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30

"Todos quieren la corona, pero nadie quiere sangrar por ella".

Vuelvo a comprobar que las botas que me facilitaron no aprietan mis tobillos o mis dedos y que puedo caminar con ellas con comodidad. Subo un pie sobre la madera que sobresale de la cama, ato mejor los cordones y, al bajarlo, paso mis manos por la tela del pantalón algo holgado de color mostaza, esta es un poco más oscura que el de la remera también unas tallas más grandes. Abrocho sobre mi cintura el cinturón que cuenta con porta-armas en ambos costados para que las armas queden al alcance de mis manos con facilidad. Me coloco el chaleco antibalas y, encima de este, algo que luce como un abrigo para cubrir mis brazos y torso, quedando el chaleco oculto en su totalidad. Las mangas me quedan algo grandes, pero al final se ajustan en mis muñecas, el cierre me es algo complicado pero logro entenderlo.

Lo poco que logré dormir no fue de mucha ayuda, solo lograba entrar en una pesadilla, salir de ella e ingresar a otra. Todas con el final trágico que tanto temía. Así que decidí prepararlo todo, las armas, la ropa (que Asher me ayudó a conseguir), y la verdad es que no estoy nada cansada, la adrenalina que me otorga el miedo por lo que sucederá en algunas horas me mantiene en alerta.

Tomo mi cabello entre mis manos para recogerlo en una coleta alta, me aseguro de no dejar suelto ningún mechón y observo de nuevo mi vestimenta, paso mis manos por la tela de la remera que cuenta con algunas arrugas, o tal vez sean los nervios haciéndome ver cosas que en realidad no existen. Suelto un suspiro pesado y voy en busca de ambas armas que se encuentran en la mesita.

—¿Lista? —Doy un respingo, girando hacia la puerta. Samantha enarca una ceja ante tal acción—. Tranquila. —Ríe un poco—. No debes temer... No aún.

Vuelvo a suspirar y observo el arma en mis manos, saco el cargador de él y veo si está lleno de las que más tarde tendrán que ayudarme, aunque en el fondo espero no tener que gastarlas. Sé que no será así.

—¿Y si no funciona? —Coloco el arma en el cinturón y me giro hacia ella—. ¿Y si fallamos?

—No fallaremos —asegura, como si manejara lo que sucederá en el futuro.

—¿Y si sí? —Gira los ojos, hastiada. Doy unos pasos hacia ella—. ¡¿Y si sí?!

—No —dice con voz dura, firme.

—¿Cómo lo sabes?

—No lo sé. —Se encoge de hombros, con sus ojos recorre la habitación y asiente para sí misma—. Solo confía, sobrinita. —Reconozco el tono burlón y le dedico una mirada de enojo.

Aprieto la quijada mientras tomo el pequeño objeto similar a un auricular y lo coloco en un oído, servirá como comunicador. Mi humor no es el mejor de todos, no estoy para su sarcasmo o cualquiera de sus chistes con humor negro. Bufo.

—Luchar cansa demasiado, y... —Me paso una mano por el rostro e inclino la cabeza hacia arriba para observar el techo—, ya me estoy cansando de escapar.

Ella se cruza de brazos y se recuesta contra el marco de la puerta.

—Escapamos en busca de la salvación, y sobrevivimos en busca de la vida.

Bajo el rostro y analizo el suyo, serio.

—¿Cuándo acabará? —Niega con lentitud.

—¿No lo entiendes? —Trago con dificultad—. Es un ciclo infinito. Esa es la vida: esquivas las llamas, o estas te consumen.

Hombres uniformados con armas mucho más grandes y pesadas que las que yo poseo, desfilan delante de mí en el pasillo que lleva al salón de prácticas, guardan más armamento en los automóviles que nos ayudarán a llegar al lugar, me pregunto si eso será suficiente. Apenas ingreso al salón, distingo varias batas blancas, los científicos cuentan con una carpeta mientras van señalando cosas que son subidas a la parte trasera de algunos vehículos, no tengo idea de qué son, quizá armas, pero deben de ser importantes.

Hay varios hombres con pasamontañas, uno de ellos se acerca a mí, al tenerlo enfrente reconozco sus ojos. Se me encoge el estómago al verlo en plena luz con el mismo uniforme con el que me trajo a este lugar, solo que en esta ocasión carga con una ametralladora en brazos. Aún hay resentimiento.

—Ven, niña. —Steve realiza un gesto con la cabeza, indicándome que lo siga, no puedo chistar, así que lo sigo.

Al desviar mis ojos del frente, veo a un Asher agitado corriendo en mi dirección, llega hasta mí, toma profundas respiraciones y sonríe.

—Esto es para ti. —Me extiende dos objetos circulares, ambos de metal con un brillo azul en el centro—. No los golpees por nada del mundo, te servirán mucho.

—¿Qué son?

—No lo sé, solo sé lo que hacen, te ayudarán por si encuentras a más de dos intentando atacarte. —Alzo ambas cejas con asombro.

—¿Y qué hacen?

Abre la boca para responder a mi duda, pero una voz lo interrumpe.

—¡Vamos, niña!

Ambos giramos los ojos.

—Qué pesado —dice en apenas un murmullo para que solo yo lo escuche—. Lanzan una corriente eléctrica, así que ya sabes, hay más de dos tipos, o solo dos, y en vez de entrar a puñetazos, lanzas a estas bellezas por el suelo hacia ellos. —Sonríe con entusiasmo—. Míralos como una mauske herramienta misteriosa.

—De acuerdo. —Asiento, soltando una risa por lo último, nos sonreímos a modo de despedida y me alejo.

Llego hasta una de las camionetas de color negro, Steve abre la puerta de atrás para mí. En la parte del conductor se encuentra Samantha y en el del copiloto, Eli. Subo y me abrocho el cinturón, por el espejo retrovisor puedo ver cómo mi ''tía'' realiza un asentimiento a modo de agradecimiento hacia el rubio y arranca.

La camioneta llega hasta la pista, justo en el centro, y se detiene. Me giro en mi asiento hasta poder ver lo que hay detrás, lo que me permite ver el cristal de la parte trasera. Quedo intrigada al ver que varios automóviles realizan lo mismo, todos quedando en el interior del que conforma el circulo de la pista.

—¿Por qué nos... reunimos? —inquiero, utilizando esa última palabra ya que eso es lo que parece: una reunión de coches.

Samantha me observa por el espejo retrovisor, me giña un ojo y vuelve la vista al frente. Eli voltea un poco su rostro para observarme.

—Esto te impactará —habla con emoción. Frunzo el ceño y, por costumbre, comienzo a temer.

La pista tiembla, doy un pequeño brinco en mi lugar para luego sujetarme con fuerza del respaldo del asiento, escucho a Eli reír y no comprendo por qué lo hace, ¡no hay nada gracioso!

Sujeto con mayor fuerza el respaldo cuando siento que ya no solo estamos temblando, sino que nos elevamos, ¿cómo es eso posible? Con el miedo latente, me inclino un poco hacia atrás para poder vislumbrar por el cristal trasero qué sucede.

De alguna forma que no comprendo, el suelo de la pista se eleva con todos los coches en él, sube, sube y sube. Hasta que nos detenemos. Aflojo el abrazo al asiento y observo con confusión hacia Eli, ella apunta hacia arriba, entiendo y con rapidez me acerco mucho más a la ventana a mi lado.

Qué tecnología.

Lo que creía era un techo común y corriente, va abriéndose hasta dar paso a una gran abertura, el piso de nuevo cuenta con movimiento, nos volvemos a elevar hasta que pasamos la abertura y llegamos al exterior.

¿Que no había salido a las afueras de este lugar por no conocer la salida? Eso cambia ahora, entiendo a la perfección por qué no la hallaba.

Abro la boca hasta formar una gran O, impactada por lo que acabo de presenciar.

Todo este tiempo estuve bajo tierra.

El motor del vehículo produce un fuerte rugido antes de que Samantha acelere, provocando que mi espalda dé con todo contra el respaldo del asiento.

—Sujétense y prepárense —ordena, tomando con fuerza el volante—. Nos hayamos en el exterior, ahora estamos en el radar de Richard. —Me observa por el espejo retrovisor—. Sabe que vamos en camino.

Trago y, por impulso, coloco una mano en el arma a mi izquierda en el cinturón. Un sonido llama mi atención. En el exterior, encima de los árboles que vamos pasando a gran velocidad, un helicóptero hace acto de presencia.

—¡¿Tienen un helicóptero?! —pregunto en medio de mi aturdimiento. Eli suelta una corta risa y me observa sobre su hombro.

—No solo uno.

Abro mucho los ojos, me vuelvo a girar hacia la ventana y observo el objeto volador, estoy por preguntar si no hay que temer por el ruido que realiza, pero me sorprendo al ver cómo el material de este va contando con ciertos puntos blancos, muchos, hasta que está repleto de ellas, van cambiando a un color más oscuro y... desaparece.

—¿A dónde fue? —Lo busco pero no logro dar con él. Samantha ríe.

—¿Creíste conocer todos nuestros trucos?

—¡¿Se hizo invisible?! —Vuelve a reír y eso me lo confirma. Estoy impactada.

Nuestro entorno está repleto de árboles y más árboles, van pasando uno tras otro.

—¿Estamos en el bosque? —inquiero, sin poder dejar de lado mi emoción sobre el tema—. ¿Todo este tiempo el lugar estuvo debajo del bosque?

Ambas asienten y vuelvo a abrir mucho los ojos. No encuentro palabras para describir mi asombro. Una pequeña parte de mí creía que nos encontrábamos fuera de la ciudad, pero esto que veo tiene más sentido al quedar tan bien oculto y cerca del lugar de ataque, y esto último trae a mi memoria la gran pregunta que invadía mi mente días pasados.

—¿Hay más lugares como ese? Digo, luego de atacarlo, ¿debemos ir a otros?

—No —responde Samantha—. La idea está ahí, pero aún no se lleva a cabo. —Asiento y vuelvo a colocar una mano en una de las armas.

Tengo un mal presentimiento cuando Samantha aparca el automóvil aún en el interior del bosque, no tan cerca del final de este, lo deja algo escondido entre tantos árboles y arbustos, supongo que los demás también ya que no logro vislumbrar ninguno. Bajamos y nos camuflamos con las plantas.

Escucho unas pisadas y me giro para ver a Samantha, me ofrece una máscara de gas. Frunzo el ceño al tenerla en mis manos.

—La necesitarás. —Realizo un pequeño asentimiento, la tomo y la cuelgo en mi cinturón.

—¿Cómo pasaremos a esos guardias? —inquiero al ver que el lugar cuenta con la doble seguridad que antes.

—¿Pasarlos? —La observo sobre mi hombro al escuchar el tono despreocupado que utiliza. Ríe al ver mi rostro desconcertado—. Síganme.

Eli me sonríe, va detrás de su madre y las sigo. Pasamos algunos árboles hasta llegar a uno en específico, este mucho más grueso que los demás. Eli se agacha, entierra sus manos entre las pequeñas plantas, estas, al ser varias, logran ocultar lo que ella toma entre sus manos: una manija de metal pegada a la madera. Toma impulso y lo arrastra hacia arriba, dejando ver una gran abertura rectangular al estilo de una puerta, esta llega hasta mucho más arriba de Eli, y ella, al ser bajita, necesita algo de ayuda, así que Samantha toma la pequeña manija y arrastra la madera hasta el final.

—Entraremos por aquí —digo. Es fácil de entender que esa es la idea, pero igual de sorprendente.

Samantha aparta algunas ramas que ingresan al interior de la gran abertura. Eli ingresa primero, al estar adentro enciende una linterna que permite ver el interior, este, en lugar de madera, se encuentra forrado por completo con metal, y también cuenta con unas escaleras. Samantha me indica con un movimiento de cabeza que es mi turno luego de que Eli ha bajado un poco por las barras metálicas.

—¿A dónde lleva eso?

—Al subterráneo, y de ahí llegaremos al interior de ese lugar. —Señala con un dedo lo que hay más allá de los árboles. Comprendo.

Al estar bajando varios escalones, el olor putrefacto inunda mis fosas nasales, me cubro la nariz con el antebrazo, aunque no ayuda tanto. El impacto de nuestros pies al aterrizar sobre el suelo provoca un eco a lo largo del largo túnel, hay basura en cada esquina y agua que no creo sea higiénica. Se escucha el sonido realizado por ratones, agradezco en mis adentros el hecho de no temerles.

—Colóquense la máscara —ordena Samantha al colocarse ella el suyo—. El olor es una mierda aquí, y allá no habrá solo balas.

La mascarilla aporta un sonido raro a mi respiración, me recuerda a aquellas películas de ciencia ficción en las que se utiliza.

Piso un charco y siento algo de asco, pero retengo todas las ganas de vomitar. He pasado por cosas peores. La caminata se vuelve algo larga, pero al final nos detenemos en otra escalera de metal, esta un poco más oxidada que la anterior. Ahora Samantha va primera, comprueba que sea seguro y va subiendo hasta llegar a una alcantarilla de forma circular, esta sella la salida, lo levanta y lo mueve hacia un lado, haciendo que algo de luz ingrese hacia nosotras.

—Esperen, los demás también ingresarán por aquí, ¿no?

Sip —responde Eli—. Esperan su señal. —Señala con un dedo a su madre.

Samantha pasa por completo su cuerpo al otro lado y observa a sus lados.

—¿Pasa algo?

No me responde, en lugar de eso hace un gesto con la mano a modo de decir que espere, mientras continúa escaneando su alrededor. Eli y yo nos miramos, tomamos nuestras armas y apuntamos hacia arriba, a la espera de cualquier amenaza.

La observamos en alerta, ella se incorpora y, aún haciendo el gesto de "espera", va hacia algún lado de ese lugar. No apartamos nuestros ojos, esperamos, tal y como nos ordenó, pero mi paciencia se agota en unos segundos. Observo a la chica conmigo, sin dejar de apuntar.

—Eli.

—Shh —susurra, sin cambiar su posición.

—Eli, debemos hacer algo.

—No, dijo que esperemos.

Eli puede ser muy eufórica, encantadora, optimista, pero es obediente en la misma medida. Observo de vuelta el hoyo que deja la falta de aquel objeto metálico, mis nervios aumentan al no percibir movimiento alguno de ese lado.

—Eli.

—No, Clare.

—Debemos...

Un disparo.

Silencio. Silencio crudo y agonizante.

Ambas permanecemos en completo silencio a la espera de cualquier mínimo movimiento, pero no hay ninguno. Eli, por primera vez, desvía sus ojos y las dirige a mí.

—¿Aún crees que debemos quedarnos aquí? —inquiero en apenas un murmullo, puedo escuchar su respiración algo acelerada y de reojo veo que hablará, pero otra voz la interrumpe.

—¿Qué esperan? —Con asombro vemos a Samantha, observándonos en cuclillas, su arma en una de sus manos—. Suban.

Eli sonríe con alegría y comienza subir y, cuando es mi turno, me pasa una mano para ayudarme a salir por completo al exterior. Observo el lugar y lo reconozco. Es la oficina de Samantha, o bueno, su ex-oficina. Todo sigue en el lugar en el que lo recuerdo, a diferencia de los documentos, estos están en completo desastre, quedando varias hojas regadas por el suelo.

—Alguien curioso hurgó en mis cosas. —Suelta una risa y me observa sobre su hombro—. Y esta vez no fuiste tú.

Desvío la mirada y la poso en el hoyo del que salimos. Es claro que aquella vez no lo iba a ver, no al contar con el mismo material del suelo pegado a él como gran camuflaje. Al cerrarlo queda más que claro el gran trabajo que se realizó para ocultarlo, ya que al desviar la vista tan solo un momento y volver a posarlo en el suelo, no se logra distinguirlo, todo luce como suelo común.

Antes de llegar a la puerta, me paro en seco al ver el cuerpo de uno de los guardias recostado contra la pared, su cabeza inclinada hacia un lado, que debe de ser en donde se encuentra el orificio por donde sale el líquido carmesí, el cual se desliza detrás de él hasta llegar al suelo. Desvío la mirada y continúo con mi camino, llegando hasta Samantha y Eli, quienes observan el lugar.

—Vamos a separarnos —dice Samantha—. Eli, ve por ese pasillo. —Lo señala—. Clare, por ese otro. —Lo señala—. Y yo por este. —También lo señala—. Cualquier emergencia, tienen el comunicador.

Asentimos y realizamos lo dicho. Ingreso al pasillo que me señaló, sin dejar en ningún momento de apuntar con el arma. Cada pisada aumenta mis nervios, y el silencio lo empeora. Aflojo la fuerza con la que sujeto el arma para luego volver a tomarla con firmeza. La única luz que alumbra el largo pasillo es la artificial de las farolas, la atmósfera está cargada de una energía extraña que no hace más que ponerme los pelos de punta.

Llego hasta el final del pasillo, quedando en una esquina, resguardada por la pared, me inclino un poco y puedo ver a un guardia, está de espaldas. Pienso en lo que haré, al tenerlo claro guardo mi arma y me acerco con sigilo.

—Pasillo cinco despejado —habla por su comunicador y da pasos hacia atrás, acercándose sin darse cuenta cada vez más, y al llegar a la esquina del pasillo, estoy detrás de él.

De un movimiento rápido, salto sobre su espalda y envuelvo un brazo alrededor de su cuello, realizando presión. La desesperación hace que suelte su arma y dirija sus manos a mi brazo, intentando liberarse. Su rostro se vuelve rojo por la presión que ejerzo, eso hace que deje de realizar fuerza y se concentre únicamente en intentar respirar, lo que no consigue. Aprovecho y hago girar mi cuerpo alrededor de él hasta cierto punto en el que me impulso hacia arriba y envuelvo mis piernas alrededor de su cuello, con mis piernas estiro su cabeza hacia abajo, haciendo que quede de rodillas, yo quedo de pie. Le propino un duro golpe en el rostro, dejándolo inconsciente. Su cuerpo cae por completo al suelo, produciendo algo de ruido, pero nada alarmante.

Tengo el camino libre. Continúo por los pasillos, observando cada esquina en busca de guardias, me topo con dos más, utilizo primero los puños, esquivo muchos de parte de ellos, lo que no dura demasiado al recibir uno en el rostro, me tambaleo un poco, retrocediendo algunos pasos por el impacto. Ambos me sonríen con arrogancia, palpo el lugar que duele en mi rostro, encontrándome con algo de sangre, y vuelvo a atacar.

Recuerdo lo que me dijo Asher, sobre las mauske herramientas misteriosas. Me deslizo con destreza sobre el suelo y de mis bolsillos extraigo los dos objetos circulares, preocupa un poco no saber si funcionarán, pero son dos guardias así que rezo alguna oración a cualquier ser celestial en mis adentros y lanzo ambos objetos, estos caen al suelo, muy cerca de ellos y, al instante, una descarga de electricidad sale de ellos, electrocutando a ambos guardias. Esbozo la misma sonrisa que ellos portaban anteriormente.

¿Quién sonríe ahora, idiotas?

Me incorporo con rapidez y continúo con el trayecto, no pienso detenerme, debo encontrar una de las puertas en las que muchos están encerrados.

Toc.

¿Qué fue eso?

Al contrario de lo que planeé hace un momento, me detengo y lanzo miradas fugaces en todas las direcciones en busca del responsable de aquel ruido.

Toc.

Ahí está de nuevo. Es fuerte, tanto que luego de ser escuchado deja un eco en el lugar.

Tomo una de las armas y con pasos lentos voy acercándome a una entrada conformada por dos puertas de donde parece provenir el sonido. Me relamo los labios, mi parte racional me grita que no es una buena idea, pero no es de extrañar que la ignore y continúo con mi recorrido, algo más corto, hasta llegar a estar a un paso de distancia de ambas puertas. Valoro los pros y los contras de ingresar a su interior pero, al volver a escuchar el misterioso sonido, guío una mano hasta la perilla de metal de una de las puertas, la tomo, atajo mi respiración y la giro.

Oscuridad. Estoy rodeada de oscuridad.

Observo lo poco que logro vislumbrar una vez mis ojos se acostumbran a la penumbra, solo una habitación vacía.

Toc.

Me giro lo más rápido que puedo y apunto directo hacia el sitio del que salió el sonido, una esquina cercana a las puertas, y en la oscuridad del mismo, un zapato. No, un par de zapatos. Frunzo el ceño y voy subiendo hasta dar con el rostro del que provoca el sonido con el choque de la punta de un bastón contra el duro suelo.

Da unos pasos, despacio, calculador, amenazador, y maldigo en mis adentros, retrocediendo como puedo.

—¡Detente! —vocifero, agitando un poco el arma para reforzar mi tono amenazante.

No lo hace, lo que es de esperarse.

—No aprendes, ¿verdad?

Todo lo que me enseñaron en semanas, todo lo que me esforcé en conocer y aprender, se esfuman de mi mente, solo queda el miedo y los pensamientos terroríficos que no dejan de repetir "Está ahí, puede matarte. Lo hará".

Aprietolos dientes cuando da otro paso y por la oscuridad no logro ver una salida, nootra que no sean las puertas anteriores, pero estas no son una opción, nocuando se encuentran detrás de él.

Carajo. Carajo. Carajo.

Ninguna idea llega, nada.

Richard da otros pasos, esboza una sonrisa ladeada, dejando ver sus perfectos dientes. Chasquea la lengua, observando detrás de mí, frunzo el ceño y pienso hablar, pero recibo un golpe en el mentón, se deshacen de la máscara de gas, tirándolo hacia una esquina. Me despojan del arma y llega otro golpe. Y otro. Y otro más.

Caigo al suelo, poso mis manos sobre el frio cemento para levantar un poco mi cuerpo, por lo menos la mitad de este. Me paso el dorso de la mano por la nariz, esta me arde. Al retirar mi mano veo la sangre en él.

Como si de un milagro se tratase, alzo las cejas al contar con una idea, llevo con rapidez una mano temblorosa hasta mi oído, en busca del comunicador.

No está.

Recorro con dedos temblorosos mi oreja en busca del objeto, y paso al otro al creer que tal vez me equivoqué y en realidad me lo coloqué en ese otro. Nada.

Otro chasquido hace que alce la mirada, sus ojos grises me examinan con odio, su postura lo hace ver superior, inalcanzable. Yo me arrastro hacia atrás para intentar alejarme de él. Hace un gesto con su cabeza hacia mí y unas manos me toman de ambos brazos, me obligan a quedar arrodillada y colocan esposas alrededor de mis muñecas. Creo que son dos hombres, uno de ellos me sujeta el rostro para mantenerlo al frente. Para observarlo a él.

Richard se relame los labios, agachándose un poco para dejar su rostro a la altura del mío.

—Mal. —Suelta una risa que no dura mucho al él quedar de nuevo en silencio, inclina su rostro a un lado—. Muy mal.

Trago. Él se incorpora y se gira para quedar de espaldas a mí. Realizo movimientos bruscos para intentar liberarme, lo que es inútil, ambos hombres me sujetan con fuerza y no retiran sus ojos de mí, dándose cuenta de cada intento que pretendo realizar.

—La última vez que nos vimos... —Coloca un dedo sobre sus labios, sopesando lo siguiente que dirá—, no dejé algunas cosas tan claras. —Ríe un poco—. Siempre busco hacerlo, pero al parecer no lo hice bien, ya que fuiste tan tonta como para huir. —Vuelve a reír y siento nauseas.

Se gira de nuevo y sonríe de un lado. Me doy cuenta de que esa es la sonrisa de alguien que ha perdido por completo la cabeza.

»Veamos si ahora lo entiendes.

Gira su rostro y, como si esa fuese una señal, las luces del centro se encienden, aportando luz y permitiendo ver lo que hay ahí. Siento más nauseas y una opresión en el pecho.

Ambos están sujetados con fuerza gracias a varios cinturones de seguridad contra unas camas, estas se elevan hasta quedar algo rectas, permitiendo que vea sus rostros.

Dant tiene el rostro inclinado hacia un lado, pálido, ojeroso, distingo algunos cortes en sus mejillas, los mechones de su cabello algo más largo caen despeinados por su frente, sus ojos se mantienen cerrados al igual que la chica a su lado.

Grace se encuentra en la misma posición que mi mejor amigo, solo que cuenta con cortes en las piernas, las que sé antes no estaban en ella, las que tenía fueron sanando y eran en sus brazos. Su rostro, igual de pálido que el de Dant, tal vez algo más, cuenta con las huellas de las lágrimas secas en sus mejillas, sus labios se entreabren un poco, secos.

—No... —Logro decir en un murmullo, incrédula, sin poder dejar de observarlos. La vista se me empaña por las lágrimas.

—Tú provocaste esto, Clare. —Se acerca y apunta con el dedo índice hacia ellos.

—¡No! —grito, la garganta me arde al hacerlo y gruño de impotencia, intentando de nuevo liberarme. Richard vuelve a apuntarlos, inclinándose hasta mí con aquella sonrisa diabólica.

—Tú lo hiciste.

—¡Mentira!

Sin pensarlo dos veces, le escupo en la cara. Aprieta la quijada, intentando controlarse, se pasa una mano por el rostro para limpiarse mi saliva y suspira. Quedamos en silencio, intento mejorar mi respiración, pero esta se agita mucho más al recibir una cachetada de su parte.

Un deja vu, así se describe mejor la sensación que llega a mí con aquel acto, mi mente viaja a aquel primer momento en el que lo tuve frente a mí realizando lo mismo.

Es como el principio. He vuelto al inicio.

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