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Capítulo 10

Os dejo otra foto de Diana en multimedia y una canción que para mí va mucho con la actitud y la personalidad de Mel (aunque aún no lo veáis jaja) <3

Y mientras tanto seguimos en el ascensor...


Capítulo 10

Mel gritó, y el sonido hizo estremecerse a Julen, que sintió un salto en el estómago

—¡Joder! —exclamó este.

El ascensor se movió un segundo, mientras aún seguían en una profunda oscuridad, pero volvió a quedarse parado al cabo de unos momentos.

Mel se encontraba completamente asustada. El miedo a la oscuridad le atenazaba cada músculo de su cuerpo, impidiendo que pudiera moverse. Cerró los ojos, aterrorizada.

—¿Estás bien, Melissa?

El sonido de la voz de Julen la hizo despertar de su ensoñación, pero le trajo un recuerdo aún peor: De pronto, tenía trece años y estaba encerrada en la más completa oscuridad de un pequeño baño, con Julen al otro lado de la puerta.

«¡Julen, Julen!» había gritado incontables veces, pero él no había respondido. Mel podía sentir las lágrimas cayendo por su rostro como en aquella ocasión, once años atrás. Un enorme nudo se aposentaba en su estómago y, de pronto, sentía que iba a perder la consciencia de un momento a otro. Los segundos pasaban, pesados, pero el ascensor seguía parado y la luz no regresaba.

Mel contó hasta diez, intentando controlar su respiración, tal y como le había dicho su psicóloga en varias ocasiones para que pusiera en práctica en momentos como ese. Pero nada sucedió, la oscuridad seguía envolviéndolo todo.

—¿Melissa? —volvió a decir Julen—. Joder, contéstame, por favor.

Su reclamo volvió a llevarla de vuelta a ese ascensor, pero no fue capaz de decir ni una sola palabra en esa profunda negrura.

—Mel... —susurró él, y su voz sonó muy cerca de pronto.

Julen alzó la mano, buscándola, y se detuvo al chocar con la mano de ella. Sus dedos se encontraron por un momento y Melissa sintió un extraño escalofrío. En respuesta a eso, apartó su mano, poniendo fin a ese contacto, pero Julen ignoró su rechazo y se acercó aún más. De pronto, los fuertes pero suaves dedos de él acariciaron sus mejillas sutilmente, queriendo asegurarse de que ella estaba bien.

Julen no había olvidado la confesión que ella le había hecho unos días antes sobre su miedo a la oscuridad y se sorprendió profundamente cuando notó las mejillas de ella húmedas.

—Joder... —volvió a murmurar, acercándola más a él y estrechándola entre sus brazos—. No pasa nada, se arreglará en un momento. Te lo prometo.

Melissa trató de mover los labios y formar una palabra, pero fue incapaz. Quería que Julen la dejara en paz, que se apartara de ella y no volviera a acercarse, y mucho menos a abrazarla. Sentía los latidos del corazón del chico palpitar en su oído.

Quería desaparecer de allí, no estar a oscuras ni un segundo más... pero debía reconocer que su contacto estaba siendo tranquilizador en esos momentos en los que su cerebro no podía procesar ningún tipo de información.

Durante los siguientes dos minutos, Mel respiró profundamente, aspirando el delicioso y sensual aroma de Julen, con el único consuelo del calor de sus brazos.

Y, de pronto, el ascensor tembló violentamente, haciendo que ella se aferrara aún más a él, ahogando un grito. Acto seguido, las luces parpadearon y la cabina comenzó a subir, durante apenas unos segundos. Después, las puertas se abrieron y las luces blancas del techo se restablecieron del todo. Como si nada hubiera pasado.

Melissa se apartó de Julen inmediatamente, secándose las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano. Sintiéndose estúpida por dejar que él la viera así.

Después, arreglándose la falda para disimular los temblores que acusaban su cuerpo, salió con rapidez del ascensor, haciendo resonar sus altísimos tacones de cuero negro.

Julen sólo pudo quedarse allí durante unos segundos más, sintiendo en su piel que Melissa ya no estaba allí.

***

Le daba igual. Melissa no se habría quedado en esa oficina ni un segundo más después de lo que había sucedido en ese ascensor, así que se fue sin importarle que aún le quedaran un par de horas de trabajo.

Cuando llegó al hotel, todavía temblaba violentamente cada vez que recordaba la profunda oscuridad en la que se había visto sumida... ¡con él! Mel no había estado en una habitación sin ningún tipo de iluminación desde que tenía trece años, ni una sola vez. Hacía todo lo posible para que todas las habitaciones de su apartamento estuvieran bien iluminadas y dormía con las cortinas de su cuarto abiertas de par en par.

Por suerte, vivía en Londres, una ciudad tan brillante que parecía que nunca fuera de noche. Y eso a ella le encantaba.

Abrió la puerta principal del hotel con rapidez, sólo tenía ganas de tirarse en la cama y no volver a levantarse nunca. Si Jessica, o cualquiera de sus otros amigos, se hubieran enterado de que Mel Ortiz no pensaba salir de fiesta un viernes por la noche, nadie se lo habría creído. ¡Era imposible!

—¿Estás contento, papá? —dijo en voz baja, cruzando el hall del hotel.

«¿Estás contento, Karma?» Le dijo su conciencia, entre risotadas.

Estaba tan abstraída en sus pensamientos que no se dio cuenta de que alguien se acercaba a ella hasta que se chocó de golpe contra esa persona. Mel levantó los ojos, a la vez que se tambaleaba, y al volver a pisar el suelo, oyó un horrible «crac». Su tobillo se dobló, pero lo que realmente le dolió fue contemplar cómo el tacón de sus carísimos tacones se había desencajado.

—Lo siento, Mel, ¡lo siento mucho! —se disculpó la chica con la que había colisionado.

Era Diana, la muchacha que la había atendido en la recepción el día que había llegado. En su rostro se reflejaba una profunda preocupación, mientras fruncía suavemente el ceño.

—Gracias, Karma —susurró Mel, quitándose los zapatos.

—¿Disculpa? —preguntó Diana, alzando una ceja.

Melissa suspiró.

—Nada, nada —dijo al fin—. Empieza a ser costumbre que me ocurran estas cosas.

Su suerte había cambiado completamente el día que su padre la había enviado allí. Hasta entonces (exceptuando la momentánea aparición de Julen en su vida pasada), todo había sido perfecto: lujo, dinero, buenos amigos, los mejores resultados en sus estudios...

Pero de pronto, ¡Bum! Todo había cambiado.

¿Dónde estaba escrito que no podía gastar veintidós mil dólares en hacer una fiesta? ¿Verdad? ¡Pues para su padre eso era un crimen!

«El dinero es muy difícil de conseguir para mí y muy fácil de gastar para ti» Le había dicho. «Empezarás desde cero, como hice yo»

—¿Te está gustando Medinabella? —le preguntó Diana, con una gran sonrisa—. ¿Estás disfrutando?

«¡NOOOOOOOOOOOOOO!»

—Un montón —dijo Mel finalmente—. Pero disfrutaría más con un par de copas encima.

Diana sonrió, ante ese tono de voz tan derrotado.

—Si quieres puedo enseñarte algún lugar interesante de la ciudad.

Mel enarcó una ceja, extrañamente divertida.

—¿Pero este pueblo tiene algo divertido?

A pesar de su sequedad, Diana no se amedrantó, sino que pareció emocionarse aún más.

—¡Por supuesto! Te lo mostraré —dijo, muy optimista—. Ahora mismo he terminado mi turno aquí y tengo toda la noche libre.

Mel se debatió entre no moverse de su habitación en toda la noche y continuar traumatizada por el episodio del ascensor o ir junto a Diana y, posiblemente, encontrar un poco de alcohol para hacer más llevadera su estancia allí. La respuesta era más que obvia.

—Iré a cambiarme —anunció.

Después se dio la vuelta, dirigiéndose a su habitación con cierto entuasiasmo por primera vez en ese pueblo.

Me parece super interesante ver cómo ha cambiado mi vida en estos años y cómo se refleja en esta historia. Dos años después de empezar esta novela me mudé a Londres y ahora, un montón de tiempo después trabajo en la recepción de un hotel. Estoy segura de que los huéspedes de Diana la tratan mucho mejor que a mí los míos jajaja.

¡¡Se avecina una noche de juerga en Medinabella!! Votos y comentarios son muy bien recibidos para saber qué os está pareciendo mi historia <33
Como sabéis (y lo repito porque soy muy pesada) estoy en Instagram y Tiktok como: vmcameron213

¡Mil besos!

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