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Hoy no es un día cualquiera.

Al menos para mí. Para muchos, es un día jueves, 31 de enero, en el que no pueden esperar para salir del trabajo y juntarse con sus amigos en algún bar, o más aún como todos los mortales; intentar dormir todo lo que no has dormido en la semana.

Este día definitivamente no era un día cualquiera porque un día como hoy, hace treinta y dos años, nació Adler Cox. Tres kilos y medio, cincuenta y tres centímetros, a eso de las ocho de la mañana.

Debía ser especial, más que especial.

Sabía desde ya que no podría darle todo lo que merece, porque cualquier cosa que pueda hacer no sería suficiente para Adler. Pero quería esmerarme en que este fuera un cumpleaños para el recuerdo. Más que nada, celebrar su vida. Demostrar la gratitud que siento por el universo al haberlo dejado junto a mí cuando las probabilidades eran más que nulas. Agradecer por poder verlo sonreír todos los días, y escuchar su dulce voz, que incluso cuando no estoy con él, resuena en mi cabeza a todas horas.

Me he levantado temprano para prepararle el desayuno, y organizar todo.

Hoy habrían veintitantas personas en nuestra casa, había trabajo por hacer.

Observaba la hora pasar y aún no tenía señales de Adler despierto, decidí dejarlo descansar y dedicarme a los preparativos de la fiesta. Como si de una corazonada se tratara, fui a verlo unos minutos después, y estaba recién despertando.

— Hey tú. — Sonrió adormecido. Su sonrisa, su cabello alborotado y su pecho ligeramente descubierto por la mañana nunca fallaban en hacerme suspirar. Sus, en este momento, pequeños ojos, me observaban con dedicación.

— Hey tú — salté a la cama y dejé que mi peso rebotara en el colchón, con una sonrisa lo besé con mucho amor — ¿Sabes que día es hoy? — Pregunté pícara.

— ¿Jueves? — Bromeó haciéndose el desentendido.

— ¡Feliz cumpleaños! — Escondí mi rostro en su cuello y noté como su respiración se agitaba de la emoción.

— Gracias, hermosa. — Movió ligeramente su cabeza a mi dirección y lanzó un beso al aire. Acerqué mi rostro para besarlo.

— ¿Qué se siente tener treinta y dos años? — Pregunté divertida — ¿Si te das cuenta que ahora eres todo un señor? — Reí y él entrecerró sus ojos, presentía un refunfuño.

— Pues, creo que me están sentando de maravilla, no paso de veintitrés años. — Suspiró con aires de grandeza, obviamente bromeando.

— ¿Quieres ir a desayunar? — Pregunté — Traería el desayuno a la cama, pero ya he decorado el patio trasero y quiero que lo veas, hay un sol radiante, y eso es porque un día como hoy, ¡naciste, guapo!

— Ya, perfecto — sonrió ante mis expresiones —. Vamos al patio, guapa. — Con la técnica de siempre, con la fuerza bruta a la que ya me acostumbré a realizar, lo senté cuidadosamente en su silla. Los pasillos con globos y fotos de él cuando bebe le causaron mucha gracia. Fotos de la infancia, adolescencia, todo lo que ha sido su vida hasta ahora.

Estoy emocionada por lo que el futuro pueda tener para nosotros, casi con certeza, sé que desde hoy en adelante las cosas cambiarán para bien.

El patio estaba aún más decorado que el interior de la casa, si eso es posible. Anonadado observaba cada detalle y luego hablé:

— ¿Te gusta?

— ¿¡En qué momento hiciste todo esto!? — Preguntó muy alegre.

— Cuando dormías — lo abracé ligeramente —. ¿Ahora entiendes cuando te digo que tienes el sueño muy pesado?

— Creo que sí — arrugó su nariz —. Todo está maravilloso, gracias.

— Lo mejor para él mejor... no creas que no tengo un pastel, pero quiero cantarte el cumpleaños ahora. — Saqué de una pequeña cajita un cupcake con frosting de sus colores favoritos y chispitas de colores, como las que le gustan desde pequeño. Le canté el cumpleaños y él me miraba como si fuera lo más preciado en toda la existencia. Me derretía, conectar mis ojos con los suyos hacía que todo se me olvidara, que me saliera esa risa tonta y que mi corazón latiera rápido, tal como la primera vez en que nos vimos.

Vaya, cómo llega una persona a cambiar todo lo que alguna vez conociste, a llenar tu mundo de colores y vida. Lo que más me encantaba es que ambos tuvimos el mismo efecto en el otro, esa carga de energía, de amor y compañía que necesitaba, también la necesitaba él.

Acerqué el pastelito y con mucha fuerza, sopló la pequeña vela en este. Aplaudí entusiasmada y comencé a darle el desayuno, que a su parecer, estaba riquísimo.

Media hora más tarde, Ashton y Sally habían llegado de sorpresa. Sarah llegaría pronto con los niños y los pequeños de Sally estaban donde mamá y papá, lo que significaba que los veríamos pronto.

— ¡Felicidades campeón! — Ashton palmeó la espalda de Adler saludándolo. Mis hermanos le dieron regalos muy hermosos que le han encantado, Puse algo de música y me fui unos segundos para buscar mi regalo. Lo saqué del armario y cuando volví al patio, Adler movía su silla para adelante y para atrás, moviendo ligeramente el cuello, todo indicaba a que estaba disfrutando el momento al ritmo de As Long As You Love Me de los Backstreet Boys. Ash bromeaba y bailaba con él, y Sally grababa la escena. Al hacer ese movimiento con la silla, golpeaba una pequeña repisa que tenía maceteros con hermosas plantas y me espanté cuando se golpeó con uno de ellos en la cabeza.

— ¿¡Estás bien!? — Me preocupé porque las macetas eran algo pesadas. El alma me volvió al cuerpo cuando escuché una larga carcajada.

— ¿Ya ven lo que me pasa por ser el alma de la fiesta? — Adler carcajeó contagiándonos su risa. Inmediatamente fui por una compresa de hielo, presentía un gran hematoma. Lo ayudé a darse una ducha y una vez que estaba listo y perfumado bajamos a la sala en la que ya nos estaba esperando gran parte de los invitados. Su rostro de felicidad es algo que me encantaría grabar en mi mente para siempre, no fue una sonrisa cualquiera, o un pequeño suspiro de asombro. Fueron sus ojos cristalizados, su pequeña sonrisa que demostraba lo conmovido que estaba al ver a todas esas personas reunidas por él.

— ¡Wow! — Fue lo único que se limitó a decir producto de la emoción.

— Todos ellos están aquí por ti, Adler. — Acaricié su espalda y un pequeño puchero se formó en sus labios.

— No puedo creerlo — suspiró —. Bueno, sí. Pero me emociona mucho ver a todos aquí. Y si yo estoy en este mundo, es por ti. — Besé su mejilla con el corazón estrujado. No tardaron en acercarse y saludarlo. Su madre fue la primera en dejar su lápiz labial marcado en su frente y mejillas. Muchos le dieron obsequios, y luego recordé que yo aún no le he dado el mío.

Lo llevé a mi oficina y ahí se encontraba un bulto grande envuelto en papel de regalo.

— Voy a abrirlo, espero que te guste mucho, podemos cambiarlo si así lo deseas.

— Pero si aún no lo he visto, hermosa — dijo riendo. Rompí el envoltorio y se trataba de toda la maquinaria, considerablemente aún más avanzada, para que lograra tomar fotografías, y unos nuevos lentes para su cámara que no usaba desde hace mucho tiempo —. Sé que ya lo has dejado, principalmente por aquella vez en la que se arruinaron los artefactos, pero en verdad deseo que vuelvas a intentarlo, porque sé lo feliz que eras haciéndolo.

— Creo que jamás podré agradecerte por esto — se formó un nudo en su garganta y acercó su silla ligeramente para observar cada detalle de su regalo —. Gracias, Mía. Soy el hombre más afortunado por tenerte — se formó un silencio para nada incómodo y en este momento dejó los implementos de fotografía y se posó frente a mí — ¿Mía?

— ¿Sí? — Dije nerviosa.

— Quiero preguntarte algo...

— Adelante. — Pestañeé tres veces en un segundo y dio una pausa.

— ¿Chicos? Oh, aquí están. Llegaron los padres de Mía, los están esperando abajo. — Ambos nos exaltamos después de que Alyssa entrara abruptamente a la habitación, esfumando la tensión del momento.

— ¿Todo bien, Adler?

— Tranquila, puede esperar. — Saludamos a mamá y papá y luego nos separamos inmersos en distintas conversaciones. La comida estaba deliciosa, el ambiente muy bonito. Todos estaban felices de celebrar al valiente chico que después de un rato, volvió a estar a mi lado. La música retumbaba ligeramente y después de un rato nos fuimos al patio trasero.

Todos pasaban un buen rato, después de todo, éramos una sola familia. No era la familia Cox y la familia Hart. Eso era algo mucho más que satisfactorio y que no siempre se da entre las familias de parejas.

Corría de un lado a otro preocupándome de cualquier detalle a mi alcance y mi cuerpo dijo que me detuviera cuando vi a Adler algo aislado y en silencio, reposando donde no había mucha gente.

— ¿Adler, sucede algo? — Pregunté sin hacer mucho estruendo para que nadie más lo notara.

— No, ¿por qué?

— Te noto algo extraño. — Entrecerré mis ojos intentando descifrar que pasaba por su cabeza en estos momentos.

— Es solo que me duele ligeramente la cabeza, he sentido mucha emoción, ha de ser eso.

— Y menudo golpe el que te diste, precioso — posé mi mano delicadamente en su frente para ver la evolución del hematoma en la parte trasera de su cabeza —. Espérame un segundo, ya te traeré una pastilla con algo de agua. — Inmediatamente fui por la gran bolsa en la que guardaba todos sus medicamentos y cuando volví ya estaba conversando con uno de sus primos. En una media hora volvió a ser el chico emocionado de cumplir treinta y dos años. Porque él no lo veía como algo malo.

Jamás en su vida pensó en envejecer como algo nostálgico. Siempre me ha dicho que desea envejecer algún día con la satisfacción de haber vivido al máximo todos los días de su vida, y sentir que en ese envejecer; hay un hombre maduro, lleno de experiencia que alguna vez fue arriesgado, terco y enamorado.

A pesar de todo, quería hacerle saber que aún puede sentirse de esa manera, y, amo, verdaderamente; que él mismo se ha dado cuenta de aquello.

Cuando ya comenzaba a oscurecer, apagaron todas las luces, quedando solamente las que adornaban el jardín, para traer el pastel de cumpleaños.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, sí; por enésima vez, al ver como cada una una de las personas que siempre han estado para él, vitoreaban su nombre y celebraban un año de vida más.

— Este es sin duda el mejor cumpleaños que jamás haya tenido. — Lanzó un beso al aire y acaricié su barbilla con delicadeza.

— Y aún está lejos de terminar. — Las visitas se fueron una media hora después, pero sólo yo sabía lo que tenía preparado para él.

Estábamos física y mentalmente agotados por todo lo que vivimos hoy, y es que por lo menos a mí, la nostálgica; sí se me pasó toda la vida por delante, todo lo que hemos vivido juntos, todo lo que hemos vivido en tan poco tiempo.

— ¿Qué haces? — Preguntó con una sonrisa divertida al ver que tenía en mis manos un proyector. La luz de la mesita de noche hacía que resaltaran unos finos destellos castaños de su cabello. Sus pupilas dilatadas expectantes, sus ojos pestañeando rápidamente.

— Bueno, pues. ¿En serio creías que ya habían terminado las sorpresas? — Levanté mis cejas, mucho más que emocionada y me recosté a su lado, apagué las luces y prendí otras que decoraban la habitación iluminando cada rincón. En la muralla vacía comenzó a verse un video con I Guess That's Why They Call It The Blues de Elton John de fondo. Un video de cuando apenas teníamos unos ¿diecinueve años? Corríamos por todo el parque de Broderick Street. Él intentaba alcanzarme, yo corría por mi vida, o por las cosquillas. Luego otro en nuestra primera (y última) borrachera, en la que fuimos a un Mcdonald's a las dos de la mañana, con suerte lograba darle papas fritas en la boca. Nos reíamos de cualquier cosa, ni siquiera nos importaba a qué hora llegaríamos a casa, mentiríamos que estábamos en casas de amigos y nos íbamos de viaje a cualquier lugar alejado de la ciudad. Habían tantos momentos felices, guardé siempre todo en un disco duro. Cada detalle, cada fotografía. Algunos clips de nosotros desgarrando nuestras cuerdas vocales en el auto cantando a más no poder, terminando haciendo no sé qué después.

Si bien, dudé mucho en hacer esto, teniendo miedo en cómo podría reaccionar al respecto, ya que gran parte de nuestra historia se desarrolló antes del accidente. Pero reaccionó tal como pensé que lo haría, con felicidad. Sin decir una palabra, con carcajadas casi inaudibles.

Muchos cumpleaños a su lado, mucha vida, honestamente.

Luego de mostrar sus mejores momentos y los nuestros, el trayecto del video comenzó a avanzar a la actualidad. Algunos videos inspiradores, como cuando comenzaba sus rutinas y yo lo ayudaba, o cómo nos demostrábamos amor a pesar de todo.

Una vez que terminó, volví a mirarlo. Él ya lo hacía por el rabillo del ojo. Lloraba silenciosamente ante tal sorpresa. Junté nuestras narices y apreté los ojos con fuerza, oprimiendo a su vez, lágrimas que no tardarían en brotar.

— Feliz vida, Adler.

— Ya la tengo — limpié una lágrima que rodaba por su mejilla y sonrió con mayor emoción —. Y eso es gracias a ti. Me has ayudado tanto... soy tan feliz.

— Lo mismo digo. Sin saberlo, ayudándote, me he ayudado a mí misma.

— Me devolviste las ganas de enfrentar la vida. — Su voz se quebró y esa fue la gota que colmó el vaso para mí. Saber que pude ayudarlo, que pude hacerle entender que no importa cuan duras sean las cosas, siempre se podrá ver la luz; es todo lo que necesito y necesitaré por el resto de mis días.

— Adler, tú me diste vida. — Ambos estábamos llorando con mucha emoción y lo besé con la misma intensidad y amor de siempre. Posicioné mis manos en su pecho, y creo que comenzaba a quedarme dormida con su ronca voz, contándome lo mucho que me quería.


35

Jueves 31 de enero, 2019

¿Podría ser que ya finalmente lo hemos logrado? ¿Así de rápido?, ¿en menos de un año?

Anhelaba con todas mis ganas poder afirmarlo.

La fe y el amor mueven montañas, mejor dicho; la fe y el amor siempre te han movido a ti.

Feliz cumpleaños, tú. Ese que me enseñó a amar, ese que me enseñó a llorar. El que me enseñó a sonreír, el que me da todos los días nuevas razones para hacerlo.

El que me dio todo en la intimidad, el que me amó y me amará.

Tú, el que encanta a todos, la luz potente embriagante al llegar a cualquier lugar.

Tú, el ojitos de estrella, esos que sólo me miran a mí.

Ya te lo dije, pero lo vuelvo a repetir;

Feliz vida.








Me desperté de muy buen humor, ayer había sido un día increíble, pero debíamos aterrizar en que la vida debía continuar, aunque motivos no me faltarían para celebrar al hombre que tenía a mi lado.

Decidí dejarlo dormir un par de minutos más, y preparé el desayuno en silencio, con la cálida luz del sol por la mañana. Miré mi teléfono y estaba repleto de fotos del día de ayer, agradecimientos y saludos que responderé más tarde.

— Ok, buenos días, dormilón — susurré entrando a la habitación —. Te dejé dormir unos segundos más, pero ya es hora de levantarnos, Adler — alcé ligeramente la voz —. Tenemos un gran día por delante — aún no obtenía respuesta —. Ya, Adler. Lo digo en serio — reí abriendo las cortinas —. Adler... Adler.













Holaaa, Perdón por dejar botada esta novela, la verdad es que ni botada la dejé. Estuve siempre pendiente de escribir este capítulo de manera perfecta. Retratar todas las emociones...

Por eso me demoré tanto, y es un poco más largo que los anteriores.

Me cuentan qué les parece, me encanta leer sus comentarios.

¿¡Cómo están!?

Yo súper, escuchando Harry's house😂y vi a Louis Tomlinson la semana pasada después de ocho años😱😱🫶🫶

Lo amo mucho jajaja 🫶🫶

Pues, eso🥹
Nos leemos más pronto que la última vez, jajaja.

Xoxo, Bella.

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