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17 de febrero del 2020
El Inicio.
Tiempo.
El ser humano vive ansioso e impaciente porque lo único que no tiene seguro es precisamente eso: el tiempo. Nunca se sabe qué ocurrirá, ni si el día presente será el último, por lo que, de una u otra forma, la mayoría busca hacer y ser lo que quiera en ese lapso con el que, imagina, puede contar, pero que de todas formas tampoco es certero.
Observo a las personas transitar por la avenida, todos apresurados por sus deberes, hablando por sus teléfonos, gritando para que los dejen pasar en el tráfico al tiempo que bocinan, todo un desorden con tal de llegar a tiempo a donde sea que vayan.
Me mantengo erguida mirando este desastre de sociedad, simplemente no logro entender cómo siempre están tan abarrotados, desesperados, moviéndose de un lado a otro. Es tan sofocante.
Siento a alguien chocar contra mi hombro, estoy en medio de una cantidad considerable de personas esperando poder cruzar, el semáforo indica que nosotros los peatones podemos pasar y lo hacemos, de una manera tan calmada, cantamos, reímos, algunos me ceden el paso, al cruzar la calle por completo hasta me ofrecen flores deseándome un buen día, se pinta un arco iris en el cielo, la bondad rebosa en este sublime amanecer.
¿Demasiado sarcasmo? Disculpe usted.
La realidad es que, al estar cruzando la calle, recibo varios codazos y, al terminar de cruzar, unos cuantos insultos por casi estrellarme contra la mercancía de un hombre que ahí se encuentra. Me disculpo con el hombre, el cual me dirige una mala mirada.
Sigo caminando, observando mí alrededor, en una esquina hay mujeres regando unas flores hermosas en un quiosco, sonrío. Pero, al dirigir la mirada hacia la otra esquina, en la banca de un parque, dos hombres ingieren comida chatarra y tiran las envolturas al césped. Mi sonrisa va desvaneciéndose.
Prinffilt siempre se caracterizó por ser tan sombrío, según mi punto de vista, por la ignorancia, y no, no me refiero a la ignorancia política y todo eso, me refiero a la ignorancia sobre el medio ambiente, la ignorancia de creer que un simple envoltorio no dañaría, que una bolsa de hule en el agua no es perjudicial, que un árbol menos no es el fin, cuando de a poco lo va siendo.
Algún día todo esto a lo que llamamos tierra tan solo será una esfera flotante llena de basura, de desechos, ¿por culpa de quién? Del mismo ser vivo que tendría que cuidar del bienestar de ésta, de aquel que debería de decir "sí" a un árbol y "no" a un simple local de hamburguesas. Al parecer el oxígeno vale menos que nada. Irónico, lo sé.
Decido centrar mi vista al frente en lo que me queda por llegar al instituto. Pensar en todo esto da tristeza, rabia, pero mucho más da melancolía. Melancolía porque cada día existe una mente más estúpida que otra y no pierde el tiempo el que de poder y avaricia vive.
***
El sonido de la campanilla indica la entrada, me apresuro para llegar a tiempo a la primera clase. Ingreso al aula y busco con la mirada algún asiento libre.
—¡Por aquí! —Me grita Dant, mi mejor amigo desde el tercer grado, somos inseparables desde aquel día en el que se metió uno de mis pinceles en la nariz y tuve que acompañarlo a la enfermería, el resto es historia. Me dirijo hacia él y me siento a su lado—. ¡Oh! ¡Te extrañé tanto, mi vida! —Alza los brazos con euforia, luego me abraza de una manera cruel para mis huesos.
—Sí, yo también, pero vas a asfixiarme. —Retiro sus brazos, realizando una mueca de dolor—. Además, ayer nos vimos.
—¿Y? ¿No puede uno ser tierno con su mejor amiga? Eres una malagradecida.
Se cruza de brazos.
—¿Yo? ¿Malagradecida? —Me señalo con un dedo—. ¿Cómo podría? Soy la novia de Chris Hemsworth, la esposa de Paul Rudd, la amante de Dylan O'brien.
—Uy sí, y yo soy el sumiso de Christian Grey —dice con sarcasmo, dándome un empujón.
El profesor ingresa, detenemos las risas y sacamos los materiales correspondientes para la clase. El receso la pasamos juntos, como de costumbre. Saludamos a algunos amigos y luego nos dirigimos a la mesa que siempre usamos, nos sentamos y Dant comienza a relatarme cada momento de sus vacaciones, por más mínimas que sean.
—¡Por la barba de Merlín! Tuviste que verlo, ¡tenía un trasero de dioses! —Lo último lo dice con tanta emoción y una sonrisa tan grande que por poco le parte el rostro.
—Sécate la baba, cariño. —Hago un gesto en su mentón con mi mano como si secara su baba imaginaria. Ríe—. Solo lo viste por la ventanilla del bus y ya me hiciste la madrina de la boda.
—¿Boda? No necesito de tanto protocolo, querida, el hombre ya es mío. —Hace un gesto con las manos por su pelo, como si este le llagara hasta los hombros. Toda una diva.
El receso culmina, tiramos nuestra basura en los botes correspondientes y nos dirigimos al aula. Cuando la campanilla anuncia la salida todos recogen sus pertenencias, apresurados, y no somos la excepción.
El camino a casa con Dant es divertido, somos vecinos, nuestras residencias quedan a cuatro cuadras del Instituto por lo que siempre vamos y volvemos juntos caminando, hoy fue la excepción al el muy tarado quedarse dormido, por lo que su madre decidió traerlo aprovechando que todo le quedaba de camino al trabajo. Pero no le reclamo nada, yo se lo hice una vez y ahora quedamos a mano.
—¡Nos vemos, resto de excremento! —dice, agitando una mano. Le saco el dedo medio junto con una cándida sonrisa, él me tira un beso.
Me dirijo a la puerta de entrada de casa. Al abrirla escucho sonidos provenientes de la cocina, me asomo y encuentro a mamá preparando... lo que sea que esté preparado.
—¡Hola! —saluda con entusiasmo al darse cuenta de mi presencia—. ¿Qué tal las clases?
Me acerco, se inclina y deposito un beso en su mejilla.
—Tan geniales y espectaculares como todas las de antes, no sabes cómo amo el Instituto. —La ironía en mi voz es bastante perceptible—. La mayor parte del tiempo Dant me habló de traseros, eso aligeró un poco el día.
Mamá conoce a Dant como si fuera su hijo perdido, por lo que sabe cómo es. Tal vez hasta conoce su tipificación sanguínea. Suelta una pequeña risa.
—De acuerdo. —Da un aplauso mientras observa lo que lleva hecho de comida. Se gira hacia mí—. Ve a asearte, luego ven y ayúdame un poco por aquí. —Asiento y me dirijo a mi habitación.
Arrojo la mochila a un sillón cercano, saco mi teléfono del bolsillo de mi campera y me derrumbo boca arriba en la cama. Tengo algunos mensajes, los respondo rápidamente, luego me incorporo, tomo del armario una remera holgada y un short, e ingreso al baño.
Por la noche cenamos entre risas y chismes tontos de mamá acerca de la mujer que vio en el supermercado. Al terminar lavo los cubiertos, le deseo buenas noches a mamá y me dirijo nuevamente a mi dulce y amada cueva.
Me llama la atención el ruido en el interior de mi habitación, giro la manija y, al abrir, observo cómo el viento ingresa con violencia por la ventana. Decido cerrarla, pero aún así luce como si en cualquier momento se abrirá de par en par. Le coloco seguro.
Doy pasos lentos hacia atrás, llego hasta la cama, tomo la manta y me cubro con ella, todo sin despegar mis ojos de la ventana. Inclino mi cuerpo para atrás hasta quedar acostada y, sin percatarme, en algún momento, quedo profundamente dormida.
***
Abro los ojos, sobresaltada. Se escuchan relámpagos, las ramas de los árboles golpean con brusquedad contra mi ventana. Me incorporo y veo la hora, son las dos de la madrugada. Dirijo mi vista hacia el cristal de la ventana, está lloviendo con demasiada fuerza, no logro ver nada, pero los sonidos son horribles. Retrocedo, asustada y vuelvo a la cama con la intención de envolverme de nuevo con las mantas.
Llego a tocar un poco de la suavidad del colchón cuando la puerta es abierta y mamá ingresa, agitada.
—¡Clare, hija, ven! —grita para que la pueda escuchar. Nota mi perplejidad, se acerca a mí y me toma de la mano, bajo como puedo de la cama, la manta queda enredada alrededor de mi pie derecho, me lo saco dando saltitos y continúo, mamá nos dirige escaleras abajo.
No digo nada, solo la sigo.
Bajamos las escaleras a paso apresurado, pasamos la sala y nos detenemos en la cocina. Los ruidos son escalofriantes, es como si en cualquier momento el mundo fuese a derrumbarse.
Pide que la ayude a empujar la mesa del centro, luego se agacha y retira el tapete que se encuentra allí, no entiendo qué es lo que busca. Logro ver una manija en el suelo, ¿qué? Mamá agarra la manija y abre lo que parece una puerta. Sí, es una puerta, ¿pero de qué y para qué?
—Vamos, Clare, entra.
Permanezco callada e ingreso, como si de un momento a otro ya no contara con el habla.
Hay unas escalerillas, bajo por ellas, mamá ingresa detrás de mí. Parece un sótano. Me giro hacia mamá y al fin mi voz se digna a aparecer. Frunzo el ceño.
—¿Tenemos un sótano?
Mi mente se encuentra nublada. Es decir, ¿quién carajos no se da cuenta de que tiene un sótano? Ah, yo.
—Sí, siempre lo tuvimos, por si se presentaba alguna emergencia... Es como un refugio. —Se lleva las manos a las caderas, nerviosa—. Fue idea de tu padre. —Me observa con preocupación.
Nombrar a mi padre luego de tanto tiempo es algo... ¿doloroso? No, ni siquiera lo recuerdo, lo que sé es que era un inversionista muy bueno y que en un viaje de negocios lo encontraron muerto. No pudieron deducir las causas de su muerte así que, luego de un tiempo, mamá decidió que cerrar el caso sería lo mejor.
Se nota a leguas mi desconcierto y, peor aún, mezclándose con el miedo. Se acerca, me toma de las manos, y nos dirige hacia una esquina, en donde, en el suelo, se encuentra un colchón junto con dos colchas y almohadas. Se sienta y hago lo mismo. Toda la habitación es iluminada por un foco diminuto que se encuentra en el centro.
—Intenta dormir, ¿sí?
Ambas nos acostamos. Mamá me abraza y me acurruco contra ella. Puedo sentir el temblor de su cuerpo. Observo mis manos, también tiemblan; y no logro diferenciar si es a causa del frío o del miedo. Pero, entre los brazos de mamá, logro conseguir un poco de paz. Aún si ella misma no logra sostenerse, de alguna u otra forma, siempre está ahí, para mí.
Se siguen escuchando los relámpagos, es como si el cielo se estuviese rompiendo en millones de pedazos, la lluvia cayendo, el viento salvaje; el cual causa que los árboles choquen entre ellos, provocando unos ruidos estremecedores.
Esto ya no parece una simple lluvia.
Y, por alguna razón, siento que el día de mañana ya no contará con nada de lo ordinario del día de hoy. Por alguna razón, ya comienzo a añorar todo aquello que consideraba "normal", pero que, en el fondo, sé que son los que llenan mi vida de felicidad. Y pensar que ya tenía planeado todo los días de esta semana, pero luego de esto ya no estoy segura de lo que ocurrirá, esto lo cambia todo.
Al parecer, el tiempo, una vez más, no es del todo certero.
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Hola tú, esta es mi primera historia, estoy tratando de escribirla lo mejor posible, pero si te está gustando, y tienes un corazón de galletas con chispas de chocolate, y una mente un poco torcida como la mía jiji, te invito a quedarte y leer esta historia, que sinceramente no se si tendrá mucho éxito, pero me divertiré en el transcurso.
Eso sí, si te quedas prometo intentar explotar tu mente por las diferentes situaciones dolorosas que pasaremos juntos MUAJAJAJA
(Laemocionwey)
¡Abrazo psicológico!
¡Muak!
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