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Capítulo 22: "No estás sola"


El frío que desprenden las paredes de la celda cala en mis huesos. No soy capaz de saber el tiempo que llevo aquí dentro, pero de lo que sí estoy segura es de que los policías me odian. Cada vez que pasaban delante de mí, ni siquiera me miraban. ¿Tanto les ha comido la cabeza Nicolás?

Odio esta celda y no solo por su frio sino por su tamaño. ¿Desde cuándo encerrar a alguien inocente en estas condiciones es legal? Dos metros de ancho y dos de largo. Llevo un rato sentada pero el suelo está helado y me obliga a levantarme para volver a entrar en calor.

—Tienes derecho a una llamada —un policía bastante alto y robusto me mira desde el otro lado. Lo miro sin pestañear intentando ver si me está tomando una broma, pero ante la ausencia de emociones, decido asentir. Doy unos cuantos pasos hasta las rejas y espero a que me abra. ¿A quién llamo?

Comienzo a pensar rápido mientras las puertas se abren y no consigo dar con ningún número de teléfono que pueda ayudarme en este momento. Halcón dijo que no podemos estar en contacto ni vernos, además que no tengo su teléfono y sería demasiado arriesgado llamarlo desde la comisaría. El guardia levanta una ceja cuando descuelgo el teléfono y no tecle ningún número.

—Es para hoy —carraspea para llamar mi atención. Sin pensar, mi mente desembucha un numero de teléfono sin más. No me da tiempo a procesar de quién es antes de que lo cojan.

—¿Hola? — Dudo unos segundos en contestar. ¿También estará compinchado con Nicolás? Son grandes amigos y la verdad creo que se lo cuentan todo. A pesar de todo el daño que me ha hecho, mi subconsciente ha acudido a él.

—Hola Pablo —mi tono es bastante cortante pero trato de relajarme. '

—¡Elia! —exclama. —¿Estás bien? ¿Te han rescatado? —cierro los ojos y suspiro.

—Acaban de meterme en la celda de la comisaría central.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Nicolás me ha acusado de cómplice de Halcón.

—¡Joder! —escucho como resopla y puedo imaginármelo estrujándose el pelo. —Se le ha ido la pinza a este hombre. Pero no lo entiendo, todo este tiempo estaba empeñado en encontrarte y ponerte a salvo.

—Lo he acusado de maltratar a mi hermana. —el policía no deja de mirarme fijamente.

—¿¡Se te ha ido la cabeza a ti también?!

—Pablo tienes que sacarme de aquí. No soy culpable de nada, tienes que creerme por favor. —los nervios rebosan y se manifiestan en forma de lágrimas. Las limpio rápidamente y trago saliva.

—Lo sé, tu no eres así. —resopla. —Voy para allá.

Cuelgo el teléfono y miro a un punto fijo del suelo. El hombre me agarra del cuello de la sudadera y vuelve a guiarme a mi celda. Las piernas me pesan y dificultan mi caminar. Una vez allí me suelta y la cierra. Se me queda mirando unos segundos y sin decir una sola palabra, se marcha.

Vuelvo a sentarme en el suelo, lo que provoca que por todo mi cuerpo aparezca un pequeño escalofrío. Apoyo la cabeza en la pared y me abrazo a mi misma para entrar en calor. Cierro los ojos e intento no concentrarme en el imbécil de Nicolás, pero mi rabia y odio hacia él me lo impiden.

A mi cabeza vuelven todos los recuerdos que tenía con él, pero el sentimiento de apego que tenía ha desaparecido y ha sido sustituido por un odio intenso. ¿Cómo pude estar tan ciega? Quizás si le hubiera prestado más atención a mi hermana podría haber calado más rápido a ese idiota. Las emociones vuelven a arremolinarse en mi interior provocando un acúmulo en el que no distingo que siento. ¿Odio? ¿Tristeza? ¿Culpa?

Un picor proveniente de mi pecho me obliga a moverme de mi cómoda posición y aliviar esa sensación. De repente, con la yema de los dedos noto un papel debajo de la sudadera. Saco el causante de mi picor y lo observo: un papel doblado de forma perfecta formando un cuadrado de menos de diez centímetros. Lo desdoblo con cuidado intentando hacer el menor ruido posible y para mi sorpresa hay algo escrito dentro.

"No estás sola, aguanta. Fdo: Halcón"

En ese instante, una sonrisilla se dibuja en mi rostro. ¿Cómo es capaz de arreglárselas siempre para animarme? Y entonces caigo en la cuenta de que el policía me agarró del cuello de la sudadera al traerme de vuelta a la celda. ¿Está del lado de Halcón?

Unos minutos después, un preocupado Pablo aparece en mi campo de visión. Va vestido con el uniforme del cuerpo de policía.

—Elia... —su expresión irradia tristeza y arrepentimiento. Hace mucho tiempo que no nos vemos. Desde que le planté cara por lo ocurrido con mi ex mejor amiga. —¿Dónde está el comisario? —escucho que le pregunta a un guardia de seguridad. —¡Dónde está! —repite alterado. No dejo de mirarlo. El guardia le señala hacia alguna parte y este gira la cabeza.—Sácala de allí. —le ordena al hombre.

—Pero el comisario dijo que...

—Soy tu superior. Obedece. —su tono se torna serio provocando que el guardia saque la llave y abra la reja que me tenía agobiada.

Salgo de allí y Pablo coloca sus manos sobre mis hombros.

—¿Qué es este alboroto? —Nicolás viene hacia nosotros y cuando se da cuenta de que estoy en libertad, sus facciones delatan su rabia. —¡¿Qué estás haciendo?!

—Sacando a Elia de tu celda de mierda. Le has escogido la que peores condiciones tiene ¿No? — Nicolás está que explota de rabia.

—¡Ni se te ocurra dar un paso más! —le grita cuando nos ve alejarnos hacia la puerta para salir al pasillo central. —¡Es una orden!

—¿Cómo la de su arresto? —sonríe sarcástico. —¿Qué pruebas tiene comisario? Han pasado más de veinticuatro horas y no tiene nada ¿Verdad? —Nicolás abre la boca para decir algo pero Pablo lo interrumpe. —No tienes un hilo del que tirar. La has encerrado porque te ha dado la gana y por ley tiene derecho a irse si no encuentran pruebas en su contra. ¿Las tienes? —Nicolás se queda callado. Toda la sala nos está mirando. Su rostro se torna rojo de la rabia. —Eso pensaba. Y ahora si me disculpan... —me toma del brazo. —Nos vamos.

Salimos al pasillo principal y no hay rastro de la gente que había antes. Miro la hora en el reloj de pared y efectivamente, llevo aquí más de un día.

Salimos a la calle y el frío me espabila. Parpadeo varias veces para acostumbrarme a la claridad y sigo a Pablo, el cual no me ha soltado todavía. Con un movimiento disimulado me deshago de su agarre. No decimos ni una palabra hasta que llegamos al coche.

—Mas vale que seas inocente porque sino me estaré jugando mi puesto fijo para nada.

Su nerviosismo es evidente y su preocupación todavía más. Quien sabe lo que le pueden hacer por llevarle la contraria a su superior y sacar a una sospechosa de allí.

—Lo soy —contesto con cierta firmeza.

—He visto las noticias y no dicen nada bueno. Tienes a toda la prensa siguiéndote.

¿Quién iba a pensar que la futura periodista que iba a acosar a la gente, iba a ser acosada por otras como ella?

—¿A dónde vamos? —pregunto una vez que arranca.

—A mi casa —me mira para ver mi reacción. Sonríe y mira a la carretera. —Tienes que contarme todo.

Miles de sentimientos se encuentran. Me siento indiferente con él pero si que es verdad que no me gustaría encontrarme a mi ex mejor amiga en su casa. Sería muy incómodo. A pesar de que eso pasó hace mucho tiempo, no me gustaría encontrarme con ella cara a cara.

—¿No puedes dejarme en mi casa? —pregunto con cierto nerviosismo.

—Tranquila, no está Emily —su rostro cambia a serio y un atisbo de tristeza se asoma por sus ojos cuando vuelve a mirarme. —Eso fue un error, no debí haber hecho la mayoría de cosas que hice ...

—Cierto —le corto —Pero eso ya es pasado.

—No lo será tanto si has decidido llamarme a mí.

—Eras el único número que tenía memorizado.

Suena muy mal, pero es la verdad. Es al único que podía acudir y que mínimamente sabría que hacer. Me habría gustado tener a otra persona a la que acudir pero, ahora mismo, toda ayuda es bienvenida.

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