa hizo un mohín molesto. Para ella no era ninguna tontería, de hecho el Karma era quien parecía tener el control de su vida en ese momento.

—Creo en el Karma porque existe —dijo—. ¿Qué otra razón le ves a que haya pasado de tener una vida alucinante a vivir aquí sin dinero y lejos de todos mis seres queridos?

Oír eso le dolió más de lo que él quiso demostrar, pero aun así, sabía desde el principio que si Mel estaba allí había sido porque su padre se lo había ordenado. Si pudiera, huiría en ese preciso momento de vuelta a Londres.

Y un beso tonto no iba a cambiar las cosas.

—Será mejor que vayamos a prepararnos para el trabajo —dijo él, su tono de voz era diferente, era más plano, apagado.

Mel asintió con la cabeza, tomando uno de los pesados botes de pintura del suelo mientras Julen hacía lo mismo. Al parecer ya no podrían comenzar a pintar el coche, tendrían que hacerlo otro día.

Y, en ese momento, a ninguno de los dos se les escapaba el hecho de que eso no era lo único que se había quedado pendiente.


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OMG. ¿Qué os ha parecido?

¡Por fin me he mudado! Ya estoy en la casa nueva, ¡estoy super emocionada! Me esperan muchas cositas nuevas durante estos próximos meses, pero sobre todo espero poder escribir y compartir muchísimas historias con vosotras.

¡Nos vemos en el próximo!


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