16
Hoy tenía la esperanza de que fuera un gran día. El sol casi otoñal abrazaba e iluminaba todas las calles, pequeñas aves cantaban, los árboles prontos a cambiar de color.
Debíamos ir a la casa Cox. Hace semanas que está programada la gran reunión familiar en la que Adler volvería a ver a sus primos y familiares más cercanos. Sí. Todos lo han visto en este estado, no es algo nuevo para ellos; si eso es lo que te preguntas. Su familia nos ha apoyado mucho.
Adler es hijo único, pero siempre ha considerado a sus numerosos primos como sus hermanos. Sus tíos y tías son un amor, siempre preocupados de su pequeño James Dean, como les gustaba apodarle. A mí, me integraron a la familia desde el día uno, no tengo nada que decir, por suerte.
Es recíproco, toda mi familia adora a Adler, casi tanto como adoran a Ashton. No es muy difícil quererlo, la verdad.
Tiene esa manía de meterse en tu corazón y no salir jamás. Se deja querer, es un encanto al que nadie (ni siquiera Hal Parker) se ha podido resistir.
Me levanté al alba para arreglar todo lo necesario y para hacer de este día un día para recordar. Vestiría a Adler con su mejor camisa, Victoria tendría el día libre, por lo que Karina llegó a ayudarnos desde temprano.
— Mira lo guapo que te ves — Karina lo llevo hacia el espejo y él se miró a sí mismo con un aspecto crítico.
— Amorcita — me llamó burlón —, ¿debo ir tan peinado?
— Es eso o un corte de cabello — me di media vuelta y estaba por buscar mi bolso, pero me detuve —, amorcito. — Antes de desaparecer por el pasillo sentí su risa tan peculiar. Esa risa tan irónica pero tan idónea.
Me maquillé un poco, Adler insistía en lo bonita que me veía, pero yo insistía en lo demacrado y cansado que mi rostro se veía. Entenderás que nuestro estilo de vida es algo agitado. Que llevo la cuenta de más tazas de café que horas de sueño. Cada día que pasaba era un día en el que tendría que entregar el libro, un día en el que se acercaba nuestro aniversario, día de acción de gracias; navidad, año nuevo ¿¡Es que el mundo no puede dejar de girar por dos segundos!?
Parece que no. Por eso de nosotros depende vivir una buena vida, porque nunca sabemos cuando puede terminar. "Sólo se vive una vez" Dicen muchos. Y están en lo cierto. Todos a simple vista saben que no ha sido fácil volver a tomar las riendas de nuestras vidas pero de a poco, y juntos; encontramos la manera. Tampoco es que haya una receta para la vida perfecta o felicidad. Simple y finalmente el universo, y tu esfuerzo, se encargan de darte lo que mereces, tarde o temprano. Y tarde o temprano las cosas volverán a funcionar para estos dos adultos jóvenes enamorados. Eso es lo que anhelo asegurar.
Di los últimos retoques a mi maquillaje y como si le hubiese transmitido el pensamiento hace un par de días, Zoe, mi amiga de la escuela estaba llamando al teléfono.
— ¿Zoe? — Exclamé — No puede ser, hace muy poco estaba acordándome de ti.
— Mía, qué bueno escucharte — respondió alegre —. También me he estado acordando mucho de ti, de Adler también.
— ¿Cómo estás? — Pregunté mientras me miraba al espejo, sentí ligeramente el chirrido de las ruedas de Adler, quien ya llevaba un rato paseándose por los pasillos y cada rincón de la casa. Por seguridad, en contra de su voluntad, instalé yo misma unas rejas en las escaleras para evitar accidentes, además, con la tecnología de ahora, puede bajar las escaleras, lentamente pero de forma segura.
— ¿Yo? Yo estoy bien, trabajando a más no poder en el restaurante. Cada día tenemos más clientes y eso es agotador pero nos encanta. — Zoe decidió estudiar leyes. Logró titularse con honores, ¿pero de qué le sirve si eso no es lo que quería hacer realmente? No soy nadie para cuestionarla, pero al menos se ve feliz en lo que realmente le gusta hacer.
— Me alegro tanto, veamos si algún día Adler y yo nos damos una vuelta por esos lados.
— Adler, eso. Tú... — Hizo una pausa — ¿Cómo estás tú? Lamento tanto no estar contigo en los momentos más difíciles. ¿Cómo está él?
— Dentro de lo que se puede, él está bien. Aún es una batalla que debemos afrontar día a día, pero lentamente nos acostumbramos.
— Qué bueno saberlo, no sabes lo feliz que me hace. Pero hay otra cosa que me gustaría saber.
— ¿Qué cosa? — Dije curiosa. Nuevamente sentí a Adler merodeando por el segundo piso. Esta vez sus ruedas se detuvieron, seguramente estaba en otra habitación.
— ¿Cómo estás tú? — Esa es una pregunta que no muchas veces me hacen. Una pregunta que rompe todos mis esquemas, que me deja en pleno desconcierto. Porque a mí se me ha de ver bien, ¿no?
— ¿Honestamente? — Suspiré — Agotada a más no poder. Estoy muerta. No tengo un respiro... — me arrepentí inmediatamente de lo que dije. Sé que tengo derecho a sentirme cansada, a estar triste, pero aún así algo dentro de mí se movió al decirlo con tal desenfreno. Sentí las ruedas de Adler alejarse —. Pero no me arrepiento de nada — sonreí inconscientemente al pensar en él —, verlo sonreír, con ganas de vivir, sentir su amor, no tiene precio. Realmente al final del día, se me olvida todo lo malo.
— Ay — suspiró a través de la llamada —, es hermoso escuchar eso. Eres una gran persona, Mía. Te admiro.
— Gracias. Espero que podamos vernos pronto. Tomarnos un día libre no nos sentaría para nada mal.
— Estamos hablando, entonces. Un gusto haber hablado contigo.
— ¡Te quiero, Zoe!
— Yo más. Bye. — Cortó la llamada y caminé hacia Adler que conversaba tranquilamente más bien apagado, junto a Karina. Nos subimos al auto y el trayecto fue silencioso, muy incómodo. Era extraño porque visitar a su familia era algo que solía alegrarlo mucho. Cuando está con ellos es otra persona, no le importa ni duele nada. Es como ver a un niño pequeño cuando habla con sus primos. Simplemente no hay complicaciones. Pero en estos momentos, lo veía como estaba en sus días malos, de esos en los que ni la palabra me dirigía.
— ¿Ya casi llegamos? — Preguntó rompiendo el silencio, tenía los ojos cerrados.
— Te sabes este camino más que bien, abre los ojos y verás cuánto falta. — Reí pero de su parte sólo hubo un extraño silencio. Por suerte estaba estacionándome, le imploraba a todos los dioses del Olimpo que su estado anímico cambiara considerablemente para bien en menos de cinco minutos.
— Déjame arreglarte para no tener que hacerlo en frente de todos después. — Karina salvó el silencio incómodo y yo me preocupé de bajar las golosinas y tartas que habíamos comprado en el trayecto, ya sabes, para no llegar con las manos vacías.
— Tengo sueño — protestó bostezando con indiferencia, como si tuviera mejores cosas que hacer que estar aquí —, ¿podré dormir una siesta?
— Adler, ves a estas personas cada tres meses — suspiré azotando la puerta del auto —. Haz tu mejor esfuerzo para verte alegre, aquí viene tu madre.
— ¡Hijo! — Alyssa se acercó a pasos agigantados y abrazó a su "pequeño". Adler siempre ha sido la luz de sus ojos. Ella está ahí para él en todo momento, siempre está presente y pendiente.
— Hola, mamá. — Lo vi sonreír, no estaba actuando. Podría confirmar que la felicidad es contagiosa. Ella lo besó dejando una marca de lápiz labial en su mejilla. Feliz de poder estar con él después de una intensa semana de trabajo.
— Hola, cariño. — Me saludó de la misma forma. Siempre hemos tenido una buena relación, pero esta se ha vuelto mucho más fuerte desde el accidente. Sé lo agradecida que está por todo lo que hago por Adler, y es que a este punto, de lo enamorada que estoy; lo hago por mí misma. Dependencia emocional, estoy frita hace ya bastante rato. No me queda mucho por hacer, lo amo, y él me hace bien, nos hacemos bien, eso no es novedad.
— ¡Adler!
— ¡Ian! — El primo menor de la familia se lanzó a sus brazos con mucho afecto, con tanta inocencia. ¿Adler? Sí que se alegraba de verlo. Subió al pequeño en sus piernas o más bien él mismo lo hizo y dio un paseo, alegrándose ligeramente un poco al notar la felicidad del niño. Porque él no veía tantas diferencias, veía a Adler como un par. ¿Lástima?, ¿por qué sentirla? ¿Has visto lo rápida que es su silla? Puede subir y bajar las escaleras con tecnología especial, o como él mismo lo dice "espacial", aún no sabía la diferencia entre ambas palabras. Eso es lo que él siempre decía. Eso es lo que él adoraba de su dulce primito.
— ¿¡Qué onda!? — Preguntó tocando su cabello, luego posó sus manos en las de Adler y las apretó.
— No mucho chiquitín — respondió divertido — ¿Te ha gustado el paseo?
— Esa silla es muy rápida — carcajeó hiperventilado por la gran adrenalina que debió haber sentido —, pero creo que le falta algo.
— ¿Ah sí? — Sonrió sorprendido. De vez en cuando me daba una de sus miradas cómplices, lo que restaba a mi persona, yo babeaba al verlos juntos — ¿Qué le hace falta?
— Una calcomanía de mi libreta. — Salió corriendo en otra dirección, seguramente a buscar a su madre quien tendría sus cosas. Me acerqué un poco a Adler, él aún estaba sonriendo.
— No hay como la familia, ¿no? — Delicadamente me senté en sus piernas, rodeando su cuello con un brazo, él besó mi mejilla. Todos nos miraban enternecidos.
— No, no hay como la familia. — Apoyé mi cabeza en él y otros primos pero de nuestra edad se acercaron a nosotros. Hablamos de la vida, de muchas cosas que quizás en estos momentos ni recuerde. El punto es que Adler la estaba pasando de maravilla.
— ¡Aquí está! — Ian llegó corriendo exhausto, resulta que forzó a su mamá a ir al auto por ella — ¿Cuál quieres?
— El del oso. — Respondió.
— ¿Mía, me ayudas a pegarlo? — Me hinqué e hice lo que me había pedido. Le había dado el toque especial que Ian había sugerido.
Al llegar a casa, decir que estábamos agotados era poco. Apenas pudimos llegar a la cama y llegamos solamente a intentar conciliar el sueño, o eso es lo que pensaba yo. No sabía que la mente de Adler había estado trabajando durante todo el trayecto a casa.
— ¿Sabes algo? — Estaba al borde de caer en un profundo sueño y su voz me desconcertó por completo.
— ¿Qué cosa? — Pregunté medio dormida.
— Quiero ir mañana mismo a un centro de fertilidad, no quiero arriesgar nuestra oportunidad de convertirnos en padres.
— Mañana mismo. — Por arte de magia, todos mis sentidos habían despertado. Me giré para verlo a los ojos y ninguna pizca de ironía o broma había en ellos.
— ¿Quieres ser padre en estos momentos?
— Si tú quieres...
16
19 de Septiembre de 2018
Querido Adler:
Quieres ser padre.
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