50 (Final)
— Me haces tan feliz. — Soltó esas palabras mientras revoloteó su cabello y cruzó ambas manos haciéndolas funcionar como soporte en su nuca.
— ¿Sí? — Pregunté sonriendo como una boba. Revolvía la sopa con una cuchara de palo. Me di media vuelta y ahí estaba con sus ojos suplicantes. Su boca cautivadora y su semblante tan influyente. Estiró sus brazos para luego envolverme en un cariñoso abrazo — Pues, tú también me haces muy, pero muy feliz.
— ¿Sí? — Imitó mi tono divertido besándome con ternura. Tomé la cuchara y le di de probar la sopa. Hizo una mueca de disgusto que fue reemplazada por una carcajada después del ligero golpe que le di en la cabeza.
— ¿Te ha gustado la sopa? — Le di la espalda y con una cuchara limpia, seguí revolviendo. Sentí su respiración en mi cuello y luego sus brazos rodeando mi cintura, atrayéndome a él.
— Me ha encantado — se formó un silencio extraño. Cierto ambiente de suspenso de su parte. Como si tuviera algo que decir, así que seguí haciendo mis cosas esperando a que volviera a hablar —. ¿Crees que vamos en serio?
— ¿Qué? — Pregunté desconcertada.
— Que si crees que lo nuestro se está tornando serio, para mí siempre lo ha sido, pero quiero saber lo que tú piensas. — Si algo me encantaba (y a veces aterraba), era lo espontáneo que era Adler. Cuando menos lo esperas, dice algo para cambiar completamente tu forma de ver las cosas. O te sorprende con algo que no sabías, cualquier pensamiento de su brillante mente. Lo miré seria y levanté mi mano, mostrando el anillo que he usado todos los días desde que él me lo obsequió.
— Supe que esto va en serio cuando me diste la más bellas de las reliquias familiares. Pero más lo supe cuando te vi a los ojos, y tú me viste a mí; tal como lo estamos haciendo en estos momentos.
— Entonces necesito preguntarte, ¿te gustaría vivir conmigo? — Suspiró aliviado después de hablar. Mi estómago se cerró y pensé que mi corazón explotaría, y lo hizo. De amor.
— ¿Dices que despertaría todos los días a tu lado? — Pregunté emocionada, él asintió de la misma forma — ¿Que tus ojos serían lo último que los míos verían antes de dormir? — Pregunté de la misma forma.
— ¡Sí! — Me tomó por las mejillas y me observaba impaciente — ¿Entonces?...
— ¿Tu departamento, el mío; o buscamos un lugar nuevo? — Sonreí al ser cargada por él para luego zangolotear en su espalda por todo el comedor — Por si no lo tienes claro, contigo quiero todo.
Con él quería todo. Con Adler esperaba todo.
¿Con quién si no? Todo funcionaba remotamente bien. Todo estaba en su lugar cuando estábamos juntos.
Es por eso que hoy, a el rompecabezas le falta una pieza. Qué digo, varias.
Añorar con todas tus fuerzas la compañía, o el simple recuerdo de alguien que no volverá jamás, es de las tristezas más grandes que cualquier ser humano afronta en la vida.
Completo vacío, desprotección total; en eso se han basado mis días desde aquel día.
Intentando descifrar quién soy realmente, porque creía conocerme, creía saber quién era perfectamente. Pero resulta que eso sólo él lo hacía en su totalidad y es como si todo lo conocido se ha esfumado consigo.
Hace una semana lo despedimos oficialmente.
Una oportunidad de diversas emociones. Una oportunidad de celebrar la maravilla que fue Adler Cox, y por otra, el profundo lamento por su partida.
La iglesia no dio abasto, y la gente se apiñó en la calle. Globos blancos, flores hermosas que jamás podré volver a poner en un florero porque sólo me recordarán al día en el que oficialmente el mundo cerró el ciclo de Adler y siguió girando. Pero yo me detuve.
No fui capaz de decir una palabra ese día, Ashton habló del gran lazo que se formó entre ellos, y que fue el hermano que nunca tuvo. Sus primos lo recordaron con tanto amor. Sus amigos lo recordaban como luz.
Desde entonces sólo siento una presión en el pecho.
Porque sí tenía tantas cosas que decir, tanto que agradecerle, pero esas siempre se las dije a la cara y debería ser la satisfacción más grande en estos momentos. Pero ahí estaba nuevamente ese nudo en el estómago.
Intentando rehacer mi vida, o más bien, lidiar con el duelo; mi familia ha sido de gran ayuda.
Ash me ha prestado algo de dinero para poder sobrevivir mientras intento retomar el ritmo y buscar una editorial que quiera publicar mis libros. Me aseguran que muchas editoriales querrán firmar conmigo y así ha sido, pero aún no estoy lista. Él insiste que el préstamo es un regalo, pero eso no podría permitirlo.
Mamá y papá vienen día por medio a visitarme, simplemente a estar conmigo, están más que preocupados por mí y mi salud mental. Lo cual es entendible porque notoriamente no estoy en mi mejor momento. Sally y los niños se ha mudado a la casa por un tiempo y creo que gracias a eso apenas sigo en pie.
Pero algo extraño sentía, deseaba saber qué. Porque algo no encajaba en todo esto.
Serán ciertas miradas entre mi familia, seguramente la preocupación que sienten por verme de la manera en la que estoy: completamente desecha.
Aún así sentía que algo debía saber.
Sally llegó de buscar a los niños a la escuela, en sus brazos cargaba una bolsa de vegetales y cerró la puerta de la cocina con su pie.
— Hola. — Dije acercándome para entablar una conversación. Su rostro enseguida cambió, como lo ha hecho desde que se mudó aquí. Ha estado esquiva conmigo toda la semana.
— Hola, Mía. — Me dio una sonrisa corta y procuró guardar las verduras en su lugar con suma rapidez, evadiendo cualquier tipo de comunicación.
— ¿Puedo preguntarte algo? — Sus manos comenzaron a temblar y ahí fue cuando supe que algo escondía. Enjuagó la tierra de sus manos en el lavaplatos y me prestó atención.
— Sí... — Respondió como si nada pasara.
— ¿Por qué siento que todos saben algo que yo no sé? Es como si quisieran protegerme, o todos tienen la misma reacción o delicadeza al tratar conmigo.
— Bueno, pues. Estás muy sensible, Mía. Y con justa razón, esto ha sido muy difícil para nosotros y no podemos imaginar lo que debes estar sintiendo en estos momentos. Ha de ser eso.
— Sabes, me gustaría creer que así es. Es lo más obvio, pero siento que hay algo más que agregar a toda la situación. ¿Qué sucede? — Pregunté seria, intentando saber la verdad. Cerró sus ojos y tomó una bocanada de aire. Su mirada se tornó triste y no tardó en rebalsarse en lágrimas. Caminó decidida saliendo de la cocina y no dudé en seguirla. No dijo ni una palabra. Más confundida estaba. Se arrodilló ante la pequeña mesita de noche que estaba en su habitación y de esta sacó una pequeña cajita.
Mi corazón se detuvo unos segundos y la tristeza en su rostro confirmó lo que había surgido en mi mente.
— Mía, no sabía cómo decírtelo, por favor perdóname. — Me abrazó y me quedé inmóvil, sin respirar, sin mover un sólo músculo.
— ¿Iba a proponerme matrimonio? — La vista se me nublaba ante el impacto que me ha dado saber lo que había escondido todo este tiempo.
— El día en el que no despertó. Me pidió ayuda e intentó proponerlo durante dos meses, pero él quería que fuese en el momento perfecto. Mía de verdad lo siento, por favor perdóname. No quise guardarlo, te lo iba a decir, pero aún no sabía cómo.
— Iba a proponerme matrimonio. — Apoyé mi mentón en su hombro y ahora es cuando la abracé y lloré con todas mis fuerzas. Tomé delicadamente la pequeña caja, la cual en su interior tenía el más hermoso de los anillos de compromiso. Extrañamente, sonreí ante tal dolor. Sonreí ante el recuerdo de lo que vivimos y lo bonito que el resto podría haber sido.
— ¿Estás bien? Sabes que estamos aquí para ti, hermanita. Suelta todo lo que tengas que decir, desahógate. No estás sola.
— Oh, sí que lo estoy — negué con la cabeza sin cambiar de semblante —. Se ha ido, Sally. No puedo hacer nada al respecto. Y eso está bien, he de suponer. Salió de mis manos, y por primera vez, debo aceptar que no puedo controlar todo a mí parecer. Lo que sí puedo decir es lo mucho que me hace y hará falta — cargaba el anillo con tanta delicadeza, lo llevé a mi pecho impregnándome de su energía, del significado que tan pequeña joya significaba —. Saldré unas horas, ¿sí? Prometo volver para cocinar la cena y estar con mis pequeños diablillos. ¿Podrías alimentar a Lolly por mí?
— ¿Estás segura? ¿No quieres que te acompañe? Han dicho que lloverá hoy — Insistió preocupada.
— Estaré bien, sólo necesito hacer un par de cosas, ¿dale?
— Dale, no dudes en llamarme por cualquier imprevisto. — Me dio un corto abrazo y me observó salir de la habitación con preocupación. Rápidamente saqué un par de cosas de mi armario y salí al patio delantero para encender el auto. Antes de salir por la puerta le di una mirada reconfortante, siendo que en esos momentos, era yo quien la necesitaba.
Lo primero que suena en la radio es una canción de Aerosmith. Sonreí inconscientemente, con cierto vacío. Las canciones habían perdido el significado. Manejé con cautela porque a mitad de camino efectivamente había comenzado a llover. Manejaba sin rumbo mi vida, más nunca había estado tan segura de dónde ir y qué hacer.
Todo me llevó a donde toda mi felicidad comenzó. A esa persona que logró hacer de mi vida una muy bonita, y dejó su marca para siempre.
Las ruedas y mi corazón me llevaron al cementerio. Al lugar que para mí dejó de ser tétrico y se volvió en un lugar de tranquilidad y paz. Un lugar de reencuentro con quien más amé en mi vida.
El camino ya lo sabía de memoria, sabría dónde encontrarlo siempre.
Caminé hasta su tumba y la lluvia se detuvo. Muchas de las flores ya habían comenzado a marchitar.
Y es que no entendía cómo el mundo seguía girando después de todo lo que había pasado. No entendía muchas cosas y anhelaba respuestas que sé que la madurez algún día me va a entregar.
Por ahora me senté a observar el epifatio con su nombre, a un costado, el mío con mi fecha de nacimiento, un guión; y un espacio en blanco.
Sentía algo inconcluso, como si estuviera ahogada en cosas que debía decir. Y llegué a la conclusión correcta.
De mi bolso saqué la cadena que busqué en mi armario. De ella colgaba el anillo que Adler planeaba darme para sellar nuestra relación. Acaricié la placa con su nombre y suspiré apretando mis ojos con fuerza.
— Acepto — susurré aún con mis manos en su lápida —. Adler, acepto. — A este punto, entre sollozos, abracé su lápida con todas mis fuerzas, intentando guardar un pequeño pedacito más de su corazón. Hablando en voz alta como si pudiera escucharme. Pero bien sabía que Adler estaba mucho más allá, que ahí yacía únicamente un envoltorio. Me gustaba tener la sensación de sentirlo en todos lados. La casa era un baúl de recuerdos y aún podía sentir su aroma en su parte del armario. Dormir con su sudadera jamás me había dado tanto cobijo. Y su cámara, la que mandé a arreglar, pasaría ser una reliquia que llevaría conmigo a todos lados. Cuando viajara para promocionar mis próximos libros. Para recorrer y capturar para siempre lo que tanto deseamos hacer juntos. Encontrar nuestro; mi lugar en el mundo. Levanté la mirada y Sally estaba observándome con lástima, al igual que todos. Me habrá seguido sin darme cuenta. Su respiración estaba agitada, e incluso si no me siguió, sabia perfectamente que podría encontrarme acá. Mantuvo su distancia respetando el momento que estaba afrontando. Saqué de mi bolso la última hoja que arranqué de mi cuadernillo.
La que analicé y escribí por horas, la que más me dolió escribir. Porque las palabras brotaban en mi mente y nada que hiciera podría detenerlas. La dejé caer al piso y lentamente se deslizó por el pavimento producto del ligero viento por la lluvia que volvía a comenzar.
Me acerqué a mi hermana sin soltar mi cadena, sin antes mirar atrás. Ella rodeó mi hombro con un brazo para caminar en completo silencio.
Diez años después
— Ten mucho cuidado, Isabella. — Le advertí a mi pequeña. Su cabello dorado brillaba por el hermoso atardecer que estábamos observando.
— A...D... — Se empeñaba en descifrar lo que todo ese gigante conjunto de letras decía. Tenía apenas cinco años. Su padre, acariciaba su pequeña espalda mientras leía las letras del epifatio.
— Dice Adler, cariño — sonreí al ver su rostro tan sereno —. Ya ha pasado un tiempo desde que te vine a visitar... pero aquí estoy. — Susurré arreglando las flores que llevaba en mi mano. Comencé a limpiar el lugar, quería mantenerlo decente y en óptimas condiciones. Sentía mariposas en el estómago, una sensación muy extraña, aún así, me agradaba. Bella comenzó a correr por el lugar observando cada detalle.
— Uy, ¡qué asco! — Sacó su lengua en disgusto al ver todos los adornos y recuerdos que alguna vez trajimos con mi familia estaban más que entierrados. No es que dejáramos de visitarlo, eso jamás. Sólo que ahora vamos en fechas especiales, como su cumpleaños; o el día que nos dejó.
— Hey, no metas las manos en esa vasija, puede tener arañas adentro.
— Es que hay algo adentro, mami. — Empeñó en estirar su pequeño bracito para sacar lo que sea que hubiera en su interior y caminé hacia ella para ayudarla.
Mi corazón se quedó paralizado.
Miré a mi esposo con una expresión indescriptible y no dudó en contenerme. Entendió en un segundo qué estaba sucediendo.
Después de todos estos años, después de haberla tirado sin saber su rumbo, estuvo aquí todo este tiempo.
La última carta que le escribí en toda mi vida.
38
15 de febrero, 2019
No sé cómo decirlo. Miro esta hoja de papel y tengo miles de palabras para poner en ella pero no sé por dónde empezar.
Me prometí a mí misma no volver a escribirte. Ni siquiera sé por qué, quizás no me hace bien. O quizás es mi forma de liberar toda la angustia que llevo dentro. Pero pensaba que era tiempo de detenerme, porque ya no tendré más anécdotas para escribir. Ya no escribiré sobre tus días, sobre tus avances en el centro, y siento que ya no hay más historia que contar.
Adler Cox,
En estos momentos escribo las palabras que fallé en decir en voz alta en el día de tu funeral.
Podría partir de muchas formas, hablando de la gran persona que eras; o sobre lo mucho que te extraño, o de cuánto me harás falta. Pero en esta ocasión partiré dándote las gracias.
No quiero empaparme en el lamento, no quiero cerrarme a ver todo lo negativo que vivimos, si las cosas buenas triplicaban lo demás.
Jamás hubiese pensado que sería más feliz contigo este último tiempo que en todos los años que nos conocimos.
Claro está que no fue fácil. Paradójicamente fue el año más difícil de mi corta vida.
Pero conocí ese lado de ti que ni tú mismo conocías.
Sacaste fuerzas desde lo más profundo de tu ser para afrontar cada uno de los desafíos que tu condición te obligó a confrontar.
Aprendiste a vivir otra vez, de una manera completamente distinta. Uno en un millón, un milagro.
Te abrí mis brazos y acogí con todo mi calor porque una vez dije que eras una excepción, y así debías ser tratado.
No con lástima, pero admiración.
Gracias. Gracias por enseñarme lo linda que la vida puede ser. Sin excepciones. Contra la marea, la adversidad. Lograste encontrar tu arcoíris, y de mil oportunidades para sufrir; mil y una oportunidades para sonreír.
Qué ganas de haber tenido la dicha de verte surgir a la vida sin que nadie pudiera detenerte por más tiempo. Porque creo que el destino comenzaba a estar a tu favor.
Y es que en realidad siempre lo estuvo. Eras muy bueno para este mundo. Alguien como tú no merecía estar en este lugar tan crudo y lleno de desgracia.
Pero no por eso tu partida será fácil.
Aún así, entre lágrimas no puedo evitar sonreír porque sé que estás bien. Puedo imaginarte recostado bajo un árbol como tanto te gustaba estar, viendo las fotos inéditas que hace no mucho acababas de capturar. Tu única preocupación siendo descifrar lo que te gustaría cenar a la tarde. Puedo imaginarte guiando cada uno de mis pasos. El viento siendo un susurro tuyo y la noche estrellada tu forma de comunicarte conmigo.
Por ser un amigo, por ser mi confidente. Por ser mi amante.
Por vivir conmigo en carne y hueso un amor intenso, de esos que sólo en una película podrías ver. Y aunque ahora deba terminar, en mi corazón siempre estarán esos momentos.
Tuve la tranquilidad, la suerte, de vivir un amor intenso, alocado, apasionado.
De haber dado todo por el gran amor de mi vida.
Gracias por adorarme, por hacerme sentir la persona más querida en esta tierra. Por cambiar cada lágrima por una carcajada y simplemente quererme con todos mis defectos y virtudes, tal como yo amé tu vulnerabilidad y tu bella luz.
Por varios años he intentado descifrar qué es lo que me has hecho. Solía pensar a diario sobre cómo podría yo amarte tanto.
La cosa es, Adler, me enseñaste a amar, con cada fibra de mi ser. Me enseñaste que el amor es mucho más que un rostro, un cuerpo de ensueño y; unas piernas que caminen.
Me diste el coraje, el pequeño empujón que necesitaba para creer en mí aún cuando ni yo misma lo hacía. Fuiste mi compañero de aventuras y experiencias implacables que algún día estaban destinados a conocer nuestros herederos. Pero así fue cómo terminaron las cosas, y nada pude hacer al respecto.
Pero, te amo. Aun más que ayer, aún más que cuando te tenía a mi lado.
Ahora te llevo en el alma como una maleta a donde quiera que vaya.
Y tú... sí, tú; Adler Cox.
El chico con los ojos de estrellita.
Siempre serás la historia más bonita que jamás haya escrito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro