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(4.3)

Yeonjun estaba recostado a lo largo del sofá de su sala, dormitando, aturdido, bajo la bruma del calor. Sabía que Yeji jugaba en alguna parte de la casa, pero ya no la sentía dando brincos a su alrededor ni podía escucharla canturrear.

El chico rebelde tenía los ojos cerrados y la visión completamente obstruida por una revista abierta sobre su rostro.

No sabía en qué momento Yeji había dejado de hacer ruido; ya solo podía oír la radio, en la lejanía, emitiendo una canción conocida.

"Tastes like strawberries

On a summer evenin'

And it sounds just like a song..."

Era de un artista occidental, cuyo nombre no recordaba; tenía un ritmo relajado, fresco, agradable; pero a Yeonjun no le gustaba la música pop, así que le resultó ligeramente molesto.

"... Breathe me in

Breathe me out

I don't know if I could ever go without..."

Gruñó, regañando a Yeji con la mente. No entendía por qué la niña no había apagado la radio si planeaba irse a jugar a otra parte; le parecía muy desconsiderado que la dejara sonando cuando él intentaba descansar, y peor aún, porque esa música no era su estilo.

Entonces se incorporó para apagarla. Pero al quitarse de encima la revista que le cubría la cara, notó algo que lo dejó boquiabierto.

Era él.

Era él en la revista.

La portada tenía una foto suya, de él, de Choi Yeonjun. Incluso tenía su nombre escrito en mayúsculas:

YEONJUN.

Quizá se hubiera sentido completamente desconcertado si su razón no estuviera nublada por el candor vespertino, por la tranquilidad del momento, por la comodidad del sofá; pero su mente estaba relajada y suelta, y todas sus ideas flotaban sin dirección como dentro de una piscina. Por eso, lo único que pudo pensar fue:

"Woah, me veo genial"

Dejó la revista en la mesita de la sala, sin ser consciente de la sonrisa bobalicona que adornaba su rostro. Ya se había olvidado completamente de que su intención era levantarse a apagar la radio.

Y entonces... notó que ni siquiera era necesario, pues la música había cambiado por completo.

Ya no sonaba el canto de una voz suave; el ritmo dejó de ser pop tranquilo. Una guitarra eléctrica empezó a vibrar con intensidad, el bajo estableció un rudo contraste, y la batería también se hizo presente. Yeonjun sintió anticipación en su pecho cuando se dio cuenta de que estaba comenzando un tema al más puro estilo del rock.

Decenas de luces cenitales apuntaron directamente hacia su rostro, deslumbrándolo unos segundos. Cuando pudo aclarar su visión, notó que ya no parecía estar en la sala de su casa.

El sofá seguía en su lugar, pero el resto de los muebles había desaparecido, así como el linóleo amaderado de su piso y la pintura de las paredes.

Todo lo que podía ver ahora era suelo blanco, paredes blancas, y luz también blanca proveniente de grandes reflectores que estaban enfrente suyo, en lo alto. Había también cámaras, muchas cámaras, cableado y largos micrófonos de caña. La luz era tan intensa que no le permitía distinguir los rostros de las personas que había detrás del equipo de filmación.

Filmación.

¿Qué iban a filmar?

Yeonjun no tenía idea, pero como no había ni público ni escenario, suponía que podría ser una especie de video musical.

Mas los reflectores no apuntaban hacia ningún artista oculto. No. La estrella del MV no aparecía.

Las luces cenitales apuntaban... hacia él.

Hacia Yeonjun.

Yeonjun miró confuso su propio pecho al percatarse de esto. Entonces descubrió la fabulosa ropa que llevaba puesta: Era una chaqueta roja, brillante, demasiado cool, que daba cierto aire de Michael Jackson; también tenía una camiseta negra y un pantalón igualmente negro, rasgado de las rodillas. Todo eso estaba bien, sí, pero definitivamente la pieza central era la chaqueta roja, por Dios, era una belleza.

Parecía una estrella con eso puesto.

Parecía un Rockstar.

Entonces lo comprendió: Él era el artista. Todas las cámaras, los reflectores, el set de grabación entero, todo eso era solo por y para él. También su rostro en la portada de la revista, su nombre en mayúsculas, su ropa.

Y había, además, un micrófono de cinta empotrado en un tripié delante del sofá. Era un micrófono elegante, clásico, que recordaba la época del rock and roll, algo que sin dudas hubiera podido ser usado por el mismísimo Elvis Presley.

No lo pensó; Yeonjun simplemente se movió, tomó el micrófono y dejó salir de lo profundo de su garganta -o de su estómago, o de su corazón, o de su alma- su mejor metal scream. La canción no era metal, pero ¡qué importaba! Tenía ganas de gritar muy fuerte, así que eso hizo.

Y llegaron de ambos costados del set montones de bailarines vestidos con negras chamarras de cuero. ¿De dónde había salido tanta gente? Eso tampoco importaba. Las luces y la música tenían hechizado a Yeonjun, no podía pensar en nada más.

No se dio cuenta de en qué momento comenzó a bailar, al centro de todos esos bailarines coordinados. Sus movimientos eran fuertes, precisos; propios de una coreografía ensayada, lo cual era sensacional, porque Yeonjun no recordaba haberse aprendido ninguna coreografía.

¡Ni siquiera le gustaba bailar, es más, era malísimo en eso! Pero otra vez ¿qué importaba? Se estaba divirtiendo a lo grande.

"You red leather rocket, you little foxy queen

Everybody's watching, pretty little thing

Baby, tell me, what's your fantasy? Come closer, let's talk about it

You want white lines in a limousine

Whipped cream, and everything in between, yeah~"

Aunque no estaba cantando, esa letra se la sabía perfectamente, pues le encantaba y la había escuchado millones de veces. El tema era nada más y nada menos que "BLOW" de Bruno Mars, Chris Stapleton y Ed Sheeran; y Yeonjun inevitablemente se había dejado llevar por la música, sin preocupaciones ni dudas. Seguía bailando, sintiéndose libre, vivo, admirado.

Embriagado por los reflectores y la sensación de ser una estrella.

Cuando inició un solo de guitarra, el rebelde se quitó la chaqueta a medias y, alocado, fingió que la "tocaba" como si fuera la guitarra de la canción. Luego la aventó, mientras sus bailarines de acompañamiento realizaban maniobras y volteretas.

"...I'm comin', baby

I'm gunnin' for you

Pull my trigger, ¡let me blow your mind!..."

Sentía euforia, estaba tan, tan, tan emocionado. La música vibraba por todas partes, incluso dentro de él. Podía sentir retumbar la batería dentro de su pecho, y de pronto...

¡Yeonjun, te estoy hablando, maldito bueno para nada!

Sintió sacudidas y repetidos golpes toscos y secos en la mejilla.

─ ¡La puta casa es una porquería, joder, y tú tumbado como un holgazán!

Despertó.

Su madre, Yoona, lo zarandeaba salvajemente. Yeonjun se asustó porque todo le dio vueltas.

La mujer solo lo soltó hasta que comprobó que su hijo estaba completamente consciente. Yeonjun, conmocionado y desorientado, se sentó en el sofá. Experimentaba un vacío doloroso; y un terror indescriptible, pero no de su madre, sino por haber sido despojado de la fantasía.

Darse cuenta de esto no le gustó. No estaba bien. No quería sentir más aquella incómoda sensación de "despojo", no de un sueño tan estúpido y ridículo.

Era ridículo añorarlo, era ridículo sufrir dolor por su pérdida. Lamentarse por el final de una fantasía lo hacía avergonzarse consigo mismo; era demasiado infantil. La presencia de su madre lo empeoraba todo, porque con ella se sentía expuesto.

Y Yeonjun detestó darse cuenta de su propia fragilidad.

Pero no podía evitarlo. No podía negar esa sensación, que era tan nítida, tan palpable. Podía identificarla y describirla a la perfección: era como si su madre le hubiera arrebatado algo valioso, algo tan personal y tan íntimo como una extremidad de su propio cuerpo. Como si lo hubiese mutilado.

Quizá lo había hecho. Quizá arrancarlo tan violentamente del mundo de los sueños era como mutilarle una parte del alma.

Y odió a Yoona por un momento. Odió a su mamá, la mujer que le había dado vida y lo había criado, con cada célula de su cuerpo.

La odió cada segundo más y más, pues la mujer no dejó en ningún momento de gritarle e insultarlo.

─ ¡...pero esto ya llegó muy lejos y no lo voy a tolerar más! ¿Me oyes? ¡Eres un maldito parásito! No trabajas, vas mal en la escuela; probablemente ni siquiera llegues a graduarte y aún así no eres bueno para limpiar este basurero. Cuando yo era joven, los hijos...

La mujer iba de un lado al otro por la sala, levantando basura y cosas regadas que había por el suelo. En su mayoría, eran juguetes de Yeji; pero también había envolturas de dulces y trastes sucios.

Antes de dormirse, Yeonjun había comido con Yeji ahí mismo, en el suelo, mientras escuchaban música de la radio y conversaban; porque cuando llegó a su hogar, Yeonjun descubrió que su hermanita estaba sola.

Era normal que sus padres se fueran, así, sin aviso y por tiempo indefinido. A veces uno, a veces el otro; muy seguido ninguno de los dos se encontraba en casa.

Su padre seguía sin aparecer. Yeonjun no lo veía por ninguna parte, pero en realidad, le daba igual. No es como si el hombre fuera a defenderlo del agresivo regaño que le estaba dando su mamá.

Ella, Yoona, evidentemente había vuelto. Aún tenía el uniforme de la cafetería en que trabajaba puesto, a pesar de que su jornada terminó hacía bastantes horas. Llevaba el cabello recogido, pero con muchos mechones sueltos y desarreglados. Sus cejas, siempre fruncidas, estaban más pronunciadas que de costumbre. Su boca apretada cuando no estaba hablando, su cuello tenso, sus fosas nasales dilatadas. Estaba muy molesta.

No le había hecho nada de gracia encontrar la casa hecha un desastre. Su hijo mayor normalmente se encargaba de tener todo limpio y en orden, pero aquella tarde el adolescente llegó tan agotado física y mentalmente, que simplemente se desentendió de todo y se dedicó a dormir.

Sin embargo, la siesta no le había dado el descanso esperado; así que seguía distante, hastiado; fatigado todavía más porque estaba recibiendo un sermón. Yeonjun ya ni siquiera hacía un esfuerzo por entender todo lo que bramaba su madre; básicamente, insultos hacia su persona.

Yoona lo llamaba "vago", "holgazán", "parásito" y "bueno-para-nada". Al joven no le dolía escucharla, porque estaba más que acostumbrado a ser tratado así en todas partes.

Pero se sentía furioso.

Apretaba un puño, queriendo contener la frustración, mientras sentía que la cabeza le palpitaba y que el fluir del pulso en sus venas era intenso como la corriente de una catarata.

─ ¡Estoy cansada, Yeonjun, cansada! Tengo suficiente con aguantar al estúpido de tu padre, como para que tú salgas igual de vago e inútil que él.

─ ¡Entonces divórciate! ─contratacó el chico finalmente─ ¡Divórciate y lárgate! ¡Vete con tu amante! Nada te detiene. No sé por qué sigues aquí si ya ni siquiera te importamos. ¡Te odiamos y nos odias! ¡Esta puta familia es una mierda!

Yeonjun se sobresaltó cuando su madre le lanzó el florero de vidrio que había en el mueble de la tele. El cristal estalló en miles de pedazos contra la pared, que volaron hacia todas las direcciones.

Aunque el rebelde había conseguido esquivar el golpe, no estaba del todo ileso. Se sentía asustado y dolorido por dentro; su respiración se había vuelto errática.

─ ¿¡CÓMO TE ATREVES A DECIR ESO, IDIOTA?! ─Gritó la mujer mientras lloraba, rabiosa; su piel roja, sus ojos como el fuego. Parecía poseída, fuera de control.

A lo lejos podía oírse la voz asustada de Yeji, preguntando qué estaba ocurriendo.

─ ¿Cómo puedes tú, mi propio hijo, decirme algo así?! ¡Eres un ingrato! ¡Un malagradecido!

─ ¡Tú eres una loca, mujer, una loca!

─ ¡Yeonjun!

El muchacho sentía sus labios temblar y sus ojos arder. Sentía muchas ganas de sollozar y sabía que no podría aguantarse por mucho tiempo. Pero definitivamente no iba a permitir que su madre lo viera romper en llanto.

Fue así que, ignorando los gritos de Yoona y Yeji, decidió salir de la casa.

Estaba asustado. Tenía miedo de que la mujer realmente lo persiguiera o le lanzara algún otro objeto. Sentía el impulso apremiante de correr y correr lo más lejos posible, de alejarse, de no mirar atrás.

Pero Yoona no lo siguió. Ella se había derrumbado a llorar en el sofá.

Cuando el renegado llegó a la puerta de la vivienda con pasos torpes y acelerados, su visión cayó en un abrigo de su padre que colgaba del perchero. Yeonjun metió la mano en un bolcillo buscando dinero, pero encontró otra cosa: las llaves del auto.

No sabía conducir muy bien, apenas estaba aprendiendo. Pero no le importaba en ese momento provocar un accidente, ni siquiera le importaba morirse.

Tomó las llaves y salió azotando la puerta.

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