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"Niebla que acecha".
Ya ha pasado un mes, un mes desde que aquella gran tormenta arrasó con todo a su paso, un mes desde que nos trasladaron a este lugar, un mes desde que nos dijeron y aseguraron que todo estaría bien, que nos ayudarían.
Queremos creer eso, debemos, porque de no ser así, ¿qué más podríamos hacer?
Aún no encontramos a Dant.
Toda su familia se encuentra en la lista de desaparecidos, y por toda su familia me refiero únicamente a sus padres.
Cero reportes. Cero señales. Nada.
Se negaron a decirme algo respecto a la mancha de sangre ya que, según ellos, no me incumbe por no ser un familiar.
Lo único que se sabe hasta ahora es que hay tres muertos y seis heridos, lo que ya es mucho teniendo en cuenta que la zona en la que residíamos es pequeña. Prinffilt se divide en zonas con números, yo vivía en la zona tres, pero tan solo se cuenta con cinco instituciones, cada una perteneciente a dos zonas. Es así que en total existen diez zonas, cada una de tamaños diferentes dependiendo de cuántas calles les corresponda.
No quise, me pedí ser fuerte, pero ciertas noches he llorado antes de dormir o despertado a mitad de la noche en medio de un llanto tras una pesadilla, no he necesitado dormir con alguien a mi lado desde los tres años y debido a esto he tenido que despertar a mamá muchas veces para lograr conciliar el sueño.
No volví a cruzar palabra con Samantha Ferguson, sí cruzamos algunasmiradas, nada agradables cabe resaltar, pero ninguna palabra. Y trato deevitarla, de solo recordar sus últimas palabras siento mi estómago revolverse.
No he vuelto a ver a Robert, al llegar aquí tuve la mentalidad de no hacer amigos, pero con Robert me di cuenta de que no podría, inspira tanta confianza que en esa única charla me di cuenta de que no me cansaría de hablar con él. Es reconfortante encontrar a alguien que piense de esa manera tan abierta y realista, que comparta sus pensamientos sobre el mundo sin en ningún momento ofender lo que tú crees y de una manera tan única, extravagante.
Me encuentro acostada boca arriba en la cama, observando el techo que cuenta con algunas telarañas. Bajo la mirada y observo mi teléfono en mi mano, ya me cansé de jugar el único juego que no requiere de internet ya que aún no hay cobertura. Luego del desayudo, volvimos a la habitación y me encuentro jugándolo desde entonces.
Vuelvo la vista al techo, de nuevo a mis pensamientos. Hemos preguntado el por qué de la falta de cobertura y nos respondieron lo que ya pensábamos, que por la tormenta muchas antenas y postes se cayeron, lo que nos calma un poco, pero no deshace del todo la espina de desconfianza que traigo clavada desde un principio.
La puerta es abierta y veo a mamá ingresar con un envase transparente en las manos.
—No lo vas a creer. Logré persuadir a la cocinera para que me dé algunos de sus limones. —Sonríe emocionada, realizando un pequeño baile contoneando las caderas.
—Ya lo veía venir, tú no vives sin limones. —La veo dirigirse a su bolso y guardarlos. En casa mamá contaba con una planta de limones, los ama, a veces pienso que me engaña con ellos, pero lo entiendo, después de todo, más que hacer limonada o pastelillos de ellos, también les son útiles cuando se le sube la presión.
—Si quieres luego te hago limonada. —Asiento con una media sonrisa. Se sienta a mi lado y toma una de mis manos—. Ya nos llaman para el almuerzo, ¿vamos? —Frunzo el ceño.
—¿Ya es hora del almuerzo? ¿Tan aburrida estaba para jugar este jueguito por tantas horas?
—Al parecer. —Se encoge de hombros—. Y eso que es muy difícil aburrirse aquí —dice con ironía y nos incorporamos.
—Sí, tal vez debí de considerar eso del ritual. —La señalo y arruga las cejas—. Podrías persuadir de nuevo a la cocinera y me consigues una gallina. —Ella hace un gesto de fingido horror y luego comenzamos a reírnos.
Al estar ya afuera de la habitación, la detengo, sujetándola por el antebrazo. Me observa, esperando a que hable.
—¿Nada aún? —La sonrisa que lleva va disminuyendo hasta convertirse en una mueca.
—Harán otro grupo de búsqueda que saldrá mañana, intentarán encontrarlos.
—Intentarán —repito con amargura. Suspira y me alienta con una sonrisa algo forzada, sin saber qué decir para mejorarme el ánimo.
Las primeras semanasintentaba convencerme diciéndome que los encontrarían, que había que confiar,pero me cansé y exploté, diciéndole que pare porque, aunque agradeciera muchosus palabras de apoyo, no me servían de verdad, porque con eso no encontrábamosa Dant. Fui estúpida, pero estaba cansada, estoy cansada, y cuando estamoscansados somos estúpidos.
Mamá pasa un brazo por mis hombros y nos dirigimos al gran salón. Luego de esa primera semana ya no hay mujeres que nos guíen, nos dirigimos por cuenta propia, eso sí, siempre cuentan con la mayor y exagerada seguridad.
Ya con nuestras bandejas de comida, nos sentamos y comenzamos a comer, acompañado de una charla sobre cualquier cosa. Mamá charla con la mujer que se encarga de la comida que dice querer saber cómo le hace a esos pastelitos de limones para que le salgan tan deliciosas, y mamá va explicándole, animada. Luego de un momento, mamá dice que acompañará a la mujer a la cocina para anotarle algunas cosas, asiento y sigo comiendo.
Escucho el crujir de la banca de madera en la que estoy, observo a mi izquierda y una chica de cabellera castaña me sonríe.
—Hola. —Tiene una sonrisa que deslumbraría a cualquiera, y unos ojos marrones oscuros, grandes y hermosos.
—Hola. —Sonrío como puedo.
—Soy Eliza, pero me puedes decir Eli. —Se encoge de hombros y se lleva una cucharada de su comida a la boca. Me sonríe, aún con la boca llena masticando. Río un poco.
—Soy Clare.
—¡Genial! Ya hice una amiga. —Me sonríe, mostrándome los dientes—. Porque... —Frunce el entrecejo—, ¿ya somos amigas, verdad?
—Eh... sí, por supuesto. —Le sonrío, nerviosa. Adiós a mi mentalidad de no tener amigos.
—¡Genial! —Da pequeños aplausos—. Bueno, como tu amiga debo conocer tus gustos, ¿de acuerdo? —Asiento sin saber qué decir—. Okidoki, yo primero, me gusta el color violeta, pero no tan oscuro, ¿sabes? Más bien uno casi claro, pero no tanto, ¿te gustan las series? Yo amo Game of Thrones, ¿a ti te gusta? —Es un poco difícil seguirle la corriente a lo que dice ya que lo hace con mucha rapidez.
—S-Sí, claro, a mí...
—¡Eso es súper! —Me interrumpe—. ¿Y escuchas a Billie Eilish? Dios, la amo, ¿cuál es tu canción favorita de ella? La mía es All the goog girls go to hell.
—Sí, a mí tam-
—Espera, espera, fuiste a... —¡Por la barba de Merlín! A esta le hicieron un encantamiento de cotorra o qué. Eli sigue hablando, haciendo gestos con las manos y alzando mucho las cejas, dejo de observarla ya que algo llama mi atención detrás de ella. Samantha Ferguson conversa con uno de los guardias, como siempre sin demostrar ninguna emoción en el rostro, observa su alrededor, disimuladamente, y el hombre se inclina un poco para susurrarle algo al oído. Frunzo el ceño, me inclino un poco para ver mejor, Samantha le entrega al hombre lo que parece un pedazo de papel doblado y él asiente.
¿Qué es lo que contiene ese pedazo de papel? ¿Y por qué se la da a él? ¿Es algo malo? O tal vez son novios a escondidas, lo que sería raro porque no tendría nada de malo.
—...no sé cómo le hace.
—¿Qué? —Pestañeo varias veces, desconcertada, observando otra vez a Eli.
—Mi ex, ¿cómo es que sigo pensando en él? Está muy bueno el condenado, y cada vez que...
No entiendo una mierda de loque me habla, ¿su ex? ¿Qué tengo que ver yo con su ex? ¿Cómo pasó de hablarmede series a hablarme de su ex? Observo lo más disimuladamente detrás de ella, intentandover algo más, pero los dos ya no se encuentran allí.
—Me tatuaré tu rostro en mi trasero.
—¿Ah? —La observo, desconcertada. ¿Que su trasera qué?
—No estás escuchándome. —Realiza un puchero que me hace reír un poco.
—Claro que sí. —Se gira y observa por unos segundos detrás de ella.
—¿Segura? —Vuelve a mí, enarcando una de sus cejas. Mierda, ¿le digo la verdad? Su mirada es intensa y me incomoda que esté tan callada.
—Claro, hablabas... de tu ex y... —Hace un gesto con la mano, invitándome a seguir—. ¿Cuánto duraron? —pregunto, como si eso fuera lo más importante por saber de este mundo.
—Ah, pues unos... —Vuelve a hablar rápidamente, hasta diría que un poco emocionada. La observo, atenta, pero de vez en cuando veo de reojo donde se encontraban Samantha y el hombre, por si deciden volver.
Llego a dos conclusiones:
Uno: La manera en la que intercambiaron palabras Samantha y ese hombre fue muy sospechosa.
Y dos: Eliza habla hasta por los codos.
Luego de varias palabras por parte de Eliza y marearme con ellas, veo a mamá regresar y mi salvación con ella. Se sienta y nos observa.
—¿Y esta señorita? —pregunta al ver a la sonriente chica a mi lado. Abro la boca para hablar, pero Eli se me adelanta.
—Soy Eliza Jonhson, pero puede decirme Eli, soy amiga de Clare. —Le tiende su mano y mamá la toma amigablemente.
—Mucho gusto, Eli. —Me observa—. ¿Y desde cuándo son amigas?
—Desde hoy —responde Eli con simpleza.
—Oh, eso es... bueno. Es muy bueno hacer amigas. —Le sonríe y me observa de nuevo, desconcertada, yo solo sigo comiendo, divertida por la situación.
Al terminar me levanto con la intención de llevar mi bandeja al fregadero, cuando una voz se alza por encima del bullicio del lugar.
—Su atención, por favor. —La voz de Samantha es alta y clara al salir por los parlantes que no me había dado cuenta que tienen. Observo a mamá y me hace un gesto con la cabeza para que me vuelva a sentar, lo hago y observo alrededor—. Debido a la gran tormenta los Institutos de Prinffilt cuentan con varios daños de suma gravedad, las cuales llevarán tiempo reparar, por eso se ha tomado la decisión de que los jóvenes que asistan a ellas no lo harán hasta nuevo aviso. Que tengan una buena tarde.
El aviso culmina y comienzan los murmullos, estos se dividen en dos grupos: las madres que reprochan, y los jóvenes que festejan.
—Con lo que me gustaba ir. —Escucho decir a Eli, está recargando su mentón en una mano, simulando una mueca de tristeza. Observo a mamá.
—¿Qué opinas?
Suspira, colocando ambas manos sobre la mesa para así levantarse.
—Opino que es hora de mi siesta. —Le sonrío, nos despedimos de Eli y nos dirigimos a la habitación.
Mamá va directo a la cama, yo voy al baño, hago mis necesidades, me lavo los dientes y me dispongo a leer por quinta vez uno de los dos libros que traje conmigo. Me recuesto contra la cabecera de la cama e inicio.
***
Se escucha un ruido. Bajo el libro en la cama, atenta, y lo vuelvo a escuchar. Observo a mamá, se encuentra profundamente dormida, veo la hora y me sorprende que ya sean las dos de la tarde. Me incorporo y se vuelve a escuchar, es como algo golpeando contra los muebles de la habitación de al lado, las paredes son gruesas, pero aún así se logran escuchar ciertas cosas.
Voy siguiendo el ruido que cada vez se repite con más frecuencia, pego el oído contra la pared y persigo el sonido. Pasa por detrás del armario así que lo muevo un poco y vuelvo a pegar la oreja contra la pared. El sonido es fuerte, ya no va a otro sitio, se centra allí mismo, sigue un ritmo, es como si estuviera acercándose y... para.
Silencio.
Ni un solo ruido.
Despego la oreja de la pared y observo a la misma, confundida, como si al hacerlo me diera todas las respuestas.
Vuelve a escucharse, esta vez como pasos, y acerco de nuevo la oreja con suma lentitud. Se acerca, más y más. Y se detiene. Me mantengo quieta, esperando escuchar algo más.
De repente, la pared es golpeada con demasiada fuerza, justo en donde se encuentra mi rostro, provocando que me desestabilice por el susto. Doy pasos hacia atrás, trastrabillando en el proceso, y caigo sobre mi trasero. Observo la pared, un escalofrío sube por mi espalda y estremece todo mi cuerpo.
El sonido no regresa.
Sé que todo eso no fue hecho por un puño, el sonido era más fuerte que eso, era como si... No tengo idea, pero fue tan fuerte que al observar el suelo encuentro pequeñas cenizas que pertenecían al cemento de la pared.
Salgo de la habitación, cierro la puerta y recuesto mi espalda contra la misma. Cierro los ojos y tomo lentas respiraciones. Me estoy sofocando.
Decido ir al jardín en buscade aire fresco. Al llegar, me mantengo inmóvil cerca de un arbusto, inhalo y exhalo varias veces, pero luego decido caminar en pequeños círculos con los ojos cerrados.
Tranquila.
Respira.
Tranquila.
Me lo repito varias veces. Poco a poco va despareciendo esa sensación de hormigueo de mis manos y mi corazón comienza a latir con normalidad.
Giro y es ahí cuando noto a alguien observándome.
—Nos volvemos a ver. —Su voz sigue siendo tranquila, como si nunca nada corrompiera sus pensamientos.
—Robert. —Le doy una sonrisa un poco torcida por el nerviosismo que aún me persigue.
—Te ves un poco angustiada. —Me observa, preocupado.
—No, es que... —¿Qué le digo?
Oh, es que escuché lo que parecía alguien golpeando muebles en la habitación de al lado y luego hubo un golpe contra la pared que por poco hace caer todo sobre mí, como si me estuvieran atacando, ya sabes, lo normal.
—¿Sí? —Salgo de mis pensamientos y lo observo.
—Que tengo hambre. —Opto por decir. Contemplen a la reina de las mentiras.
Él asiente, no muy convencido, y me invita a sentarme con él. Acepto su invitación y dejo que mi mente se despeje un poco.
Y puedo decírselo.
Puedo decirle lo que escuché.
Puedo decirle lo que sucedió.
Pero no lo hago.
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Ay, Clare.
Gracias a los que siguen leyendome, lo agradezco muchísimo.
¿Les agrada Eliza?
Ya sé que dije que se acercaba el drama y bla bla bla, pues... se viene algo.
Y... ¡NO HAY ESCUELAAAA!
¡Muak!
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