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2

"Luego del sol... viene la tormenta".


Silencio.

Al abrir los ojos eso es lo único que se logra escuchar. Todo está sumido en un silencio ensordecedor. Observo a mí alrededor y lo reconozco con dificultad, comienzo a recordar lo sucedido anoche, fue aterrador. Realmente llegué a pensar que toda la casa caería encima de nosotras.

Siento un bulto en mi cintura, llevo la vista allí y encuentro un brazo, elevo la mirada y veo a mamá, sigue dormida. Me incorporo y, con cuidado de no despertarla, quito su brazo y me incorporo por completo, observo con más detenimiento la habitación/sótano/refugio, además de la cama también cuenta con un armario en la otra esquina, al lado de ella se encuentra un estante con muchas bolsas de aluminio de tamaños medianos, ni idea de qué sean y algunas sillas.

Por una pequeña ventanilla, que se encuentra cerca del techo, ingresa un poco de luz solar, la cual es la única iluminación en este lugar. Me dirijo a la salida y subo las escalerillas. Al salir todo se encuentra en penumbras, salgo por completo cerrando detrás de mí. Presiono los interruptores, pero ninguno funciona, en ese momento me doy cuenta de que todas las bombillas están quemadas.

Me dirijo a la puerta de entrada, la cual no se encuentra en su sitio habitual, se encuentra en el suelo. Tomo aire y salgo al exterior.

Error.

Al ver en lo que se han convertido las calles, me arrepiento al instante de haber salido, el lugar en donde crecí está completamente destruido. No logro mover ni un músculo, me encuentro petrificada con la boca entreabierta.

Es un caos.

Todo un caos iluminado por los primeros rayos del sol.

Las basuras, que deberían de encontrarse en los botes, están dispersados por todas partes, hay charcos, bolsas,... juguetes; o partes de lo que era uno, eso solo puede indicar que algún niño salió herido, o más de uno. Siento cómo mi estómago se encoge.

Los árboles caídos, algunos por algunas casas, e incluso hay uno encima de un cachorro, un inofensivo cachorro.

Las personas entran y salen de sus hogares, todos desorientados, asustados, heridos. Algunos van a las casas vecinas a ayudar, otros lloran por alguna pérdida material, pero el llanto es mucho peor al ser la pérdida de algún ser querido. Madres abrazan a sus hijos como si no hubiese un mañana, niños lloran por el dolor que les provocan ciertos cortes; algunos son sacados inconscientes debido a la gravedad de la herida y no haber podido soportarla, y otros ya muertos. Los gritos, súplicas desesperadas, reproches, sollozos, todo se mezcla en mi mente, confundiéndome. Una sensación de hormigueo sube desde mi espalda baja, me estremezco. Mis ojos arden debido a las lágrimas contenidas.

Siento una mano en el hombro, giro el rostro y veo a mamá, se acerca más y me rodea con sus brazos.

—Vamos adentro —susurra, queriendo guiarme al interior de la casa, pero no logra moverme de mi sitio. Duele ver todo esto, pero al mismo tiempo no quiero dejar de hacerlo—. Cariño, por favor.

—N... No —tartamudeo, nerviosa. Hay algo que me detiene, falta algo... Alguien. Y lo recuerdo.

Dant.

Abro mucho los ojos, temerosa.

Me zafo del agarre de mamá y, tratando de no caer, comienzo a caminar con rapidez, ordenando a mis piernas no doblarse en el acto, en dirección a su casa, que se encuentra a unos pasos a mi derecha.

—¡Clare! ¡¿A dónde vas?! —exige, podría jurar que su voz tiene un toque de histeria. Giro en su dirección, ya las lágrimas comienzan a deslizarse por mis mejillas.

—Es Dant, no sé si está bien. —Me carcome el nerviosismo, el miedo, pero tengo que ver a Dant, tengo que encontrarlo, tiene que estar bien, tal vez no sea mi hermano de sangre pero lo siento como si lo fuera. Veo los ojos cristalizados de mamá, muerde su labio inferior que ya comienza a temblar, no soporto verla así pero, de igual forma, voy retrocediendo—. Ya vuelvo, ¿de acuerdo? —No espero su respuesta, me giro y vuelvo a dirigirme a mi objetivo.

Al llegar intento abrir la puerta principal, pero no lo logro, intento de nuevo empujándolo, pateándolo, pero no funciona.

—¡Dant! —grito. Espero una respuesta, algún ruido, pero no la hay.

Desesperada, me dirijo a la puerta trasera, la que está en la cocina, con la esperanza de que esta sí pueda abrirla. Lo intento, pero también está asegurada. Me alejo de la puerta, maldiciendo. Tomo aire y grito nuevamente.

—¡Dant! —Mi garganta se raspa un poco y trago para intentar hacer pasar el ardor.

Espero, espero, espero...

No hay respuesta.

Observo a mis costados, desesperada, encuentro una piedra más o menos grande, la tomo y me coloco en dirección a la ventana, tomo impulso y la arrojo contra esta. Los cristales estallan en un montón de pedazos, dejando una abertura considerable.

Rasgo la parte final de mi camiseta, por suerte un poco holgada, envuelvo la tela alrededor de mis manos en forma de puño, me acerco a la ventana y con cuidado voy quitando los fragmentos restantes, al terminar ingreso con rapidez con la misma precaución de antes para no cortarme. Pero como hoy al parecer las estrellas no están alineadas a mi favor, al colocar un pie en el suelo, trastrabillo, me sostengo del lavaplatos, me incorporo y observo el suelo para encontrar lo que casi causa que me rompa una costilla.

Hay una mancha carmesí, la observo detenidamente y una idea va formándose en mi mente.

Podría ser... sangre.

Mi respiración se acelera y rodeo el pequeño charco. No soy una experta en sangre, así que no estoy del todo segura si es que lo es, además, estoy demasiado alterada, eso hace que comience a pensar cualquier cosa.

Sacudo mi cabeza y me ordeno centrarme por completo en mi prioridad. Corro hasta llegar a la sala y veo por qué no lograba abrir la puerta principal, está obstaculizada con un montón de muebles.

Me giro y me dirijo a las escaleras, las subo rápidamente, siempre gritando su nombre o la de los señores Walker, pero no hay respuesta. Busco por todas partes, debajo de la cama, en el armario, el baño, en todas las habitaciones. No hay nadie.

—Carajo —susurro. Retrocedo, negando. Respiro de manera lenta para intentar calmarme—. Tranquila, no hay cadáveres, así que no hay por qué alarmarse. —Aunque este tampoco es un buen panorama.

Bajo a la planta baja y me dirijo de nuevo a la cocina.

Lágrimasse acumulan en mis ojos. Pienso en la mancha carmesí; no es tan grande, estáseca, por lo que debe de ser de anoche, pero nada asegura que sea sangre, asícomo también nada asegura que no lo sea, y eso no mejora el pronóstico. Retrocedo,trastrabillando en el acto, me sostengo del marco de la puerta y tomorespiraciones profundas. Necesito pensar con frialdad, tal vez fueron a algúnhospital, o en la casa de algún conocido en busca de ayuda.

O estén muertos.

¡Agh!

Salgo por la ventana, me deshago de la tela y busco a mamá con la mirada, se encuentra conversando con un oficial, me acerco y mamá se tensa al notar mi semblante, que de seguro es el peor de todos.

—¿Qué sucede? —pregunta, temerosa.

Observo al oficial, nos da nuestro espacio, retirándose. Dirijo nuevamente mi mirada a mamá y, por varios segundos que parecen horas, solo hago eso, observarla, hasta que finalmente decido hablar. Aclaro mi garganta.

—No hay nadie. —Jadea—. Pero... —Me observa, expectante a que continúe—. Había... —Trago grueso—. Sangre.

Frunce el ceño.

—¿Sangre? ¿Estás segura?

—No, no lo sé, parecía... No lo sé. Y... —Parpadeo con rapidez, intentando manejar la situación y el desastre que hay en mi mente. La respiración se me vuelve a acelerar y me llevo una mano al pecho.

—¡Ey! Tranquila —susurra, acercándose, acaricia mi brazo y coloca la otra mano en mimejilla—. No es seguro que sea sangre, además, los oficiales irán a revisar los hogares y podemos preguntar luego si encontraron algo relevante, alguna pista. —Me atrae hacia ella en un abrazo—. Tranquila, cariño. Los encontraremos.

Suspiro.

Espero que así sea, quiero creer que sí.

***

Luego de un rato en el que mamá estuvo conversando de nuevo con el mismo oficial con el que la había encontrado, ingresamos a casa.

Ya en nuestra residencia, que ahora noto cuenta con ciertos daños al igual que las demás, nos dirige a mi habitación. Al entrar, va directo a mi armario, este se encuentra totalmente mojado pero, sin importarle eso, comienza a rebuscarse en él en busca de algo, lo encuentra y lo coloca en la superficie de mi cama. Una maleta, no está del todo mojado gracias a que se encontraba dentro de una bolsa que fue idea de mamá. Arrugo las cejas.

—¿Para qué necesitas eso?

—Debemos evacuar la zona. —Espera, ¿qué? Al estar de espaldas no nota mi desconcierto, pero de igual forma procede a explicarme—. Todos seremos llevados a un refugio durante una temporada, hasta que todo esto mejore, nos ayudarán con la reconstrucción de nuestras casas y luego volveremos.

—¿Qué? No, mamá, Dant, sus padres... Ninguno está, tenemos que encontrarlos —digo, las manos comienzan a temblarme. Se gira y se acerca, tomando mi rostro entre sus manos.

—Hija, mírame. —Lo hago—. No tengo todas las respuestas en este momento, pero tenemos que ir, no podemos quedarnos aquí, es lo único seguro, esto es un desastre y muy poco saludable. De seguro encontraremos a Dant allí.

—¿Y si no? —Lágrimas de impotencia obstruyen mi vista, una cae por mi mejilla—. ¿Y si...?

No logro culminar la oración, siento un nudo en la garganta al contar de nuevo con el pensamiento de que Dant podría estar...

De seguro mi rostro es el más claro reflejo del miedo y de la angustia que me carcomen, me envuelven y no permiten el paso de cualquier intento por conseguir algo de calma.

—Todo estará bien, mi amor —dice, frotándome la espalda—. Los encontraremos. Lo encontraremos —asegura con voz suave, pero segura.

—Mamá, ni siquiera sabemos a dónde nos llevarán, no específicamente, el nombre, lugar, nada. —La abrazo con mayor fuerza mientras derramo más lágrimas. Me sujeta de los hombros y, alejándome un poco, me mira directo a los ojos.

—No hay que temer. —Me ofrece una sonrisa algo débil—. Clare. —Con una mano sujeta mi mentón—. Pase lo que pase, estaremos juntas, ¿de acuerdo? —No sé qué decir, esto me aterra y que diga todo esto lo vuelve peor. Me limito a asentir y vuelvo a abrazarla.

No logro dejar de sentir cierta desconfianza.

Buscamos más maletas y bolsos para nuestras pertenencias. Empacamos solo ropa, aunque igual nos lleva algo de tiempo. Mamá dice que bajará algunas maletas y que me esperará abajo, supongo que me da tiempo para ordenar un poco más mis pensamientos.

Nada funciona, tampoco contamos con agua así que no podemos darnos una ducha y seguimos con nuestra ropa de dormir. Miro a mí alrededor. Solo espero que todo esto pase rápidamente y poder volver a nuestras vidas ordinarias. Me parecía tan aburrida la misma rutina todos los días, pero en este instante quiero que todo eso vuelva.

Es tan chocante haber vivido toda una vida en esta residencia y que, de la noche a la mañana, literalmente, quede destruida y que ahora haya que evacuarla. Estupendo.

Bajo los escalones con más de dos maletas, observo las paredes que antes contaban con retratos familiares o fotografías de cada evento escolar, ahora se encuentran vacías. La sala, en donde según mamá di mis primeros pasos, ahora es en donde se encuentran los sofás completamente empapados y sucios, el agua ingresó por debajo de las puertas y por las ventanas. Tal vez parezca que soy materialista, pero no, es más bien cada historia que envuelve cada rincón de este lugar al cual llamaba hogar. Aunque digan que sí regresaremos, no puedo evitar tener este mal presentimiento, como diciéndome:

Ya nada será igual.

Veo a mamá en la cocina agarrando algunas cosas y luego arrodillarse para levantar la puerta que lleva al sótano. Dejo las maletas en la sala, la sigo e ingreso también al interior.

Observo el sitio con mayor atención, sigo sin poder creer que jamás me di cuenta de que lo teníamos. Tampoco es que estuviera tanto por la cocina.

Mamá va hacia los estantes y, apresurada, toma las bolsas de aluminio, guardándolas en uno de los bolsos.

—¿Qué son? —No se gira, sigue con su labor. Pasan unos segundos y comienzo a creer que no recibiré una respuesta, hasta que termina de meterlas todas, se incorpora y se cuelga el bolso en uno de sus hombros.

—Comida.

Hago una mueca.

—¿En esas cosas por lo menos cabe un alfiler? —Lo único que recibo de su parte es un encogimiento de hombros y se dirige a la salida.

¿Comida? Me vienen a la mente esas películas en donde contaban con búnkeres y almacenaban la comida de una manera similar, ¿es así? Excelente servicio.

La sigo, tomamos todas las maletas y salimos al exterior.

El desastre sigue igual, solo que la compañía es mayor, ahora, además de oficiales, también hay bomberos, algunos guardan su equipaje en el móvil y otros aún ayudan a algunas personas con heridas ya no tan graves, al parecer a los más urgentes ya los trasladaron al centro de salud. Militares se encargan de guiar a las personas hacia los autobuses, otros colocan correas a los animales y los meten en jaulas para luego colocarlos en un vehículo en donde van todos ellos.

Uno de los militares se nos acerca y nos da indicaciones de entregar nuestras pertenencias y subir al bus. Suspiro con pesadez. Observo cómo suben todas nuestras maletas y luego es nuestro momento de también ingresar al interior y, al hacerlo, un millón de preguntas asaltan mi mente.

¿Será aquel un lugar seguro?

¿Dónde carajos está Dant?

¿Está en aquel lugar a donde nos dirigimos?

¿Está bien?

¿Y si la mancha carmesí sí es sangre?

¿Alguien de su familia está herido?

¿Es él el herido?

Todo debe de tener una respuesta, pero sé que, para conseguirlas, tendré que esperar, llegar e indagar.

Algo no está correcto y descubriré qué.

La curiosidad mató al gato, pero murió sabiendo.

Solo que yo no pienso morir.


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¡Hola!, estamos entrando al drama jijiji.
Muchas gracias por seguir leyéndome, no saben lo mucho que significa para mi *lo besa en sus cachetototes.*
¿Qué creen?
¿Es Dant el herido?
¿A dónde los llevarán será seguro?
¿Encontrará Clare las respuestas?
¿Estás leyendo esto con voz de presentador?

¡Abrazo de oso pomposo con retraso mental!

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