18
— La semana pasada te escuché decir que anhelabas comer un buen plato de pasta. Espero que aún tengas ganas. — Su brazo rodeó mi hombro por sorpresa mientras tomaba mi abrigo del perchero.
— Créeme cuando te digo que esta mañana comencé a ver al jabón de la ducha con forma de gnocchi. — reí entrando al auto. Obviamente, como el buen caballero que Adler era, abrió la puerta por mí — ¿Estás bien? Te noto algo callado desde que entramos al auto.
— Es que no puedo recuperarme de lo bella que te has arreglado esta noche. Sé que es un cliché o algo empalagoso decir que siempre estás bella, y es verdad, pero con ese vestido te ves realmente increíble.
— Gracias — respondí nerviosa, tímida y avergonzada —, te queda muy bien ese traje. Jamás te había visto con él.
— Estuve guardándolo por meses para una ocasión especial. Hoy por fin pude estrenarlo. — Por primera vez en mucho tiempo estábamos solos y eso nos asustaba. Aún somos bastante jóvenes, acabo de graduarme de la escuela, soy la menor de dos hermanos, entenderás que mi familia puede ser algo sobreprotectora respecto a cualquier tema que me competa. Adler hablaba de la extraña y repentina lluvia, yo del frío que había hecho la semana anterior; la última sección de noticias, cualquier cosa para evitar el silencio. Esos momentos vacíos de ansiedad en los que te preguntas si todo está yendo como debería. En los que no sabes si tienes algo en la cara o tu maquillaje se corrió y por eso te sientes tan observada.
Por fin, después de un largo trayecto llegamos al mejor restaurant de comida italiana de todo San Francisco.
Adler se bajó rápidamente del auto y antes de que pudiera decir una palabra puso ante mí un gran y bello ramo de flores. En él estaban todas mis flores favoritas, en su mirada todas mis respuestas. Hoy sería sin duda una noche para recordar.
La gente nos miraba con ternura. No era usual ver a dos jóvenes preguntar por su reserva en un lugar tan exclusivo. Adler se esmeró mucho para conseguir el dinero para la cena haciendo ayudantías y miles de trabajos extra en su universidad. Todo para poder disfrutar de este hermoso momento.
Nos atendió un amable señor y la noche comenzaba a fluir. De a poco teníamos más confianza, sabíamos de qué conversar y no temíamos disfrutar del otro.
La cita pasó más rápida de lo que me hubiese gustado: La comida estuvo deliciosa y lo mejor, obviamente fue la compañía. Pensé que aquí había acabado, cuando tomó mi mano repentinamente armándose de valor para volver a hablar.
— ¿Sucede algo? – Pregunté rompiendo el hielo — Gracias por la cena, estuvo increíble.
— Me alegra que te haya gustado, Mía — respondió no muy convencido. Como si eso no fuera lo que en realidad quería decir —. Llámame tonto, iluso, espero no espantarte;
— ¿Por qué habrías de espantarme? – Pregunté yo esta vez acariciando su mano en un intento de remediar el nerviosismo que sentía.
— Porque... de verdad pienso que lo nuestro será para siempre — sonrió aliviado por haber dicho lo que al parecer estaba rondando por su cabeza. Yo lo observaba sonriente —. No sé por qué. Sólo lo siento. Y sé que no me equivoco. Por eso, algo dentro de mí, insiste en que es momento de que tengas esto — de su bolsillo sacó una pequeña cajita de terciopelo y antes de que dijera algo me interrumpió —. No te voy a proponer matrimonio, no te asustes. Somos aún muy chiquitos. — Carcajeó como él solía hacer. De forma tan inocente y poco sutil, inmediatamente llamando la atención de los demás comensales. Finalmente abrió la caja y dentro de ella había un anillo que a simple vista era muy costoso, lo cual me asustaba. Pero eso no era lo más importante. Él decidió regalármelo. Era hermoso, con muchos diamantes y detalles microscópicos que lo hacían perfecto.
— Adler...
— ¿Te gusta? — Preguntó expectante.
— ¡Me encanta! — Sonreí emocionada y algo nerviosa, mira cómo se dan vuelta las cosas.
— Era de mi tatarabuela. Se ha ido pasando generación tras generación y esta vez tuve la dicha de ser el heredero de aquella joya. Es muy valiosa, casi tanto como tú.
— Wow... Yo no sé si pueda aceptarlo.
— Por favor, hazlo. Toda mi familia está de acuerdo. Dicen que cuando sabes; sabes. Y en verdad no creo equivocarme. Mereces esta reliquia. — Tomó mi mano y la besó. Delicadamente me arrebato el anillo de las manos y lo introdujo en mi dedo con suma delicadeza. Esbocé una sonrisa inconscientemente. Pareciera que estuviese hecho a medida.
— Te amo, Adler — lo abracé agradecida. Sentía que desde hoy en adelante caminaría por las nubes. Nuestro amor crecía cada día, no me sorprendería si lo que él dice sobre nuestro futuro se cumple —. Gracias por todo.
— Feliz primer aniversario.
Anoche apenas había podido dormir de la emoción por la cita de hoy.
Y es que cómo hacerlo si hoy es nuestro onceavo aniversario.
Tantos momentos vividos, tantas cosas que hemos pasado juntos y aquí estamos. Muchos dijeron que no lo lograríamos, que lo nuestro algún día tarde o temprano terminaría, pero aquí estamos con la dicha de celebrar un aniversario más. Con varios cambios en nuestras vidas, pero con los mismos sentimientos de esos dos adolescentes que no tenían ni la menor idea de las cosas que la vida les haría vivir.
¿Qué íbamos a hacer para celebrar? Ni idea. Él sólo dijo que me vistiera elegante. Que él se encargaría del resto.
Y eso es exactamente lo que hice. Me arreglé para él con mi mejor vestido, con un collar brillante y mi infaltable anillo.
Sentí unos suaves golpes en la puerta. Me di una última mirada en el espejo.
— Adelante. — Levanté la voz y la puerta rápidamente se abrió. Victoria y Karina me observaban emocionadas.
— ¡Te ves hermosa! — Karina expresó alegremente.
— No doy de la emoción por ustedes, será una tarde increíble — Victoria añadió sonriente —. Espero que lo pasen increíble. — Karina se encargaría de ir con nosotros, más bien del traslado, porque Adler insistió en que quería que esta tarde fuera solamente nuestra.
— ¿Dónde está? — Pregunté ansiosa.
— Cierto, necesitamos que bajes las escaleras cuando estés lista. — Les hice caso, comencé a jugar con mis dedos porque sentía los nervios apoderarse de mí. ¿Cómo era posible que me sintiera de esta manera? Después de todo lo que hemos vivido, las miles de citas y aniversarios que hemos celebrado, aún lograba hacer que mi corazón se acelerara.
Y en estos momentos, es lo que más puedo reafirmar.
Las puertas del segundo piso se abrieron para dar paso a Adler, quien vestía un traje negro, su cabello perfectamente engominado y una rosa que débilmente sostenía entre sus dedos.
Me sonreía, sabía que se sentía igual que yo. Se veía hermoso. No pude contener las lágrimas al verlo bajar las escaleras con la tecnología que con tanto esfuerzo compramos. Estaba radiante, tan sonriente. Esa misma expresión tenía el mismo día en el que lo conocí.
Todo indicaba a que estábamos haciendo las cosas bien. Que seguíamos siendo los mismos, a pesar de todo, por más que hayamos cambiado. Su mirada me decía todas las cosas que sentía, su mirada me mostraba cada una de las risas y buenos momentos que hemos vivido. Su sonrisa, hace que todo pasado triste quede en el olvido, y su esencia irradiaba esperanza, superación y mucho amor.
— Te ves hermosa en esta velada, señorita Hart.
— Tú no te quedas atrás, señor Cox — sonreí comenzando a tiritar de la emoción que sentía en estos momentos. Sus dedos se movieron lentamente y entendí que me estaba entregando la rosa —. Gracias, es bellísima.
— Ninguna flor podría hacerte justicia, ni el más lujoso ramo de flores. — Acercó su silla a mí y lo besé agradecida.
— ¿Listos para una de las mejores noches de su vida? — Karina abrió la puerta principal y nos subimos al auto. Adler traía puesto el nuevo perfume que le había regalado. Noté que estaba tan nervioso como yo, y es que no entiendo en realidad por qué nos sentíamos así. No era nada nuevo, un aniversario más. Todo indicaba a que nuestros sentimientos por el otro no han cambiado ni en lo más mínimo. Que aún sentimos mariposas.
Cuando lo vi bajar las escaleras... wow. Volví a recordar lo afortunada que era de tener a alguien como Adler en mi vida. Porque al final del día, cada sacrificio, cada dolor, cada llanto; valía la pena con tal de verlo feliz. De verlo avanzar y dejar todo el pasado atrás.
— ¡Una noche de cine en el parque! — Broderick street estaba llena de luces y sillas de gente esperando una película. Sin duda esto parecía ser una muy buena idea.
— ¿Te gusta la idea? — Preguntó atento sonriendo.
— ¡Me encanta! — Ahora entendí por qué había una silla plegable en la maleta del auto y muchos snacks. Tomé las cosas y nos instalamos a unos metros de la pantalla grande.
— Espera a que veas cual es la película en cartelera. — En unos minutos comenzó la película y ahora sí, no podía estar más emocionada. Mi película favorita.
— Dirty Dancing — apoyé mi cabeza en su hombro suspirando —. Gracias.
— Gracias a ti — me interrumpió —. Por todo.
La vibra del lugar era genial, una vez terminada la película caminamos por la ciudad como si fuéramos turistas. Nos tomamos fotografías en los lugares que hemos recorrido todas nuestras vidas. Las personas al pasar nos miraban enternecidas. Dos tórtolos disfrutando de su compañía en una cita.
Luego para terminar la noche fuimos a un restaurante. Adler ya no se avergonzaba de ser alimentado, volvía lentamente a disfrutar cosas que por momentos no quiso hacer en su vida.
Pero qué noche fue esa. La llevo en mi corazón siempre.
Llegué a casa a escribir con todos los sentimientos a flor de piel.
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24 de septiembre. 2018
Querido Adler:
Este ha sido una noche de ensueño. Disfrutamos de este día como dos adolescentes enamorados, sin mayores preocupaciones que el otro.
Quién diría que a pesar de todo, junto a ti, soy más feliz que nunca.
Y Karina tuvo razón. Esta fue una de las mejores noches de mi vida. Y de las que con más cariño recuerdo.
Feliz aniversario, cómplice. Amigo, mi amor.
Créeme, la afortunada soy yo.
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