(3.3)
No estaba.
¡La rata con espinas ya no estaba! Y el renegado de verdad quería estrangular al presidente, porque tenía una cara de niño-inocente bastante vomitiva y la señora Lee lo estaba mirando a él, Yeonjun, como si fuera un maldito mentiroso.
De alguna manera, Soobin consiguió desaparecer al erizo. ¿Cómo lo había hecho? ese era el gran misterio. Se suponía que Arin no le iba a quitar el ojo de encima, y según ella, no lo hizo en ningún momento. Pero de seguro se descuidó por un mínimo instante. Ahora que finalmente Yeonjun y la señora Lee habían llegado, no había ni rastro del animalito. ¡Puf! Se había evaporado, como el humo, haciendo quedar a Yeonjun cual estúpido difamador.
─ ¡Yo lo vi, lo juro! Soobin debe haberlo escondido, pero tiene que estar por aquí en alguna parte.
Yeonjun ya no sabía cómo conseguir que la prefecta le creyera. Estaba desesperado buscando por el suelo, asomándose dentro del pasto de la jardinera, e incluso entre las ramas de los arbustos.
─ Yeonjun, basta ─habló la mujer firmemente─. No sigas con esta ridícula escen-...
─ ¡Está diciendo la verdad, no lo regañe! ─ intervino Arin─. Ya le dije que también lo vi, señora Lee. ¿No confía en mí? ¡Yo no mentiría! Usted sabe que yo me porto bien y además...
Soobin se cruzó de brazos, sin ganas de seguir prestando atención a lo que balbuceaba su supuesta "amiga" para secundar al renegado. Cuando Arin se le había acercado tan conversadora y agradable, nunca imaginó que todo fuera una treta para distraerlo mientras Yeonjun lo acusaba con la señora Lee.
¡Se sentía tan traicionado! La chica de sus sueños lo apuñaló por la espalda con una facilidad impresionante, y todo por ese bueno-para-nada del rebelde.
¿Por qué justamente Arin y Beomgyu, que eran tan importantes para Soobin, preferían apoyar y defender con uñas y dientes a Yeonjun? Soobin no podía estar más herido, más sentido, más dolido; sin embargo, no lo demostraba, pues seguía aparentando "confusión e inocencia" para que la señora Lee no sospechara de él.
Odi había desaparecido como el humo básicamente por accidente. Soobin no lo había planeado. De hecho, él tampoco sabía dónde estaba su mascota.
Mientras charlaba con Arin, Soobin sintió golpecitos dentro de la esfera de hámster, señal de que Odi se estaba moviendo; eso le resultó normal.
Solo comenzó a alarmarse cuando, de pronto, tuvo la impresión de que aquel objeto perdía peso: como si algo se hubiera lanzado hacia el exterior.
Se dio una bofetada mental al comprender que había cerrado mal la esfera en su prisa por alejarse de Beomgyu cuando estaban discutiendo.
Con miedo, echó un rápido vistazo a sus espaldas, y contuvo un suspiro de alivio al ver a Odi ─aparentemente, ileso de esta segunda caída─ dando pasitos presurosos hacia un charco de agua de lluvia que estaba a unos metros de distancia, a la sombra de la jardinera siguiente. Arin no se percató de aquello.
Soobin quiso ir por su travieso erizo de inmediato, mas optó por no hacerlo para evitar que Arin lo descubriera. Decidió que lo mejor sería solo cuidar a Odi desde lejos, con la vista, y esperar hasta que su compañera se fuera para ir a recogerlo.
Justamente, Arin había hecho una pausa en la simpática anécdota que le estaba contando, y el presidente quiso aprovechar esa oportunidad para decirle algo como: "bueno, te veo luego" e ir corriendo por su mascota.
Pero en ese mismo momento, habían llegado Yeonjun y la prefecta Lee, y Soobin entró en pánico.
Solo le tomó un par de segundos darse cuenta de que Arin había conspirado en su contra; pero ni siquiera pudo procesar aquella traición, porque el despiadado interrogatorio había comenzado sin dejarlo respirar siquiera.
Cuando esquivó las preguntas más difíciles, alegando que no tenía idea de qué erizo estaban hablándole, la prefecta finalmente pareció ceder, y le dio algo de tregua. La atención de la mujer se había desviado sobre Yeonjun, el aparente "mentiroso"; y Soobin quiso aprovechar ese respiro para comprobar el paradero de Odi.
Volteó discretamente a ver el charco donde su erizo tomaba agua anteriormente, y casi se desmayó ahí mismo al percatarse de que dicho charco estaba vacío.
Odi ya no estaba.
Odi se había ido.
Odi estaba solo, indefenso; desprotegido, en alguna parte del patio; y no había ningún rastro de él.
Soobin solo pudo pensar en lo muy asustado y estresado que se pondría su pequeño amigo espinoso, y en los peligros a los que podría enfrentarse en el patio. Terribles escenarios fatales eran producidos uno tras otro dentro de su imaginación: En el mejor de los casos, encontraría a Odi lastimado. En el peor de los casos, perdería a Odi para siempre.
Se estremeció de horror al considerar esa última posibilidad.
A partir de ese momento, usó toda su fuerza de voluntad para mantenerse positivo y no delatar con sus expresiones lo muy asustado que estaba.
Debía pensar en cosas buenas, pues se encontraba atado de manos. No podía ponerse a buscar a Odi hasta que la señora Lee lo dejara en paz, y ya que la evidencia principal, es decir, el mismísimo Odi no estaba, Soobin debía aprovechar para sostener la mentira de su inocencia y evitarse así problemas.
"De hecho, la situación no es tan mala" ─se dijo─ "No hay motivos para asustarse. Todo irá bien". Y quizá, no estaba tan equivocado. Después de todo, gracias a que Odi se había ido en primer lugar, la prefecta Lee no lo había descubierto.
Soobin pudo relajarse con eso en mente. Después de todo, había sido casi el destino que Odi desapareciera justo en aquel momento. Debía ser una señal de que la suerte estaba y estaría de su parte.
"Vamos, Soobin, cálmate. Todo está bien. «Eres uno con La Fuerza y La Fuerza te acompaña». Respira".
─ Me parece muy mal esto que estás haciendo, Arin ─dijo la prefecta Lee, haciendo que Soobin regresara su atención al problema que tenía enfrente.
─ ¿Qué estoy haciendo? Solo estoy diciendo la verd-...
─ Estás mintiendo. Acusaste a un compañero inocente, solo para seguirle el juego al muchacho que te gusta.
─ ¡N-no! ¡Eso no es cierto!
Arin se había puesto roja hasta las orejas y miraba a Yeonjun negando ansiosamente con la cabeza.
Evidentemente, la mayor no estaba haciendo ninguna "gran revelación", solo estaba usando como argumento algo que todos sabían y que a esas alturas era prácticamente información de uso común. Aún así, el renegado mostró una expresión neutra, pues no quería incomodar a Arin, que parecía ya bastante abochornada por la acusación de la prefecta.
─ Qué vergüenza ─volvió a atacar la mujer, negando con la cabeza─. Una muchachita tan aplicada y ejemplar como tú, debería tener un poco más de dignidad.
─ ¡Pero no es cierto! ¡De verdad que no es cierto!
Yeonjun sintió un nudo en su propia garganta cuando notó que la voz de Arin ya era gangosa indicando que estaba comenzando a llorar. Y Soobin igualmente se encontraba incómodo, pero más que nada, molesto, porque consideraba que por culpa de seguir a Yeonjun es que Arin se encontraba en ese predicamento.
─ Deberías reflexionar niña. Ya estás por ser una señorita, ¿crees que los chicos te van a respetar si desde ahora demuestras que eres fácil de manipular? Sé que las hormonas son difíciles de controlar, per-...
Y ahí fue suficiente. Yeonjun explotó.
─ ¡Oiga! ¡No le hable así! ¿Quién se cree que es?
La prefecta estaba notablemente molesta por la interrupción y por el tono de voz del chico problemático. Pero respiró profundamente para no perder los estribos.
─ Soy la figura de autoridad, Yeonjun. Y TÚ eres el que debe cuidar cómo me habla a mí.
─ Pero esos comentarios estuvieron completamente fuera de lugar. ¿Con qué derecho dice esas cosas, ah?
─ Con el mismo derecho con el que te voy a sancionar por mentiroso.
─ ¡Pero no estaba mintiendo! Y Arin tampoco...
─ Pues yo no veo ningún erizo por aquí. Solo veo a Choi Soobin con una esfera de hámster vacía. ¿Por qué la tiene? Me da igual, no es evidencia. Y Soobin es un muchacho medio rarito de por sí.
─ ¡Oiga! ─exclamó esta vez el ofendido presidente.
─ Cómo sea. Estoy cansada y no veo que esta discusión infantil llegue a ninguna parte. Planeo poner el punto final ahora mismo. Soobin, tú vete a tu salón ─ordenó─. Yeonjun, tú y Arin vendrán conmigo a Dirección. Les pondré un reporte y les daré un citatorio para que vengan sus padres mañana mismo, quiero hablarles a ellos sobre el castigo que tendrán: haré que vengan a limpiar toda la escuela una vez a la semana durante las vacaciones.
─ ¡No puede hacer eso! ─se quejaron ambos.
─ Sí puedo.
─ ¡No puede, no es justo! ─vociferó el renegado.
─ Sí puedo ¡Y ya deja de gritarme, muchacho irrespetuoso!
─ Entonces sólo castígueme a mí ─negoció─. Deje a mi compañera disfrutar de sus vacaciones en paz. Después de todo, usted cree que todo esto fue idea mía, ¿no?
Arin, que ya estaba cabizbaja, deshizo el puchero que tenía y formó una sonrisa discreta. A pesar de lo mal que estaba resultando la discusión, le aceleraba el corazón que Yeonjun la defendiera.
Soobin notó ese gesto, y no pudo evitar enfurecerse. A pesar de que juntarse con "el drogadicto" le hubiera ocasionado problemas, ella seguía cegada por él.
─ Dios, no te hagas el héroe, Yeonjun ─bufó el presidente─. Deja de fingir que Arin te interesa, lo único que haces es aprovecharte de ella y de sus sentimientos. No quieres librarla del castigo porque te importe, solo quieres evitar verla en vacaciones.
─ ¿Y tú qué sabes, flacucho? ─resopló el rebelde─. No inventes estupideces.
─ Yo no invento ─repuso el otro─ Yo deduzco y observo. Te he visto voltear los ojos y hacer gestos cuando Arin habla contigo y ella no lo nota. Es obvio que no te agrada, pero la mantienes cerca porque sabes que hará cualquier cosa por ti.
Arin, para ese momento, quería correr a esconderse y echarse a llorar sin que nadie la viera. No solo le dolían las acusaciones de Soobin ─que su corazón se negaba a creer─ sino también que tanto el presidente como la prefecta hubieran hablado con tanta simpleza de sus sentimientos delante del mismo Yeonjun. Estaba siendo salvajemente golpeada por la incertidumbre y la vergüenza. Deseaba desaparecer.
Yeonjun, por su parte, ya no le prestaba atención a la desdichada chica. Se encontraba tan enojado que solo podía pensar en el hipócrita-mentiroso-y-cobarde presidente de la clase, y en las ganas que tenía de darle una verdadera paliza.
Soobin, en cambio, tenía un gesto desolador; y él si estaba mirando a Arin, claramente frustrado por la indiferencia que tenía ella hacia su persona.
El renegado, prestándole atención a ese lenguaje corporal y facial tan evidente, comenzó a atar cabos. Siempre le había parecido que Soobin tenía un especial rencor en su contra, pero no se explicaba cuál era la razón. Ahora, delante de sus ojos, el rebelde tenía la respuesta.
─ Oh, ya veo qué pasa ─rió con sarcasmo─, solo estás celoso, ¿no? A ti te gusta Arin y por eso me odias, porque estás celoso de mí ─atacó.
Y mientras Soobin se sonrojaba tanto por el enojo como por el bochorno, Arin se hacía más pequeña en su lugar, queriendo que la tragara la tierra.
─Basta, Yeonjun ─intervino la señora Lee, antes de que alguno de los jóvenes dijera otra cosa que pudiera empeorar aún más la situación─. Eso ha estado "fuera de lugar" ─repitió con un poco de ironía las palabras anteriores del renegado─. Como dije, no quiero que este circo se alargue por más tiempo. Por favor, chicos, solo terminemos con esto.
Yeonjun resopló.
Los tres adolescentes tenían una tensión tan densa sobre ellos, que la prefecta Lee se sintió ahogada.
"Estos niños y sus dramas amorosos me sacan de quicio" ─pensó para sus adentros.
─ Estoy cansada y no quiero discutir más ─volvió a hablar, esta vez en un tono más conciliador─. El castigo que impuse no será modificado ni absuelto, para ninguno de los dos ─miró a Arin, enfatizando que ella no estaría libre de ser reprendida─. Ahora iré a Dirección a tomarme una aspirina. El descanso está por terminar ─confirmó luego de dar un vistazo a su reloj de muñeca─ y creo que lo mejor es que vuelvan a sus clases. A ustedes ─miró a Yeonjun y Arin─ los veré en Dirección más tarde, cuando termine el horario escolar.
Justo después de que ella hubiera "decretado la sentencia final", se escuchó el eco de la chirriante campana por todo el patio, aturdiendo un poco a los adolescentes.
Soobin, en efecto, no tardó en obedecer. Se dispuso a correr hacia a su salón. O eso es lo que le hizo creer a la mayor, porque en realidad solo empezó a avanzar sin rumbo para buscar a su mascota.
Arin se fue corriendo en otra dirección: al sanitario de chicas, pues necesitaba un momento para recomponerse y no quería que sus amigas la vieran llegar a clase con lagrimales secos en el rostro. Además, quería huir de Yeonjun y de cualquier cosa que este le pudiera cuestionar.
Yeonjun, por su lado, se quedó ahí parado; completamente estático. La señora Lee lo observó por un par de segundos, pero después también se fue, dejándolo solo con su conciencia.
El renegado tenía muchas cosas en la cabeza. Pensaba y pensaba.
Pensaba en que su último comentario no solo había sido innecesario, sino que también había lastimado a Arin con él, pues la había usado como una mera herramienta para burlarse de Soobin; y no pudo evitar arrepentirse de haber dicho algo tan estúpido por impulsividad.
Pensaba también en que seguramente los padres de Arin la regañarían por el castigo de la prefecta Lee. No sabía mucho sobre su familia, pero tenía entendido que el padre de la chica era algo así como un maldito-tirano.
Yeonjun se sintió realmente muy culpable por meter a Arin en tantos problemas.
Y luego pensó en Yeji, su querida hermanita. Si Yeonjun pasaba mucho tiempo en la escuela por el castigo, Yeji pasaría más tiempo sola en casa, soportando las estresantes discusiones de sus padres, sin nadie que la atendiera, la alimentara, o la distrajera al menos de tantas peleas.
Finalmente, Yeonjun también pensó en Soobin, que, de hecho, era completamente culpable; y aun así saldría impune, sin ningún tipo de perjudicación.
"¡Tan injusto!"
Definitivamente no tenía ganas de volver a clases. No tenía ganas ni siquiera de seguir viviendo, pero la responsabilidad de cuidar de Yeji alejaba cualquier pensamiento suicida de su mente. Estaba enojado, frustrado, rabioso. Nunca había sentido tanta indignación en su vida y era como si aquella emoción lo estuviera asfixiando.
Yeonjun sentía que no podía respirar. Estaba bufando, haciendo un sonido más animal que humano; sus fosas nasales estaban dilatas por el esfuerzo de cada aspiración, su pecho subía y bajaba violentamente, casi de forma dolorosa; y su rostro estaba enrojecido como el infierno.
Parecía un jodido demonio hambriento de sangre.
Ciertamente, cualquiera que lo hubiera visto en ese estado habría evitado a toda costa cruzarse en su camino. ¡Yeonjun era aterrador!
Cualquiera, desde luego, excepto cierto chico popular de cabellera larga, que había observado toda la catástrofe de principio a fin.
Beomgyu, que aun seguía oculto detrás de un arbusto, no sabía qué pensar. Lo conmocionaba que su hyung y su mejor amigo hubieran tenido un pleito tan grave, y el hecho de que Arin también estuviera involucrada lo hacía sentir ansioso.
Beomgyu hubiera preferido que ni Yeonjun ni Soobin salieran afectados de aquel problema, pues ambos eran personas importantes para él. Ni siquiera tuvo intenciones de intervenir cuando la discusión estuvo en su punto más tenso, porque meterse a apoyar a alguno hubiese significado echarse de enemigo al otro, y eso era lo que menos quería el chico popular.
De cualquier manera, era claro que conseguir el número telefónico de Yeonjun sería imposible ese día. No valdría la pena hostigar a su hyung con eso, cuando evidentemente tenía mayores preocupaciones.
El descanso había terminado, y la siguiente clase seguramente ya había dado inicio. El patio se encontraba desierto; solo Yeonjun ─la furia humana─ estaba a la vista.
Beomgyu tenía muchas ganas de hablar con él...
Aunque sus propios planes para con Yeonjun estuvieran frustrados, deseaba convivir con su hyung de todas formas. Ya daba igual que no le diera su número y que no quisiera verlo en vacaciones. Ahora lo único que Beomgyu quería era... animarlo.
Entendía que Yeonjun estuviera frustrado, después de todo, había recibido dos castigos injustos el mismo día.
Lo hacía sentir mal verlo tan fuera de sus cabales. Quería hacer algo, lo que sea, para evitar que continuara consumiéndose en su propia ira. Por más que todas las alarmas de peligro estuvieran encendidas delante suyo, Beomgyu quería animar al mayor.
Lo observaba, aún desde su escondite, sin saber cómo acercarse ni qué decirle. Pero luchaba, rebuscando en su propia mente una idea, una acción, algo que estuviera en sus manos para hacer sentir mejor a su hyung. Algo para hacerle saber que le creía, que sabía que no era mentiroso, que no estaba solo.
Sin embargo, tenía miedo de dar un paso en falso y decir o hacer algo erróneo, que solo enfureciera más a Yeonjun.
Acurrucado, abrazando sus piernas detrás del arbusto, Beomgyu tenía verdaderamente mucho miedo. Pero no tenía miedo de que el renegado le hiciera daño. Tenía miedo de lastimar él a Yeonjun...
Tenía miedo de equivocarse, de herirlo, de dejar una grieta irreparable en su relación con el mayor. Tenía miedo de que Yeonjun tomara represalias en su contra, y de que no pudieran convertirse en amigos nunca.
No planeaba entrar a las siguientes clases. Se quedaría afuera el tiempo necesario para poder acercarse a Yeonjun y tranquilizarlo. Y desde su posición estratégica observaba al rebelde, analizando cómo proceder a continuación.
Yeonjun, por su parte, solo empeoraba en su estado anímico con el pasar de los minutos. Había caminado de un lado al otro, como león enjaulado, hasta que salió del área pavimentada y comenzó a dar zancadas por el pasto, en dirección lateral a Beomgyu.
En realidad, ya estaban muy cerca el uno del otro. Yeonjun hubiera visto a Beomgyu de no ser porque la furia lo tenía ensimismado.
El renegado había comenzado a patear las piedras y las pequeñas plantas que se cruzaban en su furioso andar. Fue con esa acción que Beomgyu se vio forzado a salir de su escondite e interveni.
Porque Beomgyu, mientras observaba minuciosamente al mayor, pudo atisbar que ahí en el suelo algo pequeñito se movía: había alguien más. Alguien espinoso que se escondía entre la maleza. Y Beomgyu, desesperado por protegerlo, tiró por la borda todo intento de ser prudente.
─ ¡No, espera! ¡por favor, detente!
Lastimosamente, Beomgyu no pudo evitar que Yeonjun pateara a Odi y lo hiciera volar por los aires.
El erizo chilló luego de caer nuevamente al piso, y Beomgyu corrió a tratar de sostenerlo para revisar su salud, pero ya que no sabía muy bien cómo levantarlo, solo consiguió que Odi lo pinchara con sus púas.
─ ¡Auch! ¡No, no, no te vayas!
Odi, asustado, se escabulló entre el pasto y echó a correr. Beomgyu lo perdió de vista casi de inmediato.
─ ¡Maldición! ─exclamó el chico popular, muy preocupado.
─ Mierda. Así que ahí estaba esa porquería, ¿no? ─escuchó a sus espaldas─ Tú lo escondiste.
Beomgyu supo que absolutamente todo se había ido al caño en cuanto se giró a mirar a Yeonjun y vio el odio y el resentimiento que había en los ojos de este.
N/A: Perdonen si hay algún error. Esta vez no pude darle una última revisión a la actu ;c
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro