Capítulo 19: "Échele agua bendita si hace falta"
ELIA
Me quedo mirando a la puerta pensativa. Todavía tengo miedo de lo que le pueda ocurrir a Natt y mi sobrina, pero he conseguido calmarme. Mejor dicho, Halcón lo ha conseguido, no yo.
Si no hubiera estado aquí, quizás me hubiera dado un ataque de ansiedad o algo mucho peor.
La opresión en mi pecho todavía está presente pero va aminorando conforme pasan los minutos. Por desgracia a medida que disminuye el dolor, aumenta el nerviosismo y continua hasta que empiezo a quitarme las tiras de piel del labio.
Cuando quiero darme cuenta, comienza a sangrar y me escuece. Respiro hondo y me dirijo al baño. Retiro la sangre y me lavo la cara con agua fría para eliminar cualquier rastro de tristeza. Me miro fijamente en el espejo e intento recordar el camino recorrido hasta aquí.
Quiero avisar a la poca gente a la que le importo que estoy bien, aunque pensándolo fríamente, creo que no tengo a nadie. Nicolás es un asesino, Pablo no es nadie y tanto Lea como Valbuena simplemente tienen una relación profesional conmigo.
Ni siquiera se quien denunció mi desaparición y la verdad es que tampoco me sorprendería que nadie se diera cuenta. Después de lo de Natt me aislé del mundo y empecé a investigar por mi cuenta a Halcon y su clan.
Me basé en lo poco que me contaron Pablo y Nicolás, incluyendo algunos matices de la página de la INTERPOL y algunos noticiarios. Una niña investigando al sujeto aparentemente más odiado y poderoso del país. O al menos eso creía.
Varios toques en la puerta de la habitación me saca de mis pensamientos.
Salgo del baño y abro la puerta en cuanto llego. Un hombre alto con rasgos asiáticos muy marcados me saluda.
—El señor quiere verte —me mira fijamente y luego a su iPad último modelo.
—Se ha ido hace poco. ¿Qué quiere? —mi tono suena un poco desconfiado pero serio.
—Acompáñame.
Camino vacilante detrás de él. Lleva la nuca rapada con alguna línea sin pelo. Evito reírme ante tal peinado pero una pequeña carcajada se me escapa.
El hombre ni se inmuta y sigue andando tranquilamente y muy erguido.
Unos pasos más adelante se detiene enfrente de una puerta. Hay un cartel dorado con letras grabadas en el. "Siguenza". Creí que estaría su apodo, no su apellido. Llamo a la puerta y espero. Ante la ausencia de respuesta, entro decidida pero me sorprendo al no encontrar a nadie dentro.
—Espera aquí —cierra la puerta. Me quedo observando minuciosamente todo el despacho. Parece rústico pero a la vez es muy moderno.
Me acerco a una de las muchas estanterías de detrás del escritorio y rozo suavemente con los dedos el contorno de los libros, disfrutando de las diferentes texturas. La silla giratoria negra me impide pasar. La observo y sin pensarlo me siento en ella. Doy varias vueltas aprovechando el impulso de la acción y termino mirando al frente. Desde aquí el despacho impone mucho menos.
Un sobre llama mi atención. No es uno cualquiera, es de color escarlata y tiene un símbolo de un Halcón. Lo observo mas detenidamente sin dejarme ningún detalle. Está abierto. Después de un rato debatiéndome si mirar dentro o no, la curiosidad me gana. Meto la mano y despacio saco unas fotos del revés. Les doy la vuelta y me quedo helada.
Un cabello castaño inconfundible, una niña en los brazos y ese rostro que durante tanto tiempo ha permanecido grabado en mi memoria. Nattasha está al lado de una chica rubia caminando con mi sobrina en brazos. Paso a la siguiente foto intentando ver la cara de su acompañante y por desgracia, ahí está. Linda está mirando a la cámara mientras intenta tapar, sin éxito, su rostro con ayuda de su jersey.
Mi cabeza hace un clic y de repente uno todas las piezas. El corazón se me acelera y el nudo de mi estómago aparece también en la garganta. Intento mantener la respiración normal, pero se vuelve entrecortada a medida que va pasando el tiempo. Halcón aparece por la puerta y se sorprende al verme allí, pero su rostro cambia inmediatamente a enfado cuando se da cuenta de lo que tengo en las manos.
—¿Qué haces en mi despacho? —su tono es duro y seco. Me levanto rápidamente de la silla y me dirijo hacia él. La tristeza y angustia han desaparecido y han sido sustituidas por una emoción mucho peor, la ira.
—¿Cuándo ibas a decírmelo? —pregunto una vez que estoy a centímetros de él. —¡¿En el funeral de mi hermana?! —mi tono suena desesperado pero a la vez enfadado. Su rostro cambia completamente y un atisbo de arrepentimiento se refleja en sus ojos.
—Iba a decírtelo antes pero estabas tan mal que no lo vi oportuno —no deja de mirarme fijamente a los ojos. Respiro hondo.
—Mira Mark, no necesito que nadie me cuide y mucho menos que me tengan lástima ¿Entiendes? —alzo una ceja. —Sé cuidarme sola y puedo gestionar mis emociones con total normalidad si me da la gana. —me acerco más a él. —No soy una princesa en apuros que necesita que un príncipe la salve.
Se acerca más a mí hasta el punto de que noto su respiración en mi nariz.
—No quería causarte mas daño —desvía la mirada hacia otro lado. —Parece que no, pero la verdad es que me importa como te sientas en cada momento. No te rescato de nada y se que eres una mujer fuerte e independiente que se las puede arreglar sola y puede soportar todo lo que le venga encima —traga saliva —. Pero de vez en cuando no está mal un poco de ayuda y comprensión.
Sus palabras me dejan anonadada. No me esperaba para nada esa reacción y mucho menos esas palabras, pero no voy a permitir que unas palabras bonitas me dejen callada.
—Tendrías que habérmelo dicho. Linda es una traidora y mi hermana y sobrina están en peligro. Todo este asunto me incumbe tanto a mi como a ti.
—No sabemos si ella es la responsable de que estén con Thertami —río sarcástica.
—Por favor Halcón, es obvio. Ella no creo que te haya mencionado nada de esto durante el vuelo ¿O si? —niega con la cabeza. —Parece mentira que el amor te ciegue tanto.
—¿Disculpa? —su tono indignado me toma por sorpresa.
—Quizás hasta tu estés metido en todo esto y me has mentido con todo. ¿Intentas proteger a Linda?
—¿Por qué iba a hacer eso?
—Vamos Halcón, se ve a leguas que hay algo entre vosotros. —frunce el ceño. —Pero ese no es el punto. Quiero saber cómo puedo encontrar a Thertami.
—¿Tú sola? —asiento con la cabeza. —Estás loca. —alzo una ceja. Halcón comienza a reír ante mi expresión, lo que provoca que me enfade aún más. —Quizás la ciega eres tu, Bellafiora.
—¿Qué?
Y sin previo aviso junta sus labios con los míos y me besa apasionadamente. Noto como coloca sus fuertes manos en mi cintura y me apega más a él. Intento seguirle el ritmo y, a juzgar por los fuertes latidos de su corazón, parece que lo he conseguido.
Pongo ambos brazos sobre sus hombros y con ayuda de mis dedos jugueteo con su cabello. Él responde ante mi roce y me levanta en sus brazos. Rodeo sus caderas con mis piernas y siento que nos movemos pero mi cuerpo me impide detenerme para saber a donde vamos.
Escucho los papeles del escritorio caerse al suelo y unos segundos después me coloca sobre la mesa. Se separa de mí y me mira con deseo, esperando reacción de mi parte. Miro sus labios y con ayuda de mis manos, acerco su rostro a mí. Vuelve a besarme, pero esta vez ferozmente y noto su respiración entrecortada. No puedo ni quiero parar. Nuestros labios en perfecta sincronía provocan que el beso se vuelva más acalorado.
Comienzo a tener mucho calor. Disfruto tocando sus brazos fuertes e intento no llevar las cosas mucho mas lejos pero mi cuerpo me pide más. Le rozo la espalda suavemente con los dedos y él parece interpretar bien mis señales, ya que, se quita la camiseta dejando al descubierto su trabajado torso. Siento mi corazón acelerado cuando deposita unos sensuales y desesperados besos en mi cuello. Cierro los ojos para seguir disfrutando y mi respiración se vuelve mas fuerte cuando noto sus manos en mi pierna derecha, justo en el límite. Y cuando me decido a llevar las cosas más allá, un grito me detiene.
—¡Cielo santo! —una enfadada Constantine nos mira desde la puerta. —¡Vístase señor! —se lleva las manos a los ojos. —¡Ave María purísima! ¿Pero qué estás haciendo con la muchacha? — Halcón rápidamente se pone la camiseta.
—Constantine nosotros...
—¡No! No me de explicaciones, no quiero ser cómplice de sus pecados. —se quita las manos de los ojos. —Señorita, vaya a ducharse ahora mismo —bajo del escritorio— y señor, aléjese de ella. Mientras yo viva, aquí no se peca.
—Perdone Constantine. —le sonrío inocente.
—¡Refriegue bien ese cuello! —mira enfadada a Halcón. —¡Limpie todo esto! ¡Échele agua bendita si hace falta!
—¿Pero eso no es para los demonios? —Halcón me mira divertido y no puedo evitar sonreír cuando me guiña el ojo.
—¡Usted si es un demonio! —frunce el ceño y Halcón ríe. —La comida está lista, dese prisa.
Camino rápidamente a la habitación perseguida por Constantine, quien sigue todavía rezando el "Ave María". Voy directa al baño y me desvisto.
—¡Señorita, acuérdese del cuello, es muy importante que se quite todas esas bacterias! —escucho a la anciana gritar al otro lado de la puerta. Río y no puedo evitar sonrojarme al recordar lo sucedido con Halcón. Un millón de mariposas vuelan en mi interior y comienzo a reír.
Pero pronto mi sonrisa es sustituida por preocupación al recordar a Nattasha. La opresión en el pecho vuelve a hacer acto de presencia mientras recito al unísono con Constantine el penúltimo verso del "Padre nuestro"
—Líbranos del mal.
Wowowowo. Espera que capturo esta preciosidad de capítulo. *le hace secreenshot*
¡¿Estáis tan emocionados como yo?!
¿Qué pensáis de todo?
¡Comentad sin miedo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro