9
Los próximos días noté un cambio ligero en su estado de ánimo. Estaba más alegre, no cerraba su mente a salir de la habitación y creo que honestamente se cansó de la vida que estaba viviendo. No es que su vida cambie, como a él y a todos nos gustaría, pero si puede mejorar aunque sea en un pequeño porcentaje, creo que poco a poco estará dispuesto a hacer más cosas. Porque no necesariamente tiene que llevar una vida aburrida. Que se vaya el último soplo de mi corazón en esto si es necesario para que pueda ver que sí puede vivir una buena vida a pesar de la tetraplejia. Que la felicidad la puede encontrar hasta la persona más desalmada y desganada. Sólo había que anhelarla y buscarla.
Dos semanas pasaron de la inesperada visita al hospital y mis hermanos seguían aquí para ayudarme, con la diferencia que Ashton deberá volver a casa por el trabajo y Sally vendrá de vez en cuando a visitar, o cuando necesite de su ayuda. Tan lejos no vivimos, su casa está a unos cuarenta minutos de la mía. También contrataron a una mujer que vendrá a limpiar la casa una vez a la semana. No me dieron opción. Claro que lo agradezco y se necesita, pero siempre siento que nadie puede hacer las cosas como a uno le gusta y por eso, también me dedicaré a hacerlo yo misma una vez. Para mantener la cabeza ocupada, moverme un poco.
Temprano en la mañana fuimos al aeropuerto para despedir a Ashton. Se despidió muy cariñoso de Adler y le prometió volver pronto para que hicieran cosas de hombres. Adler disfrutaba mucho de su compañía. He intentado que se reúna con sus amigos de la escuela, de la universidad, pero cuando le hablaba de la idea, negaba rotundamente.
— Muchas gracias por la ayuda y compañía, Ash — soltó su maleta y lo abracé. Victoria, Sally y Adler estaban a unos metros de distancia. Les dio una última mirada y luego se dirigió a mí.
— Fue un placer, Mía. Espero volver pronto — corrió un mechón de cabello que tapaba mi rostro —. Estoy muy orgulloso de ti.
— Gracias, hermanito — sonreí algo apenada por casi verlo partir. Por alguna razón volvió a mirarlos y se alejó de ellos. No me quedó más que seguirlo y lo hice. Una vez que no podían observarnos, de su chaqueta de cuero sacó un gran fajo de billetes. Apenas entendí lo que iba a hacer, negué con la cabeza dando unos pasos atrás —. No, no. No, Ashton.
— Claro que sí, Mía. No seas terca — me tomó por los hombros —. Sé que necesitas dinero.
— Trabajaré más, ahí veré como me las arreglo...
— No. Acéptalo — dijo —. Te sentará de maravilla y te quitará un poco de carga. Lo estoy haciendo porque puedo — silenciosamente comencé a llorar y me abrazó de manera reconfortante —. ¿Cómo no iba a ayudarte? Quiero verte bien. El trabajo que haces con Adler es increíble, Mía. Estás salvando su vida.
— Sólo quiero que esté bien — limpié una lágrima con la manga de mi abrigo —. Eso es todo lo que pido.
— Y lo estará — interrumpió —. Ten fe, acepta ayuda de otros. No tienes que cargar con todo esto por tu cuenta. — Qué curioso que me estén diciendo los mismos consejos que diariamente le doy a Adler.
— Gracias, Ashton. Saludos a todos. — Me despedí una vez más y desapareció por el terminal. Las despedidas significan menos tiempo para volver a vernos, y no pasará mucho tiempo.
Caminé hacia donde ellos me estaban esperando. Qué vibra la de los aeropuertos, ¿no crees? Personalmente, me encanta. Cuando voy a viajar, claro. Porque soy un asco en las despedidas. Caminé por fuera de una tienda de souvenirs y frené en seco al ver un oso de peluche que tenía bordado "San Francisco" en el estómago. Además con una delicada cinta rosada alrededor del cuello. Lo compré sin pensarlo.
Teníamos intenciones de volver a casa pero tuve una mejor idea. Victoria terminó sus pocas obligaciones restantes y Sally decidió quedarse a preparar la cena.
— ¿Dices que se llama Kiara? — Adler preguntó cuando estábamos llegando al centro de rehabilitación.
— Sí — contesté mirando por el espejo retrovisor —. Es una pequeña que vas a adorar. Es muy dulce — llegamos al centro y, por la expresión en su rostro, lo noté algo nervioso —. No tienes por qué estar nervioso.
— Lo sé... Pero no puedo evitar estarlo.
— Quizás, hasta te gusta y quieres inscribirte. — Intenté ser optimista.
— Lo dudo — suspiró. Noté como agachaba la cabeza —. Bueno, ya estamos aquí. — Entramos y la suave música del lugar fue lo único que se escuchaba. Ahora yo era la que estaba nerviosa. Reconozco que no es el lugar más alegre del mundo, pero por lo general al menos los pacientes intercambiaban algunas palabras o miradas, pero hoy no hacían nada. Busqué caras conocidas y no conocía a ninguna de las personas que se encontraban en el lugar. Luego, gracias a Dios, vi una cara conocida.
— Kiara no ha llegado o quizás no vendrá. Pero mira, ahí está Hal Parker. — Me acerqué a él y su mirada se fue inmediatamente a Adler.
— Miranda, hola. — Levantó sus cejas saludándome.
— Hal — sonreí nerviosa —. Sabes que me llamo Mía.
— Claro que sí, Mildred. ¿Cómo estás querida? — Adler me miraba como si estuviese loca, mejor dicho, loco.
— Te presento a Adler, mi novio. — Hice énfasis en la última frase y creo (espero) que deje de hablar payasadas.
— ¿Cómo estás, muchacho? — Acercó ligeramente su silla.
— Bien, gracias — respondió —. Adler Cox.
— Robert De Niro — es oficial: quiero matarlo. Me relajé al ver que Adler soltó una carcajada —. Hal Parker, oriundo del centro — por razones obvias, no hicieron ningún otro tipo de saludo, pero Adler le dio una sonrisa amistosa. Quería pensar que no hice tan mal de traerlo a este lugar.
— Y pues, ¿qué ha sido de ti? No te he visto en varios días, Hal. — Pregunté intentando buscar un tema de conversación.
— No mucho. Solicité unos días de descanso, no quería venir. Hoy salté a la cuerda por la mañana. — El enojo se fue y ahora me encontraba riendo despacio, seguramente por los nervios, pero reí más cuando vi a Adler riendo otra vez.
— ¿Qué sientes al venir acá? — Preguntó por iniciativa propia — ¿Te gusta?, ¿te tratan bien?
— Lo detesto. Odio este lugar — abrí los ojos y al ver mi fastidio carraspeó su garganta y siguió hablando —. No es culpa de la gente, o del lugar, si eso es lo que te preguntas. Yo no tengo caso. Meh, soy un viejo loco algo difícil de tratar — admitió —. Pero tú eres joven, según mi intuición carismático y tienes a tu alrededor gente que te apoya. Este lugar debería sentarte de maravilla. — Creo que ese comentario logró cambiar la perspectiva de Adler. Aún no sé si le dará una oportunidad, pero es un gran paso que esté pensándolo.
Conversaron de una que otra cosa: fútbol, las noticias del día y cosas que en otra ocasión me estarían matando de aburrimiento. Estuvimos al menos una hora ahí, nos despedimos pero Hal me retuvo un segundo.
— ¿Qué pasó Hal? — Regresé a su lado cuando dijo mi nombre.
— ¿No tendrás algo dulce para comer? Me estoy muriendo de hambre. — Bostezó bajando la cabeza.
— ¿No deberías cenar ya? — Pregunté.
— ¿Cenar? Ni siquiera he desayunado. — Él lo dijo riendo. Pero esta vez no reí. Me rompió el corazón pensar que eso podría ser cierto.
— ¿Pero y cómo? Tus hijas... alguien que se haga cargo de ti debió haberte alimentado. — Dije histérica, pero me obligó a bajar la voz.
— Mi cuidadora debió venir a buscarme a las doce de la tarde, aquí sólo tienen jalea barata y la detesto — suspiró —. Creo que no vendrá.
— ¿Ha pasado esto en otras oportunidades? — No dijo nada. El silenció otorga.
Me dirigí inmediatamente a unas de las enfermeras, Adler me siguió. No volverá a suceder porque lo obligué a contratar a una enfermera del centro. No eran condiciones en las que él ni nadie merecía vivir. Incluye también que su familia lo abandonó. Era lo mínimo que podía hacer por él.
— Él es mayor de edad, puedes llevarlo a pasear con su consentimiento. — Dijo una chica que trabajaba ahí sonriente. Mi vista se fue directamente a la de Adler, la cual me dijo que lo hiciéramos.
— Hal, ¿te gustaría cenar con nosotros? — Por primera vez, de todas las veces que lo he visto, me miro conmovido; muy agradecido.
— Chica — bajó la voz para que solamente yo escuchara —, ¿dices que no cenaré en silencio, con una pajilla esta noche?
— Así es — mi voz se quebró involuntariamente —. Vamos. — Caminamos a un restaurante cercano y les di de comer a ambos. Primero a Hal, luego a Adler. Antes llamé a Sally y le expliqué lo sucedido. Entendió y cenó por su cuenta.
Paseamos de regreso y Hal sólo por esa tarde, había sido una persona completamente diferente. No era el señor antipático que no dejaba entrar a nadie a su corazón. Mencionó en algunas oportunidades momentos que tuvo con sus hijas, anécdotas con sus nietos, era tan triste saber que se sentía tan solo. Que toda su familia le dio la espalda cuando más la necesitó. Se me caería la cara de vergüenza, no podría mirarme al espejo al pensar en la basura de persona que sería al hacer algo como eso.
— Cuídalo Mía — susurró Hal —. Se ve como un buen chico — añadió —, y tú eres una gran mujer. — Conmocionada le agradecí, pero no tanto como él dando sus agradecimientos por la cena.
Volvimos al centro y nos fuimos sin antes coordinar cómo llegaría a casa y la enfermera se hizo cargo de él.
Fue bonito ver que al menos le regalamos una tarde amena que espero repetir, mejor aún, que sus cuidados cambiarán.
— Pobre hombre... — Adler rompió el silencio mientras me encontraba manejando.
— Lo sé — dije —. No puedo imaginar cómo debe sentirse. Pero ya estará mejor...
— Tienes un gran corazón — respondió cambiando de tema —. Eso es lo que más me gusta de ti.
— Meh... es que no merece vivir así — sonreí ruborizada —. ¿Adler?
— ¿Sí?
— ¿Qué te ha parecido el centro? — Pregunté — Quiero una respuesta honesta.
— ¿La verdad? No estuvo tan mal como pensaba. Creo que me gustado, en cierta y extraña manera — sonreí ante su respuesta abriendo las puertas del auto para que pudiera bajar — Nadie me miró como un bicho raro, nadie sintió lástima por mí.
— ¿Querrías inscribirte? De vez en cuando podría acompañarte, así podemos salir a pasear con Hal, Kiara...
— Bueno — sonrió calmado —. Supongo que todo será para mejor.
— Claro que lo será — lo abracé emocionada —. Mañana mismo veo la inscripción. — Me sentí en el cielo al ver lo mucho que él estaba avanzando.
— Me estoy congelando. — Dijo. Sus piernas tenían ligeros espasmos y rápidamente lo llevé a la cama. Le di los medicamentos de la noche y abatido, no tardó en conciliar el sueño.
9
5 de julio, 2018
Amado Adler:
Hoy ha sido un día maravilloso. No puedo creer que me encuentro en este momento, en nuestra habitación, escribiendo con tanto optimismo. Estoy segura que has tenido un gran día también, para qué hablar de Hal. Sabía (mentira, rezaba para que fuera así) que ver otras realidades, conocer otras experiencias, te haría sentir que no estás solo. Que mucha gente más ha pasado por lo mismo o cosas peores.
¿Cuáles son las expectativas que tengo de tu futuro?
Pienso que algún día la luz vendrá y te abrazará con todo su calor y afecto. Serás alguien nuevo. Alguien que se sentirá agradecido y feliz de estar en su propia piel; de cualquier forma.
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