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Capítulo 21: "El destino os volverá a unir"



El embarque ha ido perfecto, en ningún momento me han detenido porque me han reconocido o cualquier otra cosa. Los nervios todavía siguen a flor de piel, pero consigo controlarlos una vez que ya estamos volando. A pesar del odio que le tengo a volar, esta vez he conseguido no marearme. Quizás tiene mucho que ver el hecho de que estoy pensando en qué decir.

Con Halcón ya descartamos el mentir y decir que estaba de vacaciones porque es una idea que, aunque lo haga muy bien, no van a creerme. Simplemente con comprobar todos los pasajeros de ese día, sabrán que miento y será mucho peor. Por ello, hemos decidido contar la verdad.

Ojalá no tuviera que volver a mi vida normal nunca, ese vacío que sentía cada vez que llegaba a casa; esa aflicción. Pero no puedo pensar solo en mí. Hay muchas cosas envueltas. Mi hermana, todas esas mujeres y niños que están en las garras de Thertami y el clan de las aves.

La tristeza vuelve a invadirme al pensar en todo lo que voy a dejar atrás y a personas que no volveré a ver. En solo un mes, esa rutina ya se había convertido en mi vida y ellos, unos mas que otros, en mi familia.

Al fin llegamos al aeropuerto Madrid-Barajas. Salgo nerviosa del avión junto con los demás pasajeros. Camino con el equipaje hasta la salida del aeropuerto mientras intento localizar un taxi.

El sonido de un claxon a mis espaldas consigue sobresaltarme. Me giro rápidamente y pido disculpas al conductor por estar en medio de su estacionamiento mientras me subo otra vez a la acera.

Voy a llamar a un taxi cuando un coche negro con cristales tintados se detiene delante de mí. Me alejo un poco disimulando mi nerviosismo. De repente bajan la ventanilla del coche permitiéndome ver con total claridad al conductor.

—¿Cuervo? —mi voz suena alegre, pero millones de sentimientos y emociones chocan contra mí haciendo que desaparezca la sonrisa que se había dibujado en mi rostro.

—Sube —dice mientras pone mi equipaje en el maletero.

—¿Qué haces aquí? —pregunto para desviar la atención de lo que haré en unos minutos.

—Halcón me mandó para darte ánimos y tranquilizarte.

Desvío la mirada de sus ojos. Simplemente con mencionarlo, la tristeza vuelve a apoderarse de mí.

—No se si voy a poder hacerlo —digo tratando de reprimir las lágrimas. El gran peso que se ha colocado sobre mis hombros es abrumador. Intento no llorar pero una vez más las lagrimas me traicionan. Cuervo se acerca a mí y me abraza.

—No tendría que ser así —me acaricia la espalda con ternura. —Tan solo si Halcón no hubiera decidido irse... Esto no habría pasado.

—No puedes culparlo por no predecir el futuro —lo defiendo convencida de que Halcón hizo lo que creyó que era mejor.

—Por eso no —me mira —. Pero si por tomar decisiones precipitadas.

Me siento derecha mirando a la carretera. Cuervo entiende que no quiero seguir hablando de él y conduce a toda prisa hacia el centro. Una vez allí comienzo a guiarle hacia la comisaría más cercana. Aparcamos dos calles antes de llegar.

Respiro hondo y cierro los ojos intentando imaginar a Halcón.

—¿Crees que lo volveré a ver? —pregunto mirándolo a los ojos. Mi pregunta lo pilla por sorpresa, pero enseguida retoma la compostura.

—Es muy probable —sonríe para tranquilizarme. —Y sino, él se encargará de ello. Le gustas desde que entraste por la puerta del callejón. — frunzo el ceño.

—No digas tonterías.

—Créeme, lo conozco. Quizás no se le note al principio, pero es muy cariñoso y se deja llevar por las emociones. Vive el momento. —me sonrojo al recordar lo ocurrido en el despacho. —Y parece que tu sientes lo mismo.

—Eso ya no importa —vuelvo a mirar a un punto fijo del salpicadero. —Es muy arriesgado vernos otra vez.

—Si de verdad estáis hechos para estar juntos, el tiempo os volverá a unir sin importar lo que pase. —sonríe con ternura.

—Gracias —lo abrazo.

—Cuídate mucho Elia.

La tristeza me envuelve como una soga. Mi corazón late con fuerza y no puedo dejar de mirarlo. Hemos creado un vinculo muy fuerte. El siempre estuvo allí cuando lo pasé muy mal por culpa de alguna otra ave, y nunca he tenido la oportunidad de agradecerle todo su apoyo.

Parpadeo varias veces para alejar las lágrimas y con una larga inspiración le sonrío.

—Tú también.

Mi voz suena ahogada, pero estoy demasiado concentrada en no llorar como para arrepentirme de eso. Lo miro por última vez y su intento de disimular la preocupación que siente es inútil; opto por no decir nada y limitarme a sonreír.

Salgo rápidamente del coche al borde de las lágrimas. No cojo la maleta, ya que nada de lo que hay allí es ropa mía. Es mejor que esté donde debe estar y con quién debe estar.

Camino apresurada hacia la comisaria con miles de sentimientos encontrados. Los nervios crecen a medida que voy acercándome y cada paso que doy aumenta el sudor desprendido por mis poros.

Respiro hondo cuando estoy ya enfrente de la comisaría para así armarme de valor y entrar. Para mi sorpresa, mis piernas han decidido mucho antes por mí y ya me encuentro cruzando el gran pasillo.

Todas las personas que se encuentran allí van de acá para allá sin detenerse un segundo. Algunos policías hablan a voces de una esquina a la otra de la comisaría haciendo que el caos, que de por sí ya hay, aumente. Me acerco indecisa hacia un pilar donde está pegada mi foto. Llevo el vestido negro de mi hermana y el sombrero.

"SECUESTRADA"

Parece que aquí todo el mundo odia a las aves. Hay muchas más fotos de mujeres pegadas en el pilar. Entre ellas consigo distinguir a Alina y varias más que estaban en la mansión.

—¡Eh! —escucho un grito a mis espaldas. —¿Qué haces allí? ¿No ves que es una zona restringida? —me giro y veo a un policía malhumorado viniendo hacia mí. La franja roja que he cruzado esta perfectamente pintada en el suelo. ¿Cómo no he podido verla?

—Soy Elia Bellafiora, a la que buscáis. —Me alejo un poco de él. Su altura de casi dos metros y sus fuertes brazos me imponen.

—Sí y yo soy "Halcón" ¿No te jode? — ríe sarcástico. —Venga, vámonos de aquí.

—No le llegas ni a los talones —las palabras salen de mi boca sin que pueda reprimirlas. El hombre se agacha y me mira enfadado. La vena de la frente se le hincha y sus ojos están casi desorbitados.

—Mira niñata, no sabes quién soy...

—¿Elia? — aparto los ojos del gorila que me tiene sujetada para ver quién me ha llamado. Un ojeroso Nicolás me mira sorprendido. —Suéltala Belmonte.

—Comisario, yo... —Belmonte se aleja de mí no sin antes fulminarme con la mirada.

—¿Cómo has logrado escapar? —su expresión de sorpresa combinada con alegría me abruma. Lo miro sin pestañear ni un segundo. La ira que me recorre salta a la vista y las ganas de matarlo por maltratar a mi hermana aumentan.

—¿Cómo es que tu no estás en la cárcel por violencia machista? —su expresión cambia a seria.

—¿Qué estás diciendo? —mira para todos lados al darse cuenta de que los presentes han dejado de hacer sus cosas para prestar atención. —¡A lo vuestro! — les grita con un evidente enfado y todos hacen caso.

—Halcón me lo ha contado todo. —le susurro una vez que estoy cerca suyo. —Nattasha le contó que tú la maltratabas y por eso huyó. —suelto sin ninguna pena. El imbécil que tengo delante me mira con los ojos como platos. Se ha quedado sin palabras y a juzgar por su expresión está enfadado. —Voy a decirles a todos lo que le hiciste a mi hermana y tu alianza con Thertami para que te pudras en la cárcel el resto de tu vida.

—Te ha lavado el cerebro Elia. —su expresión cambia a tristeza. —Como a muchos otros policías del cuerpo. —niega con la cabeza triste. —No me das otra opción.

—¿Qué?

—Elia Bellafiora —todos comienzan a mirarme debido al tono que ha usado Nicolás. —Quedas arrestada por cómplice de secuestro y evasión de la justicia. —me coge de las muñecas e intenta esposarme

—¡¿Qué estás haciendo?! —le grito y me zafo de su agarre. Más policías vienen a sujetarme. Me muevo como una loca y comienzo a dar patadas sin ton ni son. Mi corazón late con fuerza cuando me tiran contra el suelo y logran inmovilizarme. —¡Soltadme! ¡El delincuente es él! ¡Está compinchado con Thertami! — sigo gritando, pero parece que a los demás les da igual. Nicolás sigue recitando las palabras de la Advertencia Miranda.

— Tiene derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra ante un tribunal. —me esposan tan fuerte que las muñecas me duelen. —Tiene derecho a un abogado. Si no puede pagarlo, se le asignará uno de oficio. 

Todo pasa a cámara lenta. Muchas familias de las "desaparecidas" lloran e intentan pegarme puñetazos cuando paso. La gente se arremolina a mis espaldas y unos cuantos me escupen. Los policías intentan abrirnos camino hasta llegar a los calabozos de la comisaría.

Una vez allí me desposan y me obligan a permanecer entre rejas. Escucho la televisión desde mi celda y por desgracia no es nada bueno:

"Estamos ante la comisaría central de Madrid, donde la policía ha arrestado a la supuesta desparecida: Elia Bellafiora Casán. Se la acusa de cómplice de secuestro. Y según fuentes anónimas del interior nos aseguran que a ella le han lavado el cerebro y podría padecer el Síndrome de Estocolmo. ¿Será ella una triste víctima más del clan de Halcón?"


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¿Qué os ha parecido este pedazo de capítulo? 

¡Comentad sin miedo! ¿Creéis que todo lo que le ha dicho Halcón es mentira? ¿Será verdad que Elia tiene el síndrome de Estocolmo? 

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