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26 - Parte I

"Caótica reunión familiar".

Pip.

Una fuerte punzada en la cabeza, seguida por otras más, es lo que hace que abra los ojos.

Pip.

La negrura de lo que se encuentra encima de mí me confunde, ¿es negro porque sigo dormida? ¿Esto es un sueño?

Pip.

Guío una mano hasta mi antebrazo derecho y me pellizco, suelto un quejido. No es un sueño.

Pip.

Entonces, ¿en dónde estoy? ¿Por qué hay tanto silencio? ¿Por qué me duele tanto el cuerpo?

Pip.

¡¿Pero qué es ese maldito sonido?!

Como puedo, levanto un poco el rostro. Una máquina, de un color blanco casi amarillento, emite esos pitidos provenientes del control que realiza a los latidos de mi corazón. Frunzo el ceño, bajo la vista hasta mi brazo izquierdo, este cuenta con algunos cables y uno de mis dedos con una cosa en forma de pinza, creo que está conectada con la máquina esta. Sigo bajando la vista, una manta de un celeste pálido me cubre desde mis caderas para abajo, la hago a un lado con lentitud, y con algo de temor.

Me encuentro en ropa interior. Cuento con varias vendas en ambas piernas, mis pies se encuentran hinchados, con ampollas y hay finas marcas rojizas en mis muslos. Realizo un recorrido por cada marca, hasta llegar a los de mis brazos y manos. Mi mente grita que me detenga en una mano en específico.

Los recuerdos me golpean con una intensidad dolorosa.

Esa mano aún cuenta con pequeñas manchas carmesís, mis uñas están un poco sucias, tanto por la tierra como por la sangre seca.

Mi respiración se vuelve temblorosa, comienzo a temblar, una opresión se hace presente en mi pecho y me impide respirar, por más que lo intento, cada vez es más difícil. Quedo boca arriba, volviendo a observar toda esa negrura.

—Diles que me guarden el almuerzo —dice alguien tras soltar una corta risa, luego hay un corto silencio—. Oh no.

Se escuchan pasos apresurados, creo que son los de él. No puedo concentrarme en otra cosa que no sea en tratar de controlarme, mi pecho sube y baja con una velocidad que me asusta.

—Mierda, mierda —dice con angustia—. ¡Doc! —Nadie responde, así que el chico decide acercarse—. ¿Qué hago? ¿Qué hago?

Mi vista se vuelve borrosa por las lágrimas, estas se desbordan para luego deslizarse por las esquinas de mi rostro, mis aspiraciones y exhalaciones resultan entrecortadas. Percibo la cercanía del chico, me asusto y de un movimiento llevo mis ojos a él.

—Hey, hey. —Alza sus manos—. No te haré daño, no quiero ni busco hacerlo, ¿de acuerdo? —Lo que dice no funciona mucho. En mi mente permanece un ''todos quieren herirte''—. De acuerdo, hmm. —Da un paso, acercándose más—. Hagamos algo. —Sus ojos oscuros inspiran confianza, amabilidad, cuidado, eso logra que no desvíe los míos—. Respira conmigo. —Él inhala y exhala como ejemplo de lo que debo hacer.

—No quise hacerlo... —Sollozo—. Juro que no quise. —Vuelvo a sollozar.

Parece no entender a qué me refiero, aún así me sonríe.

—No. —Niega con la cabeza—. Claro que no quisiste.

De forma temblorosa, tomo aire por la nariz y la expulso por la boca, tal y como me lo muestra. Asiente, complacido con mi progreso.

—Lo haces bien. —Vuelve a hacerlo y yo detrás de él—. Genial. —Sonríe—. Aquí nadie puede hacerte daño. Estás a salvo. —Tomo aspiraciones profundas, aguanto el aire un momento y lo libero muy lentamente. Poco a poco, y sin él dejar de hacer el ejercicio conmigo, logro que mi respiración disminuya un poco—. Tú puedes, sigue así.

Quiero seguir llorando, quiero gritar y romper la maldita maquina que no deja de molestar con los pitidos, que obviamente seguirán al yo seguir viva.

Al pasar alrededor de quince minutos, todo el llanto de antes, es sustituido únicamente por pequeños sollozos. Siento las lágrimas secas en los costados de mi rostro.

—Lo hiciste bien, muy bien. —Sonríe—. Estás a salvo. —Vuelve a repetir.

Sorbo por mi nariz y suspiro. Hace tanto no pasaba por uno de esos.

Con lentitud, él se inclina hacia un costado, no pierdo de vista ninguno de sus movimientos.

—Solo tomaré este vaso. —Señala uno que contiene algo en su interior, me lo ofrece—. ¿Quieres? —Niego con la cabeza—. Está bien, no tienes por qué fiarte desde ya.

Devuelve el objeto a su lugar, que es una pequeña mesa de madera al lado de la máquina, y me observa. Mis manos siguen teniendo temblores, él lo nota. Se acerca un poco más y extiende ambas manos, hago el amago de alejarme, pero sus manos quedan ahí, extendidas en mi dirección. Las comienza a cerrar y abrir, una y otra vez, con sus ojos señala mis manos y lo entiendo.

Tal vez se esté inventando todos estos tips, por así llamarlos, pero funcionan de cierta forma.

—¿Puedes levantarte? —Frunzo el ceño—. Lo digo por si necesites ayuda. —Se encoge de hombros.

Lo intento, pero el dolor que provoca eso en mis músculos hace que suelte un gruñido y vuelva a caer en el colchón. Es como si hubiera ido al gimnasio, o como si me hubieran aplastado con algún camión de carga, o como si hubiera ido al gimnasio y luego un camión de carga me aplastara.

—Necesitas ayuda. —Meneo la cabeza y aprieto los labios con fuerza al intentarlo de nuevo, pero fallo—. Joder, no seas necia.

Bufo y asiento, él se acerca y pasa uno de mis brazos alrededor de su cuello. Abro los ojos de par en par al sentir sus dedos hacer contacto con mi piel, caigo en cuenta de que sigo en ropa interior, con él aquí, muy cerca.

—Oh, tranquila. —Niega con una sonrisa de labios pegados—. No eres mi tipo. —Frunzo el entrecejo—. Ya sabes, no voy... tras mujeres.

Alzo ambas cejas.

A Dant le agradará esto.

—Aush. —Me quejo cuando rodea con un brazo mi cintura y su mano da justo en donde siento un gran dolor.

—Lo siento. —Ayuda a que quede sentada y se aleja con el mismo cuidado que antes—. ¿Ves? Sencillo. —Sonríe.

—Gracias —murmuro por lo bajo.

—No fue nada. —Trato de acomodarme mejor y él enarca una ceja—. ¿Necesitas algo más?

Niego. Nunca antes había estado en este lugar, lo recordaría. Las paredes blancas no cuentan con alguna decoración, el techo es de un color negro muy oscuro, el que me recibió al abrir los ojos. Hay un pequeño armario de madera en una esquina, el chico se dirige a él y de uno de los cajones saca una remera, unos pantalones de algodón y unos tenis negros.

—Son para ti. —Los deja en la pequeña mesa—. Si te sigues sintiendo incómoda o algo al estar así, puedes ponértelos.

—¿No hay calcetines? —No sé usar tenis sin calcetines.

—Hmm, creo que sí, espera lo busco. —Vuelve al armario y, tal y como dijo, comienza a buscar en todos los cajones, que son solo tres.

La cama produce un chirrido, brinco del susto y el chico alza la mirada, hago un gesto para hacerle entender que no fue nada y sigue con su búsqueda. Su cabello está perfectamente peinado hacia atrás, su piel pálida, con algunos rasguños de quién sabe qué, sus ojos verdes, que también se podrían ver como marrones, lo hacen ver inocente, aún con ese brillo de astucia, y sus cejas oscuras, una de ellas con un pequeño corte, ambas se curvan hacia arriba al reparar de nuevo en mí.

—Debería ver un suéter, por la noche tendrás frio.

—¿Qué es este lugar?

—Y no te recomiendo que uses los tenis ni nada, viendo cómo está eso. —Hace un gesto hacia mis pies.

—Te pregunté algo.

Deja los calcetines junto a las demás prendas y suspira.

—No estoy autorizado para responder a eso.

Otro hombre ingresa a la habitación, cuenta con algunas ojeras y un poco de barba que lo hace ver más mayor de lo que al parecer es, sus ojos oscuros me examinan con sorpresa.

—¿Por qué no me avisaste? —Le recrimina al chico.

—¿Qué cosa?

—El que la chica despertó. —Bufa—. Te dije que estuvieras atento y me avisaras, Asher.

—¡Pero si sí lo hice, Doc!

—Se lo dije a ella, le dije que era demasiado para ti.

El semblante del chico decae.

—¿Qué? —pregunta en un murmullo.

—Oh, y debemos decírselo, ¿en dónde tengo el cerebro hoy?

—Parece que ya no cuentas con uno. —El hombre observa con severidad al chico, pero no dice nada.

Pestañeo varias veces, aún sigo algo desorientada. El "Doc", como lo llamó el tal Asher, se dirige hacia la puerta y me apresuro por preguntar.

—¿A quién?

—A... —Algo parece captar su atención en el exterior de la habitación—. Oh, ya está aquí.

El sonido de unos zapatos contra el mármol del pulcro piso hacen eco hasta llegar al marco de la puerta, es ahí en donde se detiene y puedo ver con claridad de quién se trata.

—No me jodan...

***

Narrador anónimo.

Mi deber solo era protegerla a ella, solo a ella.

La muerte de su madre no implicó cambios en mis planes. Solo estaba el hecho de que Clare estaba sola, solo me tenía a mí. Y viendo cómo se estaban poniendo las cosas, tuve que actuar con mayor rapidez, sutileza e inteligencia.

Richard tenía el plan perfecto de enviar a su hijo a vigilarlos, eso mientras todo cuadraba como él quería. Así que moví una pieza en mi lado del tablero.

No era del todo seguro que seguía confiando en mí, según sus palabras era como su mano derecha, pero sabía que existía una pequeña duda hacia mi persona, por lo que di la idea de que su hijo no solo los engañara con la idea de ir a la frontera, sino que también los hiciera creer que existía una organización que los ayudaría.

Estaban solos, buscaban solución a sus problemas en cualquier mínima oportunidad, pero más aún, buscaban esperanza.

Con eso pude ver que la confianza se afianzaba.

Cruel, pero efectivo. Richard, con una gran sonrisa, había aprobado la idea. Hasta me ofrecí en hacer todos los documentos de la supuesta organización.

Vi cada detalle.

Excepto, claro, que Clare comenzaría a sentir cosas por ese chico.

Por algo detesto tanto los sentimientos, lo estropean todo. Y sabía lo mucho que la verdad afectaría a Clare. Pero había que seguir adelante.

Todo indicaba que Richard seguiría con las pruebas en los adolescentes, así que propuse que ambos jóvenes, al ser traídos a la organización, también fueran parte de él. Eso, claro, luego de que Richard la interrogara a ella acerca de su padre.

Al llegar el día, con firmeza, manejé lo que sería la división de guardias de ese día. Normalmente Tom (otra mano derecha de Richard) estaría vigilándolo todo, pero ese día lo había convencido de que se encargara del papeleo, me lo debía, y a cambio yo estaría a cargo de la división.

Conocía el procedimiento, ya lo habían hecho con cientos de chicos, por lo que sabía que Clare estaría demasiado desorientada como para que muchos guardias la llevaran de vuelta a la habitación que le correspondía, bastaba solo uno. Y así fue, solo un guardia.

Algunos de los jóvenes sometidos a las pruebas habían hecho quejas, simples berrinches o gritos que se lograban escuchar hasta unos pasillos más adelante, pero nunca habían golpeado o herido a otra persona, por lo que me sorprendió lo que hizo ella, fue demasiado.

—Carajo —dije, al ver por una de las cámaras cómo apuñalaba a la enfermera.

De la rabia di una patada a uno de los cuerpos tirados de uno de los tipos que vigilaban las cámaras, inconscientes gracias a mí. El otro encargado había soltado un quejido, por eso también se ganó una patada.

—¿Qué sucede? —preguntó Steve, uno de los dos hombres que me ayudarían, por el intercomunicador.

Volví a inclinarme hacia las cámaras.

—Nada.

Clare estaba petrificada observando lo que había hecho. Por un momento sentí pena por ella. Eso no debió pasar, todos estaban en lo de las pruebas, hasta Richard, en las puertas de la salida habían algunos guardias, pero no era algo que me alarmara.

Este era el plan: Mis dos hombres ingresarían, con mucha más facilidad gracias a la tarjeta que les di, entrarían a la habitación a la que la estaban dirigiendo hace un momento, la tomarían y saldrían.

Pero todo eso se complicó un poco.

La alarma comenzó a sonar y, por primera vez en todos estos meses, entré en pánico.

—Vamos a ingresar —informó Carter, el otro hombre.

—No. —Ambos permanecieron en silencio, jamás había cambiado nada al momento de ejecutar mis planes, esa fue la excepción.

—¿No? ¿Cómo que no?

Clare comenzó a caminar, y me alteré mucho más al ver al guardia comunicarse con los demás. Agradecí que Clare ya se había dado cuenta de lo que sucedía. Ella comenzó a correr justo hacia la salida principal, así que decidí utilizar eso.

—¿Qué procede? —cuestionó Steve, ya impaciente.

—Abran la puerta principal para ella, y luego encárguense de los que vigilan la reja.

—¿No entraremos por ella? Ese no era el plan.

—¡¿Qué rayos?! ¡No puedes cambiar de idea como si nada!

—¡Hagan lo que les digo! —vociferé, y eso fue suficiente para que actuaran.

Ella debía darse cuenta, tenía que darse cuenta.

Y lo hizo.

Las alarmas, amortiguadas por las paredes gruesas con las que contaba la habitación de control, solo lograron ponerme mucho más tensa. Hasta que ella llegó al inicio del bosque y pude dar la orden de que la capturaran.

Lo había conseguido.

Ahora, algo más relajada que aquella vez, camino con decisión hacia la habitación en la que se encuentra. Algunos miembros del personal se hacen a un costado para que pueda caminar con tranquilidad, para no estorbar.

Meses trabajando en esto. Todo lo que tuve que soportar, sacrificar. Las vidas de las que me hice cargo, errores de los que tuve que deshacerme.

Absolutamente todo, por ella.

Escucho la voz del Doctor Wesleidem, parece algo alterado, normal en él.

—¿A quién? —La escucho preguntar.

—A... —El Doctor sale de la habitación y sus ojos caen en mí, haciendo que su postura se vuelva más profesional—. Oh, ya está aquí.

Continúo con mi camino hasta llegar al marco de la puerta, en donde me detengo. Clare alza sus ojos, de mis zapatos hasta mi rostro, el suyo descomponiéndose cada vez más. Al parecer no sabe cómo reaccionar.

—No me jodan...

—Nah. —Hago una mueca—. No me van las jodas.

Me acerco y ella retrocede, aunque el espacio pequeño del lugar no la favorece.

—¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde estoy? Quiero irme, ¡ya!

Alzo las manos en son de paz y para que deje a un lado todo el drama, me aturden tantas preguntas. Su mirada se clava en mí, con rabia, desagrado, y hasta podría decirse que algo de odio.

—Tranquila. —Doy otro paso, esta vez permanece en su lugar—. Sabrás todo lo que quieras. Pero antes. —Bajo mis manos y sonrío—. Déjame presentarme como se debe, esta vez con la verdad. —Le extiendo una mano, lo observa con disgusto—. Mucho gusto, Clare. Soy Samantha O'connor. —Su ceño se frunce, eso hace que sonría mucho más por lo siguiente que diré: —. Tu tía.

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¡Holii!

Tanto tiempo, mis queridos jijiji

¿Y qué tal? ¿Es como el meme o la tenían como sospechosa? No se imaginan lo mucho que me reí con sus teorías, algunas eran geniales y quedé como: Esto es mejor que lo que tengo alv.

Pero weno, ya saben quién es el... bueno, LA desconocida.

Gracias por seguir leyendo esta locura, muy pronto les traigo la segunda parte, creí tener ambas partes listas para hoy, pero no se pudo:'v

¡Muak!

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