12
"En el invierno debemos protegernos, cuidarnos unos a otros".
Algo frio cae sobre mi mejilla, causándome un escalofrío. Muevo la cabeza, frunciendo levemente el ceño, pero ocurre de nuevo.
—Para —susurro.
La cosa fría vuelve a caer en mi rostro, gruño. Me giro, quedando boca arriba y abro los ojos. Hay una hoja arriba de mí, la observo fijamente.
¿Qué era la cosa?
Le quito importancia y cierro nuevamente los ojos con la idea de volver a dormir, pero como si el universo quisiera darme la respuesta a la pregunta anterior, siento cómo la cosa fría cae, esta vez sobre mi nariz. Abro los ojos de inmediato y observo a la planta, como si la estuviera retando. Pasan unos segundos cuando veo como una gota de agua se desliza por una de sus hojas, llega a la punta y cae en uno de mis ojos.
—¡Agh! —Me incorporo, secándome con la manga del suéter.
—¿Qué? ¿Qué? —dice Grace, incorporándose de un salto y girando su rostro hacia todas las direcciones. Se fija en mí—. ¿Qué pasó? —pregunta, desorientada, con voz somnolienta y los ojos siendo apenas unas rendijas.
—Nada, solo me goteó algo de agua.
—¿Y de don...? —No logro entender lo último que dice porque lentamente va bajando el volumen de su voz y luego de eso le siguen más palabras, siendo balbuceos inentendibles, mientras baja lentamente su cabeza cerrando de nuevo los ojos.
—¡Grace! —Se sobresalta, abriendo los ojos de par en par y pestañea varias veces.
—¿Qué?
—Me estabas preguntando algo. —Le recuerdo.
—¿Yo? —Se señala con un dedo, frunciendo el ceño. Asiento, ella observa el suelo como buscando algo en él—. Ya no lo recuerdo —susurra, rascándose la cabeza.
Decido que es momento de levantarme, me froto los ojos mientras bostezo, me arreglo un poco el cabello, el cual lo llevo suelto y muy sucio, por lo que no puedo hacer demasiado y simplemente me coloco algunos mechones que estorban en mi rostro detrás de las orejas. Me incorporo y al instante siento un dolor en la espalda, me quejo, llevando mis manos al sitio donde me duele y me estiro un poco.
—Dios —dice Grace—. ¿Siempre haces todo ese protocolo? —Ríe.
—Me duele el cuerpo como si una estampida hubiese pasado sobre mí. —Me quejo mientras la veo incorporarse, pero se detiene abruptamente, quedando en una posición un poco extraña, como si estuviese sentada en una silla invisible.
—¡Mi espalda! —Lleva una de sus manos a dicho sitio—. ¡Mi pobre espalda! —Ahora soy yo la que ríe. Lentamente se endereza con una mueca de dolor mientras hace movimientos extraños para intentar menguar el dolor. Frunzo el ceño.
—Tienes... —Me observa.
—¿Qué?
—Creo que es una hoja o algo. —Me acerco y logro visualizar que en realidad es un animalillo—. Aww, es una pequeña lagartija —digo sonriendo, pero la borro al ver que Grace abre los ojos de par en par y cómo todos los estados de emociones pasan por su rostro, excepto los derivados del agrado y felicidad.
—¡Ay! ¡Quítamelo, quítamelo! —Da pequeños saltitos agitando las manos.
—Shh, no hagas drama y quédate quieta —ordeno, pero recibo más gritos de su parte.
—¡Me va a matar, Clare! —Me observa, horrorizada—. ¡No quiero morir así! —Da muchos saltos y cierra sus ojos con fuerza.
—No seas exagerada y cálmate, debes quedarte quieta para que lo pueda quitar. —A regañadientes Grace se mantiene inmóvil con las manos pegadas al pecho mientras tiembla, giro los ojos y me acerco. Tomo al pequeñín, que no entiendo cómo no cayó de tantos saltos, y lo dejo en una planta un poco alejada para luego volver junto a ella.
—¿Ya está? ¿Lo quitaste? —inquiere mientras abre un ojo. Asiento—. ¿Lo mataste?
—¡Obvio no! —Hago una mueca y ella abre mucho los ojos con el temor de regreso—. Lo dejé en una planta un poco alejada de aquí, ¿okey? —aclaro antes de que le dé un infarto. Suspira, llevándose una mano al pecho, luego pestañea y veo cómo sus mejillas toman un color carmesí. Baja la mirada.
—Lo siento —dice, apenada—. Yo... —Muerde su labio inferior—, les tengo mucho miedo a esas cosas. —Sonrío y me acerco a ella, pasando un brazo alrededor de sus hombros.
—No pasa nada. —No me observa mientras juega con sus dedos—. Yo les tengo miedo a los sapos. —Eso parece llamar su atención porque me observa.
—¿Pero cómo pudiste tomar a ese animal si le temes a uno similar?
—Yo los veo diferentes. —Me encojo de hombros.
—De seguro me vi patética —dice, haciendo una mueca.
—¡No! ¡Claro que no!
—Mientes. —Resopla.
—Fue una reacción natural, le tienes miedo... —La estoy liando. Bufo—. Ya olvídalo. —Hago un gesto con la mano, quitándole importancia.
—Está bien. —Suspira y sonrío.
—Vamos. Debemos seguir —digo. Le doy un apretón en su hombro con la idea de animarla, ella se frota los ojos mientras asiente y comenzamos, o mejor dicho, seguimos nuestro viaje.
Estoy cansada y adolorida. Era como la media noche cuando encontramos un árbol lo suficientemente grande para ocultarnos tras él y dormir, Grace durmió al instante en el que se acurrucó en el pasto, abrazándose a si misma para darse un poco de calor, en cambio yo caminaba en pequeños círculos, alerta, observando a mi alrededor, pero al final terminé rendida, los parpados comenzaban a pesarme, veía con dificultad, y el frio que cada vez iba en aumento no ayudaba en nada, ya no aguantaba, así que, con todo el miedo del mundo, decidí cerrar mis ojos, rogando en mi interior por despertar sana y salva al día siguiente.
Este bosque es el más grande de Prinffilt, en realidad en conmemoración a ese hecho le colocaron el nombre que lleva, el cual es "Bosque de Prinffilt", dicen que es un honor tener uno de los bosques más hermosos del país en nuestra ciudad, y para que todos lo recordaran le colocaron el nombre de la mismísima ciudad, algo patético si me lo preguntan porque aún así no le llega la fama. Al otro lado de ésta, se encuentra la zona ocho, la cual, según mis tíos que en realidad solo eran amigos de mamá, es muy hermosa, siempre nos quisieron llevar con ellos para conocerla.
Siento una punzada en el estómago al recordar aquello, a mamá, ella no estará conmigo para verla, pero además de eso, jamás volverá a estar conmigo porque de ninguna manera puedo volver, aunque me arda hasta los huesos, no puedo. No solo pondría en riesgo mi vida, también la de Grace.
Aparte de todo eso, sigue el desconcierto. No logro entender el por qué de la ayuda de aquel hombre, ¿lo hizo a cambio de algo? ¿Fue por voluntad propia? ¿Y por qué? ¿Quién está detrás de todo?
Bufo, todo esto es una completa mierda.
—Sí que lo es —dice Grace.
—¿Qué? —La observo, desconcertada.
—Lo que dijiste, todo esto es una completa mierda. —Alza sus brazos, exasperada. No me di cuenta de que lo dije en voz alta—. Me arden los pies. —Toma uno de ellos y lo sopla. Río.
—¿Qué pretendes con eso? —Señalo con un dedo.
—No lo sé. —Sopla otra vez, luego frunce el ceño, dejando se soplar, y baja su pie, sus mejillas comenzando a sonrojarse—. Parecía... una buena forma de calmar el dolor —balbucea—. Solo lo hice. —Se encoge de hombros, un poco avergonzada. Resoplo, divertida, y comienzo a reír. Me observa con el rostro completamente rojo, pero lentamente va formando una sonrisa y también comienza a reír.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunto entre risas.
—No lo sé. —Niega con la cabeza, riendo aún más, y eso provoca que le salgan pequeños ruidos de cerdo con la nariz.
—Hay que... seguir —digo al calmarme un poco, Grace asiente, aún riendo.
Una fría ráfaga de viento hace contacto con mi piel, provocando que por inercia e instinto me abrace a mi misma y me estremezca.
—Por un momento había olvidado el frio —murmura una vez que recupera su respiración para luego seguir la caminata.
Con sinceridad, no sé a dónde vamos, ni siquiera es seguro que sobrevivamos con el frio que hace, y sin nada de comida el panorama no es tan bueno que digamos.
—¿Exactamente a dónde vamos? —pregunta Grace, observándome.
—Bueno... Luego del bosque se encuentra la zona ocho.
—¿Y qué hay ahí?
—Pues personas —digo divertida.
—¿Podemos pedir ayuda y comida allí? —pregunta, dudosa, pero con una pequeña sonrisa.
—Claro. —Su rostro se llena de emoción.
—¡Sí! —Da pequeños aplausos junto con una gran sonrisa.
En serio que a veces luce más como una niña de ocho años a una de quince, pero a la vez me da tanta ternura, es como la pequeña hermanita que nunca tuve.
Permanecemos en silencio el resto de la caminata. Observo los grandes árboles que se extienden a nuestro alrededor, son hermosos, todo aquí lo es. A pesar del frio, el observar este panorama es un poco reconfortante porque te llena de paz, de esperanza. El cielo se encuentra despejado y el sol ilumina algunos sitios, dando un poco de calor en ellas. Aunque la única razón por la cual este bosque se encuentra así de bien es por las reglas junto con las advertencias de cuidar este regalo de la vida, como la ciudad lo llama, y de no hacerlo recibirían una multa con muchos ceros.
Es vergonzoso que para lograr que una ciudad entera "cuide" la naturaleza haya que llegar a esos extremos, y que solo se trate de una pequeña parte de ella.
Escucho a mi estómago rugir y hago una mueca. Observo a Grace, ella ríe por el ruido, pero luego hace también una mueca, llevándose una mano al estómago.
—Qué jodido. —Se queja. Sus ojos me observan con lo que al parecer es miedo, y creo que los míos transmiten lo mismo.
¿Qué haremos?
Pero todo atisbo de malestar se esfuma en segundos en los que escucho un ruido a nuestras espaldas. Observo a Grace, alarmada, la tomo de la mano y nos llevo detrás de algunos arbustos, ella me sigue sin protestar, pero sí con la respiración igual o más acelerada que la mía. Nos agachamos detrás del arbusto, en silencio y quietas.
Tonta. Soy una completa tonta. Sabía que no debía de bajar la guardia, que anoche no nos hayan encontrado o que hoy despertemos sanas y salvas no me debería de garantizar que estamos a salvo. Idiota.
—¿Son ellos? —pregunta Grace en un susurro.
—Es posible. —Niego rápidamente con la cabeza—. Pero no nos quedaremos para averiguarlo. —La tomo por el brazo con fuerza, llevo un dedo a mis labios en señal de hacer silencio, asiente y juntas nos alzamos un poco para observar. Es un hombre. De acuerdo, podemos correr y escabullirnos en el bosque, el hombre se encuentra de espaldas por lo que contamos con ventaja. Nos agachamos de nuevo—. Okey, este es el plan, correremos aprovechando que se encuentra de espaldas para luego... —Alza una de sus manos, deteniéndome. Frunzo el ceño—. ¿Qué?
—¿Te diste cuenta de que su ropa es diferente? —Mi ceño se frunce mucho más, me alzo nuevamente sobre mis pies para observar y es verdad, el hombre no lleva ese ridículo uniforme del "refugio", en lugar de eso su cabello castaño claro se logra ver desordenado ya que nada lo cubre, cuenta con un estilo de pañoleta que cubre la mitad de su rostro, de su espalda ancha cuelga una mochila muy bien cargada, su ropa es algo floja y desgastada, pero le queda bien, esta consiste en pantalones de camuflaje color verde y un abrigo negro, todo eso lo hace ver como alguien temible junto con las botas negras y su altura.
Calculo todo eso y llego a una conclusión.
—Tal vez no sea uno de ellos —susurro más para mí que para Grace, pero igualmente ella asiente con un poco de entusiasmo.
—Tal vez nos ayude —dice, sonriente.
Tal vez nos ayude, tal vez... Todo rastro de esperanza me abandona al ver que gira un poco y visualizo un arma en su mano derecha. Observo a Grace y distingo la desilusión en su rostro.
—No, ¿verdad? —dice con amargura, niego lentamente y suspira.
Sacudo la cabeza y aclaro mis ideas. Tomo de nuevo el brazo de Grace y nos hago dar algunos pasos cuando el hombre da otros en sentido contrario, dándonos la espalda. Va alejándose y nosotras saliendo de nuestro escondite, lentamente, con cuidado. Grace sujeta con fuerza una parte de la tela de mi suéter.
Respiro con algo de dificultad. Doy cada paso sin despegar los ojos del hombre. Doy un paso más y algo cruje bajo mis pies.
Carajo, carajo, carajo.
El hombre se da la vuelta rápidamente, apuntándonos con su arma. Siento que todo cae a mis pies, mi respiración se vuelve acelerada al ver cómo va acercándose a nosotras. Tomo la mano de Grace quien se encuentra temblando como una hoja.
El hombre llega hasta nosotras, dejando algunos centímetros de distancia. Baja su arma con lentitud para luego colocarla en su cinturón. Frunzo el ceño.
¿Qué pretende?
Lentamente, sube una de sus manos a su rostro y observo sus ojos verdes, los cuales, por alguna razón, no me transmiten nada de miedo ni desconfianza, eso me llena de intriga. Él toma la parte superior de la pañoleta con una mano, sin apartar sus ojos de los míos, midiendo mi reacción, y va bajando el pedazo de tela, dejándome ver su rostro.
Todo se detiene a mí alrededor.
Lágrimas se acumulan en mis ojos y una sensación indescriptible de felicidad recorre cada parte de mi cuerpo, todo en una fracción de segundos. Siento cómo mi pecho se oprime y un sollozo escapa de mis labios al recibir una de esas grandes sonrisas que lo caracteriza.
—Dant.
---------------
¡Dantcito está de vuelta!
Seguro te preguntas ¿Y lo que dijiste que se acercaba y que querías evitar? Pronto, en algunos capítulos, pero pronto.
Espero estés sano en tu casita cuidándote, así también a tus seres queridos, verás que las cosas mejorarán, tú solo mantente a salvo y a los que amas.
Espero les haya gustado el capitulo.
Gracias por seguir aquí, lo aprecio muchísimo, te agradecería si votaras y que me siguieras para que así te lleguen las notificaciones sobre esta ricura.
Pdta: Dant en multimedia:3
¡Muak con alcohol en gel!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro