No te equivocaste
Sentado en la rama de un árbol, Légolas esperaba que el alba le aclarara aun más su de por si muy aguda visión, esperando al fin que la joven saliera de su hogar.
'¿Hogar?' pensaba el elfo, aquello era muy diferente a las casas de su especie, incluso era muy diferente a las casas de los Hobbits, si hasta era completamente distinto a muchas de las casas en Bree. Aquello no era más que un rectángulo de piedra con tablas viejas cubierto de láminas oxidadas, paredes pintadas de tizne y puertas y ventanas desvencijadas.
Todo lo contrario si mirabas el jardín, que aunque no tenia ninguna planta en flor por el frío de aquella época, era muy hermoso por el orden y el cuidado minucioso que reflejaba. Légolas se imaginaba aquel jardín en plena primavera, lleno de color y con mariposas posándose en las flores, sin duda se vería precioso. Y eso hablaba de una chica que aunque joven y de pocos recursos monetarios, se esforzaba por vivir en un lugar alegre e invertía su tiempo en ello, alguien que ama la naturaleza y se deleita en las cosas más sencillas, que hacen de la vida un disfrute.
La puerta trasera de la casa se abrió con un rechinido flojo y ahí, con un abrigo grueso, aquella chica de mirada triste salió dispuesta a realizar sus tareas diarias. Caminó hasta un pequeño lavadero y tras sacar un poco de agua del pozo; lavó sus manos y a continuación su rostro, no sin quejarse de la baja temperatura que el agua tenía. En todo esto el elfo no le despegó la inquisidora mirada, observó cada movimiento de sus manos, sus pasos temblorosos por el frío, su cabello castaño cayendo en ondas por su espalda, movido de forma suave por el viento helado.
Era sencilla pero bella como un lirio de campo, con un deje de melancolía rondando siempre en sus facciones. Rasgos faciales cansados, sonrisa floja...
Una niña de no más de ocho años entró corriendo hasta donde la mujer y le entregó un cántaro de unos dos litros de leche. La joven acarició el cabello de la pequeña con dulzura y sonriendo sacó dos monedas del bolsillo derecho del abrigo, pagó a la niña por la leche propinándole un buen apretón de mejillas de pasada. La pequeña soltó una risa inocente y salió del patio despidiéndose de la chica, enviándole besos con sus manos.
Y eso era todo... lo mismo de siempre. Légolas esperaba ver a una joven llena de odio, pero todo lo contrario; encontró con una muchacha dulce y gentil. Dicen que si quieres conocer el corazón de alguien mires como trata a los animales o a los niños, y si eso era cierto entonces no había maldad en su interior. El décimo quinto sentido élfico del príncipe estaba equivocado para su desdicha. Y con estos pensamientos el elfo se quedó mirando al cielo, pensando en su error, en las palabras de Aragorn, y en que después de espiar durante una semana a la chica, todo indicaba que debía regresar a su pueblo.
Esos pensamientos distraían a su mente cuando escuchó ¡Zooooooooom! Un objeto volador no identificado pasó rozando su sien ¡Zoooooom! otro muy cerca de su frente, justo arriba de su cabeza. Légolas buscó el remitente de dicho proyectil con la mirada y entonces lo vio, más bien la vio. La muchacha, con la capucha del abrigo cubriéndole la cabeza y las orejas estaba entre los arbustos lanzando rocas con una resortera, atentando contra la integridad del elfo, quien al ver la determinación en darle a su objetivo, bajó de un salto de la rama y levantando los brazos con las palmas abiertas solicitó paz. Gesto que fue comprendido al instante por la joven, la cual detuvo el ataque.
El príncipe avanzó hasta quedar a unos dos metros de la joven, quien saliendo de su escondite entre las hojas y bajando la resortera incordió al elfo.
—Necesito una explicación larga y tendida de porqué me está vigilando—con los brazos en la cintura preguntó la chica entrecerrando los ojos, como quien quiere fulminar con la mirada al otro.
—No hay nada mas alejado de la realidad que esa acusación. Solo estaba descansando en la rama del árbol, a la espera de que el sol se elevara un poco más. No me apetece viajar con tanto frió—Mintió el príncipe.
—Solo hay algo que me molesta más que el que me espíen, y es el que me quieran ver la cara— Légolas puso mueca de no entender y la joven como respuesta se acerco a pasos despreocupados hasta disminuir la distancia entre ambos a solo un palmo—Creo que reformularé mi pregunta—continuó ella levantando la cara para poder mirarle a los ojos debido a la diferencia de estatura—¿Qué le hice a la raza élfica para que me espié durante seis días?—
—¿Me creería si le digo que fue para observar su hermosa sonrisa?—Ella negó con la cabeza, le había caído en la mentira y Légolas todo desencajado no tuvo otra opción más que soltar la verdad
—Señor elfo, la mentira no es su fuerte. Mejor diga que estuvo toda la semana vigilándome para ver si no soy un títere del señor oscuro—soltó la joven si despegar la mirada de los ojos del príncipe
—Esa es la absoluta y clara verdad—respondió con voz muy suave el elfo, bajando un poco la cabeza, acortando la ya de por si mínima distancia que existía entre ambos. Esa chica era valiente y orgullosa, no se amedrentaba ante él y Légolas no la daría el gusto de verse inferior ante ella—Pero veo que como pocas veces, estoy equivocado. Le ofrezco mis más sinceras disculpas—
La joven suavizó de forma muy tenue el semblante amenazador pues durante instantes se vio perdida en el encanto de esos profundos ojos mar que el hijo de Thranduil poseía. Sacudió la cabeza saliendo del encanto de los Eldar, y girando sobre sus talones caminó hasta la puerta de su hogar. La abrió lento y miró sobre su hombro al elfo, quien no dejaba de mirarla. Y por primera vez en toda su larga vida se atrevió a decir lo que en realidad pensaba... decidió por primera vez no callar.
—No te equivocaste hir nin
Bueno, tercer capitulo. Les agradezco a todos los que se toman la molestia de leer, votar y dejar un comentario. Me animan muchísimo.
Un beso
*Ya había subido este chap pero por alguna extraña razón se borró, y aquí está de nuevo.
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