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Cómo empezar a escribir, a seguir con esta historia, si estoy tan desecha. Si todos los pasos avanzados, nuevamente fueron retrocedidos. La muerte de Hal nos cayó como un balde de agua fría. Sobretodo a Adler, él es el más afectado. Por inercia, me afecta aún más.

Nada parecía hacerle sonreír, nada podía hacerle sentir mejor. Cada vez dormía menos, temía que a él le pasara lo mismo. Pedía tazas de café a largas horas de la madrugada, si no se las daba, comenzaba a gritar y llorar. He intentado todo por calmar la inmensa angustia que siente en estos momentos. Muy difícil, por otro lado, para mí superarlo. Viendo, contradictoriamente, cómo las ganas de vivir se le acortaban a pasos agigantados. Adler no era el mismo. Tan apagado, tan ajeno.

— Hey, ¿cómo te sientes? — Pregunté calmada. Recién había despertado de una larga siesta y no quería abrumarlo — ¿Dormiste bien?

— Pues, al menos no morí en el intento — respondió amargo. Con rabia, a pesar de recién estar despertando —. No sé que tan bueno es eso.

— Adler, detente. No sabes lo que dices.

— Sé perfectamente de lo que hablo. — Solicité la ayuda de Victoria para volver a sentarlo en su silla y al ver que las cosas se tornaban complicadas, decidió darnos privacidad.

— No — temblé al llevarle la contraria. Decidí que esto tenía que parar, y como la mayoría de las veces en las que lo he ayudado a entrar en razón, debía ser directa e incluso frívola —. Te he dicho millones de veces que eso no tiene que necesariamente ocurrir. Hal ya era casi de la tercera edad, si es que ya no era. Las cosas son distintas en comparación a alguien de tu edad.

— O sea, ¿quieres decir que me quedan unos treinta años de vida aproximadamente?

— Bueno eso nadie lo sabe, Adler.

— ¡O sea que me quedan menos! — Exclamó riendo con ironía. Mierda, no sabía cómo expresarme, y él no quería cooperar en conversar y arreglar las cosas de la manera fácil.

— No pongas palabras en mi boca — suspiré llevando ambas manos a mi cabeza —, me encantaría tener una puta bola de cristal, poder haber evitado cualquier cosa que pudiera hacerte daño.

— Pero no la tienes, Mía — a este punto su voz era casi inaudible, se quebraba mediante cada palabra que decía —. No pudimos salvar a Hal. No pude esquivar al conductor borracho mientras manejaba. Y ahora es cuando en realidad no puedo hacer nada, Dios sabe que no es literal. Que aún extraño mi vida de antes. Cada día me cuesta vivir, no quiero más. No vale la pena — apretó sus ojos con fuerza oprimiendo las recientes lágrimas que comenzaron a brotar de sus ojos. Ese momento fue uno de los más tristes de toda mi vida. De esos que no importa el tiempo que pase, los recordarás siempre con el mismo dolor, con la misma intensidad como si vivieras en ese momento, la escena, en carne propia —. Desearía estar muerto. No haber sobrevivido.

— ¿No vale la pena? ¿No haber sobrevivido? — Exclamé alzando la voz. Sentía impotencia, sentía rabia. Me sentía enojada. Porque todo el esfuerzo que creí que había dado frutos tras intentar en darle la mejor de las vidas, en estos momentos significaba nada para él — Eres tan terco. ¿No puedes ver más allá?, ¿es en serio? — Me miraba extrañado, confundido — Estás cegado, completamente cegado por tu propia voluntad. No estás bien porque no quieres.

— ¿Sí? Oh, eso lo explica todo. Quiero estar bien, ahora mismo podré levantarme y mover mi flácido cuerpo para ir a un triatlón, o quizás jugar fútbol americano — sonrió incrédulo — ¿Puedes hacerme un favor? No digas discursos baratos que encuentras en el buscador de Google. Yo sé mejor que eso, tú sabes mejor que eso. ¿No te das cuenta que las cosas cambiaron hace ya bastante rato? No puedes hacer nada para remediarlo. Por primera vez, no puedes arreglar algo en mi vida. — Sus gritos sólo me mareaban más. Creí por un momento que caería muerta, desplomada en el piso flotante. Respiré armándome de valor. No habría vuelta atrás después de esta discusión. ¿Tantas cosas teníamos guardadas? ¿No éramos lo que se amaban tanto, que sabían y descifraban cada cosa que pensaba el otro? Sé que nada podría hacer que mis sentimientos hacia él cambien, pero temo no conocerlo en estos momentos. Lo desconozco, no es la misma persona, y no esperaba que lo fuera, eso lo sabía. Pero hay un trasfondo mucho más oscuro, vivencias, pensamientos que sólo él interpretaba en su cabeza, cosas que me ocultó todo este tiempo.

— ¿Y tú no te das cuenta? — Reí de la misma forma que él lo hizo hace unos instantes. Él levantó sus cejas desconcertado — ¿No te das cuenta de lo valiosa que es tu vida y de lo mucho que te amo que a veces deseo con todas mis fuerzas que todo esto me hubiese pasado a mí? — Azoté mi mano contra la mesita del pasillo. Una nube tapó el sol oscureciendo la sala por completo, pero aún veía sus ojos. Esos ojos que por primera vez en el día no evitaban mi mirada.

— ¿En serio deseas eso? — Preguntó afligido, ahora yo era quien lo evitaba. Asentí levemente sin decir una sola palabra. Miré mis zapatos, llorando en silencio hasta que pude volver a dirigirle la palabra.

— Si tú... — dije en un susurro — si tú te dieras cuenta de lo feliz que soy a tu lado, Adler. Con tus miles de versiones, con tus miles de emociones... Soy realmente feliz. No te miento. Intento con todas mis fuerzas que te sientas de la misma manera. Sé que a veces puedo ser muy exigente, que no siempre soy la más amabl-

—Estás hablando como si tú fueras el problema de esto — respondió extrañado —. Y estás tan equivocada. Yo soy el problema.

— No lo eres.

— Lo soy — sonrió triste. Derrotado, sin ganas de más lucha, guerra.

— Estabas tan bien. Sé que lo de Hal no ha sido lo mejor que pudo habernos pasado, ¡pero mírate! Hace algunos meses hablábamos de tener hijos. ¿Qué pasó? — Ahora a mí se me hacía difícil emitir las palabras para reflejar un extracto de los miles de sentimientos que tenía.

— La vida, Mía. Pasó la vida. — Sollozó. Cada vez más apagado. Lamentando toda esta situación.

— No sé qué decirte...

— No tienes que decir nada — dijo —. Esta es una realidad más que asumida pero no por eso significa que las cosas estén bien. Es un proceso.

— Estoy consciente de aquello, por eso te acompaño en cada avance que tienes. En cada chillido de tus ruedas — me arrodillé para estar a su altura y lloramos mirándonos a los ojos, a nuestros espejos del alma. Me apoyé en sus piernas y lloré abrazada a él. Estábamos rotos. Desechos desde raíz. Nos costaba asimilar que ya no éramos los tórtolos de secundaria, el aventurero fotógrafo, sin miedo a nada, y la audaz escritora que derramaba palabras y sentimientos con tanta facilidad en una hoja. Creíamos estar bien, cuando en realidad oprimíamos cualquier sentimiento de tristeza en nuestro pecho. Qué triste tener que haber llegado a tratarnos tan mal para poder darnos cuenta de eso. ¿Qué se dice en momentos como estos? Sé que ahora estoy bajo los efectos del fervor del momento. Que en unos instantes volveremos a estar tan unidos como siempre, pero no ahora —. Me voy a dar una vuelta, necesito pensar. Aclarar algunas cosas en mi cabeza.

— Como... gustes — titubeó — ¿Te espero para el almuerzo.

— No sé a qué hora volveré — respondí a secas. Relajé mi semblante, soné más dura y frustrada de lo que quería —, no me esperes para almorzar. Victoria estará contigo hoy. — Sin más desaparecí por el pasillo en busca de mis llaves y me fui sin más que eso. Adler me observó en silencio.

No cerré la puerta, no hubo necesidad porque la repentina brisa se ocupó de azotarla. Pronto probablemente se aproximará una tormenta.

¿No te das cuenta de lo valiosa que es tu vida y de lo mucho que te amo que a veces deseo con todas mis fuerzas que todo esto me hubiese pasado a mí?

Sentí cada una de las palabras que dije. Fui precisa al decirle lo que sentía. Porque al parecer había olvidado que nuestro amor era casi una leyenda, que había pasado todas las fronteras.

Era tonto, extraño, dependiente; amar tanto como yo lo hacía. Devota a su sonrisa, a su bienestar. ¿Pero qué podía hacer? Ni siquiera estaba arrepentida de eso. De entregarme, entregar mi vida para que Adler pueda volver a sonreír. Anhelaba despertar en otro mundo, en una realidad distinta a la mía. Quizás en otra vida no estaríamos pasando por esto.

Te preguntas, ¿qué le hace pensar que en otra vida están juntos?

Te lo aseguro, en esta y en mil vidas más nos conocimos, fuimos cómplices, eternos enamorados.

Adler Cox y Mia Hart, contra todas las adversidades de la vida en múltiples universos, en múltiples versiones.

De eso estaba segura.

Mis pasos me llevaron al borde costero, caminé por las anchas veredas frente al mar. Viendo como este chocaba furiosamente contra el pavimento, producto de las grandes marejadas que habían en el momento, provocando eventualmente que toda mi ropa estuviese empapada.

Repentinamente se invirtieron las emociones, ahora el mar tan furioso, y yo tan calmada, sin haber pasado más de una hora desde nuestra discusión. La ciudad estaba casi apocalíptica, había una que otra persona caminando en la calle, probablemente rumbo a casa. Y luego estaba yo, intentando desconectarme del universo y ver, si de una vez por todas podría calmar la angustia, o simplemente aislar mi pobre corazón, que ha tenido sin duda penas que sanar.

Sumida en mis pensamientos hubo un quiebre que me hizo por primera vez en media hora despegar mi mirada de las baldosas.

— ¿Mía? — Esa sí era una voz que no esperaba escuchar hoy.

— ¡Alonzo! — Grité a la distancia. Cuidadosamente cruzó la calle para encontrarse conmigo.

— ¡Hey! — Saludó animado. Parece que estaba muy mal, porque solamente al verme notó que algo andaba mal — ¿Qué sucede? — Preguntó. Ahora me miraba preocupado — ¿Cómo está Adler? — Volvió a preguntar. Como si todos mis pesares rondaran en torno a él, y es que en gran parte lo hacían.

— Hemos discutido... No han sido los mejores días desde la muerte de Hal.

— Oh, lo lamento tanto — suspiró posando su mano en mi hombro —. A todos nos cayó como un balde de agua fría — suspiró utilizando las mismas palabras que había dicho hace un rato —. Sé que ustedes eran muy amigos. Es una verdadera tragedia.

— Pensaría que ya con el pasar de los días no se sentiría tan reciente. Digo, no espero dejar de sentir esta tristeza de la noche a la mañana, intento vivir el duelo, como todos los mortales, pero esperaba que ya se hubiese calmado el dolor, al menos un poco. Ambos estamos muy afectados, y eso nos ha traído problemas.

— Ya verás que pronto estarán mejor. A todos nos pasa alguna vez. No hay una receta o procedimiento certero en cuanto a cómo lidiar con la angustia. Es importante que ambos digan lo que sienten, que estén para el otro. Así la vida es mucho más fácil, en compañía.

— Tienes razón — sonreí serena —, eso es lo que nos ha costado últimamente...

— ¿Piensas hacer algo más que caminar y coger un resfrío? — Carcajeó, inmediatamente logró sacarme una sonrisa. Volvimos a caminar.

— Pues, no. Sólo quería pensar con más claridad.

— Entonces, te propongo algo. Si ya has pensado lo suficiente, y quieres; te invito a una cafetería nueva que abrieron cerca de Broderick. Tiene toda la pinta de que la amarás. Y no te preocupes que yo invito.

— No lo sé... no tengo hambre.

— Yo tampoco, pero de sólo pensar en el aroma que sentí al pasar por fuera me da un hambre feroz. Ya verás que te animas a comer algo y a despreocuparte un rato.

— Okay, acepto a tu propuesta de romper mi dieta. — Reí bajito.

— ¿Dieta? Esa yo ya me la comí — Carcajeó mirándome divertido. Obviamente él estaba exagerando. Porque estaba muy en forma. Hablamos sin descanso todo el trayecto a la cafetería. Era muy divertido y siempre lograba sacarme una sonrisa, además de servicial. Porque siempre me ha ayudado con Adler en el centro, y sí, es su trabajo; pero su disposición es más que sobresaliente.

— ¿Y pues, cómo ha ido el trabajo? — Pregunté una vez que nos sentamos — He querido evitar el centro a toda costa. Es tan triste ir y ver que Hal no está quejándose sobre algo. O leyendo el diario.

— Pues, todos están más callados, o esa es la percepción que tengo. Quieren hablar al respecto, pero al ser un caso tan cercano, les pone nerviosos la idea de que puedan pasar por lo mismo que él. Pero seamos honestos, eso puede pasarle a cualquiera.

— ¡Lo sé! El pobre Adler ha tenido dificultad para dormir desde entonces. Pesadillas, desvelos. Está tan cansado y no sé que hacer.

— Es normal, yo también me sentiría así si fuera él. En Hal veía mucho más que a un amigo, veía a alguien con quien podía verdaderamente relacionarse. Conversar sobre cosas y sensaciones que sólo ellos entenderían. — Suspiró desviando su mirada al menú. Luego hubo un silencio, no tan incómodo como lo esperaría. Ordenamos la comida y en un segundo nos la trajeron. Conversamos de diversas cosas. La verdad es que nunca tuvimos la oportunidad de conocernos más allá de su trabajo, Adler, y la tetraplejia.

Era alguien agradable, me entusiasmaba la idea de tenerlo como amigo. Ya que, como puedes notar, no soy de esas personas que tienen tantos amigos. De hecho puedo contarlos con los dedos de una mano. Los verdaderos, claro. No los cercanos, conocidos.

— Me gustaría repetir esto alguna vez — tomó mi mano delicadamente y le dio un ligero apretón. Notó mi ligero desconcierto y carraspeó su garganta mirando a otra dirección —. Estaría feliz de invitarte, y por supuesto a Adler, a cenar alguno de estos días.

— Me la he pasado de maravilla contigo, Alonzo — sonreí cálida. Volvió a mirarme a los ojos —. Yo encantada acepto la invitación. Adler, como ya sabes no ha estado de muy buen ánimo pero un día de estos podría lograr convencerlo para que nos olvidemos de todo un rato.

— Suena genial — no me dejó pagar la comida a lo que no insistí más porque aseguró que quería invitarme esta vez y que yo podría invitarlo la próxima —. ¿Has venido sola caminando hasta acá?

— Así es. — Asentí.

— Permíteme llevarte a casa. Estás empapada, no querrás resfriarte.

— No quiero ser molestia, no te preocupes. Puedo caminar.

— Está lloviendo a cántaros, mi auto está unas cuadras más arriba, no te preocupes. — Caminamos, o más bien corrimos de fachada en fachada hasta llegar al estacionamiento riendo como adolescentes. Le agradecí una vez más su amabilidad y compañía. Necesitaba hablar con alguien, y él fue de mucha ayuda. Me despedí prometiendo avisarle cuando Adler y yo estuviéramos listos para la cena que quedará pendiente. Esperó a que abriera la puerta para desaparecer por los suburbios.

La casa estaba bastante oscura y sólo el ruido de una llave mal cerrada sonaba en la cocina.

Esta es la hora en la que Adler duerme su siesta sagrada. Decidí avanzar un poco en el libro que a pasos agigantados ya casi debo entregar (aún me falta mucho por escribir). Antes agarré mi cuadernillo y arranqué una hoja, como siempre.

23

25 de octubre, 2018

Adler:

Creo que hoy tocamos fondo. Me duele verte tan roto. Tan desolado. Hago lo posible por verte feliz pero las situaciones de la vida se me escapan de las manos.

Aún así, tengo esperanza. Sé que la divina intervención de Hal hará que juntos salgamos adelante. Que volvamos a estar en marcha y esta vez para no volver a atrás jamás.

Eres muy fuerte, y juntos somos invencibles.

Lamento que a veces situaciones como estas saquen lo peor de nosotros, pero ahora sabes que tu chica, tu Mía; daría su vida por ti, una y mil veces. No me defraudes, intenta sonreír.

Hazlo por mí.








Fui a nuestra habitación y me encontré con la sorpresa de que Adler no estaba ahí. Es más, me atrevería a suponer que no está en casa. Busqué por todos lados mi celular, ya que recordé que lo dejé tirado por algún rincón de la casa.

20 llamadas perdidas, 40 mensajes


Victoria

Mía

Mía????

Estás ahí????

Llamada perdida a las 14:45

5 mensajes nuevos

Mía, por favor responde.

Llamada perdida a las 14:46

Estamos en el hospital. Adler se descompensó brutalmente. Por favor ven cuanto antes.

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