(4.2)
En las calles el clima comenzaba a templarse. El sol rojizo caía en el horizonte y una tintura naranja se apoderaba del cielo y bañaba a la ciudad.
Eran las siete y media de la tarde.
Odi seguía en calidad de desaparecido.
La prefecta Lee acababa de echarlos de la escuela; ya estaba hambrienta, cansada, fastidiada, y dudaba seriamente de que pudieran encontrar al animalito ahí. "Han dado vueltas y vueltas por el patio durante horas ─les dijo─; si el erizo siguiera aquí, creo que ya lo habrían visto, ¿no?".
Ciertamente, tenía sentido.
Las opciones más probables parecían reducirse a dos:
A) Odi se había escapado por entre los barrotes de la reja, y ahora estaba en la calle, completamente solo y perdido.
B) Alguien vio a Odi en el patio, lo recogió y se lo llevó a su casa.
Soobin prefería creer en la segunda posibilidad, le resultaba menos angustiante.
Varios compañeros se habían quedado para unirse a la búsqueda, pero a esas alturas, la mayoría se había retirado y solo quedaban tres chicas: Arin, Dayeon y Youngeun. Estas dos últimas se habían pasado todo el rato intentando coquetear con Beomgyu.
El pequeño grupo de adolescentes caminaba con la cabeza gacha, frustrados por no encontrar al erizo. Sus pasos eran lentos y arrastrados cuando doblaron en la esquina siguiente, bajando por la avenida.
No tenían prisa. Todos habían avisado a sus padres que se quedarían hasta tarde en la secundaria, y de hecho, Soobin esperaba demorarse la mayor cantidad de tiempo posible, porque aún no estaba preparado para enfrentar a su mamá.
Sabía que estaría molesta por muchas cosas, principalmente porque su impecable imagen de chico responsable había sido manchada con un estúpido reporte, y era necesario mostrárselo para que lo firmara.
Seguro le daría el sermón de su vida y le prohibiría invertir más tiempo buscando a Odi, alegando que ella tenía razón y que el erizo solo causaba problemas. Quizá se burlaría de él por haberlo perdido, o quizá simplemente le negaría volver a tenerlo en casa independientemente de si lo encontraba o no.
Todo estaba mal.
Soobin debía ir a limpiar la secundaria al menos dos veces por semana durante las vacaciones, ese era su castigo; y Beomgyu se había ofrecido a acompañarlo, aceptando su complicidad.
Solo había una cosa positiva: Si Odi había hecho alguna madriguera en la escuela, y decidía quedarse a ahí, lo podrían seguir buscando en los días subsecuentes. Pero aunque Beomgyu le señaló esta esperanza a Soobin, el más alto seguía viéndose decaído, pensando en lo peor.
─ Lo siento mucho, Soobinito. Espero que Odi aparezca mañana ─dijo Arin de pronto, colocándole una mano en el hombro.
Soobin se alegró de que alguien rompiera el silencio al fin, pues callados como iban, parecían una procesión fúnebre.
─Gracias. Yo también lo espero ─murmuró, y se forzó a formar una pequeña sonrisa para la chica.
Era la primera vez que hablaba con Arin desde la disputa que tuvieron. Ella sorprendentemente se quedó a ayudar, pero no le había dirigido la palabra a nadie hasta ese momento. Soobin se alegró de que, al parecer, no siguiera molesta con él. O si lo estaba, aún así le brindaba su apoyo, cosa que valoraba mucho.
─ Verás que sí ─intervino Beomgyu─. Además, ya lo pensé y mañana te ayudaré a hacer una búsqueda masiva por toda la ciudad. Tienes fotos de Odi, ¿verdad?
─ ¿Fotos?
─ Sí, deberíamos imprimir fotos suyas en hojas de papel y hacer volantes para pegarlos por toda Estrellazul. Ya sabes, algo como: "Hola, ¿me has visto? Mi nombre es Odi y necesito ayuda para volver a casa" Colocamos tu número de teléfono y dirección, ¡y listo! Solo deberás esperar. Odi es medio exhibicionista, apuesto a que si anda vagando por la calle muchas personas ya lo habrán visto. Será cuestión de tiempo para que alguien te lo traiga o mínimo te dé noticias de él. Creo que es una buena idea, ¿no?
-Sí, supongo que sí.
Beomgyu sugirió que fueran a comer pizza, porque evidentemente era muy tarde y el hambre los estaba atacando a todos. Además, quizá sería una buena idea para subirle los ánimos a su amigo.
Beom seguía sin tolerar mucho a Arin, independientemente de lo acontecido ese día. Pero era consiente de que a su amigo le vendría bien pasar un rato junto a la chica que le gustaba, y solo por eso, aguantaría tenerla cerca durante la comida.
Por su parte, las tres chicas parecieron entusiasmadas y se sumergieron rápidamente en un pequeño debate de a dónde ir. Youngeun dijo que quería ir a la pizzería del centro, porque era la que tenían más próxima; Dayeon quería ir a la que estaba en la zona comercial; y Arin quería ir a la pizzería del Mirador, cerca de la costa.
A Beomgyu le causó un poco de gracia que se pusieran a discutir por una cosa tan simple, pero ellas parecían muy aferradas en sus propias sugerencias, como si se tratara de un asunto de vida o muerte. El chico popular solo podía escucharlas con una sonrisa.
Hasta que un pensamiento intrusivo lo atacó, y recordó que él siempre discutía con Yeonjun de la misma manera.
Una punzada de tristeza golpeó su corazón, pero quiso ignorarla, y se forzó a pensar en otra cosa.
Logró evadir el sentimiento desagradable por un par de minutos, hasta que volvió a presentarse. Y así una, y otra, y otra vez.
Se la pasó repitiendo este ciclo durante todo el camino a la pizzería. El chico rebelde iba y venía; pero las emociones de Beomgyu eran diferentes con cada aparición de Yeonjun en sus recuerdos. A veces, al rememorar su cercanía y sus charlas, lo invadía la tristeza. A veces volvía a escuchar sus insultos, y se llenaba de cólera y rencor. Otras tantas veces, pensaba en lo que pudo haber sido diferente, imaginaba una amistad entre los dos, y un anhelo extrañísimo inundaba su pecho.
Pero al final siempre parecía prevalecer un sentimiento por sobre los demás: la decepción. La fría decepción que era sobria, estática, no decadente como la tristeza ni efervescente como la rabia; que era monótona, y que no le hacía desear buscar a Yeonjun ni para reclamarle ni para golpearlo o insultarlo; que simplemente le hacía querer alejarse de él.
"...Pues entonces déjame solo, por favor. Estoy cansado de que me sigas a todos lados como un puto perrito, ¿te cuesta tanto entender cuando alguien no te quiere cerca? ¡No te soporto! ¡Te odio!"
La desilusión dolía. Y era, ciertamente, exasperante.
Beomgyu comenzó a fastidiarse de ser tan débil, de ser tan fácil de lastimar. Apostaba que al cabrón de Yeonjun le importaba un bledo la discusión. En cambio él, no podía dejar de pensar en esas crueles palabras que le fueron dichas. Y lo peor es que no era la primera, sino la segunda vez que lo hacía sentir así.
Ojalá fuera como él, pensaba, ojalá pudiera ser igual de duro y frío.
Pero no, no sería nunca tan maldito. Debía estar orgulloso de que él, Beomgyu, no tenía un corazón de piedra como el mayor. ¿Por qué mierda desearía ser un poco como él? Si era un hijo de puta, un egoísta que no valía la pena, justo como Soobin le advirtió.
Ni siquiera debería seguirse lamentando por su culpa.
Con ese ultimo pensamiento en mente, Beomgyu decidió cerrar las puertas a la memoria. No quería pensar más en Yeonjun ni en lo que le había dicho, ni en lo mucho que le dolía el corazón.
Puso todo su empeño en romper el ciclo de recuerdos. Y después de un par de intentos, lo consiguió. Ya no pensaría para nada en el chico rebelde. Iba a olvidarse de él.
Seguía caminando, agitando una mano frente a su rostro de vez en cuando para ahuyentar a los mosquitos que comenzaban a rondarlo.
Al final las chicas decidieron ir a la pizzería más lejana, como quería Arin: la que estaba cerca de la costa, a la otra punta del poblado, en una zona elevada llamada "El Mirador".
El Mirador estaba lleno de pequeños locales de marisco, restaurantes, vendedores ambulantes, bares y cafeterías. Delante de los negocios había un barandal oxidado, que evitaba que los transeúntes cayeran al despeñadero de abajo, en la arena.
La noche fue deslizándose poco a poco sobre el cielo, el clima se había vuelto más húmedo y la temperatura descendió un par de grados, pero seguía haciendo calor. No se sentía ningún frío, a excepción de una que otra brisa salada que, de vez en cuando, soplaba suavemente, como un suspiro del mar.
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