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Capítulo 2: "Te pareces a ella"

Lea me mira sorprendida y Valbuena cruza los brazos. Respira hondo y me mira con el ceño fruncido.

—Debes entrevistar a un hombre. Al parecer es alguien metido en problemas. Solo es encontrarlo, hablar con él e irte, nada más—respira hondo.

Parece que es más riesgoso de lo que creía.

—No, es muy peligroso. No dejaré que una universitaria en prácticas se ponga en peligro y pierda toda la vida que tiene por delante simplemente por satisfacer a mi jefe —lo fulmina con la mirada. Parece que es la única en toda la sala que no le teme.

—¿Todavía no trabajas aquí?—me pregunta sorprendido. Niego con la cabeza y veo como su expresión cambia.

—Entonces no. No lo hará nadie y ya está. Se nos ocurrirá otra forma de seguir siendo los favoritos de la ciudad.

Lea sonríe satisfecha al ver cómo Valbuena se va y desiste de su "brillante" idea.

—¿Por qué has dicho eso? Me serviría para mi trabajo de fin de grado —levanto una ceja. Ella vuelve a explicarme que es muy peligroso y que ni la policía todavía hace nada. —Mi ex-novio está en el cuerpo de policía, él podría vigilarme en todo momento, además, el marido de mi hermana es el comisario —respiro hondo para tranquilizarme. Lea frunce el ceño un buen rato y mira a un punto fijo en mi mesa. Abre la boca para decir algo, pero al instante la cierra de golpe.

—No es no —habla al fin—. Termina rápido con eso que tienes ahí.

Me quedo pensativa un rato. Eso podría servirme perfectamente para mi trabajo, es más, seguro que conseguiría puesto fijo. Quizás mi ex sepa algo de esto. Busco el teléfono en mi bolso y rápidamente busco su número en la agenda de contactos. Espero hasta que me lo coja.

—Elia, que sorpresa.

—Pablo, necesito tu ayuda. En el diario han comentado algo de entrevistar con protección de la policía a un mafioso. ¿Sabes algo al respecto?—me muerdo el labio nerviosa.

—Sí. En la comisaría todos quieren atraparlo. Dicen que está involucrado en la trata de blancas y el contrabando de drogas.—Nada novedoso para un mafioso.

—¿Sabes algo más? ¿Dónde puedo encontrarlo o con quién puedo hablar?

—¿Estás loca? Ese hombre es muy peligroso, no debes acercarte por motivos que ya sabes. Además, si se enteran de que yo te he dado esta información, me despiden.

—¿Motivos que ya sé? —Pablo suspira y escucho su respiración entrecortada.

—Su nombre es Mark Siguenza Trery , lo llaman Halcón —suspiro. Lo conozco mejor de lo que me gustaría—. Prométeme que no vas a ponerte en peligro. La entrevista era una idea de tu jefe, pero la policía no estaba muy de acuerdo, así que nadie va a ayudarte ni respaldarte.

—¿Qué?

—Tengo que dejarte. Elia, no hagas ninguna idiotez —cuelga.

¿Idiotez? Como si no me conociera lo suficiente... Trato de pensar miles de formas por las que puedo dar con él, pero parece que ninguna es factible. Me giro para mirar por la gran ventana que da a la calle. Miles de personas caminan de acá para allá con prisas, tan juntas, pero tan solas a la vez. Nadie se preocupa por nadie y lo peor es que a todos le da igual. La sociedad de hoy en día es mucho peor que las de antes. No hay guerras físicas, pero sí mentales y en mi humilde opinión, eso es mucho más doloroso.

Como si un ángel me hubiera susurrado al oído la mejor idea que ha tenido la humanidad, aparto el ordenador y saco mi portátil dispuesta a probar suerte. Me meto en la página de la INTERPOL y voy directa a la pestaña "personas buscadas". Esto me lo enseñó mi ex. Relleno todos los campos y le doy a buscar. Cruzo los dedos para que me aparezca. Y voilá. Ahí está.

"Mark Siguenza Trery, 26 años, 1.85 m, color de pelo negro, ojos avellana, nacido en Italia, nacionalidad Italiana y Española. Cargos: tráfico de drogas, trata de blancas y de menores." Si que está bien buscado. Amplío su foto, le hago una captura de pantalla y la imprimo. Me levanto y me dirijo hacia la impresora.

—Bellafiora, buenos días —me saluda mi compañero con una sonrisa sentado al lado de la impresora. Eso sí que es vida. Le sonrío de vuelta y cojo la foto impresa. —¿Quién es? —pregunta curioso.

—Ah, nadie importante —le resto importancia y sonrío inocente.

Vuelvo a mi puesto de trabajo y comienzo a observar la foto. ¿Qué es eso? Me la acerco mucho más para poder ver el cartel del bar, pero está pixelado. Enciendo otra vez el portátil y acerco la foto mientras la enfoco. Clandestino. ¿Enserio? Busco su ubicación en el Google Maps y todo lo que pueda informarme de él.

Calle del Cid 1, Madrid. Por lo que parece puedo acceder de dos formas: uno desde la calle para el que se necesita una contraseña que cambia cada primer día de cada mes, que hay que solicitarla, y otro, a través del restaurante BB Bistrot, desde donde se accede por una puerta espejo oculta. El lugar perfecto para hacer planes sin que la policía moleste. Eres muy listo.

Escribo al correo electrónico para solicitar la contraseña y en poco tiempo me contestan. Abierto hasta las 1:00 de la mañana. Debo ir.

—Elia ¿ya has terminado? —Lea me sonríe. Asiento con la cabeza ocultando la foto. —Genial, envíamelo al correo electrónico para que le eche un vistazo y si está bien lo publico.—asiento y se marcha alegre. Sus good vibes a veces me ponen nerviosa.

Una vez que está lejos, sigo buscando información sobre el bar. "Esta noche nos vestiremos de gala. Algunas ayudas para los más despistados: sombreros, colores café, verde y negro, collares, faldas, peinados extravagantes etc. ¡No olvidéis traer con vosotros la diversión!".

Las horas restantes de ese día pasaron más rápido de lo que esperaba. Toda la planta está recogiendo sus cosas y los más aplicados, terminando sus trabajos para no llevarse nada a casa. Yo, sin embargo, estoy pensando en qué narices me voy a poner para esta noche.

Me despido de todos, incluida Lea y me marcho. El frío gélido de esta mañana ha sido sustituido por otro todavía peor. Hay menos personas debido a que seguramente están cenando en sus calientes hogares.

Me dirijo hacia la casa de Nicolás. Quizá es demasiado pronto para aparecer por allí ya que todo es muy reciente, pero debo hacerlo. Llamo al timbre y para mi sorpresa no tardan en abrirme. Subo las escaleras cual cordero al matadero mientras muerdo mi labio y mejilla. Llego a la puerta y un cansado Nico me abre.

—¿Qué te trae por aquí?—me mira con asombro.

—Necesito un vestido de gala.—Me quedo esperando en la puerta hasta que al fin decide dejarme pasar. Camino deprisa para evitar hablar con él sobre aquello, porque sinceramente no me siento preparada todavía. Sus recuerdos todavía me llenan la mente y no puedo dejar de pensar en que está conmigo a donde sea que vaya.

Sigo caminando lo más rápido que puedo. No necesito que me diga dónde están las cosas, he estado aquí miles de veces.

Voy directa al armario y admiro la cantidad de ropa que tenía. Suspiro profundamente. Localizo un vestido negro que me llega mucho más abajo de las rodillas. No iré a la moda, pero al menos el sombrero y el peinado lo llevaré. Lo saco. Está completamente nuevo.

La cintura está ceñida por lo que ayuda a hacerme una figura bonita. Me visto en el baño tranquilamente. Aún queda una hora para las 23:00, que es cuando empezará "la fiesta". Me coloco unos guantes negros que llegan a mis bíceps y comienzo a hacerme un peinado de tupés y rulos con el rizador de pelo. Me pinto los labios de color rojo y me pongo como toque final un sombrero de lado negro y grande.

Salgo y Nico está sentado en el sofá del salón con la mirada perdida. Intento pasar desapercibida pero es inútil ya que nota mi presencia y me mira sorprendido. Se acerca a mí vacilante, como si temiera mi reacción.

—Te pareces a ella. —Se le llenan los ojos de lágrimas. Parece necesitar un abrazo unas palabras de ánimo, pero cuando el dolor se apodera de mí, soy incapaz de mostrar cualquier pizca de emoción. —Yo la quería Elia, de verdad que la quería.

—Lo sé —le sonrío para que se tranquilice.—Todos lo hacíamos. Natasha era la luz del mundo. —asiente.

Ambos nos quedamos en silencio, ninguno hace contacto visual o mínimamente un gesto. Parece que todavía tenemos heridas que curar y realidades que afrontar. Al mirar la foto de Nath en la mesa del pequeño hall, un mar de emociones choca ferozmente contra mí. Un nudo en la garganta toma protagonismo y una opresión en el pecho me hace respirar con dificultad.

—¿A dónde vas vestida de gala? —Al fin rompe el silencio mientras se seca las lágrimas que caen por sus mejillas. Pienso por un instante que decir, él es el comisario así que no debo darle sospechas de nada.

—Voy a conocer a alguien.

—Lamento que con Pablo no funcionara...

—No importa —le corto—. Gracias, devolveré el vestido a su lugar en cuanto pueda. —asiente y me abre la puerta. Me coloco la chaqueta de plumas por encima y me despido de él.

Salgo a la calle, voy a la avenida y llamo a un taxi con la mano. Le doy las indicaciones suficientes, pero no exactas por si acaso, nunca se sabe a quienes tendrá compinchados. Quiero entrevistarlo directamente a él, no a un ayudante.

Unos minutos en el taxi y al fin llego. Le pago lo necesario y me bajo. Espero a que se marche y voy directa a la calle exacta. Tecleo el número secreto en la puerta que me han dicho y se abre.

Parece un bar inspirado en los bares secretos de la ley seca americana de los años 20, los speakesies, y en los clubs de jazz donde los beatniks realizaban sus quedadas" en los 50 y los 60.

Hay una mezcla de elementos desconcertante, tanto en los materiales de construcción como en los muebles y la enorme barra aparentemente en ruinas. Las paredes parecen muy trabajadas en lo que respecta a la decoración a través de murales y grafitis. Hay un trampantojo que sorprende mucho porque parece que el local tiene una segunda sala, que en realidad no existe. La decoración parece destartalada y caótica, pero en realidad todo está muy pensado. Han logrado una atmósfera canalla, pero acogedora, sobre todo, gracias al juego de las luces, fundamental en un local subterráneo como este.

La luz es la más importante a la hora de crear un ambiente, es la que transmite las sensaciones. Es una luz tenue y muy cálida, casi naranja, para que los clientes se sientan arropados. No hay focos directos, toda la luz es indirecta y viene de apliques y lámparas de suelo. También hay luz dentro de la barra.

Según lo que me ha dicho el camarero, la primera regla del club Clandestino es que no se habla alto en el club Clandestino. Y preferiblemente tampoco de él porque están prohibidas las fotos. "Es para ver, no para dejarse ver".

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